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Oct2011Si no hace pensar, no es fe madura
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Oct
En esta viñeta de José Luis Cortés aparece un hombre leyendo este artículo del Credo: “Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo”, y comenta: “Todo esto es fácil de creer…, mientras no te preguntes qué significa realmente”. La humorada tiene no sólo su gracia, sino su parte de razón. Pues la fe da qué pensar, plantea preguntas. Cuando uno aprende el Credo de memoria y lo recita como un papagayo, parece “fácil de creer”. Pero cuando se pone a pensar en lo que “significa realmente”, cuando se pregunta por el sentido de lo que está diciendo, entonces empiezan a surgir las dificultades. Hasta puede ocurrir que uno tenga la impresión de no entender nada. Cuando esto ocurre lo peor que podemos hacer es pensar que estamos ante una duda de fe. En realidad, la fe que pregunta es una fe que se hace adulta, una fe que crece, que está en condiciones de ser asumida personal y libremente.
Las mayores dificultades para creer no provienen del ambiente externo. Las mayores dificultes, hoy y siempre, provienen de la fe misma. Porque el creyente se encuentra con un misterio que le desborda y nunca acaba de comprender. Pero las personas inteligentes buscan comprender, necesitan saber los motivos, las razones, el porqué de las cosas. Una fe que no se interroga es una fe infantil, impropia de una persona responsable y adulta. Necesitamos buenos motivos para creer, buenas explicaciones y razones de lo que creemos. Tomás de Aquino decía que cuando se trata de saber “lo que hay que creer” hay que acudir a las autoridades, o sea, hay que escuchar a la Iglesia y a su Tradición. Pero una vez que sabemos lo que hay que creer, es necesario instruir a los fieles y explicarles “por qué es verdad lo que se les dice. De lo contrario, si el maestro desarrolla la cuestión con puras autoridades, el alumno se certificará ciertamente que esto es así, pero no adquirirá nada de ciencia o de inteligencia, antes se marchará vacío”.
Una fe vacía no puede durar mucho, no tiene capacidad de comunicarse, no sabe defenderse del error, no es luz para la inteligencia, no sabe cómo moverse en las dificultades. Es una fe que se encierra en sí misma, que se convierte en pietismo y, lo que es peor, en intransigente, que confunde sentimiento con verdad y que piensa que cuanto más grita más razón se tiene. La fe no sólo se ora, también se piensa. Una fe sin oración y sin estudio es una mala fe.