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Oct2011El Padrenuestro, ¿habla de deudas o de ofensas?
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Las personas mayores recordarán que no hace tanto tiempo la versión “oficial” del Padrenuestro hablaba de “deudas” y “deudores”. La versión actual pide a Dios que perdone nuestras “ofensas como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”. ¿Qué dice el texto bíblico del que se ha extraído el texto litúrgico? En el evangelio de Mateo, la oración de Jesús habla de deudas y deudores; según Lucas pedimos a Dios que perdone nuestros “pecados”, así como nosotros perdonamos “al que nos debe”. Deuda y pecado están muy relacionados. Cierto, la ofensa también puede considerarse una deuda, en la medida en que pide reparación y compensación.
En tiempos de Jesús había mucha gente endeudada, pues los pobres pedían préstamos a sus vecinos para poder pagar los impuestos. Hoy también hay naciones y personas abrumadas por deudas que no pueden pagar. Sin duda, con Dios no tenemos deudas económicas, pero sí que hay muchas deudas en la relaciones interhumanas. No conviene olvidar este sentido de endeudamiento material y la crítica social que conlleva, cuando rezamos el Padrenuestro. Muchas deudas han sido multiplicadas por la ambición y la rapiña de los acreedores. Entre los cristianos debe primar la solidaridad por encima de las deudas.
La “deuda” que tenemos con Dios es impagable. A Él se lo debemos todo, empezando por la vida. El Padre nuestro liga indisolublemente nuestras deudas con Dios y las deudas que los hermanos tienen con nosotros. Pues la deuda de los hermanos es la mediación antropológica de nuestra deuda total y teologal con Dios. ¿Cómo se “paga” la deuda con Dios? Si la mediación antropológica de nuestra deuda con Dios está en lo que nos debe el hermano, pagaremos a Dios en la medida en que perdonemos al hermano. El perdón al hermano y el perdón que Dios nos otorga son directamente proporcionales.
Algo parecido ocurre con las ofensas. La ofensa a Dios tiene su mediación antropológica en la ofensa al hermano. Ofendemos a Dios en la medida en que dañamos al hermano. Nunca acabamos de estar del todo en paz cuando hemos ofendido a alguien. El camino para una reconciliación total pasa por el perdón otorgado y recibido. También aquí la reconciliación con Dios pasa por la reconciliación con el hermano, de modo que el perdón otorgado al hermano es directamente proporcional al perdón recibido de Dios.