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Conciencia humana de la filiación divina
9 comentariosLa fe confiesa (y sin esta confesión no puede uno considerarse cristiano) que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios hecho hombre. Ahora bien, si Dios se hace verdaderamente hombre, estará sometido a todas las limitaciones de lo humano. “Pensó con inteligencia de hombre”, dice de Jesús el Vaticano II. Precisamente considerando la humanidad de Jesús algunos plantean la pregunta, formulada un poco abruptamente, de si Jesús sabía quién era. ¿Qué tipo de conciencia tenía Jesús de su filiación divina?
Jesús tenía una conciencia humana de su realidad personal. Pero los humanos adquirimos conciencia de nuestra identidad a través de las situaciones históricas y de las experiencias que nos toca vivir. De Jesús se decía que crecía no sólo en edad, sino también en sabiduría y en “gracia”. ¿La experiencia que Jesús tenía de Dios y de su unión con Dios la iba adquiriendo progresivamente? Ser hombre no es sólo nacer. Nos vamos haciendo hombres, nos hacemos lo que somos, y adquirimos conciencia de lo que somos en el encuentro con los otros. Eso requiere tiempo y paciencia. ¿También Jesús necesitó tiempo para tomar conciencia de sí mismo?
Este tipo de preguntas requieren una respuesta afirmativa, so pena de negar la verdadera humanidad de Jesús. Pero, ¡atención!, Jesús tomaba conciencia de su pertenecer a Dios de un modo singular y único, de su venir de Dios y de su ser de Dios. Tomaba conciencia de su filiación divina. A niveles humanos, sin duda. O sea, el “modo” de su conciencia y de su toma de conciencia es humano. Pero el contenido de lo que toma conciencia no nace de la carne o de la sangre, sino de su ser divino. En el origen humano de Jesús hay un misterio, porque “su Padre”, su único Padre, es Dios. Al encarnarse se “hizo semejante en todo a nosotros”, vivió una temporalidad humana, estuvo condicionado por los conocimientos y situaciones de una época determinada, fue realmente hombre. Pero aquello de lo que se enteraba a lo largo del tiempo y en el encuentro con los otros y la realidad, no era sólo que había sido llamado por Dios para una misión especial. Era mucho más: era la conciencia de ser Hijo de Dios, de tener una relación con el Padre como ningún otro ser humano ha tenido ni podrá tener en este mundo.