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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

12
Oct
2011

Conciencia humana de la filiación divina

9 comentarios

La fe confiesa (y sin esta confesión no puede uno considerarse cristiano) que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios hecho hombre. Ahora bien, si Dios se hace verdaderamente hombre, estará sometido a todas las limitaciones de lo humano. “Pensó con inteligencia de hombre”, dice de Jesús el Vaticano II. Precisamente considerando la humanidad de Jesús algunos plantean la pregunta, formulada un poco abruptamente, de si Jesús sabía quién era. ¿Qué tipo de conciencia tenía Jesús de su filiación divina?

 

Jesús tenía una conciencia humana de su realidad personal. Pero los humanos adquirimos conciencia de nuestra identidad a través de las situaciones históricas y de las experiencias que nos toca vivir. De Jesús se decía que crecía no sólo en edad, sino también en sabiduría y en “gracia”. ¿La experiencia que Jesús tenía de Dios y de su unión con Dios la iba adquiriendo progresivamente? Ser hombre no es sólo nacer. Nos vamos haciendo hombres, nos hacemos lo que somos, y adquirimos conciencia de lo que somos en el encuentro con los otros. Eso requiere tiempo y paciencia. ¿También Jesús necesitó tiempo para tomar conciencia de sí mismo?

 

Este tipo de preguntas requieren una respuesta afirmativa, so pena de negar la verdadera humanidad de Jesús. Pero, ¡atención!, Jesús tomaba conciencia de su pertenecer a Dios de un modo singular y único, de su venir de Dios y de su ser de Dios. Tomaba conciencia de su filiación divina. A niveles humanos, sin duda. O sea, el “modo” de su conciencia y de su toma de conciencia es humano. Pero el contenido de lo que toma conciencia no nace de la carne o de la sangre, sino de su ser divino. En el origen humano de Jesús hay un misterio, porque “su Padre”, su único Padre, es Dios. Al encarnarse se “hizo semejante en todo a nosotros”, vivió una temporalidad humana, estuvo condicionado por los conocimientos y situaciones de una época determinada, fue realmente hombre. Pero aquello de lo que se enteraba a lo largo del tiempo y en el encuentro con los otros y la realidad, no era sólo que había sido llamado por Dios para una misión especial. Era mucho más: era la conciencia de ser Hijo de Dios, de tener una relación con el Padre como ningún otro ser humano ha tenido ni podrá tener en este mundo.

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Andrés
13 de octubre de 2011 a las 02:53

Martín, enhorabuena. Es la mejor reflexión (necesariamente breve por el formato, cosa que es de agradecer) sobre este tema que he leído últimamente.

Por supuesto no explica el Misterio, pero nos ayuda a acercarnos a él con mayor claridad. Tu reflexión me parece muy acertada porque se mantiene en tensión entre dos polos que son irrenunciables si se quiere hacer una cristología seria y que pueda considerarse católica; la verdadera Humanidad y la verdadera Divinidad de Cristo.

Gracias.

Oscar
13 de octubre de 2011 a las 12:12

Me sumo a las felicitaciones de Andrés. No es fácil tocar estos temas y usted lo hace con claridad, equilibrio y de forma sugerente. Necesitamos teólogos, catequistas y predicadores que sepan dar razones de la fe, para que la fe pueda convertirse en luz para la inteligencia.

JM Valderas
13 de octubre de 2011 a las 12:23

Querrido Martín. Es de reconocer tu valentía en meterte en semejante jardín en que las palabras resultan insuficientes porque no pueden encerrar el concepto. Item más, cuando ni siquiera existe una definición común de conciencia, si queremos evitar el verbalismo o la mera intuición en una reflexión teológica. No es este el medio, cierto. Sabes que existe una poderosa corriente que le niega entidad a la misma, con Crick-Koch como soportes neurocientíficos y Dennet como abanderado filósofo. Las preguntas kantianas sobre el hombre se transforman ahora en cuestiones biológicas, en inglés por supuesto. What are We? Where did we come from? Where are we going? ¿Cómo responde la ciencia a esas cuestiones? La más importante, la que nos hace tomar conciencia, y contenido, de nosotros, es la primera, evidentmente. Y a esa cuestión responde mirando la genética, que nos habla de que somos en un 99 por ciento idénticos a los chimpancés. El teólogo da por supuesto que existe la conciencia, no la cuestiona. ¿Cuál sería la de Cristo? ¿De qué conciencia hablamos? ¿Es legítimo seguir aplicando en teología conceptos meramente intuitivos (de significado vulgar)? Te reitero, Martín, mi felicitación por tu empeño. Yo no lo veo tan claro.

Milón
13 de octubre de 2011 a las 17:01

La Comisión Teológica Internacional publicó en 1985, a propósito de la conciencia que Jesus tenía de sí mismo y de su misión cuatro proposiciones comentadas: Ésta es la primera de ellas:"La vida de Jesús testifica la conciencia de su relación filial al Padre. Su comportamiento y sus palabras, que son las del «servidor» perfecto, implican una autoridad que supera la de los antiguos profetas y que corresponde sólo a Dios. Jesús tomaba esta autoridad incomparable de su relación singular a Dios, a quien él llama «mi Padre». Tenía conciencia de ser el Hijo único de Dios y, en este sentido, de ser, él mismo, Dios". ¿Son prejuicios contrarios a la moderna neurobiología y de tenor vulgar estas afirmaciones?

JM Valderas
13 de octubre de 2011 a las 18:52

Martín, con permiso. La CTI es un organismo cuyos dictámenes valen lo que vale el dictamen. Con todo el respeto por los firmantes. En su composición actual, por ejemplo, Bonino, de Toulouse, crecido a los pechos de Labourdette y la Révue Thomiste, me merece absoluta confianza. Pero aún así, lo juzgo por lo que dice. Me parece que en el caso que Milón menciona había una voluntad clara de dejar sentado que Jesús sí sabía cuál era su misión redentora y salvadora. De ahí la "conciencia" de su filiación divina. Uno es el plano de la teología y otro el de la neurobiología. En este segundo se ha trabajado desde hace varios decenios con una batería abultada de medios: biológicos, químicos, computerizados, físicos, etc. Existe una serie más o menos homogénea poderosa de volúmenes escritos por Flanagan, los Churchland, Hamerof et alii, Koch-Crick, Chalmers, Metzger, etc. cuyo valor puede contrastarse en buena medida, justamente en la medida en que dicen basarse en datos experimentales o de observación. Esos conceptos científicos, o así pretendidos, difieren de los conceptos que ellos llaman intuitivos, que son los del conocimiento vulgar. En plata, la idea que tiene todo hijo de vecino cuando habla de conciencia, de su conciencia de las cosas que le rodean, de la conciencia de sus actos, etc. Una noción a la que la neurobiología no le concede ningún valor operativo. Para unos, de mayor tendencia filoosófica, la conciencia sería una propiedad emergente; para otros, de tendencia más fisicalista, la conciencia sería una estructura reticular efímera. De eso no se ocupa la teología, que sigue anclada en el concepto vulgar de conciencia. Incluidos los de la CTI. ¿Cómo debería un teólogo que quisiera trazar puentes con la neurobiología replantearse los problemas de la conciencia de Cristo? Es un terreno que pertenece a la neuroteología bien entendida. No sólo la Iglesia ha de ser reformada; más profundamente, la teología también. Pero esto no acaba de entenderse. Perdón, Martín, por abusar de tu espacio.

Juanjo
13 de octubre de 2011 a las 19:58

Tengo la impresión de que a algunos les cuesta admitir que Jesús tuviera dicha conciencia, porque piensan que él veía siempre a Dios, como los bienaventurados del cielo, es decir con una visión beatífica ya adelantada en la tierra. Para ello se basan no se si de forma correcta en su pre-existencia junto al Padre desde el principio de los tiempos y entonces la encarnación no sería más que una separación temporal pero “con todos sus poderes”.
Se admite sin duda que Jesús es hombre (¡como nos vamos a oponer lo que dice la Santa Madre Iglesia!) pero con el filtro del monofisismo larvado, al que últimamente se ha aludido, de forma que la naturaleza divina absorbe y eclipsa totalmente la humana.
Entonces la cuestión ya no es si Jesús tenía conciencia de ser Dios sino quizá más bien al contrario.
¿Flecos de una teología, preferente y exclusivamente “descendente”.?

asombro
13 de octubre de 2011 a las 21:27

El Padre y Yo somos Uno. En Él vivimos nos movemos y existimos Quizá ha llegado el tiempo de un diálogo transpersonal entre teología-mística-neuroteología. Lo que en otro tiempo fue teología ascendente o descendente, en este tiempo requiere nuevos acercamientos, en planteamientos y lenguaje, de lo que son solo acercamientos al Misterio. Y la conciencia divino-humana de Jesús es uno de ellos. La experiencia de lo eterno en lo histórico, en muy pequeña escala, se vive en la oración profunda, en experiencias cumbre en que el espacio-tiempo se dilatan: se entra en otra dimensión: la dimensión de lo Divino- Eterno. ¿ Se podría afirmar que en Jesús lo divino y lo humano estaba activado en distintas dimensiones, y el acceso dependía de distintos niveles de conciencia " que crecían en gracia delante de Dios y los hombres? Las investigaciones multidisciplinares sobre los distintos niveles de conciencia, el trabajo interno de evolución personal y espiritual de " toma de conciencia" que puede implicar distintas dimensiones, y el transcurrir de lo Eterno a lo humano y viceversa, nos pide estar abiertos a nuevos descubrimientos. Porque queda mucho por ahondar en Cristo.

Miaumiau
14 de octubre de 2011 a las 20:34

El texto,que expones es sumamente nítido, lo vital para Jesús, y dónde desvela su interioridad, es quizás en la intimidad de relación que mantenía con su Padre
(ABBÀ)ahí se "visualiza" la conciencia, que podemos captar desde nuestra pequeñez.
Jesús ejercitaba el amor filial y era correspondido. La única categoría que nos puede ayudar es la del Amor, en este misterio desbordante. El lenguaje del amor es universal por eso Jesús toma conciencia de que es amado y ama, por ello es expansivo a todos.. dejándonos la herencia del Padre Nuestro.

Desiderio
15 de octubre de 2011 a las 21:09

Por un lado, a mí me parece apasionante el problema que presenta JM Valderas. Cómo dar sustento o base neurobiológica a todo aquello que se considera desde siempre como espiritual me parece fascinante, como la propia conciencia que se toca en el post. ¿Qué es la conciencia en estos términos? Por lo que yo sé, quizá quede más por averiguar que lo que se sabe sobre el cerebro, su funcionamiento, la memoria, etc. Asistí a una charla de Camilo Cela -hijo del célebre escritor- que investiga estos temas -y que por cierto, va a dar una conferencia en breve en Valencia- y me dejó con esa sensación. Desde mi ignorancia sobre el tema, me parece un tema muy interesante. Y por otro lado, en referencia al post, se me hace difícil comprender o diferenciar aquello de lo que Jesús tomó conciencia a lo largo de su vida -ser Hijo de Dios- de lo que cobra conciencia cualquier cristiano -que gracias a Él también se sabe hijo de Dios, aunque es algo que vaya adquiriendo con su vida de fe-. Obviamente, Él lo era, y el resto de mortales no, o no de esa forma. Supongo que aunque lo fuera descubriendo poco a poco, el hecho de serlo le hizo que cobrase cierta seguridad o confianza en aquello que iba a alcanzando a ver y en que se iba convirtiendo. Algo que en nosotros es mucho más difuso.

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