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Dic2017Migrantes y refugiados en busca de paz
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Debido a una iniciativa de Pablo VI, el nuevo año comenzará con la celebración de la “Jornada mundial de la paz”. El lema propuesto por el Papa Francisco no puede ser de mayor actualidad: “migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz”. El lema indica que, al menos de entrada, muchos no emigran por motivos económicos o incluso políticos, sino buscando un lugar dónde vivir en paz. Para encontrarlo, dice el Papa, estas personas “están dispuestas a arriesgar sus vidas”. El Papa se pregunta por qué hay tantos refugiados y migrantes. Y responde: los conflictos armados y la violencia organizada provocan el desplazamiento de personas. Añade, citando a Benedicto XVI: hay otras razones, ante todo “el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la desesperación de un futuro imposible de construir”.
El Papa constata que la mayoría de esos migrantes lo hacen siguiendo un procedimiento regulado, pero otros se ven forzados a tomar otras vías. Dicho de otra manera: a veces las vías legales parecen imposibles, bloqueadas o demasiado lentas. A esto hay que añadir, dice Francisco, que en muchos países de destino se enfatizan los riesgos para la seguridad nacional o el coste de la acogida de los que llegan, despreciando así la dignidad humana que se ha de reconocer a todos. Los que fomentan el miedo hacia los migrantes, en ocasiones con fines políticos, en lugar de construir la paz siembran la violencia.
Acoger al hermano extraño y distinto no es fácil, porque lo extraño produce desconfianza. Pero cuando a la extrañeza se le junta la ilegalidad, la acogida resulta aún más complicada. Quién ayuda a esas personas, se arriesga a cometer un delito. Por eso el Papa habla de una estrategia que vaya más allá de la compasión y entre en el terreno de la acción. La primera de las acciones que el Papa recomienda va en línea “de ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes a lugares donde les espera la persecución y la violencia, y equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos fundamentales”.
A la hora de la verdad, no todos podemos y, lo que es más serio, no todos estamos dispuestos a complicarnos la vida para acoger a esas personas. Pero, al menos, todos deberíamos apoyar a quienes les acogen y dejar clara nuestra postura a favor del reconocimiento de la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación. ¿Cómo dejar clara nuestra postura? Un cristiano debe estar convencido, y decir alto y claro que “tanto emigrantes como poblaciones locales que los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuya destino es universal, como enseña la doctrina social de la Iglesia” (palabras de Benedicto XVI, citadas por Francisco).