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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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28
Dic
2017
Migrantes y refugiados en busca de paz
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migrantes

Debido a una iniciativa de Pablo VI, el nuevo año comenzará con la celebración de la “Jornada mundial de la paz”. El lema propuesto por el Papa Francisco no puede ser de mayor actualidad: “migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz”. El lema indica que, al menos de entrada, muchos no emigran por motivos económicos o incluso políticos, sino buscando un lugar dónde vivir en paz. Para encontrarlo, dice el Papa, estas personas “están dispuestas a arriesgar sus vidas”. El Papa se pregunta por qué hay tantos refugiados y migrantes. Y responde: los conflictos armados y la violencia organizada provocan el desplazamiento de personas. Añade, citando a Benedicto XVI: hay otras razones, ante todo “el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la desesperación de un futuro imposible de construir”.

El Papa constata que la mayoría de esos migrantes lo hacen siguiendo un procedimiento regulado, pero otros se ven forzados a tomar otras vías. Dicho de otra manera: a veces las vías legales parecen imposibles, bloqueadas o demasiado lentas. A esto hay que añadir, dice Francisco, que en muchos países de destino se enfatizan los riesgos para la seguridad nacional o el coste de la acogida de los que llegan, despreciando así la dignidad humana que se ha de reconocer a todos. Los que fomentan el miedo hacia los migrantes, en ocasiones con fines políticos, en lugar de construir la paz siembran la violencia.

Acoger al hermano extraño y distinto no es fácil, porque lo extraño produce desconfianza. Pero cuando a la extrañeza se le junta la ilegalidad, la acogida resulta aún más complicada. Quién ayuda a esas personas, se arriesga a cometer un delito. Por eso el Papa habla de una estrategia que vaya más allá de la compasión y entre en el terreno de la acción. La primera de las acciones que el Papa recomienda va en línea “de ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes a lugares donde les espera la persecución y la violencia, y equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos fundamentales”.

A la hora de la verdad, no todos podemos y, lo que es más serio, no todos estamos dispuestos a complicarnos la vida para acoger a esas personas. Pero, al menos, todos deberíamos apoyar a quienes les acogen y dejar clara nuestra postura a favor del reconocimiento de la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación. ¿Cómo dejar clara nuestra postura? Un cristiano debe estar convencido, y decir alto y claro que “tanto emigrantes como poblaciones locales que los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuya destino es universal, como enseña la doctrina social de la Iglesia” (palabras de Benedicto XVI, citadas por Francisco).

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24
Dic
2017
Cuento de Navidad
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cuentonavidad

El cuento es de un dominico alemán del siglo XIV, el Maestro Ekchart. Dice este místico renano en su Sermón XXII:

“La máxima merced que Dios le hizo jamás al hombre fue el hecho de que se hiciera hombre. Quiero relataros un cuento que viene perfectamente al caso:

Había un marido rico y una mujer rica. Luego, la mujer tuvo un accidente de modo que perdió un ojo; por eso se puso muy triste. Entonces, el marido la vino a ver y dijo: ‘Mujer, ¿por qué estáis tan triste? No debéis entristeceros por haber perdido vuestro ojo’. Ella contesto: ‘Señor, no me entristece el hecho de haber perdido mi ojo, me entristece más bien porque me parece que por ello me amaréis menos’. Entonces dijo él: ‘Mujer, yo os amo’. Al poco tiempo, él mismo se vació un ojo y fue a ver a la mujer y dijo: ‘Mujer, para que creáis ahora que os amo, me he igualado a vos, ya no tengo sino un solo ojo’.

Lo mismo sucede con el ser humano: apenas podía creer lo mucho que lo amaba Dios hasta que Dios mismo al fin se vació un ojo y adaptó la naturaleza humana. Esto es lo que significa: ‘Se hizo carne’ (Jn 1,14). Nuestra Señora dijo: ‘¿Cómo podrá ser esto?’. Entonces dijo el ángel: ‘El Espíritu Santo descenderá sobre ti’ desde el trono altísimo, desde el Padre de la luz eterna”.

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21
Dic
2017
Humanidad de Dios, humanidad en Dios
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belen02

Jesús de Nazaret es la cara humana de Dios. En Jesús, Dios ha venido a nuestro mundo de la mejor manera que podía venir, haciéndose hombre. Y todo por amor. La pregunta que plantea esta humanidad de Dios es si hay “algo” en Dios que le mueve a ser humano, si lo humano está en el seno de la Trinidad, de modo que al hacerse hombre el Verbo divino está mostrando algo propio de la intimidad más profunda de Dios. Puesto que el ser humano es imagen de Dios, hay en el hombre una tendencia que le lleva hacia Dios. Es posible plantear la misma pregunta pero desde el lado de Dios: ¿hay en Dios una tendencia que le lleva hacia lo humano? Y si es así, ¿esta tendencia nos ayuda a comprender mejor las profundidades de Dios?

Algunos teólogos se atreven a Decir que la divinidad de Dios incluye su humanidad. En Jesucristo se manifiesta que ni el hombre está cerrado hacia lo alto, ni Dios cerrado hacia abajo. Lo humano pertenece al propio ser del Dios Trinitario. Como dice Tito 3,4, según la expresiva traducción latina (expresividad que ocultan las traducciones españolas), en Jesucristo apareció “la humanidad de nuestro Dios” (apparuit humanitas nostri Dei). En Jesucristo no aparece sólo un Dios humanado, sino la humanidad de Dios. Dios puede comunicarse con nosotros, porque entre él y nosotros hay un parentesco esencial, tal como dice Hech 17,28: “somos de su raza”. Lo más sorprendente no es que un hombre sea Dios, sino que Dios sea hombre. Lo primero (que el hombre Jesús sea divino) podría considerarse como una blasfemia (y así lo consideraron los judíos, según Jn 10,33), pero lo segundo es una locura inconcebible e inimaginable (cf. 1 Cor 1,23).

En efecto, no sorprende mucho que lo pequeño sea elevado (que Jesucristo sea Dios), esa es la ambición que todos tenemos, el sueño de todos los hombres, la proyección de nuestros anhelos: “ser como dioses”. Lo sorprendente es que lo divino se reduzca o empequeñezca; lo sorprendente es que Dios no retenga su categoría de Dios, sino que despojándose de sí mismo, se haga un hombre cualquiera (Flp 2,6-7). Por eso la Encarnación hay que entenderla no tanto como un remedio del pecado, cuanto como la cumbre de la revelación de Dios. Dios se hace aquello que es: “vino a lo suyo” (Jn 1,11). “A lo suyo”, porque lo suyo es “lo nuestro”. La encarnación manifiesta la primacía del amor: “tanto amó Dios al mundo” (Jn 3,16).

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17
Dic
2017
Ambición del hombre, anhelo de Dios
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jesusjoseymaria

La gran ambición del hombre es ser como Dios. En los comienzos de la historia, los humanos escucharon con inmenso placer la voz seductora de una serpiente que les decía: “seréis como dioses”. Ser dios, dueño de todo y de todos, estar por encima del bien y del mal, hacer lo que a uno le place, controlarlo todo y vivir sin ningún control. Esa suele ser la idea que los humanos nos hacemos de dios. Falsa idea, pero muy humana. El Dios verdadero tiene, desde siempre, un anhelo: ser hombre. Hay algo en él que le impulsa a ser humano, como si lo humano perteneciera a la esencia de lo divino. Por eso, al crear al ser humano, lo hizo a su imagen. Hay algo en Dios que permite que el hombre sea imagen suya. De ahí el gran amor de Dios hacia el hombre. Quiso ser hombre porque amaba mucho al hombre, por eso quiso identificarse con su amado.

Esa es la gran diferencia entre el ser humano y Dios. El hombre quiere ser dios, pero se equivoca de modelo. Piensa en un ser poderoso, arbitrario, egoísta, encerrado en sí mismo, caprichoso, anulador de la libertad. Y Dios quiere ser hombre, precisamente para que el hombre aprenda a ser hombre, viendo en Cristo la más perfecta imagen de Dios y el más acabado modelo de humanidad: Cristo revela el hombre al hombre mismo. Mientras la ambición lleva al ser humano a querer sobrepasar los límites de su propia realidad como criatura, el amor lleva a Dios a reducir sus límites, a dejar su categoría divina y hacerse carne limitada.

Esa es la gran sorpresa, lo inaudito del misterio de la Encarnación: que Dios quiera ser hombre. Eso es lo verdaderamente imprevisto, lo inimaginable. Si nos fijamos en ese Dios que quiere ser hombre encontraremos el modo de ser nosotros verdaderamente humanos siendo al mismo tiempo divinos. No con la divinidad que es proyección de nuestra soberbia y de nuestros egoísmos, sino con la divinidad del que se hace pequeño, del que no retiene su categoría para así ponerse al nivel de lo pequeño. Porque cuando Dios mostró su cara oculta, cuando dejó ver su rostro, apareció la gracia, la ternura, la misericordia, la cercanía, la bondad. Lo que apareció cuando Dios se dejó ver fue, nada menos, que un niño pequeño.

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13
Dic
2017
Dios, nuestra razón de ser
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arena

Dios es “nuestra razón de ser” en el más profundo y radical sentido: si existimos es gracias a un acto creador. De nuestra nada original, salimos extraídos por un acto de ternura paternal. Desde otra perspectiva también Dios es nuestra razón de ser: él es la meta, el destino, el lugar al que tendemos aún sin saberlo. Finalmente, razón de ser es lo que motiva una vida, lo que le da sentido. Por eso se dice que la razón de ser de una madre es su hijo. O que la razón de ser de un médico es curar. Razón de ser es dar sentido a algo. Hay una canción de amor en la que el amante le dice a la amada: “te quiero porque quiero que me quieras, porque como tú no hay nadie más bonito en esta tierra; caminando de la mano, tú eres mi razón de ser”. La amada es la razón de ser del amante. Podríamos aplicarlo a Dios: Dios es la razón de ser de cada ser humano, porque en Dios encuentra su felicidad, su plenitud, su bienestar, su todo.

Este triple sentido de Dios como “razón de ser”, lo expresa así el Nuevo Testamento: “todo ha sido creado por él, para él y en él”. Todo procede de Dios y todo tiende hacia Dios. El es el origen y la meta, el pasado y el futuro de todo lo creado. Y es también el presente, porque todo se mantiene gracias a él. Si se retirase, todo volvería a la nada. Saber que tenemos una razón de ser debería alegrarnos y sostenernos en nuestros momentos de desaliento: no estamos ahí por casualidad, alguien nos ha querido y nos quiere como somos. Por otra parte, no estamos ahí perdidos, sin saber a donde vamos, sin casa ni hogar, sin tener a dónde ir. Hay un lugar en el que se nos espera con los brazos abiertos, lugar de amor, belleza y paz, en donde encontraremos una felicidad estable y perpetua. Finalmente, no estamos ahí solos, estamos acompañados por un Padre bondadoso, que mantiene todas las cosas “en él” por medio de Cristo.

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9
Dic
2017
Judíos amenazados, Dios en peligro
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judíos

Mientras algún diputado de la ultraderecha alemana produce videos negando o minimizando el holocausto, Magda Hollander-Lafon, sobreviviente de cinco campos de concentración nazis, en una reciente entrevista, ha dicho cosas tan interesantes como estas: “Dios está en peligro cada vez que los judíos están amenazados”. Ante la pregunta del periodista: “¿Cree que los nazis quisieron exterminar a los judíos porque creían en Dios?”, responde: “Claro, ¿qué persiguen los grandes dictadores? Ponerse en el lugar de Dios. Los nazis tenían el poder de vida y de muerte sobre nosotros. ¿Qué les molestaba? Que se decía que éramos el pueblo elegido. Eso les provocaba celos y envidia. Éramos peligrosos”. Finalmente, a la pregunta: “¿Qué es ser judío?”, responde: no es creer en alguien que está por encima de ti, sino “creer en alguien que está contigo. Un judío es alguien que tiene fe. Cuidado, no es lo mismo creer que tener fe; puedes creer hoy en algo y mañana ya no. Pero la fe es distinta, te habita”.

Me permito hacer tres puntualizaciones. Una, Dios está en peligro cada vez que un ser humano está amenazado, sea judío, musulmán, cristiano o ateo. Pero también es verdad que Dios es más poderoso que todas las amenazas, porque nunca tiene las manos atadas y tiene poder sobre la muerte. Dos, cuando alguien se cree dueño de la vida de los demás pretende, ni más ni menos, que ocupar el lugar de Dios. Este tipo de personajes son muy peligrosos. Pero también es verdad que pretenden lo imposible: nadie puede impunemente pretender ocupar el lugar de Dios. Y tres: muy cierto eso de que ser judío (y también ser cristiano) es creer en alguien que está contigo. Alguien que te habita, que es más íntimo que tu propia intimidad. Todo hombre ha sido creado para ser habitado. Cuando Dios te habita, lejos de perderte, te encuentras definitivamente. Nada marca tanto como el confiar en Dios.

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5
Dic
2017
María, enseñanza para todos
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virgenermita

El Concilio Vaticano II, citando a san Ambrosio, dice que María “es enseñanza para todos”. También dice el Concilio que María “coopera en la educación de los fieles”. O sea, María es una buena maestra de vida cristiana. Maestra de todas las vocaciones y de todos los estados de vida, sea la vida religiosa, la vida matrimonial, el sacerdocio, la viudedad, la soltería vivida con elegancia.

Si miramos a la virgen María encontramos una serie de actitudes que pueden ayudar a vivir con ilusión y coherencia nuestras distintas vocaciones. Toda llamada de Dios es motivo de alegría, de acción de gracias y de esperanza. María, tras recibir un saludo de parte de Dios, que la invita a la alegría, “alégrate, llena de gracia” (Lc 1,28), entona un cántico de acción de gracias que comienza afirmando que, efectivamente, “se alegra su espíritu en Dios, su Salvador”. ¿Cuál es el motivo de esta alegría? “Porque ha mirado la humillación de su esclava, porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí, porque su nombre es santo y porque su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

Mirando a María estamos invitados a la alegría por lo mucho y bueno que el Señor ha hecho en cada uno de nosotros. Esta alegría debe ir acompañada del agradecimiento, por la llamada del Señor a nuestra respectiva vocación, y por “las obras grandes” que el Poderoso ha hecho y quiere hacer por medio de “la humildad de sus siervos”. La alegría y el agradecimiento deben abrirnos a la esperanza, pues sabemos que Dios no abandona a quienes llama, sino que, como dice María, extiende su misericordia de generación en generación. Tenemos un futuro por delante, hay muchas cosas que podemos y debemos hacer, si sabemos leer los signos de los tiempos, como María: los poderosos en sus tronos, los ricos, los pobres, los hambrientos, los humildes. La esperanza es realista, se apoya en nuestras posibilidades; por eso, para mantener viva la esperanza, tenemos que analizar nuestras fuerzas y organizarnos con eficacia.

Finalmente, María nos invita a vivir el presente con pasión y con ilusión. Tras recibir el anuncio del ángel que la invita a la alegría, María, se mueve con prontitud (Lc 1,39) para transmitir la alegría incontenible que lleva en su regazo: Jesús, el Señor. “La esclava del Señor” (Lc 1,38) corre a hacerse esclava de los hombres, pues el amor de Dios se demuestra y comprueba en el amor a cada hermano y a cada hermana. Con María, cada uno de nosotros, empujado por el viento del Espíritu, debe vivir hoy su propia vocación con pasión, con esperanza, con ilusión, con fe ardiente y generosa, amando a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y nadie quede privado de la luz del Evangelio.

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30
Nov
2017
Adviento va de venidas
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atardecerenmar

Pero no nos confundamos de venida. Muchos cristianos creen que la venida de la que trata el adviento ocurrió en el pasado y, además, la imaginan como la venida de un niño en un pesebre, en el que había un buey y una mula. Imagen inexacta, que además corre el riesgo de apartar nuestra mente de lo esencial, a saber: el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Otros entienden que la venida de la que trata el adviento es más bien un concurso de “idas y venidas” a los grandes almacenes para adquirir alimentos con los que celebrar el fin del año y regalos con los que obsequiar a la familia.

En realidad el adviento cristiano trata de tres venidas. Una ocurrida en el pasado, en la que el Hijo del eterno Padre tomó nuestra condición humana, naciendo de la virgen María. Una segunda venida de la que trata el adviento es la de Cristo al final de los tiempos, “para juzgar a los vivos y a los muertos”, tal como dice el Credo. O sea, para manifestar la verdad de todas las cosas. Una verdad que ahora está oculta, porque en este mundo lo que suele aparecer es la mentira, la injusticia, la pobreza, y también el odio, la guerra y la muerte. Pues bien, cuando el Señor vuelva glorioso quedará claro que estas cosas tan mundanas no tienen ningún futuro. Lo único que tiene futuro es la verdad, la justicia, el amor, la solidaridad, la acogida, el perdón, la paz y el entendimiento entre personas y pueblos.

Precisamente por eso, el adviento trata de una tercera venida, a la que deberíamos prestar mucha atención, pues “el Señor viene en cada persona y en cada acontecimiento para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera gloriosa de su Reino”, tal como dice unos de los prefacios de la Eucaristía de este tiempo litúrgico. Esta venida es la que más nos cuesta comprender y, sin embargo, es la que debería preocuparnos más. En cada ser humano, sobre todo en los necesitados y despreciados, se prolonga el misterio de la Encarnación. En ellos el Señor se hace presente y reclama nuestro amor. Si no prestamos suficiente atención a esta tercera venida, la ocurrida en Belén terminará convirtiéndose en puro folklore, y la última venida en gloria y majestad es posible que sea un motivo de vergüenza (por decir algo suave) para los que no hemos sabido encontrarle en el prójimo.

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26
Nov
2017
Un bodrio que el mundo llama Navidad
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calendario

La preparación de la Navidad cada vez se adelanta más. Ríanse ustedes del adviento. Y de paso, ríanse de esta Navidad cuya preparación cada vez se adelanta más. Es la Navidad que el mundo ha robado a los cristianos, la Navidad en donde solo importa la juerga, las compras, los regalos, la buena comida y la mejor bebida. No digo que no haya que alegrarse por las fiestas cristianas. Digo que hay una Navidad, la del mundo, en donde lo cristiano no importa nada.

La última moda, procedente de Londres, es hacerse con unos “calendarios exquisitos para recibir la Navidad, unos almanaques de adviento con cosméticos de lujo” (cita literal sacada de la prensa). Se trata de un mural, con los días bien marcados, con un pequeño cajoncito detrás de cada día. Al abrir el cajón de cada día aparecen artículos de lujo, de modo que cada día restante para este bodrio que llaman Navidad es una sorpresa, que supuestamente produce alegría, y así vamos preparando la fiesta que el mundo ofrece. Por cierto, en Londres el producto está agotado. Parece que en España aún se puede encontrar, fabricado por diferentes marcas. Todo muy divertido.

Uno no sabe si reír o llorar. Yo, entre risas y lágrimas, reniego de esa Navidad sin sentido, vacía o, por mejor decir, llena de nada, llena de tontería. El domingo que viene comenzará el adviento para los cristianos. ¿Tiempo de preparación? Nada de eso. Tiempo litúrgico con entidad propia que, de entrada, recuerda no un acontecimiento del pasado, sino un acontecimiento futuro, la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo, que debería despertar nuestra esperanza y hacernos vivir de otra manera. No nos preparamos, vivimos ya un tiempo con su propia consistencia.

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22
Nov
2017
Rey de pecadores y malhechores
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jesúsentreladrones

El título de la cruz, recogido por los cuatro evangelios, probablemente es una clave muy completa para interpretar la impresión que Jesús causó a las autoridades: “este es Jesús, rey de los judíos”. Evidentemente, se trata de un rey muy extraño, en disonancia total con los reyes de entonces y los de hoy. Es llamativo que este rey fuera crucificado entre dos “malhechores”, traducción preferible a la de ladrones. Pues no se trataba de criminales corrientes, sino de hombres que se habían alzado contra el poder de Roma. Algo había en Jesús que permitía interpretarlo como un peligro para el poder imperial. Un poeta que canta la belleza de los lirios del campo o de los pájaros del cielo no termina de esa manera.

El crucificado era un rey que ponía en cuestión los poderes de este mundo. Y que además cuestionaba los valores que rigen la sociedad bien pensante de entonces y de ahora. Decía que había venido a llamar a los pecadores y no a los justos (Mc 2,17). ¿Acaso pretendía que el comportamiento moral no significa nada a los ojos de Dios? Dios está más interesado por los que se saben pecadores que por los que se creen piadosos. Las palabras y la manera de actuar de Jesús eran una denuncia para aquellos a los que les encanta el poder (todo tipo de poder, incluido el eclesiástico) y para aquellos que se dedican a condenar a los que no piensan o actúan como ellos. Un denunciante así sólo puede acabar expulsado, marginado, rechazado.

La realeza de Jesús no es la justificación de ninguna actuación que perjudique al hermano, pero es una llamada a tratar con misericordia al hermano que actúa mal. Lo que solemos hacer con las personas que actúan mal es condenarlas. Jesús las acoge. Por otra parte, la realeza de Jesús no es una llamada a la anarquía o al desorden, pero sí es una advertencia contra las ganas de mandar, las ganas de poder, porque precisamente estas ganas son un indicio de lo mal que se va a usar el poder. Los reyes de las naciones, dijo Jesús, las oprimen y, en el colmo de la ironía, se hacen llamar bienhechores. Y añade, dirigiéndose directamente a los que quieren ser de su grupo: entre vosotros nada de eso, el que quiera ser el primero, que sea el primero en servir.

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