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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

27
Sep
2011

Reconciliación y penitencia

8 comentarios

Tras leer el post anterior, en el que afirmaba que la Eucaristía perdona los pecados, quizás alguno se pregunte qué sentido tiene el sacramento de la Reconciliación o penitencia. En realidad, el sacramento de la reconciliación continúa y prolonga el perdón previamente dado en la Eucaristía. Porque no basta con decir que Dios, por su propia y soberana iniciativa, perdona los pecados de los seres humanos. Este perdón debe ser acogido. Desde esta perspectiva habría que distinguir entre reconciliación y penitencia. La reconciliación se daría en la Eucaristía. Su razón está en el amor gratuito e incondicional de Dios. La penitencia sería el signo que se le pide al hombre para expresar la acogida de esta reconciliación y se manifestaría en el llamado sacramento de la penitencia. Un amor no acogido no alcanza su objetivo. Un perdón otorgado y no acogido frustra su pretensión. En la eucaristía Dios nos ofrece su amor. Gratis. Pero todo lo gratuito exige un contradón de reconocimiento, al menos una sonrisa, una palabra de gratitud, un gesto de acogida. El amor es gratis, pero pide ser acogido. El perdón pide la penitencia, una expresión de dolor por parte del que ha ofendido y ha sido perdonado gratuitamente.

El entender el sacramento de la penitencia como prolongación y consecuencia del sacrificio de reconciliación que es la Eucaristía, nos permite valorarlo mejor. Recuperamos así la importancia de este sacramento, que en algunos momentos ha sido desprestigiado, como se manifiesta en reacciones de este estilo: “yo me confieso con Dios”. Quién dice esto olvida que todo encuentro con Dios es sacramental. Que no hay tales relaciones “directas” con Dios, que todo lo teologal tiene una dimensión antropológica o sacramental. El encuentro con Dios pasa siempre a través del hermano: quién a vosotros recibe, a mi me recibe. En esta línea están estas palabras de Jesús a sus discípulos: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados. Debido a la infinita distancia que hay entre Dios y el hombre, toda relación con Dios se da a través de signos antropológicos, a través de sacramentos.

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esta vez no se come un colín, fray Martín
28 de septiembre de 2011 a las 11:44

Fray Martín: Me temo que el producto que ofrece precisa reformateo en profundidad. Sus técnicas de marketing son inmejorables,y como predicador es usted lo que se dice un encantador de serpientes. Casi convence en el primer post. Pero en este vuelve la penitencia en antiguos confesionarios de madera y rejas. Seguirán vacios. El tiempo y los penitentes son otros. Quizá si lo presentan incluyendo las nuevas tecnologías, puedan enganchar a las jóvenes generaciones de la restauración eclesial, aprovechando el moderno halo de los confesionarios JMJ. Más resabiados, que los jóvenes de antaño, que se acercaban con su lista de " cuantas veces". Muchos seguirán acudiendo a la Eucaristía para la reconciliación. Otros aprovechando conversaciones de acompañamiento espiritual, solicitarán confesarse. Y la mayoria seguirán pasando como hasta ahora. Uno de los efectos colaterales positivos: nos vemos liberados todos de molestas halitosis. Y lo más importante: la reconciliación ofrecida por Dios, y acogida con gratitud, arrepentimiento y propósito de enmienda nos es dada en la centralidad de la Eucaristía. Saludos

Martín Gelabert
28 de septiembre de 2011 a las 13:03

Agradezco y comprendo la crítica de "esta vez...". Hago notar que no he dicho una palabra de confesionarios de madera y rejas. Estoy de acuerdo en que algunos aspectos prácticos del sacramento de la penitencia son mejorables y también lo son algunas formas de ejercer el ministerio. Más aún, hablando de ritos, estoy convencido (y en esto me parece que estoy en comunión con algunas declaraciones explícitas de Benedicto XVI)que el rito comunitario de la penitencia con confesión individual es el más apropiado. Mi post actual pretende añadir al anterior que el perdón incondicional de Dios requiere un gesto de acogida por parte del creyente. Nada más. Y, de nuevo, gracias por la crítica que ayuda a exponer mejor el propio pensamiento.

comentario no crítica
28 de septiembre de 2011 a las 16:35

Respuesta a Fray Martín:

evidentemente es un comentario pegado a la realidad, y escrito con sentido del buen humor. Faltaba incluir emoticonos: :-)) imprescindibles a veces para el tono del comentario. Pero la realidad es la que es. De acuerdo con usted en la fórmula de rito de reconciliación comunitaria más confesión individual. Me pregunto cómo se articulará donde el sacerdote tenga que atender sólo para la Eucaristía varios pueblos. Y la falta real de vocaciones. No es ciencia ficción pensar en la utilización de nuevas tecnologías, videoconferencia. De hecho ya se utilizan, aunque oficialmente no se acepte. Como en tantos temas, la necesidad va creando el órgano, y trayendo nuevas soluciones. Saludos cordiales :-))

Mercedes
29 de septiembre de 2011 a las 16:02

Denoto un cierto tufillo a resentimiento .... Si soy creyente y practicante ,debo aceptar los sacramentos ,tanto si me gustan mas como si me gustan menos . De ellos se extrae la gracia santificante, tan necesaria para desarrollar mi vida espiritual .
Respecto al comentario de "esta vez no se come un colín", por supuesto que ,Fray Martin es buen predicador ,pertenece a la Orden de Predicadores y es más, he tenido la suerte de escucharlo muchísimas veces en la Basílica de S. Vicente Ferrer , y desde luego, no és ningún encantador de serpientes .

Martín Gelabert
29 de septiembre de 2011 a las 19:27

Para Mariana, comentarista del post anterior: ha hecho usted un comentario en el anterior post. No sé si su intención era comentar el presente post. En todo caso, en el post anterior tiene usted mi respuesta. Gracias por su participación.

Desiderio
29 de septiembre de 2011 a las 19:32

Yo me quedo con la idea de que todo encuentro con Dios es sacramental. Y me atrevería a añadir comunitario. Qué mejor muestra de acoger ese perdón de Dios que solicitarlo sacramentalmente. Soy perfectamente consciente de que a veces se dan malas experiencias personales en las confesiones, tanto por lo que supone exponer nuestras faltas como porque a veces no somos muy bien recibidos o comprendidos, o la acogida que se nos da no es muy afortunada. Por otro lado, y en mi caso ha sido más frecuente, en la confesión he recibido comprensión y apoyo. A lo mejor ciertas formas no son muy adecuadas hoy en día, pero no por ello hay que minusvalorar el sentido del sacramento. A veces tengo la tentación de ese acceso directo con Dios, pero no sé yo si es un poco peligroso pues es difícil discernir ahí, sin la ayuda de nadie, lo que es de Dios y lo que pongo yo. A veces es necesario sufrir cierta violencia espiritual para enmendar una senda desviada, y creo que esto se encuentra mejor en una corrección fraterna que en un discernimiento personal -por otra parte necesario-, pues ya digo, a menudo no es difícil autoengañarnos. A mí la confesión me ayuda a mantener cierta objetividad en mi fe, gracias al consejo que recibo. Gracias por el post, Martín.

Isabel
29 de septiembre de 2011 a las 19:49

¡Qué bueno este segundo post relacionado con la Eucaristía y la reconciliación¡.Nos sitúa en la necesidad de la reconciliación.A pesar de haber recibido la Eucaristía en que nos sentimos perdonados.Como bien dices P.Martin: Un perdón otorgado y no acogido frustra su pretensión.Todo lo gratuito exige un reconocimiento de gratitud".
Yo tambien pasé mucho tiempo pensando que con la Eucaristía era suficiente hasta que,comprendí estas expresiones.:El perdón pide la penitencia.No cabe duda que toda manifestación de culpa o pecado es penitencia.Y de algún modo podemos con ello agradecerle a Dios su perdón.

lola
30 de septiembre de 2011 a las 18:35

pienso que a la gente nos cuesta perdonar y tambien comprender a los demas, por eso nos cuesta entender el sacramento del perdon: como en la parabola: Dios nos perdona mucho y nosotros tambien debemos perdonar las pequeñeces que nos hacen nuestros hermanos.

Tambien nos cuesta reconocer delante de un sacerdote nuestras imperfecciones: no sabemos ver que ese momento actua en nombre de Cristo. Que es El quien perdona.

Tambien los sacerdotes han tendiido su parte de culpa, unos por no predicar segun el magisterio y decir que todo vale, y que es muy comodo seguir a jesus-cuando este te lo pide todo- Y otros por no ser capaces de acoger bien al penitente.

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