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Nov2011¿Hay una experiencia de Dios?
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Nov
La pregunta no se refiere a un sentimiento piadoso o religioso cualquiera, sino a una experiencia de Dios en la gracia comparable de algún modo a la que Jesús sintió en su naturaleza humana en virtud de la Encarnación, cuando él tuvo conciencia de su profunda relación con el Padre. ¿Existe en la experiencia del hombre en gracia algo similar a esto que Jesús sintió “de modo natural”? Los místicos afirman que hay una experiencia de Dios, pero es imposible comprender sus descripciones si uno no ha tenido tal experiencia.
Comencemos por preguntar: ¿hemos tenido en alguna ocasión una experiencia de “lo espiritual” en el ser humano? Podemos responder afirmativamente. Todos los días pensamos, amamos y disfrutamos con los valores del arte o de la música. Pero en estos ejemplos el espíritu es el aditamento gozoso de nuestra vida terrena y aquí preguntamos por la experiencia de algo distinto a lo terreno, algo que nos asimila al Espíritu de Dios. Ofrezco, pues, otros ejemplos, consciente de que no son más que tímidos balbuceos de lo que podría ser una experiencia espiritual de Dios.
¿He callado en momentos en que quisiera haberme defendido de algún trato injusto? ¿He perdonado aún sin recibir por ello ninguna recompensa? ¿He hecho el bien sin buscar agradecimiento o reconocimiento? ¿He seguido alguna vez la voz de la conciencia, sabiendo que no podía explicárselo a nadie y que sólo respondía ante mi mismo? En gestos como estos y en otros parecidos, en mi capacidad de perdón, ayuda mutua, amor desinteresado, alegría por el bien realizado, anhelo de justicia, lucha contra el mal, gozo en la oración, fracasos que no hunden, sino que permiten nuevos comienzos, es posible descubrir el “espíritu de Jesús”, es posible experimentar que este espíritu es algo más que un elemento de este mundo y que el sentido de la vida no se reduce a la felicidad de este mundo. Quizás sin una conciencia clara de ello, en momentos como estos hemos tenido una experiencia de lo sobrenatural.
De esta experiencia de la gracia no cabe decir: “ya la tengo”. Lo único que podemos hacer es buscarla sin descanso, olvidándonos de nosotros mismos. Sólo se puede dar con ella buscando exclusivamente a Dios.