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Mar2013La Sede está vacante, la Iglesia no
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En estos días en que están saliendo todo tipo de asuntos, unos más turbios relacionados con el entorno del Papa, y otros más piadosos sobre sus últimos gestos; en que se analizan algunas de sus últimas palabras públicas, como por ejemplo, esas en las que ha confesado que durante su ministerio ha habido días soleados y pacíficos, junto con otros en que las aguas bajaban agitadas y Dios parecía callado, considero preferible mirar hacia delante, aunque sin olvidar del todo que en la casa de la Iglesia hay necesidad de conversión y purificación.
Puestos a “cambiar de tercio” voy a contar una anécdota de la que fui testigo y que tiene que ver con la situación actual de espera que vive la Iglesia. Cuando falleció Juan Pablo II, y hasta la elección de Benedicto XVI, hubo un fraile que, en la Misa conventual, cuando llegaba el momento de acordarse de la Iglesia extendida por todo el mundo, con el Papa y el Obispo, decía, ante la sorpresa general: “con nuestro Papa Sede vacante”. Por otra parte, hoy mismo me han preguntado “qué se debe decir ahora” cuando se pide por el Papa en la plegaria eucarística. De hecho, algunos Obispos han dictado normas sobre este asunto.
La Iglesia nunca está vacante, ni vacía, ni de vacaciones. Y en ella el importante no es el Papa ni el Obispo, sino Cristo y su cuerpo todo entero, o sea, el conjunto de los cristianos. Pero como institución humana que es, ocurre que, en ocasiones, los que tienen en ella responsabilidades, dejan de ejercerlas por algún motivo. En este caso, lo que debe hacer la comunidad es proveer nuevos responsables o ministros. Y en esas estamos ahora con la diócesis de Roma. Ocurre que Roma es la diócesis primada, la diócesis del Papa, que tiene la misión de mantener a la Iglesia unida en la fe y en la caridad.
En este periodo de espera todo debe continuar con normalidad, aunque algunas situaciones se vivan con una cierta provisionalidad. En lo referente a la oración por el Papa que aparece en la plegaria eucarística, que es un modo de decir que los que celebramos estamos en comunión con él, ahora nuestra comunión no está personalizada en el Papa, porque no lo hay. Por eso, no hay que nombrarlo. Hay que pasar directamente a nombrar al Obispo diocesano. Pero en la oración de los fieles es bueno, conveniente y necesario que, al orar por la Iglesia, pidamos para que Dios nos conceda un Pastor bueno, que sepa guiarla por los caminos del Evangelio y estimularla para sea cada día más fiel al Señor.
Desde el presupuesto creyente de que quién ha visto a Jesús ha visto al Padre, surge la pregunta por el Dios que se revela en la Crucifixión de Cristo. Una respuesta bastante corriente dice que en la cruz de Cristo se revela un Dios que, para salvar a la humanidad pecadora, necesita una satisfacción. La cruz forma parte del plan de Dios que, si no ha enviado él mismo a su Hijo a la cruz, al menos ha previsto este tipo de muerte, que él acepta como reparación por los pecados del mundo. Algunos han visto ahí la imagen de un Dios sádico, que mata a su Hijo más querido para aplacar su cólera.
Me gustó un cartel que decía: “un auténtico cristiano no consulta nunca el horóscopo, más bien lee el Evangelio cada día”. No sé si son muchos los creyentes que leen el horóscopo, pero sí son muchas las personas que acuden a adivinos, astrólogos, echadores de cartas, visionarios, etc. Es llamativa la cantidad de canales de televisión en los que se ofrecen este tipo de servicios, a través de líneas telefónicas de alto coste y baja velocidad. A veces los personajes que dicen solucionar la vida de los que les consultan están rodeados de signos religiosos católicos, tales como imágenes o frases alusivas a San Cayetano, San Judas, el Cristo de Medinaceli y todas las vírgenes que ustedes quieran. Llama también la atención que revistas y periódicos “serios” publiquen el horóscopo. Debe ser porque interesa a sus lectores.
Tras asumir el poder Fidel Castro muchos religiosos, religiosas y sacerdotes, salieron de Cuba. Hubo una Congregación, la de las Hermanas de la Caridad, que fue respetada. ¿El motivo? Antes de la toma del poder, Fidel estuvo preso. Mientras estuvo en la cárcel, una Hermana de la Caridad le visitaba y le ayudaba (como hacían otras hermanas con otros presos). Fidel estaba entonces escribiendo fragmentos de su obra “La historia me absolverá”, y la hermana sacaba de la cárcel el escrito de Fidel, escondido en su hábito. Cuando Fidel logró el poder, la Hermana, que le trataba con confianza y cariño, le pidió reiteradamente, en privado y en público, que permitiese a las Hermanas de la Caridad seguir visitando a los presos. Fidel nunca se lo autorizó, ni a ella ni a las otras hermanas. Un día Fidel le dijo: no puedo permitirles que visiten ustedes a los presos, porque yo sé muy bien de los que son capaces.
En este tiempo de Cuaresma las palabras conversión y penitencia van a estar muy presentes en la liturgia, con la sana pretensión de que también estén muy presentes en la vida del cristiano. Mucha gente entiende estas palabras de forma negativa: la penitencia sería, para estas personas, un modo de aplacar a Dios a cambio de realizar algo desagradable y costoso, o de privarse de algo que nos apetece y nos agrada. Sin embargo la conversión y la penitencia implican una realidad muy positiva, favorable para el ser humano y acorde con su dignidad. Conversión significa darle la espalda a lo que no es bueno, para ponerse de cara a lo bueno; es abrir nuevas posibilidades a la vida, dejando aquello que nos conduce a lo malo, para así avanzar hacia el verdadero bien, que es el Dios revelado en Jesucristo. El término penitencia indica que toda conversión supone un esfuerzo, una renuncia. Pero todo lo que vale supone esfuerzo y renuncia. El deportista que quiere alcanzar un premio debe entrenarse duro cada día y llevar una vida ordenada, renunciando a los excesos que no son buenos para la salud física y mental.
Muchos lectores saben que he tenido la oportunidad de impartir un curso de teología en La Habana. En mi clase había algunos alumnos y alumnas que no eran creyentes. Copio algunos párrafos del trabajo de final de curso presentado por uno de estos alumnos/as: “Comencé el presente diplomado con la intención de escuchar las doctrinas cristianas de boca de auténticos expertos, pues no soy creyente y es común escuchar personas que quizás tienen mucha fe, pero desconocen bastante de la historia y predicación de su propia Iglesia. Hasta ahora estoy contento/a de los resultados y, esta asignatura en particular (se trata de mi curso sobre Virtudes teologales) es una de las más interesantes, porque se refiere a aquello que “debe ser” el verdadero cristiano (y no sólo a lo que se supone que “debe creer”).