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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

6
Jul
2013

La fe hace ver

5 comentarios

La luz de la fe, expresión que se encuentra en Tomás de Aquino, es el título que ha escogido el Papa Francisco para su primera encíclica. Esta encíclica está en estrecha continuidad con las otras dos grandes encíclicas de Benedicto XVI dedicadas a la vida teologal: Deus caritas est y Spe salvi. La fe, la esperanza y la caridad son las tres actitudes que unen al cristiano con Dios en este mundo. Ellas, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 1812) “se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino”. En la encíclica, este “origen, motivo y objeto” teologal, se expresa así referido a la fe: "La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro".

La mano de Benedicto XVI aparece a lo largo del texto, no sólo por las referencias a los grandes autores de los que Joseph Ratzinger ha bebido (San Agustín por ejemplo) o de otros autores modernos del ámbito germánico que conoce bien (F. Nietzsche ya citado en Deus caritas est vuelve a aparecer ahora), sino por el modo como trata algunos temas con los que Ratzinger como teólogo y Benedicto XVI, como Papa, se ha mostrado sensible. Estoy pensando en las relaciones entre fe y verdad, y fe y razón. La fe sin verdad no salva, la fe no es un sentimiento hermoso. Recuperar la relación de la fe con la verdad, dice la encíclica, es hoy más necesario que nunca, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos. En la cultura contemporánea parece que no hay más verdad que la científica o la tecnológica y se minusvaloran aquellas verdades que dan sentido a la existencia. Por otra parte, es importante mostrar que la fe y la razón se refuerzan mutuamente. La fe despierta el sentido crítico y abre la mirada del científico a la riqueza inagotable de la realidad.

Hago notar dos de los muchos temas relacionados con la fe que trata la encíclica: la fe contribuye a la construcción de la ciudad terrena, la fe ilumina y da sentido al sufrimiento humano; la fe es una luz para vivir en sociedad y la fe conforta en el sufrimiento. Pero, por encima de todo, lo que hay que subrayar son las decisivas consideraciones cristológicas: la fe nos une con Cristo, al interiorizar a Cristo en nosotros. Como dice san Pablo: por la fe habita Cristo en nuestros corazones, ¡es Cristo quién vive en mí!

Esta presentación de la Lumen fidei, escrita como crónica de urgencia, quiere ser una invitación a su lectura reposada. En una sociedad en la que muchos consideran que el acto de fe es algo oscuro, inseguro e infantil, la encíclica subraya la certeza y la luminosidad que emanan de la fe cristiana, así como el hecho de que prescindir de la fe no es ganar en autenticidad y grandeza, sino perder parte de la integridad humana.

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Calimandroco
6 de julio de 2013 a las 17:32

Muy buena reflexión. Invita a leer la encíclica, y por lo que he leído hasta ahora vale la pena. Ya comentaremos, jajajajaja....

memoria de futuro
7 de julio de 2013 a las 10:11

Lampara es tu Palabra para mis pasos. Luz en mi sendero. Estas palabras del salmista resonaban mientras leía la enciclica Lumen Fidei. Y se reflejan en la significativa imagen que ha escogido, Fray Martín, para ilustrar este post.

La fe como memoria del futuro, memoria futuri, memoria de la promesa ligada intimamente a la esperanza, que nos abre al futuro. Abriendonos a la fuente de la Luz, respetando el misterio del Rostro, que se nos revela personalmente. A diferencia de aquellos que tienen boca y no hablan en palabras del salmista, de ídolos cuyo rostro no es un rostro. Nuestra fe tiene una raiz profunda compartida, que nutre de savia cada tiempo, a cada generación. No se trata de gestos aislados, por muy evangélicos y mediáticos que parezcan. Yo y el Padre somos Uno. Y el Dios de Jesús es el Dios de Abraham , Isaac y Jacob. El Nuevo testamento hunde sus raices en el Antiguo.

Benedicto no es lo antiguo, y Francisco lo nuevo, como pretenden algunos. La imagen de ayer, nuevamnete abrazados en la bendición de la imagen de San Miguel es un fiel reflejo.

Gracias a Benedicto XVI por su enseñanza. Y a Francisco por su generosidad. Tiempo habrá de leer la enciclica cien por cien Franciscus. ¿ Beatii pauperes? Gracias por proporcionarnos ambos un cambio de ciclo con suavidad y firmeza.

Gracias Fray Martín Gelabert. Faro encendido, a tiempo y destiempo

Anónimo
7 de julio de 2013 a las 14:08

Una enciclica de referencias muy europeas: lenguaje, autores citados. Y hoy los católicos europeos no son mayoría. Gracias a Papa Bergoglio, esta enciclica puede leerse como magisterio papal, y no el texto de un teólogo que fue Papa. Se echa en falta referencias a la fe en el hombre de hoy, las dificultades para creer. Cómo creer despues de esta aparente muerte de Dios, o silencio de Dios. Muchas personas hoy tienen dificultad de dar el paso a la fe por no saber cómo articular el problema del mal y Dios.

Un texto dirigido a los que están dentro de la Iglesia. Con poca referencia a aquellos a quienes va dirigida la nueva evangelización. Un bello y profundo texto que suena a época pasada. Esperamos la enciclica de Papa Francisco en tiempo y autoría real.

UNA ALUMNA
12 de julio de 2013 a las 19:47


Este comentario sobre la Encíclica, me suena muy bien, sobre todo después de haber oído sus clases sobre su libro “PARA ENCONTRAR A DIOS”, y las que nos dio sobre otro de sus libros “CREER SOLO EN DIOS”.
Elevamos una oración para que el carisma de su predicación a través de su Blog, llegue a muchas personas haciendo que conozcan (conozcamos), y amen (amemos) cada vez más a Jesucristo.
Espero pueda descansar y pasar muy santo y feliz verano.

Moisés
13 de julio de 2013 a las 22:51

A mí la Encíclica me ha gustado, porque dice cosas importantes y esenciales sobre la fe, a veces incluso de maneras muy bellas. Creo que en cierto modo habla también a los no creyentes, o al menos nos da pistas sobre cómo hablarles, porque también tiene presente la dimensión más antropológica de la fe (no sólo la más teológica). Es un texto sugerente y muy didáctico, que muchas veces me recordó a entretenidas discusiones con los amigos, o a algunas de las clases del profesor Gelabert. Pero también entiendo que pueda no gustar a mucha gente: refleja claramente el estilo de Ratzinger y sus preocupaciones, que no tiene por qué ser el estilo de todo el mundo ni las preocupaciones de todo el mundo. Un saludo a todos!

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