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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

10
Feb
2023
Las muchas maneras de matar
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cementariocartujano

En el evangelio de este próximo domingo encontramos una sentencia de Jesús que da mucho que pensar. Es la primera de la larga lista de contraposiciones del sermón de la montaña: “habéis oído que se dijo: no matarás, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado”. Con estas contraposiciones Jesús no solo equipara su autoridad a la de la Palabra de Dios contenida en el Antiguo Testamento, sino que va incluso más allá. El “pero yo os digo” no es una equivalencia con lo que se había dicho anteriormente, sino una superioridad: por el contrario, yo os digo. Lo mío, viene a decir Jesús, se sitúa en otro nivel. Otro nivel de exigencia, otro nivel de ser.

Para un judío, cumplir la ley equivalía a cumplir la voluntad de Dios. Pues bien, se puede cumplir la ley y estar alejado de Dios. Se puede cumplir externamente con el precepto y estar en el más completo desacuerdo. Suele ocurrir con algunas las leyes de los Estados: estamos obligados a pagar impuestos, pero a muchos no nos gusta nada el modo como se emplea el dinero recaudado. A mi, por ejemplo, me gustaría que se dedicara más dinero a la enseñanza, la sanidad, la defensa de la vida y la ayuda a las personas desfavorecidas, y menos dinero a la fabricación de armas.

Vuelvo a la contraposición del sermón de la montaña entre el “no matarás” y el “dejarse llevar de la cólera”. No se trata de dos actitudes incompatibles. Se trata de profundizar en el sentido del “no matar”. Pues hay muchas maneras de matar a alguien. Se puede matar a uno porque se le clava un cuchillo. Pero también porque no se le atiende debidamente en su enfermedad, porque se le mete en una mala vivienda, porque se le quita el trabajo o porque se le obliga a realizar trabajos penosos, porque lo llevan a la guerra. Desgraciadamente muy pocas -yo diría que ninguna- de esas cosas están prohibidas en nuestros Estados.

Un terrible terremoto ha matado a muchas personas en Turquía y en Siria. Quizás podríamos pensar que otra manera de matar es no ayudar a los que han sobrevivido. Aunque estén lejos, en la medida de nuestras posibilidades, estamos obligados a hacernos cargo de la vida de esos hermanos, bien favoreciendo a los voluntarios y las instituciones que están ayudándoles, bien creando un ambiente favorable a la ayuda internacional.

Los ejemplos podrían multiplicarse. Hoy hay demasiadas actitudes coléricas (ese es el ejemplo explícito que pone Jesús), incluso en la Iglesia, que se manifiestan en forma de descalificaciones a los que tienen otros gustos litúrgicos o pastorales. Estas descalificaciones, a veces, se dirigen al mismo Papa. Las palabras también matan. Como dice la carta de Santiago (3,6), con ellas se puede hacer mucho daño: “la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad”.

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7
Feb
2023
La dignidad humana, valor previo y superior
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El ser humano tiene dignidad. Eso significa que vale por sí mismo, que no es intercambiable con nada ni con nadie, que tiene un valor absoluto. Solo si el hombre es sagrado para el hombre podemos confiar los unos en los otros y vivir en paz. No hay ningún cálculo, ningún objetivo que justifique tratar al humano como un material para otros fines supuestamente más altos. El reconocimiento de la dignidad de la persona debería inspirar todas las leyes y disposiciones de los Estados. Hay unos derechos y valores fundamentales que no son creados ni otorgados por el legislador, sino que son propios de cada uno. Por eso, el legislador debe respetarlos siempre, porque son dados con anterioridad a todas las leyes y están ahí desde siempre. Para el creyente estos valores son dados por el Creador, que creo al ser humano a su imagen. Pero el no creyente también debe reconocer esos valores que se imponen por sí mismos. El más evidente es el derecho a la vida.

Estos derechos y valores fundamentales son igualmente válidos para todos los humanos. También para el ser humano que sufre, minusválido o no nacido. Desgraciadamente hoy se está imponiendo un concepto de moral en el que parece que es legítimo y hasta recomendable todo lo que es posible, o lo que favorece determinados objetivos ideológicos. No hay cosas buenas o malas en sí mismas. Todo depende de las consecuencias que puede tener una acción concreta. Pero no todo lo que se puede hacer se debe hacer. De lo contrario, viviremos en un mundo inseguro: ¿acaso son convenientes todo tipo de manipulaciones genéticas o la creación de bombas atómicas? ¿No deberían determinados experimentos estar sometidos a un control? Sin duda, la exclusión de Dios de la conciencia pública ha hecho que desaparezcan determinados valores que estaban profundamente arraigados en la conciencia de las personas, bien por propia convicción o bien por influencia social.

Hoy es necesario que los cristianos demos un buen testimonio y seamos promotores de esos valores fundamentales que son consustanciales a la dignidad de la persona. Y lo seamos, en primer lugar, con nuestra vida y nuestro ejemplo. Pero es igualmente necesario que entremos en el debate público y ofrezcamos razones de tales valores que, con fe o sin fe en Dios, brotan de la esencia de la vida y de la naturaleza. No hacer al otro lo que no quieras que te hagan a ti, ese es el principio regulador de toda relación humana. Por tanto, como no quiero que me roben, yo no debo robar a los ladrones; como no quiero que me maten, no debo matar a los que asesinan. Ese es el mínimo humano. Sin que eso excluya la posibilidad de defenderse y de controlar a quienes hacen el mal.

El cristiano va más allá. No se trata sólo de tratar a los demás como quiero que ellos me traten, sino de devolver bien por mal. El precepto en negativo es racional y humano: no matar, no privar a nadie de lo suyo. En cristiano el precepto se convierte en positivo: dar vida, ayudar a que surja la vida, compartir los bienes con los que no tienen, ser generoso con todos, incluso con los que no se lo merecen.

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3
Feb
2023
Días para todos los gustos y usos
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Acabamos de celebrar la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Este mismo mes de febrero nos encontramos con otros tres “días de” o “jornadas de”. El cuatro de febrero es el día internacional de la fraternidad humana; el 8 de febrero la jornada mundial de oración y reflexión contra la trata de personas; y el 11, fiesta de la Virgen de Lourdes, es la jornada mundial del enfermo.

Hay días y jornadas para todos los gustos, algunas patrocinadas por instituciones tan serias como las Naciones Unidas o la Iglesia: defensa de los animales, defensa de la naturaleza, contra la pobreza o el hambre, contra todo tipo de enfermedades y necesidades, mujer trabajadora, paz. Hay algunos bastantes sorprendentes. Por ejemplo: el 19 de noviembre, promovido por las Naciones Unidas, es el día mundial del retrete. No se trata de una broma, pues el 60 por ciento de la población mundial carece de inodoro.

¿Sirven para algo estos días o jornadas? Para sensibilizar ante una necesidad, sin duda. ¿Y a cuánta gente llega el anuncio del “día de”? Es verdad que hay instituciones que hacen mucho ruido y logran que las portadas de los periódicos se ocupen de sus días. Pero en general, se enteran de su “día” los interesados, y no todos. ¿Cuántos de los lectores de nuestra página de dominicos sabían lo que se celebra el cuatro, el ocho o el once de febrero? Se trata de asuntos importantes, a los que, sin duda, nuestros lectores son muy sensibles: la fraternidad, más necesaria que nunca en esta sociedad donde prima la ambición y el propio interés; la trata de personas, una de las más lamentables lacras de nuestro mundo; y el cuidado de los enfermos, en una sociedad que desprecia lo débil y margina lo que no es sano, bello, eficaz, robusto.

Pero los asuntos importantes no necesitan su día. Porque todos los días son días de fraternidad, del cuidado del enfermo o del rechazo a la trata de personas. Bien está hacer un poco de ruido con asuntos como estos. Pero si la fraternidad, las personas abusadas, o los enfermos no son nuestra preocupación diaria, dedicarles un día a decir que son cuestiones importantes no sirve para nada. Y hasta puede parecer una burla. Los días o jornadas “de” son, en muchas ocasiones, una palmaria confesión de que algo va mal en esos terrenos. Dígase lo mismo de la petición de oraciones por una determinada intención o necesidad. El día que desaparezca esa necesidad no habrá que pedir oraciones. Y el día que se acaban las guerras, podremos prescindir perfectamente de la jornada mundial de la paz. Y de mantenerla, su sentido sería el de recordar a dónde no hay que volver nunca. En cierto modo no está mal recordar algunas cosas, porque la condición humana es frágil y olvidadiza.

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30
Ene
2023
La vida consagrada caminando en esperanza
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El dos de febrero, fiesta de la presentación del Señor en el templo, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Este día, en las diferentes diócesis, las personas consagradas (monjas, religiosos, religiosas, institutos seculares, vírgenes consagradas, eremitas, nuevas formas de vida consagrada) se reunirán en torno al Obispo para manifestar la eclesialidad de la vida consagrada y su importancia decisiva en la Iglesia.

Una Iglesia sin vida consagrada es una Iglesia empobrecida. No porque las personas consagradas sean más buenas o más santas, sino porque la vida consagrada manifiesta la riqueza y abundancia de carismas y de estilos de vida que hay en el cuerpo de Cristo. Y esas personas, con su forma peculiar de vivir, no sólo por su voto o promesa de castidad, sino por el conjunto de su vida, señalan la meta a la que está llamado todo cristiano, esa meta en la que Dios será todo en todas las cosas, o sea, el determinante de toda la realidad y, por eso, ya no hará falta tomar mujer ni marido, porque todos estaremos colmados por el amor de Dios y por el amor sin límites y sin mentiras de los hermanos.

El lema de este año es: “la vida consagrada, caminando en esperanza”. Es un buen lema. Una de las cosas que más necesita la gente, y también los consagrados, es esperanza. Sin esperanza la vida se vuelve triste, pierde fuerza, no tiene alma. Hoy algunos miden la vitalidad de la vida consagrada a partir de los números: ¿cuántos novicios tiene la congregación? Grave error, porque los números no significan gran cosa y siempre dan uno u otro resultado según con que otros números se los compara. Quién sostiene la esperanza es Dios. Según cuál sea nuestra relación con Él, así será de intensa nuestra esperanza. Por eso, lo importante en la vida consagrada es la fidelidad. También la misión. Y, por supuesto, en el caso de la vida religiosa, la comunidad. Pero todo esto está sostenido por nuestra fe en Dios.

Caminando que es gerundio. O sea, el camino es permanente. Caminando en la fe, en la fraternidad, en la misión, en el servicio a los hermanos. Caminando significa también actualizar el carisma, ponerlo en consonancia con las necesidades actuales de la Iglesia y de la sociedad. Las obras pasan, el carisma permanece. El carisma es creativo, busca siempre caminos nuevos. Un carisma que no se actualiza se muere. La repetición puede ser la mayor de las infidelidades. Caminando en esperanza. Los caminantes necesitan esperanza, tener garantías de que de su camino es el bueno porque conduce a la meta deseada.

Esperanza porque sabemos que, a pesar de nuestros límites y nuestra pequeñez, el Señor no nos abandona. La vida consagrada es semejante a una semilla que parece muy pequeña, pero los buenos labradores saben que un día se convertirá en un árbol frondoso. Si solo miramos a la semilla, nos desanimamos. Si nos imaginamos el árbol frondoso, caminamos alegres y seguimos avanzando aunque, a veces, el camino sea duro.

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27
Ene
2023
Tragedia de Algeciras: ¿fanatismo o pérdida de razón?
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En Algeciras ha ocurrido una tragedia. En primer lugar, porque se ha asesinado a una persona y se ha intentado asesinar a otra. El asesinado, un buen sacristán de una de las parroquias de la ciudad. En segundo lugar, porque el autor de estos perversos hechos ha expresado públicamente, en el momento de cometerlos, su odio a una religión. Tragedia también porque esta expresión de odio ha apelado al nombre de Alá, nombre árabe para designar a Dios, al que el Corán califica de compasivo y misericordioso.

Seguramente el asesino (yo creo que no hace falta poner “supuesto”, porque es bien real y bien patente quién es el asesino) había perdido la cabeza, porque con una cabeza medianamente normal es imposible realizar actos tan inhumanos, tan irracionales, tan incomprensibles y tan absurdos. La cuestión es que, a veces, hay ideas que se nos meten de tal forma en la cabeza que la descomponen. ¿Es posible que todavía haya ideas religiosas que lleven a uno a perder la cabeza? Los dirigentes, los educadores, los líderes religiosos deberían insistir, sin cansarse, en que su religión es una religión de paz. Y repetir hasta el aburrimiento que un Dios que no mueve a la fraternidad sólo puede ser diabólico, cosa que ya decía el nuevo testamento: Satanás se disfraza de ángel de luz.

Es posible que el asesino se confundiera de persona y, en realidad, pretendiera asesinar al párroco. Gracias a Dios, tanto el párroco ileso, como el otro sacerdote al que sí agredió el asesino, han dicho palabras llenas de sensatez; también el obispo secretario de la Conferencia Episcopal ha dejado claro que no se puede culpabilizar a una religión del desvarío de uno de sus miembros. Los representantes y líderes islámicos, tanto de Algeciras, Andalucía y el resto de España, han condenado los hechos sin paliativo alguno. Sin duda, estas declaraciones ayudan a situar los hechos, a no crear mayor tensión racial, étnica o religiosa, y a calmar los ánimos de la población.

Pero hechos como este deberían mover a los líderes de las distintas religiones a dialogar más, a hacer declaraciones conjuntas en favor del entendimiento, a hacer gestos de simpatía y acercamiento mutuo. No hay nada más apasionante que la religión. Pero esta pasión no puede traducirse en fanatismo o en pérdida de razón. Una pasión convertida en intolerancia y desprecio, no sólo es perversa; es diabólica y potencialmente asesina. Las religiones y las personas religiosas, puestos a ser exigentes, deben serlo consigo mismas. Con los demás, comprensión, tolerancia, respeto.

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26
Ene
2023
Tomás de Aquino, pasión por Dios
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El 28 de enero celebramos la fiesta de Santo Tomás de Aquino, buscador de la verdad, hombre de estudio, pero sobre todo hombre de profunda fe. Pues por encima de su saber, de su claridad expositiva y de su capacidad de síntesis, Tomás de Aquino es un gran creyente, un hombre de profunda fe. Si olvidamos esta dimensión no comprenderemos adecuadamente ni a su persona ni a su obra. Lo que da sentido a la vida de Tomás e impulsa toda su obra es su inmensa pasión por Dios. La pregunta que el adolescente se hacía en Montecasino: ¿quién es Dios?, se convierte en el eje de su itinerario intelectual. Pregunta que le acucia nuevamente cuando a los 15 años estudia en Nápoles y se sorprende al encontrar a unos religiosos nuevos, discípulos de Domingo de Guzmán, que tienen como lema: hablar con Dios o de Dios.

Hablar con Dios supone un contexto de plegaria, de contemplación y de búsqueda de la verdad. Tomás de Aquino lo traducirá lapidariamente por contemplari. Hablar con Dios para poder hablar de Dios. Así Tomás completará su contemplari con aliis tradere contemplata. El Papa Francisco ha repetido este axioma en su exhortación Evangelii Gaudium, en el número 150, al decir que la predicación consiste en esa actividad tan intensa y fecunda que es “comunicar a otros lo que uno ha contemplado”. En Santo Tomás, la vida espiritual se convierte en misión, en servicio a los seres humanos.

Hablar con Dios es la dimensión primera y fundamental que hay que destacar en Tomás de Aquino. Pero sin olvidar el hablar de Dios, la dimensión misionera de su vida, dimensión que cobra una urgencia y un talante especial al entrar en abierto contacto con los hombres de su tiempo y las necesidades de la Iglesia. Tomás no vive apartado del mundo. Su contemplación y su estudio están llenos de preocupación, de inquietud ante las necesidades del mundo, inquietud que le transmiten sus propios hermanos de hábito que misionan en Túnez, Tierra santa, en Grecia o en Armenia, y que están en contacto con nuevos problemas, nuevas ideologías y nuevas aportaciones. La fe de Tomás es reflexiva y abierta al mismo tiempo.

Contemplar y comunicar a otros lo que uno ha contemplado: he aquí no sólo un buen programa de vida para todo cristiano, sino casi casi una obligación que nace de la madurez y seriedad de su fe. Porque todo cristiano es un testigo. Pero el testigo da testimonio de lo que ha visto. Sin oración, sin teología, no hay buena catequesis ni buena predicación. Pero una oración y teología sin transmisión, sin testimonio, es una pobre oración y una triste teología. El contemplar y el transmitir a otros lo contemplado son dos actitudes que se alimentan la una a la otra.

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22
Ene
2023
La inviolabilidad de la persona
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El texto bíblico sobre la creación del ser humano a imagen de Dios (Gn 1,26-27) insiste en que todos los seres humanos, sin excepción, son imagen de Dios. Eso significa que todos y cada uno de los seres humanos son iguales. Bajo el señorío de Dios se instaura la fraternidad humana.

Del hecho de que todos los seres humanos, en su igualdad fundamental, poseen esta relación peculiar con Dios, se deduce que todo hombre posee un valor absoluto e incondicional, un valor que va más allá de su aparente caducidad, un valor que va más allá de lo que tiene o de su mayor o menor utilidad. Cada hombre es el alter ego de Dios y, por tanto, un atentado contra el hombre es un atentado contra la dignidad de Dios: “la inviolabilidad de la persona” es “reflejo de la absoluta inviolabilidad del mismo Dios” (Juan Pablo II). Esta inviolabilidad, consecuencia de la imagen de Dios, la expresa el texto bíblico al prohibir verter sangre humana “porque a imagen de Dios hizo Él al hombre” (Gn 5,6).

La vida humana tiene un carácter sagrado e inviolable, en la que se refleja la inviolabilidad misma del Creador. Y eso hasta el punto de que ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante, cosa que aparece manifiesta en el libro del Génesis cuando Caín no sabe ser el guardián de su hermano y, sin embargo, Dios se convierte en el guardián de Caín, protegiéndolo y defendiéndolo contra aquellos que quieren matarlo para vengar así la muerte de Abel (Gn 4,15).

La inviolabilidad de la imagen de Dios no sólo tiene un sentido negativo claro y absoluto: “no matarás”. Tiene también un sentido positivo no menos absoluto. Pues hay muchas maneras de matar a alguien. Se puede matar a uno porque se le clava un cuchillo. Pero también porque no se le atiende debidamente en su enfermedad, porque se le mete en una mala vivienda, porque se le quita el trabajo o se le obliga a realizar trabajos penosos, porque lo llevan a la guerra, porque le impiden cruzar una frontera, o porque la abandonan en una patera en el mar Mediterráneo. Desgraciadamente muy pocas de esas cosas están prohibidas en nuestros Estados.

La inviolabilidad de la persona tiene su culmen en el mandamiento positivo que obliga a hacerse cargo del prójimo, como de sí mismo (Lev 19,18). “Jesús explicita con su palabra y sus obras las exigencias positivas del mandamiento sobre el carácter inviolable de la vida… Van desde cuidar la vida del hermano, a hacerse cargo del forastero, hasta amar al enemigo” (Juan Pablo II). La vida hay que defenderla en su totalidad y en todas sus dimensiones. Más aún, hay que favorecer su positivo crecimiento y desarrollo. De ahí que, en su defensa de la vida del no nacido, la Iglesia se cargará tanto más de razón si esta defensa va precedida y acompañada -con la misma fuerza, al menos- de la defensa de las vidas de los nacidos, vidas muy reales que, por motivos sociales, políticos o económicos, muchas veces se convierten en un estorbo, en vidas indeseables y desechables.

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18
Ene
2023
Cristianos unidos en hacer el bien
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Un año más, las Iglesias cristianas invitan a sus fieles a orar por la unidad de los cristianos. Desde el 18 al 25 de enero se celebra la semana de oración por la unidad de los cristianos, este año con el lema: “haz el bien; busca la justicia”, que es una cita de Is 1,17. Es un buen lema, pues uno de los aspectos en los que podemos sentirnos más unidos es precisamente en la búsqueda del bien y en el trabajo a favor del bien. Aquí me parece que podemos decir que hay unidad completa y acuerdo total. Porque si alguien no se siente en unidad y acuerdo con esta búsqueda y promoción del bien solo puede ser porque no es cristiano, aunque se proclame como tal. Una cosa es ser y otra decir que se es.

En estos tiempos de guerra, las distintas Iglesias podrían concretizar este trabajo por el bien en sus tomas de postura públicas contra del mal y la injusticia que es la guerra; y a favor de la ayuda efectiva a todas las víctimas a las que nos sea posible atender. Desgraciadamente, en un asunto como este, donde parece muy claro cuál debe ser la postura del cristiano, hemos asistido a desacuerdos entre los creyentes en Cristo. A mi modo de ver, estos desacuerdos no tienen su causa en la fe que profesamos, sino en la política en la que militamos. La política es una de las cosas que nos hace perder la cabeza y, en muchas ocasiones, condiciona nuestra vivencia y nuestra interpretación de la fe. Pero un cristiano siempre debería ser muy crítico con toda política, empezando por la que él prefiere. Sólo así podrá vivir en la verdad evangélica, la única que hace libres.

“En el atardecer de la vida, seremos juzgados en el amor”, decía San Juan de la Cruz. Y la primera carta de Juan (3,18-19) deja muy claro que el amor no es una cuestión de buenos sentimientos, sino de buenas acciones: “no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad”. Ese el criterio de la autenticidad de la fe. Por eso, el lema de la semana de oración por la unidad de los cristianos, más allá de coloquios teológicos (que son importantes y han dado resultados significativos) y del diálogo ecuménico, que hay que proseguir sin cansarse, nos invita a pasar del diálogo a la creatividad común.

Pasar del hablar al crear juntos. Este camino es también válido para los encuentros interreligiosos y para todo tipo de encuentros: ¿qué pueden crear juntos nuestros dos grupos, sean grupos religiosos, o grupos políticos, o grupos económicos, o grupos artísticos? Esta es la cuestión esencial para compartir la vida con aquellos que nos resultan diferentes: interactuar y preguntarnos que podemos crear juntos. La ley del universo, la ley del Creador, no es la de los dualismos tolerantes, sino la de las mutuas interpenetraciones.

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13
Ene
2023
Fundamento teológico de la dignidad humana
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campanadeatención

El fundamento teológico de la dignidad humana y, por tanto, de los derechos y deberes humanos, se encuentra en la confesión de Dios, creador del ser humano a su imagen y semejanza. Esta confesión contiene una doble afirmación: 1) todos los seres humanos tienen el mismo origen; forman una sola familia; todos son hermanos porque tienen el mismo Padre. 2) todos los seres humanos han sido creados a imagen de Dios; Dios se refleja en cada uno de ellos; más aún, Dios comparte algo de sí mismo con la criatura, de modo que un atentado contra el ser humano es un atentado contra Dios.

¿Cuál es la verdad fundamental de la afirmación del hombre como imagen de Dios? A mi entender la respuesta no ofrece ninguna duda: Dios es la medida de lo humano. Por eso el hombre no se comprende plenamente sino en referencia a Dios. Más que del barro, el hombre procede de Dios (Gn 2,7), para volver a Dios y no al barro. Más que resultado de una evolución natural, el hombre es producto de una voluntad libre que lo ha querido como tal. La relación con Dios no se superpone a una naturaleza humana ya consistente, sino que desde su origen entra en su misma estructura. No puede darse, pues, ninguna respuesta cabal sobre el hombre que no tenga en cuenta su relación a Dios. En consecuencia, la idea que nos hagamos de Dios condicionará nuestra concepción del hombre.

La excelsa dignidad del ser humano proviene de su relación con Dios: “al hombre se le ha dado una altísima dignidad, que tiene sus raíces en el vínculo íntimo que lo une a su Creador: en el hombre se refleja la realidad misma de Dios”. Al hacerlo a su imagen, “Dios comparte algo de sí mismo con la criatura” (Juan Pablo II, Evangelium Vitae, 34). El libro del Eclesiástico reconoce que Dios, al crear a los hombres, “de una fuerza como la suya los revistió, a su imagen los hizo” (Eclo 17,3). Esta “fuerza” se manifiesta sobre todo en las facultades espirituales más características del hombre, como la razón, el discernimiento del bien y del mal, la voluntad libre: “les formó un corazón para pensar. De saber e inteligencia los llenó, les enseñó el bien y el mal” (Eclo 17,6-7).

Ahí están las claves para entender la imagen de Dios en el humano. Creándonos a su imagen Dios nos regala lo más propio suyo: razón y libertad. Razón y libertad para poder amar con buenas razones y sin ninguna coacción. El hombre está dotado de inteligencia, tiene capacidad para razonar, es un ser lógico, como Dios es “Logos”. Y el hombre es libre, dueño de sus actos y dueño de sí, como Dios también es dueño de sí mismo: El ser humano es imagen de Dios ya que, como Dios, “es principio de sus propias acciones por tener libre albedrío y dominio de sus actos” (Tomás de Aquino).

Por otra parte, la imagen de Dios en el ser humano “explica la perenne insatisfacción que acompaña al hombre durante su existencia. Creado por Dios, llevando en sí mismo una huella indeleble de Dios, el hombre tiende naturalmente a Él” (EV, 35). De modo que la imagen es germen de una existencia que supera los límites del tiempo: “Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, lo hizo imagen de su misma naturaleza” (Sab 2,23) (EV,34).

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9
Ene
2023
Guerra: unos se enriquecen y a otros los matan
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luzypiedras

Lo más triste de la guerra en Ucrania son los muertos, los heridos, las personas que se han quedado sin casa y sin bienes. También es triste, pero en cierto modo es también una suerte, que bastantes personas hayan tenido que salir del país. Triste por haber abandonado su tierra y una suerte si han sido acogidos en otras tierras.

 Además de cosas tristes las hay muy asquerosas. No encuentro un calificativo mejor. Asquerosas por diferentes motivos, eso sí. Me parece muy sucio, muy poco ético, muy poco elegante, que algunas empresas norteamericanas hayan subido en bolsa, por haberse enriquecido con la fabricación y venta de armas. La guerra, además de ser injusta y de matar a gente, es fuente de riqueza. Una riqueza que uno no sabe cómo calificar. Es claro que si una de estas empresas que fabrican y venden armas deja de hacerlo, otras lo harán. Y es claro que un país agredido tiene derecho a defenderse, aunque también tiene que buscar modos de perdonar y de reconciliarse.

Dejo esto y vuelvo a las empresas. No sé si un modo de lavar ese dinero, adquirido con el sufrimiento y la muerte injusta de otros, podría ser ayudar a las víctimas o reservar estas ganancias para cuando llegue la hora de reconstruir el país destrozado. En todo caso sería un gesto que muchos valorarían positivamente y que haría de ese dinero sucio, como sucias son todas las armas, un dinero un poquito menos sucio. Un gesto que es de suponer que no llegará, porque el dinero es muy tentador. En realidad, como dice la Escritura, es una idolatría, o sea, lo opuesto a Dios. Por eso Jesús dice que no es posible servir a Dios y al dinero.

Otra canallada es la muerte, por supuesto suicidio o por supuesto accidente, de una serie de empresarios rusos, casi todos vinculados a la industria del petróleo, después de haber criticado la entrada de las tropas rusas en Ucrania. Con toda intención escribo lo de supuesto suicidio o supuesto accidente, porque es muy dudoso que no hayan sido reales asesinatos. Así paga el presidente de la federación rusa los desacuerdos con su política, que para él deben ser alta traición, cuando en realidad son manifestación de rectas conciencias o, al menos, de sensatez.

Así está el mundo, así es la política, así es la guerra. Ya sé que mis lectores poco o nada pueden hacer. Bueno, algo sí pueden hacer, manifestar su asco como yo manifiesto el mío y rezar para que Dios tenga misericordia de todos y llegue pronto la paz. Y, por supuesto, colaborar, en la medida de sus posibilidades con instituciones que acogen a refugiados o que ayudan a las víctimas de la guerra.

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