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Tradición
6 comentariosOtro concepto fundamental en la vida de la Iglesia y de cada cristiano es el de tradición. Sin tradición no existiría la historia, no se podría comprender el momento que vivimos ni el futuro. Desgraciadamente, a veces se confunde tradición con tradicionalismo. El tradicionalismo es el anquilosamiento de la tradición, es convertir la tradición en fórmulas inamovibles o en ritos intocables. Condicionados por esta confusión se cataloga a las personas como conservadoras o progresistas, como si las primeras despreciasen las necesarias actualizaciones que requiere cada presente y las segundas solo valorasen las ocurrencias actuales olvidando el pasado que nos ha conducido al presente. Todos somos herederos de un pasado. ¿Qué seríamos si fuéramos reducidos a contar solo con nosotros mismos? Por otra parte, no conviene olvidar que una buena acogida del pasado exige acomodarlo y actualizarlo a las nuevas necesidades del presente.
La Iglesia es tradicional, porque ha recibido su fe de otros que nos han precedido en el signo de la fe, y todos hemos bebido de la misma fuente que es Cristo, tal como nos lo transmitieron los apóstoles. Pero el Espíritu renueva a la Iglesia y la mueve a vivir su fe en nuevos contextos, de modo que sea verdad eso de que Cristo ha venido para todos, y cada uno, en su propia circunstancia, puede acogerlo. Por eso, el Espíritu hace nuevas todas las cosas, pero teniendo siempre como referencia a Cristo.
El tener las raíces en la tradición ha permitido siempre a la Iglesia expresar un pensamiento original, nuevo y proyectado hacia el futuro. Los apóstoles no se limitaron a repetir las enseñanzas recibidas del Maestro. La obediencia al mandato del Señor se extendía a dar respuesta a las distintas necesidades que iban surgiendo en las iglesias por ellos fundadas. Toda auténtica tradición comporta la presencia de dos aspectos complementarios: uno de conservación y otro de evolución. Añorar el pasado no sirve si uno no es capaz de hacerlo revivir en lo que se crea nuevo.