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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

15
Sep
2023
Consejos evangélicos para todo bautizado
2 comentarios

llamaviva

Hubo un tiempo en que la teología distinguía entre consejos y preceptos, unos y otros orientados a conseguir la santidad. Los preceptos eran: amar a Dios y al prójimo. Los consejos se consideraban unos atajos para conseguir más directa y rápidamente la santidad, pues con ellos se apartaban “los obstáculos para cumplir mejor y más perfectamente el mandamiento del amor” (Tomás de Aquino).

Mientras los preceptos eran el camino propio de la mayoría de los cristianos, los consejos estaban reservados a los consagrados. Ahora bien, consejos en el evangelio hay muchos (ser humildes y pacientes, orar siempre, negarse a sí mismo). No cabe duda que los tres clásicos de pobreza, castidad y obediencia pueden integrarlos a todos. Ellos abren posibilidades para avanzar en el ejercicio del amor y se ofrecen a todos, aunque cada uno los vive según su estado de vida y su vocación.

Todo cristiano está llamado a vivir en la pobreza evangélica y a ser solidario con los pobres. El evangelio nos invita a preguntarnos dónde colocamos la seguridad de nuestra vida: ¿en las riquezas o en Dios, en los bienes materiales o en el amor a Dios y al prójimo? Todo cristiano está invitado a vivir en la obediencia. A obedecer a Dios, a escuchar su Palabra, pues en ella está la buena orientación para la vida. Finalmente, todo cristiano está llamado a vivir en la castidad, a tener un corazón limpio y puro. Pues “de dentro del corazón del hombre” salen muchas malas intenciones (Mt 15,18-19), pero de un corazón limpio y purificado salen los mejores amores a Dios y al prójimo (Mt 22,36-40).

La castidad evangélica no puede traducirse en términos físicos. Eso, además de reductivo, es neurotizante. La castidad es ante todo amor. Por eso, el matrimonio cristiano está llamado a la castidad. Lo voy a decir claramente: no vive en la castidad cuando se abstiene de realizar el acto sexual, sino cuando lo vive como lo que es, un sacramento y una expresión de amor.

Los religiosos viven el voto de castidad en el celibato. Cuando el Vaticano II se refiere a este voto, no habla de perfecta castidad, porque la castidad es tan perfecta en el matrimonio como en el consagrado, sino de “perfecta continencia por el reino de los cielos” (Lumen Gentium, 42). Esta perfecta continencia es un signo para todos: signo de que a Dios hay que amarle con un corazón no dividido (1 Cor 7,32-34); y signo que anticipa ese amor indiviso que sólo será perfecto en el reino de los cielos, pues allí ya no será necesario tomar mujer ni marido (Mt 22,30), porque Dios será todo en todas las cosas, o sea, la realidad que todo lo determine.

Los votos, en la vida consagrada, tienen una dimensión sacramental. Hay que situarlos a nivel de signo orientativo de aquello a lo que todos están llamados. Signo no porque se vivan mejor (eso depende cada uno), sino porque se viven de forma peculiar, llamativa. Como llaman la atención (o deberían llamarla) son un recordatorio necesario para la Iglesia y plantean una pregunta al mundo, la pregunta de por qué viven de ese modo.

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11
Sep
2023
Los santos de la puerta de al lado
1 comentarios

riobajopuente

En la Iglesia se entiende por “vida consagrada” un estado o estilo de vida caracterizado por la profesión (una profesión, un compromiso de por vida) de los llamados consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Habría mucho que decir sobre estos tres consejos. Voy a limitarme a aclarar que ellos marcan el camino de la santidad no sólo de los consagrados, sino de todos los cristianos.

Antes del Concilio Vaticano II, la mayoría de los santos reconocidos estaba constituido por sacerdotes y religiosas. Hay que agradecer al Concilio haber dejado claro que en la Iglesia todos estamos llamados a la santidad, a la misma santidad, y a la perfección de la caridad. El Papa Francisco ha notado el cambio de mentalidad que provocó el Concilio: “muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”.

Francisco lo ha resumido con una de sus acertadas frases: los santos de la puerta de al lado. Dice: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan por llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante”.

Ahora bien, si todos estamos llamados a la misma santidad, hay distintos caminos para llegar a ella y distintos modos de vivir en el seguimiento de Cristo. El Vaticano II caracteriza a la santidad como “perfección de la caridad”, a la que están llamados “todos los fieles, de cualquier estado o condición” (Lumen Gentium, 40). En la Iglesia hay “múltiples géneros de vida y ocupaciones” (Lumen Gentium, 41), muchas vocaciones, porque el Señor llama a seguirle de distintas maneras. Todas son igualmente buenas, porque todas están llamadas a la santidad. La vida consagrada, el sacerdocio, el matrimonio son dones de Dios. Todos igual de buenos, todos necesarios, aunque cada uno comporte distintas responsabilidades.

En este contexto de camino hacia la santidad hay que situar los llamados “consejos evangélicos” de pobreza, castidad y obediencia. Porque son evangélicos son propios de todo cristiano. Aunque cada uno los vive según la vocación recibida. No se viven igual en el matrimonio que en la vida presbiteral o en la vida consagrada. E incluso en la vida consagrada se viven de distinta manera según cuál sea la modalidad de consagración: monjas, religiosos, orden de las vírgenes, eremitas, institutos seculares. Esto merece alguna aclaración, que haremos en el próximo post.

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7
Sep
2023
Aclarando conceptos: secularidad y virginidad
1 comentarios

bellojardin

Lo típico del consagrado es la virginidad. Cierto, en la Iglesia hay una forma de vida consagrada caracterizada por la secularidad. Esa forma es la de los miembros de los llamados institutos seculares, que quieren vivir, a la vez, la consagración, mediante la profesión de los consejos evangélicos, y la secularidad. Son consagrados que no llevan hábito; la mayoría no viven en común, tampoco trabajan en obras propias (aunque hay alguna excepción). Se insertan en la vida civil y son como fermentos evangélicos en la masa del mundo.

En la práctica pueden vivir como un perfecto seglar. Pero no de cualquier manera. Su objetivo es siempre el evangelio, el testimonio de Cristo, no el ganar dinero. Por eso, no pueden ejercer cualquier profesión, ni de cualquier manera. Buscan aquellos lugares donde hay más posibilidades de vivir y practicar gratuitamente el amor evangélico. En su vocación de compatibilizar secularidad y consagración, lo determinante es la consagración. A este respecto conviene dejar claro que el trabajo no santifica; lo que santifica es el amor. Por eso, los miembros de los institutos seculares han de vivir sobria y pobremente, y ayudar generosamente con lo que les sobra a los necesitados o entregarlo a la Iglesia.

Una palabra sobre las vírgenes consagradas. El orden de las vírgenes, que no viven en comunidad ni bajo la autoridad de ninguna abadesa o superiora, sino solo bajo la tutela del obispo, es una forma de vida consagrada muy antigua (aparece ya en los inicios de la Iglesia) y muy moderna (porque ha cobrado nuevos impulsos después del Vaticano II). Esta consagración no se justifica por ninguna misión concreta ni por ninguna finalidad apostólica. Su razón de ser, su carisma es el amor y la entrega total a Cristo como signo de que él es el único esposo de la Iglesia. Es una vocación estrictamente personal y totalmente eclesial, porque no está ligada a ninguna institución, ni a ningún fundador, ni a ninguna misión concreta. Cada una decide su propia vida. Unas dan preferencia a la oración y a la contemplación, viviendo una vida casi eremítica; otras están más integradas en la vida parroquial o en servicios diocesanos.

También aquí conviene precisar que son laicas, pero no seglares. Ya hicimos notar que un jesuita o un dominico no ordenado es laico. Laico quiere decir miembro del pueblo de Dios, sin autoridad sacramental. Seglar o secular es el que vive según la lógica de la vida mundana. Lo típico del seglar es el matrimonio. No es el caso de las vírgenes consagradas. No son religiosas ni monjas, pero no son seglares. Su consagración es diferente a la de los miembros de un instituto secular. Son una manifestación más de la riqueza de la vida consagrada y de sus diferentes modalidades.

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3
Sep
2023
Aclarando conceptos: laico y secular
13 comentarios

pilabautismal

De las preguntas formuladas en el post anterior, la más delicada y la que se presta a más confusiones es: ¿es lo mismo un seglar que un laico? Hay dos maneras de comprender y definir al laico. Por una parte, los laicos son los fieles cristianos que no han recibido el sacramento del orden ni pertenecen al estado religioso. Pero es posible (y quizás mejor) entender por laicos aquellos fieles que no han recibido el sacramento del orden. En este sentido se puede y se debe afirmar que hay religiosos laicos y religiosos presbíteros.

Ahora bien, los religiosos laicos no son seglares. Secularidad y consagración en la vida religiosa son dos realidades diferentes y excluyentes. El religioso o la religiosa laica ha renunciado al ejercicio de la secularidad, no se casa, ni desarrolla su vida según las normas de la secularidad. Lo típico del seglar es el matrimonio, la vida familiar y el trabajo remunerado como medio de vida. Cierto, hay seglares que no se casan, pero no han profesado públicamente los consejos evangélicos. Por tanto, están en disposición de casarse, cosa que no puede afirmarse de un religioso.

Aquí también es posible hacer un matiz, porque hay realidades que no acaban de definirse por medio de un solo concepto o palabra. Pues lo típico del seglar es ocuparse más directa y específicamente de los asuntos mundanos. No de cualquier manera, sino con espíritu evangélico. Por eso el seglar cristiano vive en el mundo y es “secular”, pero no del todo. Porque el cristiano vive ya en comunión con Dios y por eso su mirada, su esperanza, sus sentimientos no son del todo mundanos. Son, sobre todo, evangélicos y celestiales. La secularidad cristiana es relativa.

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30
Ago
2023
Aclarando conceptos: sacerdotes, consagrados, religiosos.
11 comentarios

monjadeespaldas

Comienzo una serie de entregas que podrían llevar como título general: “aclarando conceptos”. En principio van a ser cinco artículos. Los tres primeros dedicados a precisar el concepto de consagración, vida religiosa, laicado, secularidad y virginidad. El cuarto y el quinto responderán a la pregunta de si los llamados consejos evangélicos son exclusivos de la vida religiosa o consagrada.

¿Es lo mismo un seglar que un laico? ¿Es lo mismo un religioso que un sacerdote? ¿Es lo mismo un consagrado que un religioso? Las confusiones en estos terrenos son muchas. Incluso entre “la gente de Iglesia” hay, en ocasiones, confusiones o, al menos, imprecisiones. Tener claros algunos conceptos no nos hace mejores cristianos, por supuesto. Ni nos hace amar más a la Iglesia. Pero no está mal tener las cosas claras, para situarse mejor y para tratar a cada uno como le corresponde.

Vamos con la distinción entre religioso y sacerdote. Alguna vez he oído que tal persona ha ido a un “colegio de curas”. Pues si ese “colegio de curas” es un colegio de agustinos o de dominicos, se trata de un colegio regido por religiosos. Algunos religiosos son sacerdotes y algunos son laicos. El sacerdocio es un ministerio ordenado, como el diaconado o el episcopado. Ser religioso es vivir con un cierto estilo, en el que lo determinante es la profesión de los llamados consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Entre los religiosos algunos han recibido el ministerio presbiteral o diaconal. Otros no. Los que no han recibido el orden del presbiterado o diaconado son laicos.

La distinción entre consagrados y religiosos es más sutil y la mayoría de la gente no sabe distinguirlos. Para empezar, consagrado es todo cristiano, pues por el sacramento del bautismo ha sido hecho hijo de Dios. Consagración es dedicación. Pues bien, todos los cristianos estamos consagrados, dedicados a la comunión con Dios, unidos a Jesucristo, habitados por su Espíritu, santificados por su presencia. Ahora bien, esta consagración general de todos los bautizados, es posible vivirla con unos rasgos específicos o peculiares, que dan lugar a la vida de “especial consagración”.

Especial no por mejor, sino por distinta. Y ya se sabe, algunas distinciones son muy necesarias. Ahí es donde hay que situar las distintas modalidades de “vida consagrada”: monjes, monjas, religiosos, institutos seculares, eremitas, vírgenes consagradas. Diferentes modalidades: una consagrada en un instituto secular hace voto de virginidad, pero no es monja, ni es religiosa. Estas modalidades las iremos aclarando en sucesivas entregas.

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26
Ago
2023
Tradición
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tradición

Otro concepto fundamental en la vida de la Iglesia y de cada cristiano es el de tradición. Sin tradición no existiría la historia, no se podría comprender el momento que vivimos ni el futuro. Desgraciadamente, a veces se confunde tradición con tradicionalismo. El tradicionalismo es el anquilosamiento de la tradición, es convertir la tradición en fórmulas inamovibles o en ritos intocables. Condicionados por esta confusión se cataloga a las personas como conservadoras o progresistas, como si las primeras despreciasen las necesarias actualizaciones que requiere cada presente y las segundas solo valorasen las ocurrencias actuales olvidando el pasado que nos ha conducido al presente. Todos somos herederos de un pasado. ¿Qué seríamos si fuéramos reducidos a contar solo con nosotros mismos? Por otra parte, no conviene olvidar que una buena acogida del pasado exige acomodarlo y actualizarlo a las nuevas necesidades del presente.

La Iglesia es tradicional, porque ha recibido su fe de otros que nos han precedido en el signo de la fe, y todos hemos bebido de la misma fuente que es Cristo, tal como nos lo transmitieron los apóstoles. Pero el Espíritu renueva a la Iglesia y la mueve a vivir su fe en nuevos contextos, de modo que sea verdad eso de que Cristo ha venido para todos, y cada uno, en su propia circunstancia, puede acogerlo. Por eso, el Espíritu hace nuevas todas las cosas, pero teniendo siempre como referencia a Cristo.

El tener las raíces en la tradición ha permitido siempre a la Iglesia expresar un pensamiento original, nuevo y proyectado hacia el futuro. Los apóstoles no se limitaron a repetir las enseñanzas recibidas del Maestro. La obediencia al mandato del Señor se extendía a dar respuesta a las distintas necesidades que iban surgiendo en las iglesias por ellos fundadas. Toda auténtica tradición comporta la presencia de dos aspectos complementarios: uno de conservación y otro de evolución. Añorar el pasado no sirve si uno no es capaz de hacerlo revivir en lo que se crea nuevo.

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22
Ago
2023
Fuego de los hombres en Tenerife
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fuegotenerife

Cuando cometemos una maldad, en muchas ocasiones, no pensamos en las consecuencias que nuestra maldad tiene para los demás. No sólo no pensamos en las consecuencias, sino que no conocemos personalmente a los afectados por nuestra mala acción. Desgraciadamente, el desconocimiento no ayuda a pensar que todos somos hermanos, responsables los unos de los otros. Mal que le pese a Caín, todos y cada uno somos los guardianes de nuestros hermanos.

Tal como se sospechaba desde un principio, y ahora ha sido confirmado por la Guardia Civil, el incendio que sigue afectando gravemente a la isla de Tenerife ha sido provocado. Hasta que no se detenga a la persona o personas causantes de tanta desgracia no será posible saber hasta dónde llegaban las intenciones del o de los incendiarios. Que el incendio de Tenerife haya sido provocado debería hacernos pensar a todos en la responsabilidad, a veces no querida, que tienen nuestros actos. No sabemos hasta donde alcanzan las repercusiones de nuestras malas y también de nuestras buenas acciones.

Lo de las buenas acciones viene bien recordarlo, porque una vez apagado el fuego, muchas personas necesitaran ayuda para rehacer su vida. Es de esperar que, como en otras ocasiones, las instituciones eclesiales estén en primera línea. No para ser las que más ayudan o las primeras que ayudan, sino sencillamente para ayudar, unos al lado de otros. En eso de hacer el bien, nunca se trata de competir. Y si se compite no es para dejar a otros mal, sino para alegrarse con el bien que hacen. Mientras los malos ejemplos nos enseñan lo que nunca hay que hacer, los buenos nos estimulan a hacer el bien.

Uno de los municipios afectados por el incendio es el de Candelaria. Allí se encuentra el primer santuario mariano del archipiélago, con la imagen de la patrona de Canarias, la Virgen de Candelaria. Los devotos de la Virgen, empezando por el Obispo de Tenerife y los frailes dominicos encargados del monasterio, han rezado a la Virgen por el fin del incendio y por las personas que están luchando contra el fuego. Porque lo que más importa ahora es eso: apagar el fuego y ayudar a los afectados. Una vez hecho lo más importante, será de la hora de buscar a los responsables y de tomar medidas preventivas o defensivas (limpieza de bosques, poner torres de vigilancia) para evitar en lo posible que estos hechos se repitan.

Candelaria viene de candela. Significa “la que brilla”, “la que resplandece”. El brillo que proyecta la Virgen contrasta abiertamente con todos los fuegos destructores. La luz de la Candelaria nos ilumina para que sepamos discernir el bien del mal. Porque, si bien Dios respeta la libertad humana no significa que esté de acuerdo con todo lo que libremente hacemos. En muchos casos está en desacuerdo. Y desde su desacuerdo actúa a través de las personas de bien, que tratan de paliar los desastres que otras provocan.

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20
Ago
2023
Memoria
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memoriacampana

Pasado, presente y futuro son tres dimensiones de toda vida, que están íntimamente relacionadas. Las tres se influyen mutuamente. En efecto, nuestro presente está marcado por el pasado que hemos vivido y también por lo que esperamos conseguir. Por otra parte, nuestra vivencia del presente condiciona nuestra lectura del pasado, haciendo que recordemos con más agrado algunos acontecimientos o que tendamos a olvidar otros. Igualmente, nuestras expectativas de futuro nos hacen vivir el presente con más o menos ilusión, con más o menos alegría. No vive el sufrimiento de una enfermedad la persona a la que le dicen que su enfermedad es incurable, que aquella que está convencida que superará la enfermedad. No estudia con la misma dedicación aquel que espera aprobar unas oposiciones que aquel que ha perdido toda esperanza de aprobarlas.

El pasado no sólo es algo superado que no vuelve más. Hay acontecimientos pasados que uno trata de tener siempre presentes. Este es el sentido de las celebraciones. Cada año celebramos con gozo el aniversario de nuestro nacimiento; las personas enamoradas celebran cada año los distintos momentos que les condujeron a consolidar su amor. Tampoco el futuro es algo que no existe y que no se sabe si alguna vez aparecerá. Hay acontecimientos futuros, que uno espera con buenos fundamentos y razones, y que desearía anticipar. El ejemplo de los enamorados puede servir también para esto: ellos hablan con frecuencia del día de su boda, planifican el futuro; aquello que esperan y desean vivir, en cierto modo, hace presente el futuro anhelado.

Los cristianos somos personas de memoria y personas de futuro. Una memoria y un futuro que influyen y condicionan nuestro presente. El concepto de “memorial” es fundamental en la vida del cristiano. El momento fundamental de la vivencia cristiana es la eucaristía. Y la eucaristía es un memorial, un recuerdo de la vida, de la entrega, de la muerte y de la resurrección de Cristo. Un memorial que hace presente eso mismo de lo que se hace memoria. Pues en cada eucaristía la Pascua de Cristo se hace presente en la asamblea cristiana y los que en ella participan reciben la influencia actual de esa Pascua, hasta el punto de que su vida se transforma al comulgar con el Cristo resucitado presente en la eucaristía.

Me parece importante recordar que la eucaristía no es sólo actualización y presencia de una memoria; es también una anticipación del futuro. En ella anticipamos el futuro de la Pascua eterna, que ya no será celebración, sino realidad plena. La comunidad cristiana celebra este doble memorial del pasado y del futuro “hasta que el Señor vuelva”, al final de los tiempos.

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16
Ago
2023
Dios todo lo sostiene por el Espíritu
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lirioespiritu

El Padre Creador, el Dios trascendente, que llama a todo a través de Cristo hacia la salvación, se hace presente de forma permanente en todo lo creado por medio del Espíritu, sosteniéndolo todo desde dentro. Dios no sólo interviene en el origen del ser y de la vida, sino que está presente en todo lo que es y vive, y gracias a esta presencia las cosas se mantienen en el ser. Un himno de la liturgia de la Iglesia se hace eco de esta presencia de Dios que acompaña y sustenta su obra, al calificarlo de “vigor de los sonoros ríos de la vida”, y al cantar que “no hay brisa, si no alientas, monte, si no estás dentro”.

El Dios cristiano no es solamente el Otro que está frente a nosotros, el Otro distinto, sino también el que está dentro de nosotros, en nosotros y con nosotros. Dios, sin mezclarse con lo creado ni reducirse a lo creado, sostiene desde dentro lo creado y allí se hace presente. Es necesario pensar la relación de Dios con el ser humano, no como la de Alguien que está frente a mi, sino como mi constitutivo más profundo.

Este modo de presencia permite comprender que la responsabilidad final del cosmos está en manos del hombre. Dios ni reemplaza la actividad humana, ni manipula la actividad de la naturaleza. El no es un “tapa-agujeros” que suple nuestra desidia o nuestra indolencia, o corrige los errores de la evolución. Su misión consiste en hacernos a nosotros creadores. Como afirmó hace ya muchos años F. Temple, Dios no hace las cosas, hace que las cosas se hagan a si mismas. Dios hace que el mundo evolucione a través de complejos procesos de auto organización que actúan en todo el universo. Dios hace que nosotros hagamos, hace que el ser humano sea adulto y responsable de este universo y de su historia.

Dios no está a nuestro lado trabajando en el mundo. Si estuviera a nuestro lado podría hacer él las cosas y ahorrarnos el trabajo. Dios está dentro de nosotros. No nos reemplaza, sino que actúa a través de nosotros. Lo expresa muy bien Is 49,5: “Él es la fuerza de mi fuerza”. El creyente sabe que sin Dios no puede hacer nada. Pero sin el hombre, tampoco Dios puede hacer nada.

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12
Ago
2023
¿Por qué te amo, María?
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asunción2023

Al finalizar el Concilio, Pablo VI pronunció un importante discurso, en el que proclamó a María “madre de la Iglesia, es decir, madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman madre amorosa”. Si María es madre de Cristo, y Cristo es cabeza de su cuerpo, que es la Iglesia, y la Iglesia somos todos y cado uno de los creyentes, entonces resulta muy apropiado llamar a María madre de la Iglesia, o sea, madre de todos los fieles cristianos. Esto tiene consecuencias de cara a la manera de relacionarnos con ella.

Los hijos no sólo se sienten queridos y acompañados por la madre, sino que ella es para los hijos una referencia constante. Los hijos se fijan en lo que hace la madre, y quieren imitarla. Quieren imitarla porque la admiran, pero también porque está cerca de ellos. Las dos cosas son necesarias: si solo nos quedamos con la admiración, María deja de ser una referencia para nuestra vida. Por eso, Pablo VI, insiste en que “María está muy próxima a nosotros”.

María muy próxima a nosotros. A este respecto recuerdo una poesía preciosa de santa Teresa del Niño Jesús titulada: “Por qué te amo, María”. “Yo quisiera cantar, María, por qué te amo; por qué tu nombre es tan dulce que hace estremecer de alegría mi corazón”. Y dice la santa: “si te contemplara en la gloria sublime y superando el brillo de todos los bienaventurados, no podría creer que soy hija tuya; oh María, ante ti bajaría los ojos”. Con una María elevada y alejada, la santa no puede creer que es hija suya. Pero, y ahora viene lo maravilloso: “Para que un niño pueda querer a su madre es necesario que ella llore con él, comparta sus dolores. Oh, mi querida Madre, para atraerme a ti ¡cuántas lágrimas derramas! Meditando tu vida en el Santo Evangelio me atrevo a mirarte y acercarme a ti. Creerme tu hija no es difícil para mi, porque te veo mortal y sufriendo como yo”.

Si en vez de dedicarnos a lanzar gritos y piropos a la Virgen, si en vez de hacer de ella una fábrica de títulos y devociones, nos dedicásemos a meditar lo que dice y hace en los evangelios, eso nos resultaría provechoso para nuestra vida cristiana y nos acercaría más a Cristo. Amar a María no es poesía, es saber vivir. Ser hijo de esta madre es una exigencia de vida. Los cristianos tenemos a Dios por Padre, a Cristo por hermano y a María por madre. Ella nos enseña que la Iglesia no debe poner el acento en los programas o en las ideas, sino en la ternura, el corazón y el amor.

Celebrar la fiesta de la Asunción no es celebrar la fiesta de una María alejada y elevada, sino la fiesta de una María “mortal y sufriendo como yo” (como dice Teresa del niño Jesús), que comparte nuestra muerte y muere como Cristo y con Cristo. Ahora bien, “si hemos muerto con Cristo, también viviremos con él” (2 Tim 2,11). María es el modelo de todo cristiano que muere con Cristo para vivir con Cristo. Y así, lo que celebramos en la fiesta de su Asunción es que ella ha alcanzado la meta que todos los cristianos esperamos.

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