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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

23
Oct
2023

La paz, un imperativo absoluto

6 comentarios
guerra

En las guerras, como en casi todo, hay uno que empieza y otro que responde. Siempre hay un agredido y un agresor y, en este sentido, no se pueden equiparar responsabilidades. Pero no es menos cierto que las guerras no surgen por generación espontánea. Hay siempre unos elementos previos que la favorecen y la desencadenan. Y una vez desencadenada la guerra, no todo es lícito entre los beligerantes (Gaudium et Spes, 79). Al final, todos terminan perdiendo, aunque aparentemente parezca que gana uno. Lo más serio, lo más condenable, lo menos justificable, es la pérdida de vidas humanas inocentes (niños y enfermos incluidos), que se encuentran implicadas en el conflicto sin haberlo buscado ni deseado. Aunque sólo fuera por esas vidas la guerra es condenable e inaceptable.

Una guerra resulta tanto más odiosa cuando los mezquinos intereses humanos pretenden justificarse con argumentos religiosos. Apelar a Dios, tenga el nombre que tenga, para matar, es una profanación de su nombre, una blasfemia y un insulto a la inteligencia. Porque un dios que justifica la guerra es un diablo disfrazado. Ya la Escritura cristiana dice que Satanás se disfraza como ángel de luz (2 Cor 11,14). El mal siempre trata de justificarse presentándose en forma de bien. Y el mal absoluto apela a valores absolutos, unos religiosos y otros no religiosos (defensa de la patria, de la democracia, de la civilización).

Las guerras tienen consecuencias más allá de los contendientes directos en litigio. Las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania están afectando a los países más pobres, debido al encarecimiento de los alimentos y de productos básicos. Hay consecuencias todavía peores, que van más allá de los países en guerra, como ha quedado claro con los asesinatos a personas inocentes en lugares alejados de Israel. Las guerras ajenas despiertan en algunos sentimientos de odio, actitudes fanáticas y pérdida de sentido de la medida y del juicio.

Siguen siendo actuales y más necesarias que nunca estas palabras del Concilio Vaticano II: “debemos procurar con todas nuestras fuerzas preparar una época en que, por acuerdo de las naciones, pueda ser absolutamente prohibida cualquier guerra”. Y añadía un camino para ello: “todos han de trabajar para que la carrera de armamentos cese finalmente” (Gaudium et Spes, 82), pues “la carrera de armamentos es la plaga más grave de la humanidad y perjudica a los pobres de manera intolerable” (Gaudium et Spes, 81). Se trata de hacer de la paz un imperativo absoluto, como decía Juan Pablo II.

Ya sé que lo que acabo de decir es una utopía, o sea, algo deseable, pero de muy difícil realización. Pero la utopía no sólo es algo difícil, es también posible si se ponen determinadas condiciones. Lo malo es que estas condiciones que harían posible la utopía no interesan a los poderosos. Porque el negocio de las armas y el negocio de la guerra da mucho dinero a unos pocos y, como contrapartida, empobrece a muchos.

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Rafaela Jesús
23 de octubre de 2023 a las 16:30

Las guerras atentan contra la inteligencia humana. La empiezan unos y la siguen otros siendo una pescadilla que se muerde la cola sin favorecer más que a unos pocos materialista sin inteligencia ni sentimientos. Deberían estar prohibidas y castigadas. Las personas con inteligencia y sensibilidad tendríamos que buscar la manera.SIEMPRE es mejor amar que odiar.

MILTON
23 de octubre de 2023 a las 21:19

la guerra puede ser justificable desde el punto de vista cristiano, pero solo bajo ciertas condiciones. La respuesta larga es que la doctrina de la guerra justa, que ha sido desarrollada por teólogos y filósofos cristianos a lo largo de los siglos, establece que una guerra solo es justa si cumple con los siguientes criterios:

Causa justa: La guerra debe ser librada por una causa justa, como la defensa de la propia patria o la protección de los inocentes.
Iustitia in bello: La guerra debe ser librada de manera justa, respetando las leyes de la guerra y evitando causar daño innecesario.
Proporcionalidad: El daño causado por la guerra debe ser proporcional al bien que se pretende lograr.
La doctrina de la guerra justa se basa en la creencia de que la guerra es un mal, pero que en ocasiones puede ser necesaria para evitar un mal mayor. Los cristianos creen que la violencia nunca es la respuesta, pero que hay ocasiones en las que puede ser el único medio para defender la paz y la justicia.

Algunos ejemplos de guerras que los cristianos consideran justas incluyen:

La guerra de independencia de los Estados Unidos, que se libró para liberar al país del dominio británico.
La Segunda Guerra Mundial, que se libró para derrotar al fascismo y el nazismo.
La guerra de Kosovo, que se libró para detener el genocidio de la población albanesa por parte de Serbia.
Por supuesto, la aplicación de la doctrina de la guerra justa a casos concretos puede ser compleja y controvertida. En última instancia, es cada persona individual la que debe decidir si una guerra en particular es justa o no.

Algunos cristianos creen que la guerra nunca es justa, incluso si se libra por una causa justa. Estos cristianos argumentan que la violencia nunca puede ser justificada, incluso si es el medio para lograr un bien mayor.

Otros cristianos creen que la guerra solo es justa si es librada por un gobierno legítimo. Estos cristianos argumentan que los individuos no tienen el derecho de declarar la guerra, solo los gobiernos.

La doctrina de la guerra justa es un tema complejo que ha sido debatido por cristianos durante siglos. No hay una respuesta fácil a la pregunta de si la guerra es justificable desde el punto de vista cristiano.

Valero
24 de octubre de 2023 a las 08:28

Quizá un mundo en paz a nivel de estados y naciones sea una utopía, pero se empieza por buscar la paz en el corazón. Los cristianos somos especialmente llamados a ser pacíficos en nuestra forma de tratar con los demás y esa actitud pacífica interior y concreta en el día a día, es una forma de mostrar al mundo que la paz es posible, pero esa paz si no es impulsada por el amor, se rompe a las primeras de cambio.

María Elena
24 de octubre de 2023 a las 08:41

La cuestión radica en cómo saber si una guerra es justa o no. En ausencia de árbitros internacionales, con criterios sensatos, no guiados por intereses económicos ni sed de poder, se acaba recurriendo a criterios subjetivos para justificarla.

Además, se está partiendo del supuesto de que uno de los contendientes "tiene razón" y el otro no. Pudiera ser que ambos tuviesen razones para iniciarla, o ninguno de ellos. El problema es que siempre una guerra acaba degradando lo mejor que hay en el ser humano, y pagando por ello personas sencillas, que nada tienen que ver con los afanes imperialistas de unos pocos.

Asimismo, otros actores internacionales tratarán de sacar provecho del enfrentamiento concreto, normalmente económico, lo que puede cronificar la contienda y agravar el conflicto, trasladándolo a otros lugares alejados, como muy bien dice fr. Gelabert.

Por todo ello, considero que una guerra jamás es justa, justificable ni oportuna....

Homias
25 de octubre de 2023 a las 16:15

Qué dificil me psrece la paz en el mundo
Nunca se acaban... Una pena de humsnidad

juan garcia
28 de octubre de 2023 a las 22:05

Diriamos que las guerras se originan en el corazon de los humanos. Las guerras del Medio Oriente, sobre todo, se alimentan del odio que tienen los habitantes los unos para con los otros. Donde hay amor, no hay guerras.

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