Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

30
Oct
2023

La santidad, imperfecta en este mundo

4 comentarios
puenterio

La santidad en el ser humano es una participación de la santidad de Dios. Tal participación se concretiza y ex­presa en una vida de fe, esperanza y amor. En estas tres actitudes o virtudes consiste la santidad del cristiano. Tales actitudes son la manera como se expresa la gracia del Espíritu Santo, que habita en el corazón del creyente; son el modo humano de vivir divinamente.

Pues bien, en este mundo, tanto la gracia como las virtudes que brotan de ella, se viven, al menos bajo algún aspecto, con una cierta imperfección. Siguiendo a Tomás de Aquino, cuando hablamos de imperfección no estamos pensando principalmente en el pecado (aunque también es cierto que en este mundo siempre estamos acosados por el pecado); queremos referirnos sobre todo al hecho de que solo Dios puede ser calificado de “perfecto” y que, en comparación con la perfección divina, todo lo bueno que hay en el ser humano debe ser calificado de imperfecto: “el alma participa de la bondad divina de manera imperfecta”, afirma Tomás de Aquino. Por este motivo las tres virtudes teologales están marcadas por la imperfección.

La imperfección de la fe y de la es­peranza proviene de la falta de visión de Dios en nuestra situación terrena. A pro­pósito de la caridad, plenitud de la vida cristiana y perfección de toda santidad, To­más de Aquino escribe: “en el estado presente, la caridad es imperfecta; pero se per­feccionará en la patria”. En efecto, actualmente nuestra comunión con Dios no es plena. Nunca, en este mundo, nuestro amor a Dios se entrega con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el ser. Si la santidad se vive en las condi­ciones limitadas de este mundo se comprende que encuentre su perfección en la escatología, en la gloria celeste, pues sólo entonces nuestra participación de Dios alcanzará su perfección: “cuando Dios se ma­nifieste, seremos semejantes a él, porque le vere­mos tal cual es” (1 Jn 3,2; cf. 1 Co 13,12).

Esta teología ha sido confirmada por el Vaticano II que, al referirse a la santidad, que es el otro nombre de la vida teologal, dice lo siguiente: “La Iglesia, ya aquí en la tierra, está adornada de verdadera santidad, aunque todavía imperfecta… La Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, pertenecientes a este tiempo, la imagen de este siglo que pasa”. La santidad es imperfecta en este mundo y alcanzará su consumación en la gloria celeste, porque así ocurre con la fe, la esperanza y la caridad.

Así queda claro que, cuando la Iglesia canoniza a una persona y la presenta como modelo de santidad, la mirada del creyente no debe dirigirse al santo “acabado”, tal como está ahora en el cielo, sino al modelo terreno, al que vivió aquí en la tierra, con sus dificultades, sus defectos, su necesidad de superación. El modelo acabado es actualmente un buen intercesor, es una referencia de la meta a la que todos aspiramos, pero no hay que mirarlo como ejemplo de vida. El ejemplo es el santo “imperfecto”. Que sea así resulta un estímulo y un consuelo, y se evitan fáciles desilusiones del que siente que no llega y falsos perfeccionismo del que se imagina haber llegado.

Posterior Anterior


Hay 4 comentarios, comparte el tuyo

En caso de duda, puede consultar las normas sobre comentarios.

Aviso: los comentarios no se publican en el momento. Para evitar abusos, los comentarios sólo son publicados cuando lo autorizan los administradores. Por este motivo, tu comentario puede tardar algún tiempo en aparecer.

Cancelar repuesta


Mercedes
31 de octubre de 2023 a las 12:38

Soberbio artículo . Mejor explicado imposible !
Gracias fray Martín. !

MILTON
31 de octubre de 2023 a las 16:11

"Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto. Mt 5,48

Hormias
1 de noviembre de 2023 a las 10:26

Me ha servido de mucho leerlo
Muchas gracias fray Martín

María Elena
1 de noviembre de 2023 a las 12:32

Hace tiempo leí un libro titulado "Los defectos de los Santos", que me pareció muy interesante porque contaba cómo gracias a estos defectos muchos de ellos llegaron a alcanzar la santidad y a servir más a la Voluntad de Dios. Un caso particular fue el de Santa Teresa de Jesús, que gracias al carácter fuerte que tenía, pese a su deteriorada salud, pudo llegar a fundar tantos conventos por toda España.

Por otra parte, San Francisco de Sales, persona que se enojaba muchísimo, por luchar contra este mismo defecto acabó siendo conocido como el "Santo de la dulzura".

Por todo, lo mejor que se puede decir es: ¡Bendita imperfección que nos aproxima más a Dios!

Suscripción

Suscribirse por RSS

últimos artículos

Archivo

Logo dominicos dominicos