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Oct2010Señoras distinguidas y devotas
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Oct
Antonio Praena se refirió, en un post ya antiguo, a una significativa historia ocurrida en Antioquia, según el capítulo 13 del libro de los Hechos. Los judíos insultaban a Pablo y Bernabé, llenos de envidia por el éxito de su predicación. Esto provocó que Pablo y Bernabé dejaran de predicar a los judíos y se dedicaran a los gentiles. Cuando los judíos vieron que “la Palabra del Señor” se difundía por toda la región, en vez del insulto buscaron algo más efectivo que consiguió la expulsión de Pablo y su compañero de aquel territorio. Acudieron a las mujeres, en ocasiones más tenaces, astutas y hábiles que los varones. ¡Y a mujeres de alto copete! Para provocar la persecución contra Pablo y Bernabé los judíos incitaron a “las señoras distinguidas, devotas y principales” del lugar.
Esas “señoras distinguidas, devotas y principales”, ricas, elegantes y beatas, resultan un elemento de contraste con otro tipo de señoras, no menos distinguidas que las de Antioquia, aunque en un sentido muy diferente y más auténtico. Pienso, por ejemplo, en las mujeres que hoy llenan nuestras Iglesias y las convocatorias parroquiales. O en estas abuelas que transmiten la fe a sus nietos y conservan en la familia la sana costumbre de dar gracias a Dios por la comida. Y pienso sobre todo en aquellas señoras que, según los criterios sociales del tiempo de Jesús, no tenían nada de distinguidas, devotas y principales. Precisamente a esas pobres y mal vistas, se acercó Jesús, y las trató con afecto.
Juntar distinguidas y devotas tiene algo de ironía. O de humor. Denota un tipo de mujer de la que gustan mucho los eclesiásticos. Jesús prefería otro tipo de mujer. Como María Magdalena, por ejemplo. Sobre la relación que había entre ella y Jesús se ha especulado mucho. Hay quien la identifica con el “discípulo amado” del que habla el cuarto evangelio. Podemos retener, sin exageración, que se trataba de una gran amiga de Jesús, que tuvo un papel importante en el grupo de discípulos y discípulas, aunque solo sea por la cantidad de veces que es nombrada. Entre ella y Jesús se estableció una corriente de afecto y simpatía, cosa que debió sorprender a los discípulos varones. Por eso en algunos textos apócrifos (el evangelio de Tomás) Jesús tiene que defenderla frente a los celos de los varones. Necesitamos muchas mujeres como ella. No por distinguidas y devotas, sino por enamoradas de Jesús.