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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

17
Oct
2010

Peligro de muerte, anhelo de Dios

5 comentarios

La vida, también la humana, ha podido crecer y desarrollarse gracias al cambio, a la desaparición, a la muerte de numerosas especies vegetales y animales. Estos cambios y estas muertes han hecho posible la aparición de nuevas especies y la aparición del hombre. Debemos, pues preguntarnos por la relación que tiene la vida con la muerte. Generación y corrupción, nacimiento y muerte es la ley de la naturaleza. Así es como actúa la evolución.

El naufragio de todo ser humano en la muerte, ¿es la última palabra de la conciencia? La posible supervivencia de la conciencia ha estado siempre ligada a la fe en Dios. Fuera de la referencia a Dios, la muerte parece lo más “natural”. Y, sin embargo, es posible, aún prescindiendo de Dios, descubrir en el secreto de la conciencia una reivindicación contra la muerte. La corrupción y la muerte son contrarias a la naturaleza del hombre, decía Tomás de Aquino; atentan contra el más profundo deseo de vida. ¿Con qué derecho la naturaleza destruye una conciencia que, al fin y al cabo, no es obra suya ni está directamente bajo su dominio? Si el hombre capitula frente a la muerte, nadie protestará en su nombre. La conciencia debe mostrarse tan intransigente en su reivindicación de la vida como intransigente se muestra la naturaleza en su obra de muerte.

La naturaleza no tiene conciencia ni corazón; ella no es solidaria con el hombre. Por eso el hombre tampoco se solidariza totalmente con este universo que la conduce a la muerte. El universo nos ha dado mucho, pero nos falta algo esencial. Y en esta falta, en esta carencia, en este vacío que la naturaleza no puede colmar, se encuentra la apertura a lo Trascendente. La falta de aire es un reclamo, una exigencia de aire; y la falta de Dios nos hace anhelarle, aunque desconozcamos su nombre. Cierto, no es el peligro de muerte en el que estamos lo que hace que exista el Dios Trascendente, pero este peligro es el que nos permite notar la falta de “algo”, la falta de Dios. Puesto que la trascendencia humana es incapaz de cerrarse sobre sí misma y su mortalidad, la trascendencia humana dispone del poder de abrirse a Aquel que la sostiene.

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Juanjo
18 de octubre de 2010 a las 11:06

Ya lo decía San agustín: “Todo es incierto, sólo la muerte es cierta” . Pero llama poderosamente la atención el que exista en la naturaleza un instinto biológico de supervivencia, que nos hace intentar prolongar la vida todo lo que se pueda. Instinto que se da tanto en vegetales (como Ing Agrónomo podría dar ejemplos sorprendentes) como en animales, a pesar de que estos no sepan que van a morir, mientras que nosotros sí lo sabemos

Y ser conscientes de ello condiciona la forma de vivir. Según las ideas que tengamos de la muerte así vivimos.

Desde las posturas evasivas (quizá las más en boga) que las definió perfectamente Pascal; “la muerte es más fácil de soportar sin pensar en ella”

hasta las posturas más admirables por su gallardía y honestidad manifestadas por Miguel de Unamuno; su “hambre de supervivencia y afán de inmortalidad”.
«No quiero morirme, no; no quiero, ni quiero quererlo; quiero vivir siempre, siempre, siempre, y vivir yo, este pobre yo que me soy y me siento ser ahora y aquí, y por esto me tortura el problema de la duración de mi alma, de la mía propia.»
Y es que creer en la inmortalidad, y en la resurrección tiene mucho que ver con Amor.
Tanto que en caso contrario nada tiene sentido;

“No quiero morirme del todo y quiero saber si he de morirme o no definitivamente. Y si no muero, ¿qué será de mí?; y si muero, ya nada tiene sentido”.
El amor es quien nos revela lo eterno. El Amor no puede tener fecha de caducidad. Y el amor de Dios lo ilumina todo. Dice la GS 22 “En Cristo se ilumina el enigma de la muerte, que fuera del evangelio nos envuelve, en absoluta obscuridad” Nuestro innato anhelo de felicidad y también de inmortalidad ¿No será algo así como una huella que Dios ha dejado en nosotros al crearnos?.
Unamuno reflexiona y dice “el amor es un contrasentido si no hay Dios”

Otra razón para creer;
Blas Pascal la definió perfectamente ¿Qué razón tienen para decir que no se puede resucitar? ¿Qué es más difícil nacer o resucitar? ¿Qué lo que no ha existido exista, o que lo que ha sido sea todavía? ¿Es más difícil venir a ser que volver a ser?

lola
18 de octubre de 2010 a las 11:31

Cada dia morimos un poco. La muerte esta ahi, pero no quermos verla, en nuestra sociedad se huye de la muerte, y se aleja de la vida. Antes el muerto se quedaba en casa, se velaba, se le rezaba. Hoy se aleja y se lleva a un tanatorio, no lo queremos ni ver. Tampoco queremos ver lo que se le parezca a la muerte, los ancvianos, los terminales, esos tampoco los queremos, y deseamos que venga la eutanasia para acabar cuanto antes toda esa fealdad que nos horroriza. la gente muere sola de familiares , rodeada de artilijios medicos, sola , sola y sin Dios. Muere sin esperanza. ¿quien se lo anunciara?

Bernardo
18 de octubre de 2010 a las 13:59

Decía Heidegger que el ser humano es el único ser realmente mortal, porque es el único que es consciente de su propia muerte, de la necesidad de su muerte. El resto de animales, simplemente, se mueren, pero el hombre sabe que se muere. Eso lo identifica hasta tal punto que podría considerarse a cada ser humano como su muerte, tanto como su vida. El modo de aceptar la muerte, de asumirla y de "vivirla", nos personaliza, nos hace ser quienes somos. Por eso, en una sociedad que no asume la muerte, es difícil encontrar personas cabales. La necesidad de la muerte junto con la rebeldía contra ella, forman el núcleo de nuestro ser finito. Pero también marcan nuestra necesidad de ir más allá, de trascender. La naturaleza, como expresión de un aspecto divino, nos pone los límites y las tareas, es cosa nuestra hacernos a nosostros mismos, no como seres para la muerte, sino como seres para más allá de la muerte.

de paso
18 de octubre de 2010 a las 17:46

Cuando ella está yo no estoy. La muerte. Solo un paso para quienes aceptan la Trascendencia. A la Vida en Plenitud. Y para quienes creen que la muerte es el fín...pues a vivir que son dos días.
Lo importante es ser coherente con uno mismo. Se muere como se ha vivido. Es necesario desdramatizar la muerte y lo que le rodea. No tomarnos demasiado en serio. Estamos de paso.

miaumiau
19 de octubre de 2010 a las 11:45

Hay dos posturas ante la muerte, la de aquellos que afirman la existencia tras ella
y los que afirman la no pervivencia de ningún modo de vida.Ambas posiciones conllevan, un modo de vivir, y un modo de morir,hay una tercera posición, indecisa, ambigüa, evasiva.. de angustia.Es en nuestra capacidad de enfrentarnos a la muerte en donde se dirime nuestro destino personal el de aquí y el destino final.
la muerte nos encara con lo existente y su transitoriedad, no hay nada mas cierto que lo que se termina, nuestra propia vida y es mas asistimos al acontecimiento en primera persona.
Si morimos con El Vivirimos con El.
para aquellos que niegan, lo Trascendente, pensar que en lo que existe, en lo vivo
es en dónde se realiza la vocación vital, de permanencia de rastro humano, vivió
y amó, con ellos, en ellos, en los demás.

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