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Nov2010Exhortación apostólica "Verbum Domini"
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Nov
Acaba de salir la exhortación apostólica post-sinodal en la que el Papa presenta las conclusiones del último Sínodo dedicado a la palabra de Dios. Es un texto que hay que leer despacio; puede servir para la formación permanente y para reuniones de grupos. Una de sus claves es la necesidad de comprender la actualidad de la Palabra de Dios, su incidencia en el hoy y ahora de mi vida y de la vida de la Iglesia. “Es decisivo mostrar la capacidad que tiene la Palabra de Dios para dialogar con los problemas que el hombre ha de afrontar en la vida cotidiana”.
El documento se refiere al modo de interpretar la Biblia, siempre en comunión con la Iglesia; a cuestiones referentes a su autoría y a su inspiración. Alguna reflexión llama la atención. El Papa recuerda que durante el Sínodo se pudieron escuchar voces y experiencias, no sólo de parte de los Obispos católicos, sino también de parte de los invitados no católicos. Y aprovecha para notar que “hoy la Iglesia habla en muchas lenguas; no sólo en el sentido exterior de que en ella están representadas todas las grandes lenguas del mundo, sino sobre todo en un sentido más profundo: en ella están presentes los múltiples modos de la experiencia de Dios y del mundo, la riqueza de las culturas”. Hay una alusión a las “revelaciones privadas”, a las que a veces se les da una importancia que no tienen. Sólo resultan creíbles si orientan hacia Jesucristo. La Iglesia no garantiza su autenticidad, lo que hace es indicar si son acordes con la fe de la Iglesia. Por tanto, no son obligatorias.
La exhortación recuerda cosas ya tratadas en este blog, como la necesidad de tener, en las celebraciones, lectores “idóneos seriamente preparados. Dicha preparación ha de ser tanto bíblica y litúrgica, como técnica”. Se insiste en “la necesidad de mejorar la calidad de la homilía” de modo que “ayude a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de su vida”. Hay que evitar “homilías genéricas y abstractas”, “inútiles divagaciones”. El predicador debe preguntarse: “¿Qué dicen las lecturas proclamadas? ¿Qué me dicen a mí personalmente? ¿Qué debo decir a la comunidad, teniendo en cuenta su situación concreta?”. El predicador tiene que ser el primero en dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia.