Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

2
Nov
2010

Dios, ¿pasivo, intervencionista o siempre presente?

8 comentarios

Dios pasivo: cual un genial relojero, crea el mundo como una máquina perfecta, que ahora marcha por sí misma, mientras él permanece allá en el cielo sin ningún tipo de presencia activa.

Dios intervencionista: está en el cielo, pero muy atento a lo que ocurre en la tierra, y actúa en ocasiones, con intervenciones milagrosas, movido por las oraciones de sus fieles, por la intercesión de los santos. Es el Dios de las rogativas para pedir la lluvia o de los milagros para curar una enfermedad; el Dios al que nuestras oraciones pretenden mover para que ayude a los pobres, acabe con el hambre o cambie el corazón y la mente de nuestros gobernantes. ¿No les parece que este tipo de Dios es el de muchas personas religiosas actuales?

Dios siempre presente: no interfiere en los procesos del mundo ni de la criatura, pero todo lo sostiene y a todo capacita para que actúe por sí mismo. Dios es el que hace ser, el siempre presente, más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad. Creyente es el que confía en que Dios conduce los acontecimientos sin anular la libertad humana, ni la marcha de la naturaleza.

¿Significa esto que la oración de petición no tiene sentido? Tiene sentido siempre que termine con un “hágase tu voluntad”, y nos ayude a cobrar conciencia de nuestra responsabilidad en lo que pedimos: pedir que Dios ayude a los pobres no es serio si yo no me comprometo en la lucha contra la pobreza. Y dado que el orante pide que se haga la voluntad de Dios, cuando los resultados de la oración no responden a lo deseado o solicitado, el verdadero creyente también ve allí realizada la voluntad de Dios y su presencia favorable.

Si sólo cuando las cosas van bien se apela a la presencia de Dios y al poder de la oración, para ser coherentes, cuando van mal habría que apelar a la ausencia de Dios y a la ineficacia de la oración. El que, aún sin ser consciente de ello opera con este presupuesto, no cree de verdad en Dios, sino en la buena suerte, la magia, el esoterismo y cosas similares. El Dios intervencionista es el de la magia y la buena suerte. El Dios siempre presente es el Dios silencioso que busca nuestro amor en toda circunstancia.

Posterior Anterior


Hay 8 comentarios, comparte el tuyo

En caso de duda, puede consultar las normas sobre comentarios.

Aviso: los comentarios no se publican en el momento. Para evitar abusos, los comentarios sólo son publicados cuando lo autorizan los administradores. Por este motivo, tu comentario puede tardar algún tiempo en aparecer.

Cancelar repuesta


lola
3 de noviembre de 2010 a las 14:28

La verdad es que no tengo ni idea, ud lo sabra...Es muy complicado, es justo lo mas complicado. El problema del mal,. la Providencia. No creo que Dios sea "una patita de conejo" , apruebame un examen, que me toque la loteria, que se me cure esta enfermedad...Pero eso de que este tal lejos,, impasible, no me va. Dice el Evangelio, "vosotros , hasta los pelos de la cabeza teneis contados, valeis mas que los lirios y los pajaros" Somos templo del Espiritu Santo, aunque eso no significa, que todo nos funcione al 100%,
Pero seguro que Dios esta ahi, a nuestro lado, "Estare con vosotros todos los dias, hasta el fin de los tiempos", ¿como es esto?¿porque el mal?¿porque la Cruz? no tengo ni idea. Ud tal vez podra explicarlo, aunque hay cosas que solo se experimentan, mas no se puden contar.
Por cierto P Martin ¿Cuando es su santo? POrque hoy no es ¿no? Gracias

Andrés
3 de noviembre de 2010 a las 15:41

Coincido con usted Martín, no creo ni en un Dios pasivo ni en uno "intervencionista", pero creo que la solución planteada excluye los milagros. Creo que pasamos de un dios milagrero, mágico, a otro que está presente en todo pero no "interrumpe" el curso de la naturaleza... nos olvidamos de un término medio.

Según su texto los milagros, ¿son posibles? ¿ocurren?, parece que usted dice que no.

Yo sin embargo creo que Dios hace milagros y no por ello es "intervencionista" o antenta contra las "leyes" de la naturaleza. La ciencia no puede predecir la libertad humana, y ésta puede alterar el curso normal de los acontecimientos. La ciencia no se destruye por esto, de modo que, si no le estorba la libertad humana, ¿por qué le iba a estorbar la divina?

Me parece muy buena la definición de milagro del R. Latourelle " elevación al orden escatólogico", signo de esperanza, anticipación a esos "cielos nuevos y tierra nueva", a la vida divina, a la salud de Dios.

Me da la impresión de que, para contrarrestar la imagen del dios genio de la lámpara (milagrero,mágico) hay que hablar de un dios al que le resulta "imposible" hacer milagros.

Cuando este postulado se topa con la presencia de milagros... ¿qué hacemos? ¿los negamos? ¿todos los milagros de Jesús no son milagros? ¿ni uno hizo?.
La Resurrección, el milagro de los milagros, ¿tampoco fue posible? ¿Dios no intervino en el curso natural al vencer la muerte biológica?

Yo creo en un Dios que no interviene de forma caprichosa y selectiva, sino un Dios que todo lo sostiene en el ser, que está en todo de forma inmanente y trascendente, pero que también hace milagros, como elevación al orden escatológico, como signos de esperanza que nos recuerdan que estamos llamados a una vida que no acaba, en la que la enfermedad y la muerte no tienen poder sobre nosotros.

Por favor, si tiene a bien contésteme. ¿Qué hacemos pues con los milagros?

Gracias.

Martín Gelabert
3 de noviembre de 2010 a las 16:49

Gracias por las intervenciones. Aclaro que hoy no es mi santo. Y sobre los milagros hay muchas preguntas. Por cierto, en mi post ni los he nombrado, aunque comprendo que mi post pueda suscitar preguntas sobre los milagros. Digo dos cosas rápidas y a lo mejor más adelante le dedico algún post al tema. No cabe duda de que Jesús realizó hechos asombrosos, sobre todo curaciones, que los evangelios califican de milagrosas y que la mayoría de los exégetas y teólogos consideran hechos históricos. En cuanto a la Resurrección, es el dato esencial de nuestra fe y fue posible por el poder de Dios, capaz de resucitar muertos. Sin resurrección de Cristo toda la fe cristiana se cae. Y luego habría que hablar del sentido de los milagros del tiempo de la Iglesia, sobre los que san Agustín decía que Dios no quebranta las leyes de la naturaleza; en todo caso, quebranta nuestro conocimiento de ellas. Eso daría para mucho. Quizás me anime y escriba algún artículo sobre el tema. En mi libro "La Revelación, acontecimiento fundamental, contextual y creíble" hay un apartado explícito sobre el tema de los milagros como signos de credibilidad.

Andrés
3 de noviembre de 2010 a las 17:44

Muchísimas gracias Martín, no pensé que me contestara, ¡y menos tan rápido!

Le agradezco mucho su aclaración. Es cierto que en su post no habla de milagros, pero, como usted ya ha apuntado, comprende que pueda tocarse el tema ya que a veces surgen dudas.

Creo que es muy oportuno que el tema de los milagros se aclare, porque muchas veces da la impresión de que muchas personas consideran poco menos que imposible que Dios haga milagros, ateniéndose a una mala comprensión de la ciencia y a un mal concepto teológico del milagro.

De nuevo, le agradezco mucho la aclaración, porque a personas como yo, simples estudiantes de Teología, nos surgen dudas cuando se afirma este "no intervencionismo" de Dios... quedando en suspenso la realidad del milagro.

Con todo, reitero que yo ni creo en un dios pasivo ni creo en un dios mágico, creo en el Dios de Jesús y en sus milagros.

Gracias.

Bernardo
3 de noviembre de 2010 a las 17:56

Recuerdo que una vez armé una buena sobre los milagros. Ante un auditorio de gente tradicionalista dije que si Dios era capaz de hacer milagros yo le exigía que hiciera el milagro de llenar diariamente las barriguitas de los millones de niños hambrientos, porque no podía soportar la idea de un Dios capaz de hacerlo y sin embargo dejara morir de hambre a sus hijitos más indefensos y débiles. Creo que me pasé, pero se explica por las circunstancias. En fin, es claro que no peco de tentar a Dios, es que el milagro ocurre cuando, movidos por la fe en Dios, hacemos que algunos o todos de esos niños dejen de pasar hambre. Dios siempre está presente, como bien dices, pero no es intervencionista, entre otras cosas porque no puede forzar nuestra libertad, pero también porque su respeto al ser creatural es infinito. Su poder llega a tal extremo que puede no poderlo todo. Es la máxima expresión de la omnipotencia divina, la kénosis divina.

Dvqe
4 de noviembre de 2010 a las 01:54

Dios siempre presente en la Historia del Hombre porque interviene - y menuda intervención - en el Misterio Pascual. Me da que este Misterio es mucho más actual de lo que llegamos a percibir. Tal vez la duda surge por el 'alejamiento' de este Misterio. Vamos a ver, yo, mis circunstancias... ¡mi vida está llena de actos ajenos a la voluntad de Dios! Claro, al final del día, echo cuentas sobre cuándo 'habría sido oportuna' la intervención divina... y le enmiendo la plana al Creador.
Sobre mis actos y sus consecuencias, y cómo encaja en la 'ecuación vital', la omnipresencia de un Dios dinámico y a la vez paciente sólo puedo acudir al Predicador del Papa, P. Rainiero Cantalamessa. Creo que fue allá por el 2003:

Se titulaba "Presentar los asuntos a Dios"

(...) Esta vía de la obediencia a Dios no tiene, de por sí, nada de místico o extraordinario, sino que está abierta a todos los bautizados. Consiste en «presentar los asuntos a Dios», según el consejo que un día dio a Moisés su suegro Jetró (Cf. Ex 18,19). Yo puedo decidir por mi mismo tomar una iniciativa, hacer o no un viaje, un trabajo, una visita, un gasto y después, una vez decidido, rogar a Dios por el éxito del asunto. Pero si nace en mí el amor de la obediencia a Dios, entonces actuaré de forma diferente: preguntaré primero a Dios, con el medio sencillísimo que es la oración, si es su voluntad que yo realice ese viaje, ese trabajo, aquella visita, aquel gasto, y después lo haré o no, pero ya será, en todo caso, un acto de obediencia a Dios, y no ya una libre iniciativa de mi parte.

Normalmente está claro que no oiré, en mi breve oración, ninguna voz, ni tendré respuesta explícita alguna sobre qué hacer, o al menos no es necesario que la haya para que lo que hago sea obediencia. Actuando así, de hecho, he sometido el asunto a Dios, me he despojado de mi voluntad, he renunciado a decidir yo solo y he dado a Dios una posibilidad de intervenir, si quiere, en mi vida. Lo que ahora decida hacer, regulándome con los criterios ordinarios de discernimiento, será obediencia a Dios.

Como el servidor fiel no toma jamás una iniciativa ni atiende una orden de extraños sin decir: «Debo escuchar antes a mi patrón», igualmente el verdadero siervo de Dios no emprende nada sin decirse a sí mismo: «¡Debo orar un poco para saber qué quiere mi Señor yo que haga!». ¡Así se ceden las riendas de la propia vida a Dios! La voluntad de Dios penetra, de esta forma, cada vez más capilarmente en el tejido de una existencia, embelleciéndola y haciendo de ella un «sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» (Rm 12, 1). Toda la vida se convierte en una obediencia a Dios y proclama silenciosamente su soberanía en la Iglesia y en el mundo.

Dios --decía San Gregorio Magno-- «a veces nos advierte con las palabras, a veces, en cambio, con los hechos», esto es, con los sucesos y las situaciones [7]. Existe una obediencia a Dios --a menudo entre las más exigentes-- que consiste sencillamente en obedecer a las situaciones. Cuando se ha visto que, a pesar de todos los esfuerzos y los ruegos, hay en nuestra vida situaciones difíciles, a veces hasta absurdas y --en nuestra opinión-- espiritualmente contraproducentes, que no cambian, es necesario dejar de «dar coces contra el aguijón» y empezar a ver en ellas silenciosa, pero resuelta voluntad de Dios en nosotros. La experiencia demuestra que sólo después de haber pronunciado un «sí» total y desde lo profundo del corazón a la voluntad de Dios, tales situaciones de sufrimiento pierden el poder angustiante que tienen sobre nosotros. Las vivimos con más paz.

Un caso de difícil obediencia a las situaciones es el que se impone a todos con la edad, o sea, la retirada de la actividad, el cese de la función, tener que pasar el testigo a otros dejando tal vez incompletos y en suspenso proyectos e iniciativas en marcha. Hay quien, bromeando, ha dicho que la función de superior es una cruz, pero que a veces lo más difícil de aceptar no es subir a ella, sino bajar, ¡ser privados de la cruz!

Ciertamente no se trata de ironizar sobre una situación delicada, ante la cual nadie sabe cómo reaccionará hasta que no llegue. Ésta es una de las obediencias que más se aproximan a la de Cristo en su Pasión. Jesús suspendió la enseñanza, truncó toda actividad, no se dejó retener por el pensamiento de qué pasaría con sus discípulos; no se preocupó de qué sería de su palabra, confiada, como lo estaba, únicamente a la pobre memoria de algunos pescadores. Ni siquiera se dejó retener por el pensamiento de que dejaba sola a una Madre. Ningún lamento, ningún intento de hacer cambiar la decisión al Padre: «Para que el mundo sepa que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado. Levantaos --dijo--, vamos» (Juan 14,31).

Amén, y mis disculpas por el rollo (bueno, el 'rollo' del P. Cantalamessa)

lola
4 de noviembre de 2010 a las 09:15

El dar de comer a los que nada tienen, eso no es ningun milagro, consiste en que nosotros comamos menos...asi de sencillo. Ya lo dijo Jesus:Dadles vosotros de comer...
el milagro es que cada uno de nosotros, este al menos, al lado de uno que sufre, !y como nos cuesta!
Por muchos milagros que haga habra gente que no creera; Ya lo dijo al rico Epulon;no creeran, ni aunque resucite un muerto.
Prediquemos sin miedos y sin prejuicios, sin hacer una religion comoda, a mi manera. !NO! Dios lo pide todo:el que no carge su cruz cada dia y me siga no es digno de mi. Aunque uds intenten hacerla comoda, no van a tener mas gente

Juanjo
4 de noviembre de 2010 a las 17:52

Cuanto más estudia uno, cuanto más lee, cuanto más indaga, cuanto más reflexiona, cuanto más medita e intenta comprender, más se da cuenta del Misterio que Dios representa. He aquí la prueba(opiniones para todos los gustos). El que no se puede comprender totalmente, a quien no vemos, pero en quien creemos, quien se escapa por todos lados, pero quien se nos aproxima infinitamente sin dejar de ser Dios. Está en nosotros y no le comprendemos bien. ¡Gran Misterio! ¿Para qué más milagros? ¡TODO es milagro! o nada es milagro. ¡SIGNOS! Yo intento eso verlo por sus signos. Ver sus huellas, su brisa suave. ¡Gracias Dios mío, por no ser un Dios espectáculo, por no haber sucumbido a las tentaciones del desierto.

Logo dominicos dominicos