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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor


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7
Dic
2010
María, orgullo de nuestra raza
9 comentarios

Es posible pararse en la letra de los dogmas. Pero, dado que los dogmas nunca agotan la realidad a la que apuntan, es posible ir más allá de ellos y buscar, en los dogmas sobre María, no un motivo de fácil admiración, sino una llamada a una exigente renovación. El dogma de la Inmaculada nos orienta sobre una serie de aspectos propios de toda relación del creyente con Dios. La figura de María aparece así como el más acabado ejemplo de lo que es y debe ser cada cristiano

El dogma recuerda que María, como todos los creyentes, fue redimida. Todos necesitamos de Cristo para salvarnos. El dogma de la Inmaculada de ningún modo niega la universalidad de la acción salvadora de Cristo. Sin Cristo ninguno podemos alcanzar la santidad ni llegar a Dios. El dogma lo deja muy claro: María fue redimida, sí, necesitó de Cristo. Ella pertenecía a la comunidad humana de personas que, en razón del primer pecado, se convirtieron en radicalmente incapaces de alcanzar la salvación.

Por otra parte, el dogma es expresión del amor de Dios a María. Pero el amor de Dios a una persona no excluye a ninguna otra. Dios ama a todos con todo su amor, a todos por igual. A veces pensamos que Dios ama más a unos que a otros, más a los justos que a los pecadores. Es una triste manera de entender a un Dios que en Jesucristo se revela como Amor y nada más que Amor. Amor incondicional. En Dios no hay más ni menos amor. Sólo hay “su” amor. Somos nosotros los que, al amar egoísta y limitadamente, proyectamos en Dios nuestros pequeños amores, incapaces de comprender un Amor sin límites, que ama a quien no se lo merece.

La fiesta de la Inmaculada nos orienta no sólo a la verdad del amor de Dios a María y a todos nosotros, sino a la necesidad de responder a su amor, para alcanzar así la plenitud de la amistad. Y ahí es dónde María aparece como el más acabado ejemplo de correspondencia al amor de Dios. Ella acogió incondicionalmente la Palabra de Dios y acogió el Amor de Dios. Y así es la más acabada manifestación de lo que supone la fe: amar a Dios con todas las fuerzas. De este modo se convierte, como dice la liturgia, en “orgullo de nuestra raza”. En una de las nuestras se ha manifestado hasta donde puede llegar un ser humano en su entrega a Dios.

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5
Dic
2010
Nacimiento de Dios
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No pienso sólo en el nacimiento de Jesús al decir nacimiento de Dios. Sin duda, el acontecimiento de la Encarnación de Dios en el hombre Jesús de Nazaret es la entrada en el tiempo del Verbo de Dios: el Verbo se hizo carne, como se dice de todo niño que viene al mundo. Pero este nacimiento se desdobla en varios acontecimientos estrechamente relacionados que también pueden calificarse de “nacimiento de Dios”. Según la carta a los Hebreos, la elevación de Cristo a la derecha del Padre fue su introducción en el santuario de Dios, que le dijo: “Tu eres mi Hijo, hoy te he engendrado”. Más aún, esta partida de Jesús es el tiempo de la venida del Espíritu, derramado sobre toda carne, para la siembra de la vida divina, para reunir a los hijos de Dios dispersos y llevarlos a la gloria, constituyendo así “el cuerpo total” de Cristo.

Con la resurrección de Cristo se anuncia la gloria de los hijos de Dios, cuando Dios sea “todo en todos”. Podemos y debemos calificar este acontecimiento final como el definitivo nacimiento de Dios en todos y cada uno de nosotros. Aún podemos añadir un último significado, porque el creyente de hoy recibe la revelación en una cultura distinta de la de los primeros cristianos. Esta nueva cultura, como reconoce el Concilio Vaticano II, bajo algunos aspectos le permite comprender y expresar mejor la revelación, le obliga a pensar a Dios en función de una nueva situación, le inspira un lenguaje nuevo sobre Dios. Es necesario que Dios siga naciendo hoy en nuestra cultura y en nuestras vidas para que la revelación, ocurrida en otro tiempo, sea acogida hoy y manifieste su validez para hoy.

El que desde el comienzo de los tiempos viene al encuentro del mundo, y se hace plenamente presente en Jesús de Nazaret, sigue naciendo cada día en la Iglesia en cuanto “Dios-con-nosotros”. El nacimiento de Dios, lejos de ser un acontecimiento del pasado, es una realidad que debe hacerse presente en cada momento de la historia de las personas y es también una esperanza de plenitud futura, que llena y llenará de sentido la vida.

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3
Dic
2010
Cada religión, bendición para las otras
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Las religiones tienen un peligro: pretender apropiarse del Absoluto. Su vocación universalista está permanentemente amenazada de convertirse en totalitarismo, cuando en lugar de ofrecerse como oportunidad para todos, pretenden ser lugares únicos y exclusivos de salvación. El diálogo interreligioso supone una buena conciencia de la propia identidad, pero también un respeto a la identidad de los demás y a su “buena fe”. Solo desde este respeto es posible comprender a las otras religiones en lo mejor de sí mismas y hacer de esta escucha una posibilidad de enriquecimiento de mi propia identidad.

El judaísmo nos aporta la experiencia de un Dios fiel, que busca hacer una Alianza con su pueblo, que ningún nombre agota ni ninguna imagen representa. El Islam adora a un Dios único que trasciende todo lo representable, que ordena la jornada de sus fieles en torno a cinco oraciones diarias y llama al hombre a que se le someta, porque someterse a Dios es someterse al derecho; el bahaísmo recuerda la unidad de la raza humana por el amor; el hinduismo nos invita al respeto y la apertura a la vida, y a descubrir la esencia divina que está en todo ser humano; el budismo nos invita a despertar nuestra conciencia y a liberarnos de todo sufrimiento; el taoísmo a acoger la armonía y rechazar la agitación; el confucionismo a venerar la memoria de los antepasados; las religiones amerindias a respetar la Madre Tierra.

El cristianismo nos habla de un Dios que es Amor, que por amor ha creado el mundo, que por amor se ha hecho uno de nosotros y nos ha revelado así el carácter sagrado de todo ser humano. También sería interesante descubrir la riqueza que las posturas no creyentes pueden aportar a las personas religiosas. Por una parte nos ayudan a no olvidar que la fe en Dios es inseparable de la búsqueda de la justicia y de la lucha por la dignidad de todo ser humano; por otra nos llaman a la humildad, al hacernos caer en la cuenta de que Dios no es una evidencia, sino un “Dios escondido”.

En la medida en que las religiones sean más acogedoras y respetuosas las unas con las otras, se convertirán en una bendición las unas para las otras y en camino de encuentro entre los seres humanos.

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30
Nov
2010
Preservativo, mal menor
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Lo que Benedicto XVI ha declarado sobre el uso del preservativo en algunos casos, posiblemente represente una pequeña novedad en su enseñanza. Sin duda, la declaración no es un acto del Magisterio de la Iglesia. Aunque, ciertamente, es propia de una persona competente. Lo sorprendente es que, una vez que el Papa lo ha dicho, se han acallado muchas bocas que seguramente, si eso mismo lo hubiera dicho cualquier teólogo o catequista, se hubieran manifestado negativamente. No sería correcta esta postura: si lo dice el Papa está bien o, al menos, es respetable, y si lo dice otro está mal o, al menos, es discutible. Las cosas no son ni buenas ni malas en función de quién las dice, sino de la verdad intrínseca del asunto. Lo que hay que discutir es el asunto por sí mismo, sin prejuicios y con argumentos.

Estoy convencido de que lo dicho por el Papa no aporta ninguna novedad en materia moral. Es simplemente una aplicación de la doctrina del mal menor, aceptada por todos los moralistas y que bastantes confesores han recomendado alguna vez: "Es lícito persuadir a uno que haga un mal menor si ya está determinado a cometer un mal mayor. Y la razón es que, quien tal aconseja no pretende un mal sino un bien, es decir, que se elija un mal menor", decía San Alfonso María de Ligorio. Y citaba a San Agustín: "Si de todas maneras lo tiene que hacer, mejor que cometa un adulterio que no un homicidio, o mejor una simple fornicación que un adulterio". En materia moral hay que tener en cuenta siempre a la persona y sus circunstancias.

Me contaron un caso: una mujer casada, con hijos, buena cristiana, precisamente por ser cristiana aguanta y cuida a un marido drogadicto. Por estar convencida del valor del sacramento, no quiere abandonarlo, a pesar del sufrimiento que eso le supone. Hay momentos en que el marido pide tener relaciones sexuales, cosa que a su mujer, dada la situación, más bien le repugna. Además, es consciente de que es una irresponsabilidad quedar embarazada en las actuales circunstancias. Si no acepta la propuesta de relación sexual, el marido se pone muy violento. Ella acepta con una condición: que use el preservativo. Hay quien le dice que, en una católica, esto es inaceptable. ¿Cuál la buena respuesta? ¿Estamos ante un caso con un tratamiento similar al que se refiere el Papa?

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28
Nov
2010
¿Del barro al barro? ¡De Dios a Dios!
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Los que no saben de dónde vienen tampoco saben a dónde van. Y los que no saben a dónde van, andan perdidos por el camino. De ahí la gran importancia que tiene comenzar el año litúrgico con la mirada puesta en la escatología, en el final de los tiempos, en la definitiva venida del Señor. Lo repito cada año, pero sospecho que las inercias, las del mundo interesado en que “ya es Navidad en el Corte Inglés”, y las de muchas personas piadosas que ya están pensando en preparar el Belén, dificultan caer en la cuenta del sentido escatológico de estos primeros días de Adviento. Las lecturas de la Eucaristía de ayer orientaban claramente hacia este final de la historia y del cosmos, en el que los creyentes esperan encontrarse definitiva y claramente, sin velos y sin engaños, con Cristo Resucitado.

La ciencia dice que venimos del barro. Y lo dice con buenas razones: el ser humano es el resultado de la evolución de la materia. De ahí, muchos científicos infieren que vamos a volver al barro. Lo dicen porque prescinden de nuestro verdadero origen, unas veces por razones metodológicas y otras por razones filosóficas. El verdadero origen nos lo descubre la fe: venimos de Dios y no (o no sólo) del barro. Para volver a Dios y no al barro. El saber de dónde venimos permite conocer a dónde vamos. Y conocer la meta de nuestro camino, estar bien orientados, saber a dónde vamos, ayuda a no perderse, a reorientarse en caso de desvío y a recorrer el camino con esperanza. Así, la cuestión de nuestro origen se convierte en una verdad llena de sentido, y la cuestión de nuestro fin en la mejor guía para nuestro caminar.

El prefacio tercero del Adviento (que debería utilizarse en estos primeros días), da gracias al Padre, al que califica de “principio y fin de todo lo creado”: todo procede de Dios y todo tiende hacia Dios. Por este motivo “pasará la figura de este mundo”. Nosotros somos peregrinos sobre la tierra. Nuestra verdadera patria, nuestro destino es “un cielo nuevo y una tierra nueva”. ¿Y mientras tanto qué? Precisamente porque sabemos a dónde vamos, estamos preparados para descubrir las huellas y signos en los que el Señor se nos hace presente. Así, el prefacio afirma que este Señor que aparecerá lleno de gloria, “viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento”. Ahora, si de verdad “aguardamos su última venida”, viviremos dispuestos para acogerle en cada hermano con amor y para vivir cada circunstancia con fe.

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23
Nov
2010
La Sibila dice: "Jesús, Juez universal"
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La Sibila es un canto catalán del siglo XIII, cantado desde entonces la noche de Navidad en todas las Iglesias de Mallorca, que acaba de ser declarado patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO. Este año el canto sonará con más emoción, si cabe, en toda la isla. Lo canta a capella una niña o un niño representando a las antiguas Sibilas paganas que, según decía San Agustín, anunciaban la venida de Jesús como juez universal al final de los tiempos. Es realmente llamativo que la noche en la que se celebra el nacimiento de Jesús, la tradición del canto de la Sibila recuerde que este niño vendrá un día como Juez, enlazando de esta forma con el sentido de la primera parte del Adviento que, como es bien sabido (o debería serlo), no habla de la primera venida de Jesús en Belén, sino de su última y definitiva venida, cuando “vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos”.

La Sibila comienza proclamando: “el jorn del judici parrà el qui haurà fet servici”, el día del Juicio se verá quien haya hecho servicio. ¿Qué servicio? Mejor aún, ¿quién ha servido? Los que vivieron según el espíritu de las bienaventuranzas. Esos oirán: “venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me distéis de comer”. El servicio que brota del amor es el criterio de un juicio favorable. El canto de la Sibila, por otra parte, resulta de una actualidad sorprendente: advierte de las consecuencias del maltrato de la tierra, no sólo en sus mejores hijos, los seres humanos, sino también en la maravilla de sus riquezas ecológicas: “los peixos donaran gran crit, perdent son natural delit”, los peces darán un gran grito, perdiendo su natural deleite. ¿No es esto lo que ocurre actualmente, un uso indiscriminado de los recursos naturales a costa de la desaparición de preciosas especies vegetales y animales?

       

De ahí que ante el peligro de un infierno (intra y ultramundano) debido a la destrucción de la tierra y al egoísmo humano que abandona al pobre, la Sibila invoca la protección de la Virgen parturienta para que despierte nuestras conciencias: “humil verge qui haveu parit Jesus infant en esta nit, vullau a votron Fill pregar que de l’infern vulga’ns lliurar”, humilde Virgen que habéis parido a Jesús niño en esta noche, tened a bien rogar a vuestro Hijo que nos libre del infierno.

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23
Nov
2010
No nos quieren a los religiosos
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“(En España) no nos quieren” (a los religiosos), me repetía un bien conocido Superior General hace poco con cara triste. Benedicto XVI los va a recibir pronto. Habrá educadas quejas. El Papa ha de saber. Es importante que sepa”. Son palabras de Juan Rubio en el último número de Vida Nueva. Y es que últimamente parece que lo eclesialmente correcto es criticar a la vida religiosa. Un reciente episodio doloroso, sobre todo para los religiosos y religiosas dedicados a la enseñanza, es un borrador preparado por el Obispo de Almería, muy crítico con la educación religiosa que se imparte en los Colegios católicos.

Eso no es obstáculo para que haya grupos que censuran precisamente el supuesto adoctrinamiento que se impartiría en nuestros colegios y la presión que sobre los niños hacemos al invitarles a rezar. En Albacete la prensa ha hecho mucho ruido contra una experiencia iniciada en un Colegio de la ciudad, que ha implantado un método de oración con niños iniciado por un estupendo fraile escolapio de Valencia. O sea, palos de un lado porque no llegamos y palos de otro porque nos pasamos.

¿Nos quieren o no nos quieren? Depende de con quien te encuentras. Parece que algunos esperan de los religiosos, y sobre todo de las religiosas, no una actitud de servicio, sino una actitud servil. También tiene uno, a veces, la impresión de que a los religiosos no nos consideran Iglesia. Se diría que la Iglesia son los curas. Los religiosos, a lo sumo, somos unos buenos auxiliares, y cuando no queda otro remedio. ¡Ya está bien! La Iglesia somos todos, una Iglesia en la que hay muchos carismas y servicios, todos muy necesarios. Y antes de criticarlos, debemos apoyarlos y amarlos.

Por otra parte, la mayoría de las Órdenes y Congregaciones están bajo la protección del Papa. Si hay quejas, a él habría que dirigirse. Por cierto, no parece que el Papa opine que la vida religiosa está en decadencia. En una de sus últimas declaraciones al respecto, la calificó como necesaria para la Iglesia. ¿Que está en crisis? Depende de cómo se mire, de a dónde se mire y a qué se refiera uno. Quizás, aunque en algunos sitios no lo parezca, está en crisis de crecimiento. El crecimiento que comporta ilusión, esperanza, ganas de vivir y de trabajar.

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21
Nov
2010
Libro de Benedicto XVI: mucho más que preservativos
8 comentarios

Casi toda la prensa española y los blogs religiosos en español destacan un aspecto secundario, en todo caso, un tema más, de los muchos que aparecen en el libro “Luz del mundo”, una entrevista a Benedicto XVI, que el próximo martes podrá encontrarse en las librerías. Comprendo que haya obsesión con determinados temas, pero hacernos creer que el interés del libro está en la afirmación de que, en algunos casos, el uso del preservativo puede contribuir a humanizar la sexualidad, resulta empobrecedor. Dejo aparte que lo que dice sobre este asunto no aporta nada nuevo. Ocurre que en materias teológicas y morales casi todos creen saber mucho y son muchos son los que saben muy poco.

Una clave para leer el libro: nos enfrentamos con muchos problemas, “pero no resolveremos ninguno si Dios no está en el corazón y no lo hacemos más visible en el mundo”. Otra clave: no se trata de un acto del Magisterio, es una entrevista que muestra un Benedicto XVI alejado de rigideces, que habla en un tono libre, sencillo, humilde, autocrítico y hasta humorístico. Le gustan las películas de Don Camilo y se autocalifica de “pequeño Papa”, en comparación con su “gran” predecesor. ¿Pequeño Papa Benedicto XVI? La historia lo dirá. Otra clave: su mirada sobre el mundo está llena de esperanza, consciente de las dificultades y penas, pero también de las alegrías de la vida.

Algunas muestras del contenido de la entrevista. 1) El gran desafío de la nueva Evangelización comporta estos dos pilares: el lazo entre razón y fe, y la centralidad de Cristo como único camino de salvación. 2) Sobre el episodio de Ratisbona confiesa: se trataba de un discurso estrictamente académico, pero no fui consciente de que la lectura de los discursos papales no es académica, sino política. 3) Asunto pedofília: no hay ningún complot contra la Iglesia. Precisamente porque el mal está dentro de la Iglesia, otros han podido utilizarlo contra ella. 4) Es prioritaria la relación con los judíos, “nuestros padres en la fe”, mejor que “nuestros hermanos mayores”. 5) Sobre el levantamiento de la excomunión a los obispos lefrebianos: hicimos un mal trabajo de información y cometimos el error de no estudiar ni preparar suficientemente el asunto.

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19
Nov
2010
Reino eterno y universal
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El prefacio de la Misa de la fiesta de Cristo Rey se refiere a un “reino eterno y universal”. Y ofrece esta explicación de porqué es eterno y universal: porque se trata del reino de la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz. Es eterno y universal porque concentra una serie de valores que, si se entienden bien, son los que todo ser humano desea vivir. Es eterno porque estos valores siempre permanecen, incluso allí donde solo parece que hay mal y mentira. Pues el que hace el mal a los demás, busca el bien para sí. Y el que miente, no quiere ser engañado. También ellos, en el mal que hacen, buscan el bien, sin comprender que no hay bien sólo para uno, ni hay libertad individual. El bien y la libertad sólo se realizan cuando alcanzan a todos. Y es universal porque es el único que puede poder de acuerdo a todos los seres humanos ya que, bajo formas aparentemente opuestas, todos buscan la vida, el amor y la paz.

Este reino es un motivo de fe y de esperanza. Todavía no ha llegado, aunque quienes lo esperan buscan con todas sus fuerzas anticiparlo y hacerlo presente, siquiera sea fragmentariamente. La fe y la esperanza en este Reino no conducen a la pasividad, son un estímulo para luchar con todas nuestras fuerzas a favor del bien, la libertad y la reconciliación entre los seres humanos. Porque el bien, la libertad, el amor, no pasan nunca. Siempre quedan. “El cielo y la tierra pasarán”, anunció Jesús en su último discurso. Todos los reinos de este mundo, la bolsa de Nueva York y los arsenales atómicos, pasarán, tienen fecha de caducidad. Jesús añadía: “mis Palabras no pasaran”. Todo lo que se opone al Evangelio, el anti-amor, la anti-verdad, el odio, no tiene futuro. Todo pasa, menos la Palabra que permanece para siempre y termina resultando victoriosa.

Reino eterno y universal porque es solidario con todo lo humano. Por eso Cristo se hizo pobre. Un Cristo rico no hubiera sido universal ni hubiera podido amar a todos. En la pobreza está la universalidad de su solidaridad. Ahí está su encuentro con todos. Con el pobre y con el rico. A este último llamándolo a compartir para ser verdaderamente rico, con la riqueza de una nueva humanidad.

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16
Nov
2010
Convivir en la pluralidad de creencias
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En un mundo crispado como el nuestro, en el que se recela del diferente y se sospecha del distinto, la escuela se está convirtiendo en lugar de convivencia cotidiana. Allí, niñas y niños todavía sin prejuicios, sin experiencias previas de rechazo, se encuentran en las aulas y en los patios de recreo y comprueban por experiencia que el otro no es tan distinto como a veces pensamos los mayores. Esta base social debería ser aprovechada y potenciada por las religiones. La auténtica experiencia religiosa genera la capacidad de abrirme al otro como diferente de mí y al mismo tiempo como hermano. Las religiones están llamadas a dar testimonio de que la experiencia espiritual hace salir de uno mismo, relativiza el yo y lo mío, y crea fraternidad.

Desde esta base antropológica, del roce que empieza en la escuela, sigue en la escalera que comparto con otros vecinos, continúa en los parques en los que mis niños juegan con otros niños, o en el comercio donde gentes distintas compramos el mismo pan; desde esta base socio-antropológica, digo, las religiones están llamadas a promover conjuntamente la paz y la justicia en el mundo. La autenticidad y credibilidad de sus líderes se mide no por sus llamadas a lo identitario que divide, sino por su capacidad de promover causas conjuntas. Por ejemplo, ¿por qué no pensar que cristianos y musulmanes podemos juntarnos para defender, en España y en Europa, los derechos de los inmigrantes? ¿Por qué no hacer esto desde centros comunes de acogida y oración? ¿Por qué la Biblia y el Corán no pueden ocupar juntos un lugar venerable en esta sala de acogida? ¿Por qué no pensar en asociaciones “mixtas”? ¿Es esto soñar?

La aportación específica de las religiones en el terreno de la paz y la justicia es mostrar que una actitud injusta o violenta no solo destruye a la víctima, sino también al agresor; que cuando causamos daño a los demás nos hacemos daño, aún sin darnos cuenta, a nosotros mismos, porque atrofiamos nuestra capacidad de ser humanos y, desde el punto de vista religioso, nos alejamos de Dios. Cuando los líderes religiosos dejen de hablar de destruir al infiel, al pagano o al hereje, para decir claramente que los atentados contra el infiel, el pagano y el hereje son el mayor insulto al propio Dios, entonces habremos encontrado el buen camino para la convivencia en la pluralidad de creencias.

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