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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

3
Dic
2010

Cada religión, bendición para las otras

5 comentarios

Las religiones tienen un peligro: pretender apropiarse del Absoluto. Su vocación universalista está permanentemente amenazada de convertirse en totalitarismo, cuando en lugar de ofrecerse como oportunidad para todos, pretenden ser lugares únicos y exclusivos de salvación. El diálogo interreligioso supone una buena conciencia de la propia identidad, pero también un respeto a la identidad de los demás y a su “buena fe”. Solo desde este respeto es posible comprender a las otras religiones en lo mejor de sí mismas y hacer de esta escucha una posibilidad de enriquecimiento de mi propia identidad.

El judaísmo nos aporta la experiencia de un Dios fiel, que busca hacer una Alianza con su pueblo, que ningún nombre agota ni ninguna imagen representa. El Islam adora a un Dios único que trasciende todo lo representable, que ordena la jornada de sus fieles en torno a cinco oraciones diarias y llama al hombre a que se le someta, porque someterse a Dios es someterse al derecho; el bahaísmo recuerda la unidad de la raza humana por el amor; el hinduismo nos invita al respeto y la apertura a la vida, y a descubrir la esencia divina que está en todo ser humano; el budismo nos invita a despertar nuestra conciencia y a liberarnos de todo sufrimiento; el taoísmo a acoger la armonía y rechazar la agitación; el confucionismo a venerar la memoria de los antepasados; las religiones amerindias a respetar la Madre Tierra.

El cristianismo nos habla de un Dios que es Amor, que por amor ha creado el mundo, que por amor se ha hecho uno de nosotros y nos ha revelado así el carácter sagrado de todo ser humano. También sería interesante descubrir la riqueza que las posturas no creyentes pueden aportar a las personas religiosas. Por una parte nos ayudan a no olvidar que la fe en Dios es inseparable de la búsqueda de la justicia y de la lucha por la dignidad de todo ser humano; por otra nos llaman a la humildad, al hacernos caer en la cuenta de que Dios no es una evidencia, sino un “Dios escondido”.

En la medida en que las religiones sean más acogedoras y respetuosas las unas con las otras, se convertirán en una bendición las unas para las otras y en camino de encuentro entre los seres humanos.

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Calimandroco
3 de diciembre de 2010 a las 07:36

Uno de los problemas para el diálogo entre religiones son los criterios de verdad para sentarnos a hablar con otras confesiones. Desde nuestra "parcela" podemos, confrontándonos con las otras, apreciar y re-valorar elementos que estaban olvidados y hasta desprestigiados en la nuestra. Ahora bien, el criterio de verdad, para pasar a todas las confesiones, como tú muchas veces has dicho, es: el criterio humanizador. Es, también creo yo, que el criterio más importante. Podré aprecia detalles de una confesión, pero sin olvidar que lo humanizador es el objetivo fundamental de toda confesión (o no). Además de pasarlo a todas las confesiones, también es un criterio a pasar a todos y cada uno de los creyentes. De esta manera se puede salir al encuentro no sólo del hermano de otra creencia sino a cualquier hermano, venga de donde venga.

Juanjo
3 de diciembre de 2010 a las 10:03

Algo que nos parece hoy día tan natural como la mutua aceptación y el respeto de la religión del otro, y "su parte" de verdad, cuando uno lee ciertos documentos o ve ciertas acciones cree descubrir una actitud a la defensiva o un repliegue hacia su verdad. En toda religión.
Esa impresión me causó por ejemplo la lectura de la declaración Dominis Iesus v.gr. "hoy en peligro por teorías de tipo relativista, que tratan de justificar el pluralismo religioso, no sólo de facto sino también de iure (o de principio)" o las observaciones al P. J. Dupuis sj.
Y es que cada uno pone el acento o subraya aquello por lo cree que vale más apostar siendo bien consciente de que en contra siempre habrán aspectos que razonablemente deban ser purificados.
Prefiero apostar por una pluralidad bien entendida a replegarme a defender a ultranza mi verdad.

Bernardo
3 de diciembre de 2010 a las 11:00

Se trata de no confundir los medios con los fines. Las religiones están dentro del ámbito de las mediaciones, nunca son fines en sí mismas, ni ellas ni sus propuestas. la religión, en su propia etimología lo vemos, es un intento por unir a los hombres entre sí y con Dios. Cuando se olvidan de esto y entran a considerarse como el fin del hombre, entonces pervierten su propia esencia. La verdadera religión es la del Espíritu y la Verdad, la del corazón, no la de las prácticas en Jerusalén o en Garizim.

rutas fraternas
4 de diciembre de 2010 a las 07:52

Las diferentes religiones son como hojas de ruta en la peregrinación al Misterio del que todos formamos parte, y nos constituye en nuestro ser-profundo. Hojas de ruta complementarias. Todas inciden en que la verdadera transformación se inicia en el interior de cada uno. Y a partir de ahí desborda la transformación de la relación con los demás peregrinos y con el hábitat, herencia de todas las generaciones .
Todas las religiones son patrimonio de la humanidad y como tales deben ser respetadas, amadas, estudiadas. Son el dedo que apuntan al Misterio.Espejos reflectantes de la Luz Divina que nos constituye.

Gracias Martín por tu empatía teológica, actual y actualizada

Desiderio
6 de diciembre de 2010 a las 22:05

Pues sí, si en vez de estar preocupados por la “razón que tenemos” estuviéramos ocupados en averiguar lo que podemos aprender de los demás, ¿no estaríamos más en el camino de la verdad? ¿No sería maravilloso un encuentro entre distintas confesiones, simplemente para poner en común, para compartir, para aprender,… como hermanos que vamos siguiendo a un mismo Padre? Yo creo que la posibilidad o imposibilidad de esto no deriva tanto de las religiones como de los gobernantes, y de los intereses creados.

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