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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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18
Jun
2021
¿Es posible odiar a Dios?
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caos04

Si odio es rechazar lo que genera disgusto, lo que no me gusta, lo que me hace daño, aunque no sepa explicar muy bien porqué, entonces parece imposible odiar la suprema bondad, el supremo bien, la plena verdad, la belleza total y la absoluta felicidad. Todo eso, y mucho más, es Dios. Digo mucho más porque no hay palabras, por muy positivas que sean, que puedan definir lo que es Dios. Como bien decía San Justino “si alguien se atreve a decir que hay un nombre que expresa lo que es Dios es que está rematadamente loco”.

Por tanto, si alguien dice que odia o aborrece a Dios es porque no sabe lo que dice. Y si cree saber lo que dice, en realidad confunde a Dios con lo que no es. Quizás odia la severidad, quizás odia un determinado modo de concebir la moral, quizás odia que le impongan alguna carga, y confunde a Dios con todo eso. No odia a Dios, en realidad odia un dios imaginario, una falsa imagen de Dios. Es posible que esta falsa imagen de Dios la haya oído o encontrado en ambientes creyentes. Ya el Vaticano II hizo notar que en la génesis del ateísmo pueden tener parte de culpa los propios católicos por la mala doctrina que difunden o por el mal ejemplo que dan con su vida. Si alguien se queda con esa mala doctrina o ese mal ejemplo, y los aborrece, no aborrece en realidad a Dios, sino la mala imagen que de Dios hemos dado los creyentes.

El amor se mueve cuando se encuentra con algo que le atrae o le gusta; el odio se mueve cuando encuentra algo o alguien que le disgusta. Dios puede ser encontrado de dos modos: en sí mismo y, en este sentido, sólo será plenamente encontrado en la vida eterna; una vez encontrado, es imposible odiarle. Ahora bien, en este mundo Dios siempre es encontrado a través de mediaciones. Como acabamos de decir, si nos encontramos con una falsa o mala imagen de Dios, es posible odiar esta imagen. Pero también es posible encontrarnos con una buena imagen de Dios, con la mejor mediación posible, aunque no seamos conscientes de la presencia de Dios en esta mediación, a saber, el prójimo. Desde esta perspectiva es posible odiar a Dios. Odiamos a Dios, que está presente en el prójimo, cuando hacemos daño al hermano, cuando por envidia o por venganza deseamos que alguien no sólo desaparezca de nuestra vida, sino que desaparezca de la vida.

En esta línea hay que entender la grave denuncia de Jesús en Jn 15,24: “nos odian a mí y a mi Padre”. En realidad, lo que odia “el mundo” (como muy bien explica Tomás de Aquino comentando este texto) son las palabras y las obras de Cristo, en la medida en que estas obras y palabras denuncian la maldad del mundo. Más aún, la maldad imposibilita el encuentro con Dios, ya que la maldad y la bondad son incompatibles: “es imposible que un malo vea a Dios” (Tomás de Aquino).

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14
Jun
2021
Dios, pobreza eterna
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cruzmoderna02

El lenguaje que Dios ha elegido para darse a conocer es el ser humano, con todo lo que es y comporta. Un lenguaje maravilloso, pero al mismo tiempo limitado. Porque no hay realidad creada que pueda contener y expresar totalmente la grandeza de Dios. La revelación está totalmente afectada por la ley de la analogía, tal como dice el cuarto concilio de Letrán: “la diferencia que existe entre Él y nosotros es todavía mayor que el parecido”. Cuando Dios se revela en el hombre Jesús, esta revelación es limitada y, por tanto, oculta a Dios al mismo tiempo que lo revela.

El ser humano es el alfabeto, el órgano, el mejor instrumento sonoro que Dios puede escoger, si decide darse a conocer a su creatura. Dios debe volcar sus profundidades divinas, el abismo de su plenitud, en un abismo de indigencia. Así se explica que su gloria se revele en la cruz. Cuando Dios se revela, el ser humano sólo le alcanza en lo humano. La Palabra eterna nos llega en la carne de Jesucristo y en la palabra de la Iglesia (de sus sacramentos, de su liturgia, de su jerarquía, de sus doctores y teólogos). De forma similar hay que decir que para amar a Dios debemos encontrarle y amarle en nuestro prójimo, en la humildad de las relaciones fraternas.

Pero si el hombre es el lenguaje de Dios, el humano nunca se identifica con Dios. Dios se revela en lo humano, pero lo humano no es Dios. En lo humano se encuentra lo que Dios dice, pero quién lo dice es Dios. En el hecho mismo de desvelarse, Dios se esconde. Hay que mantener siempre que la sabiduría de este mundo es una locura comparada con la sabiduría de Dios. La Palabra de Dios se adapta a nuestras formas culturales, pero las corrige y las supera. Dios no es la continuación de nuestros deseos, sino su plenitud, pues siempre va más allá de lo que pueda desear e imaginar el corazón humano.

Si Dios se revela en lo humano, nada humano es extraño para Dios. Así se comprende que la palabra de Dios, revelada por los profetas de Israel, está condicionada por el contexto político, religioso y cultural de unos momentos históricos concretos. Dios se sirve del politeísmo religioso y cultural para darse a conocer como el único Dios. En medio de este ambiente cultural politeísta, en el que Abraham se encontraba, Dios no se manifiesta como único, sino como el mejor, el más poderoso de los dioses (cf. Ex 6,2-3). Y así se va abriendo camino la revelación de Dios como único. Por su parte, Von Balthasar se fija en Hechos 7,22 para notar lo mucho que debe la Escritura a la antigua sabiduría egipcia.

Todo esto encuentra su culminación y su más acabado modelo en el misterio de la Encarnación. Allí la grandeza de Dios se expresa como humildad de Dios. Contemplando este misterio divino es posible exclamar, como hace H. Urs von Balthasar: “¡Felices los pobres, pues Dios en todas sus riquezas es pobreza eterna! ¡Felices los humildes, pues Dios en su majestad es humildad eterna, ya que Dios mismo, en sus ascensiones es abajamiento, descendimiento eterno!”

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10
Jun
2021
La semilla crece lentamente pero no magicamente
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arbolcrecido

Los oyentes de Jesús, al escucharle hablar del Reino con fuerza y convicción, sobre todo al escuchar que el reino estaba cerca o incluso que ya había llegado, debieron hacerse algunas preguntas: ¿cómo es posible que si el Reino de Dios ha llegado todo siga igual que antes y por ningún sitio se vean los signos del reino futuro? Preguntas parecidas nos hacemos nosotros cuando oímos hermosos discursos sobre la fraternidad o sobre el evangelio como buena noticia que llena de alegría: ¿cómo es posible que los que anuncian esas cosas vivan como si ese discurso no fuera con ellos?, ¿cómo es posible que, si Dios es todopoderoso, su voluntad no se cumpla?, ¿cómo es posible que haya tanto mal y tanta injusticia?

En el evangelio de este domingo escucharemos dos parábolas de tipo vegetal que son una respuesta a este problema: el Reino es como una semilla que crece lentamente; o es como un grano de mostaza, que parece muy poca cosa, pero que termina siendo la más alta de las hortalizas. La semilla crece sin que el sembrador sepa cómo. Pero no crece automáticamente, el crecimiento no es mágico; para que crezca la semilla es necesario, al menos, que el sembrador siembre. El fruto parece que viene por sí solo, pero en realidad requiere una siembra.

Esa es la historia de los santos, sobre todo de los fundadores. Vieron una necesidad, y se preguntaron cómo hacer presente el evangelio para transformar aquella necesidad en un fruto bueno. Empezaron con pocos medios. Pero perseveraron. Y apareció el fruto. A veces los frutos llegaron con más abundancia cuando el fundador o la fundadora había desaparecido. Fueron sus hijas o hijos, que continuaron el carisma, los que recogieron los frutos. Los hijos o hijas no habían sembrado, pero participaron en el crecimiento. Porque para que la semilla dé fruto, no basta con plantarla, necesita ser cuidada, regada, protegida.

Estamos en una sociedad inmediatista. Todo parece muy rápido. Lo queremos todo aquí y ahora. No tenemos paciencia. Y las cosas buenas requieren tiempo y paciencia. Lo que parece que se logra con apretar un botón, es resultado de mucho trabajo, dedicación, tiempo y esfuerzo. Lo que pasa es que muchos solo ven los resultados y no se preguntan qué ha hecho posible esos resultados.

Tanto la educación humana como la religiosa requieren procesos, y requieren que el beneficiario participe de esos procesos. Quizás hoy el acceso a algunos datos sea una cuestión inmediata, basta encender el móvil o el ordenador y buscar en el buscador. La educación humana y la religiosa no es resultado de un buscador, es resultado de un proceso. La semilla crece lentamente. La acogida del evangelio requiere tiempo, porque implica un proceso de conversión. Encontrarse con Dios no es algo inmediato. Cierto, Dios siempre está presente, siempre nos espera, siempre nos observa con cariño y atención. Pero encontrarlo y reconocerlo requiere unas disposiciones acordes a lo que él es.

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7
Jun
2021
Estafador de curas
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estafa

Leo en un periódico de tirada nacional del cuatro de junio de 2021: “se busca a un estafador de curas que esgrime la muerte de su madre”. En resumen, se trata de un caballero que se presenta en la sacristía en un momento inoportuno, llorando desconsoladamente, contando que su madre acaba de fallecer sola en Barcelona y pidiendo 200 euros para ir a enterrarla dignamente. Evidentemente, no quiere que le acompañen a comprar el billete, porque tiene mucha prisa y el tren está a punto de salir. A mi me ha pasado que me han pedido dinero para comer, y cuando doy comida, la comida acaba en la basura.

Los intentos de estafa tienen muchas variantes. Les cuento una muy divertida: hace unos años, algunos superiores Provinciales europeos, recibieron un sobre de otro supuesto Provincial, con un cheque de 225.000 libras esterlinas, acompañado de una carta que decía más o menos: ingrese por favor este cheque en su cuenta y transfiera el equivalente a 200.000 euros a esta cuenta de un país africano, porque desde mi país no puedo transferir euros. Los necesitan con mucha urgencia. El resto (atención: la libra esterlina es más alta que el euro) es para sus “obras”. Imagino que el truco está en los días de intervalo que hay entre el ingreso del cheque y su validación. En el entretanto se he enviado un dinero no recuperable y nunca se hace efectivo el cheque en libras esterlinas.

Podría contar muchas más historias de las que he sido protagonista o testigo. Seguro que a muchos de mis lectores les han llegado solicitudes de amistad por el Facebook de personas con amigos comunes, con un perfil muy “religioso”, y después de “aceptar” llega un mensaje en el que la persona en cuestión ofrece préstamos inmediatos de hasta cinco millones de euros, a devolver en un larguísimo plazo y a bajo interés. Más interesante quizás es el mensaje enviado por correo electrónico (algunos tenemos la desgracia de tener correos electrónicos “oficiales” y, por tanto, públicos) en el que una señora viuda de un supuesto diplomático millonario quiere hacer una gran obra de caridad para redimir sus pecados, y busca una persona buena, que sea de fiar, para enviarle una gran cantidad de dinero para repartir entre “los pobres”

El mundo de la mentira y del engaño se sirve de nuestra codicia y, cuando hemos descubierto que este pecado no conduce a nada bueno, es ya tarde. Cuento todo esto en plan “divertimento”, porque me imagino que ninguno de mis lectores ha picado (si es que le ha sucedido algo de eso). Cuando les pidan dinero “por motivos religiosos”, si no conocen a la persona, las probabilidades de que sea una estafa son enormes. Y si conocen a la persona, y están en plan generoso, asegúrense bien del destino de ese dinero. El dinero solidario mejor lo entregamos a instituciones serias, con solera y tradición, como Caritas u otras similares.

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4
Jun
2021
Mi cuerpo, mi morir por la multitud
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corpus2021

En la fiesta del “Corpus” de este año leemos el evangelio de Marcos que, probablemente, contiene las fórmulas más primitivas de la Eucaristía. Esto es mi cuerpo significa: esto soy yo mismo, con este pan me doy a mi mismo. Esta frase quiere decir: al recibir los discípulos el pan, participan de la autoentrega de Jesús. Jesús nos entrega su vida para que participemos de su vida. Las palabras sobre la copa hablan de sangre derramada por la multitud, por todos sin excepción. De nuevo se alude aquí a una vida entregada, a un morir por la multitud. La realidad significada por este binomio: mi cuerpo / mi morir por la multitud, tiene un alcance universal, va más allá del momento en que acontece: los discípulos participan de la entrega que Jesús hace de su propia vida por los demás. El que participa de la eucaristía está marcado por la fuerza reconciliadora universal de la muerte de Jesús. Así se comprende que en los grupos y comunidades eclesiales donde no hay verdadera fraternidad, no hay tampoco una adecuada recepción de la eucaristía.

La fiesta del “Corpus”, más allá de sus manifestaciones procesionales y populares, nos recuerda la indisoluble relación que hay entre eucaristía y fraternidad. Recibir el cuerpo de Cristo es formar parte de su cuerpo, recibir la sangre de Cristo es imbuirse de su espíritu de vida. La transformación sustancial que se realizó en el cenáculo está destinada a realizar un proceso de transformaciones, cuyo último fin es la transformación del mundo hasta que Dios sea “todo en todos” (1 Cor 15,28), o sea, la realidad que todo lo determine. Mediante la eucaristía, Jesús nos invita a entrar en la dinámica de esta transformación. El cuerpo y la sangre de Cristo se nos dan para que nosotros seamos transformados, convertidos en consanguíneos de Cristo. Y para que, desde nosotros, el amor de Cristo se extienda a todo el mundo, para que el amor sea la medida dominante del mundo.

Por razones históricas y motivos higiénicos (cosa que con la pandemia resulta hoy perfectamente comprensible) se ha priorizado el pan como elemento de comunión y de adoración. De hecho, la fiesta del “Corpus” recalca precisamente este aspecto. Pero no hay que olvidar que la mayoría de los binomios refuerzan una realidad que está contenida totalmente en cada de sus términos. Así, por ejemplo, decir “mujeres y varones”, o “blancos y negros” indica la totalidad de los seres humanos, pero la realidad humana se realiza igualmente en la mujer o en el varón. Cuerpo y sangre es un binomio que indica el todo de la vida de Cristo, pero este todo se significa en cada uno de los términos del binomio. La fiesta del “corpus”, celebra la presencia de Cristo en los elementos del pan y del vino, la presencia de aquel que está con nosotros de forma velada, a la espera del día glorioso en que podamos beber con él el vino nuevo en el Reino de Dios.

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1
Jun
2021
La deprimente actualidad
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puertaabierta

Tocar determinados temas de “rabiosa actualidad” (no me gusta la expresión, pero la empleo por lo gráfica que es) es exponerse a convertir el blog en un lugar de polémicas. Y eso es lo último que yo pretendo. Por otra parte, la solución a algunos de los problemas con los que nos enfrentamos no se encuentra en la crítica, sino en la acción. Y la acción desborda las posibilidades individuales, para entrar de lleno en el terreno lo político. La política, ya se sabe, es cuestión de votos en el parlamento, o sea, de mayorías que aprueban o desaprueban leyes.

Algunas leyes, posiblemente aquellas que menos gustan a personas con conciencia religiosa, suelen ser permisivas. La ley entonces no obliga a nadie, pero garantiza que quienes cometan determinados hechos no serán condenados. Estoy pensando en temas tan sensibles como el aborto o la eutanasia. En este tipo de temas, y en muchos otros, la Iglesia como institución, tiene todo el derecho a alzar su voz para defender la vida y ofrecer argumentos o razones en favor de su postura. Estos argumentos, si quieren tener audiencia ante aquellos que no están de acuerdo, no deben apelar a motivos religiosos, sino a motivos racionales. No se trata, pues, de argumentar diciendo que el aborto es una ofensa a Dios, sino justificando que el aborto es un atentado contra la vida. Y, por seguir con el ejemplo, no se trata de negar que una mujer tenga derechos sobre su cuerpo (“yo hago con mi cuerpo lo que me da la gana”), sino de afirmar que no tiene derechos sobre el cuerpo ajeno.

Hay que crear donde no haya y apoyar donde haya instituciones que ayuden a las madres que se encuentran con embarazos no deseados. Y todo esto sin “insultar, increpar, ni amenazar a nadie”. Estos comportamientos reflejados en estos tres verbos son los que pretenden justificar la propuesta de ley que el Partido Socialista ha presentado en el Congreso de los diputados para condenar con penas de cárcel a aquellas personas que ofrecen información a mujeres embarazadas, en los alrededores de las clínicas abortistas.

Tengo mis dudas de que las personas que ofrecen información positiva y ayuda a las mujeres que quieren abortar lo hagan con malos modos. Más bien sospecho que esta acusación es la excusa de un mal pagador para defender leyes que, bajo capa de libertad, atentan contra la libertad fundamental, que es la libertad de vivir.

Se podría hablar de otros atentados contra la vida promovidos desde instancias gubernamentales, que arriesgan la vida de sus menores para influir en la política de gobiernos vecinos. Ninguna política puede justificar el empujar a niños a que se jueguen la vida en el mar. Desde perspectivas e intereses distintos nos encontramos con el tema de la vida. Y hablar de vida es hablar de Dios, el Ser que da el ser, el Viviente que da vida y ama la vida. Todo el que está a favor de la vida está en sintonía con lo que Dios es.

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28
May
2021
El amante, el amado y el co-amado
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trinidadimagen

Decía con toda razón San Justino: “si alguien se atreve a decir que hay un nombre que expresa lo que es Dios, es que está rematadamente loco”. Y, sin embargo, hay algunos nombres que nos orientan mejor que otros hacia lo que es Dios. La definición de Dios como Amor (1 Jn 4,8.16) es reconocida como el punto culminante de la revelación del Nuevo Testamento. Aquí no se dice que Dios posee el amor, sino que Dios es Amor. Dios y el Amor son inseparables y se califican el uno al otro. El amor no es una actividad de Dios entre otras; es lo determinante de su ser y, por tanto, el motivo de todo lo que hace. Ahora bien, el amor supone siempre una relación. Si Dios “es” Amor, entonces esa relación no se da solo hacia fuera de él, en el sentido de que Dios ama a los seres humanos; la relación es constitutiva de su ser Amor. Y ahí está el fundamento de lo que la dogmática católica y la tradición de la Iglesia ha calificado como misterio trinitario: Dios es uno en tres personas distintas.

Una imagen sugerente (aunque imperfecta) para explicar este misterio divino de relación tripersonal es la relación que hay entre el amante, el amado y el co-amado. La relación entre el amante y el amado es bidireccional: uno ama al otro, y el otro ama al uno con la misma intensidad. Ahora bien, un amor auténtico es necesariamente un amor abierto. El amor no puede convertirse en un egoísmo de dos. De ahí la necesidad de un tercero: el fruto del amor entre el amante y el amado es el co-amado, el tercero que es amado con el mismo amor por los dos primeros y que ama a los dos primeros por igual. Es lo que ocurre en una familia: madre, padre, hijo o hija. La familia es el mejor reflejo del misterio trinitario.

“Serán dos en una sola carne”: esta palabra de Jesús referida al amor esponsal puede ser un pálido reflejo del misterio trinitario: tres personas en una sola naturaleza. Eso que en la pareja humana (dos en una carne) nunca se realiza del todo, en el misterio de Dios (tres en una sola naturaleza) se realiza con total perfección. Así se manifiesta que el amor une profundamente, pero no disuelve: siguen siendo dos, pero una sola carne; siguen siendo tres, aunque una es la naturaleza divina. El amor potencia y personaliza tanto más cuanto más une.

Dado que el ser humano ha sido creado a imagen de Dios, el misterio trinitario ilumina el misterio de la persona humana. Una persona solitaria no es una buena imagen de Dios, porque Dios no es un ser solitario. Dios no ha conocido nunca la soledad; es un misterio de intercomunicación, de relaciones personales. Tres vidas se fusionan en una. Este misterio divino abre perspectivas cerradas a la razón humana: “que todos sean uno, como nosotros también somos uno” (Jn 17,21-22), al manifestar que el ser humano no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás (tal como dice Gaudium et Spes, 24) .

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25
May
2021
No hay Dios, ¿afirmación necia o inteligente?
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zarzafuego

Las letras cobran sentido cuando forman palabras. Las palabras tienen sentido dentro de las frases, y las frases dentro de su contexto. Si afirmo que la Biblia dice: “no hay Dios”, por una parte, digo algo exacto, pero por otra digo una tremenda falsedad. Digo algo exacto porque esas tres palabras, seguidas y en este orden, pueden encontrarse en el libro de los Salmos (14,1). Pero digo una falsedad porque tal como el libro de los salmos emplea estas palabras, lejos de afirmar que Dios no existe, lo que hace es decir que quién lo afirma es un necio: “dice en su corazón el insensato: no hay Dios”.

¿Vamos entonces a calificar de “necios” a todos los ateos? De ningún modo. El texto del salmo no dice que el ateo es necio. Afirma que el necio dice “en su corazón” que Dios no existe. Importa notar que lo dice “en su corazón”, porque el inteligente sólo lo puede decir “en su cabeza”. O sea, necio es el que no quiere que Dios exista; inteligente es el que no encuentra razones para afirmar que existe. Los necios actúan movidos por la pasión, los inteligentes buscan razones. Dice, a mi modo de ver con acierto, Miguel de Unamuno: “no creer que haya Dios es una cosa; resignarse a que no le haya es otra, aunque inhumana y horrible; pero no querer que le haya, excede a toda monstruosidad moral”.

Un creyente puede comprender perfectamente al que no cree en Dios, porque el ateo se apoya en el mismo presupuesto que tiene el creyente para sustentar su fe, a saber: Dios no es una evidencia. Y como no es una evidencia, es posible decir que no existe. De ahí que un ateo coherente no es un “anti”, no está en contra de las religiones. Sencillamente no encuentra motivos para afirmar lo que afirman los creyentes.

Otra cosa es el necio o el insensato, para utilizar el lenguaje bíblico. Es una insensatez no desear que Dios exista. Al menos es una insensatez desear que no exista el Dios cristiano, un Dios lleno de amor, de misericordia y de bondad, que quiere que todos los seres humanos sean felices. Si partimos de este concepto de Dios, entonces se puede no creer en él, pero parece una insensatez no desear que exista. Evidentemente, si se tienen otros conceptos de Dios (por ejemplo un Dios que pide sacrificios humanos), podría ser comprensible desear que no exista. Por eso, una buena predicación cristiana debería llevar a los ateos a una conclusión parecida a esta: “es muy bello, muy estimulante y muy esperanzador este anuncio, pero desgraciadamente yo pienso que tanta belleza no es verdad”.

Más aún, después de pensar con buenas razones que tanta belleza no puede ser verdad, el ateo serio debería añadir: “Ojalá fuera verdad tanta belleza”. Si nuestra predicación logra llevar a los no cristianos a este “ojalá fuera verdad tanta belleza”, es claro que hemos hecho una buena predicación y hemos puesto al no creyente en el umbral de la fe.

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21
May
2021
Frutos del Espíritu Santo
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luzespiritusanto

Resalto algunos de los múltiples frutos que nos vienen del Espíritu Santo.

En primer lugar, el Espíritu Santo nos purifica de los pecados. De hecho, cuando Jesús entrega el Espíritu a sus apóstoles lo relaciona explícitamente con el perdón de los pecados (Jn 20,22-23). Se comprende así que la actual fórmula del sacramento de la reconciliación recuerda que “Dios Padre misericordioso derramó el Espíritu Santo para el perdón de los pecados”. Hablando de este fruto del Espíritu, Tomás de Aquino dice que corresponde reparar al que ha construido. El santo recuerda que Dios crea por medio del Espíritu, puesto que Dios crea por amor. Efectivamente, Dios crea libremente, nada le obliga ni le condiciona. Sólo puede crear porque “quiere”, o sea, por amor. Si crea por amor y el Espíritu santo es el amor con el que Dios se ama a sí mismo, la causa directa de la creación es el Espíritu santo. En conclusión: si el motivo de la creación es el amor, entonces el amor es el motivo de la reparación. Por eso no es extraño que el Espíritu Santo limpie y perdone, ya que todos los pecados son perdonados por el amor.

Por otra parte, el Espíritu Santo confirma la esperanza de la vida eterna, porque él es la prenda de aquella herencia. En apoyo de esta afirmación está este texto de la carta a los efesios: “fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda de nuestra herencia”. Este sello, esta marca, esta anticipación conseguirá su plena realización cuando se establezca el Reino de Dios en forma gloriosa y definitiva. Cito a Tomás de Aquino: “El Espíritu es como las arras de la vida eterna. La razón es porque la vida eterna se le debe al ser humano en cuanto ha sido hecho hijo de Dios, y esto porque se hizo semejante a Cristo. Y se hace uno semejante a Cristo porque posee el Espíritu de Cristo, que es el Espíritu Santo”. Si el Espíritu es como las arras de la vida eterna, esto significa que quienes poseen el Espíritu tienen la vida eterna garantizada, tienen como una especie de documento notarial que les garantiza que eso que pone el documento es suyo y un día tomarán posesión de lo suyo.

Finalmente, el Espíritu santo ilumina nuestro entendimiento de Dios y de Cristo. En efecto, si Dios es Amor, sólo puede conocerle quién se pone en sintonía con lo que es Dios, según eso que dice la primera carta de Juan: “quién no ama, no ha conocido a Dios”. En nuestro caso es más verdad que nunca que sólo el amor da el conocimiento verdadero. Y el amor es el Espíritu derramado en nuestros corazones. De ahí también que “nadie puede decir: Jesús es el Señor, sino con el Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Además, el Espíritu ayuda, y en cierto modo empuja, a cumplir los mandamientos, pues nadie puede observar los mandamientos de Dios sin amarle. El Espíritu Santo hace amar a Dios y nos enseña cuál es la voluntad de Dios.

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17
May
2021
Mal y falsa imagen de Dios
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caos03

No es la primera vez que trato del problema del mal. En este artículo quisiera notar la imagen de Dios que subyace (quizás sin darnos cuenta) en determinados modos de relacionar a Dios con el mal, inspirándome en la filosofía de Gabriel Marcel.

El hecho del mal es el gran argumento del ateo, ya que, en su opinión, el mal sería incompatible con la existencia de Dios. El problema no es, pues, la existencia del mal (esta realidad la constatan también los creyentes), sino el juzgar absolutamente incompatible la existencia del mal (dato constatable) y la de Dios (dato no constatable). Si así fuera, la opinión del ateo tendría una buena base racional.

Para aclararnos sobre este asunto, supongamos el caso de un niño pequeño que, en ausencia de su niñera, se hiere al jugar con unos cuchillos. Lo lógico sería pensar que, si la niñera hubiera estado allí, jamás el niño se hubiera herido. La única explicación lógica del niño herido es que la niñera estaba ausente. Siguiendo con esta lógica habría que pensar que si Dios existiera no permitiría que murieran los niños inocentes a causa de un terremoto, por ejemplo. Pero al razonar así, no nos apoyamos sobre una experiencia, sino sobre una cierta idea de Dios: si Dios existiera y fuera totalmente bueno y totalmente poderoso, no permitiría el mal.

No hay problema en conceder que Dios es bueno y poderoso, pero sí en conceder la conclusión que de ahí se deduce. Cuando hablo de la niñera estoy pensando en lo que cualquier persona con sentido común haría. Pero cuando aplico a Dios los criterios que aplico a la niñera, me pongo en lugar de Dios y doy por hecho que debe hacer lo que yo haría. Olvidamos que Dios siempre tiene en cuenta la libertad humana, no porque esté de acuerdo con lo que hacemos, sino porque está de acuerdo con la realidad humana que él ha creado y querido libre. Y esta libertad remite a nuestra responsabilidad.

Cuando exclamamos: “si Dios existiera”, o más exactamente: “si poseyera los atributos de los que le revestimos” no permitiría esas monstruosidades, estamos manifestando, sin darnos cuenta, una fe con condiciones. En el fondo es como si dijéramos: “yo creería en ti, Dios mío, si me aseguraras una serie de cosas favorables y evitaras una serie de inconvenientes”. La fe, en vez de ser incondicional, se convierte en un pacto. Entendida así, es fácil acusar a Dios de violar el pacto cuando ocurren cosas que no me gustan. O peor aún, y esa sería la conclusión del ateo: como yo tengo una determinada idea de Dios, como me he creado un Dios a mi medida, y Dios no se ajusta a esa idea, entonces eso significa que no existe. Cuando lo que de verdad no existe son las falsas ideas de Dios que yo me hago. El mal, por tanto, puede ayudarnos a purificar nuestra idea de Dios.

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