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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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13
May
2021
Ascensión: Jesús se va, pero se queda
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cieloazulsubiendo

A veces imaginamos que, con su Ascensión a los cielos, Jesús ha dejado este mundo. No es exactamente así. La fiesta de la Ascensión del Señor subraya un aspecto fundamental del misterio pascual, a saber, que Jesús resucitado ya no está en las condiciones de este mundo, su condición actual es gloriosa, divina, está en el mundo de Dios donde la muerte ya no tiene ningún dominio ni poder. Ahora bien, desde el cielo, sigue estando en este mundo, pero no al modo terreno, condicionado por el desgaste de la materia.

La liturgia de la fiesta de la Ascensión deja claro que Jesús sigue estando entre nosotros, de un modo nuevo y distinto a como estaba con sus primeros discípulos y discípulas, pero no menos real. El evangelista Marcos acaba así su relato: Jesús, que ha subido al cielo, sigue estando con los suyos “colaborando con ellos” (Mc 16,20). El evangelista Mateo termina su evangelio poniendo en boca de Jesús estas palabras: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). El prefacio de la Misa de la fiesta, tras afirmar que Jesús “ha ascendido a lo más alto del cielo”, añade que “no se ha ido para desentenderse de este mundo”.

¿De qué modo está hoy presente Jesús resucitado? Por medio de su Espíritu que guía a su Iglesia. Dicho de otro modo: por medio de los cristianos, en la medida en que nos dejamos inspirar y mover por el Espíritu Santo. El Espíritu es el modo como hoy se hace presente Jesús resucitado. Esta presencia tiene una extensión mucho mayor que la que tuvo en la vida terrena de Jesús de Nazaret. Pues Jesús, como hombre que era, estaba limitado en sus posibilidades. Ni podía estar en todas partes, ni hacerlo todo. Hoy, gracias al Espíritu que guía a la Iglesia, Cristo puede hacerse presente “en el mundo entero” (Mc 16,15), con una presencia que no conoce fronteras.

Por otra parte, la Ascensión despierta y alienta la esperanza cristiana. La esperanza está muy relacionada con el Espíritu Santo. Si la Ascensión nos señala la meta de nuestra esperanza, el Espíritu es el aliento de la misma, pues el Espíritu despierta el anhelo del siglo futuro. Pero este anhelo no nos evade de nuestras responsabilidades terrenas, sino que nos compromete a trabajar por un mundo más justo, pues, con este mismo deseo, el Espíritu alienta (donde no están), purifica (donde se desvían) y robustece (donde están) aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a ese fin.

En suma, la ascensión de Jesús es una llamada a la misión, al testimonio, a dejarnos invadir por el Espíritu, a vivir con alegría sostenidos por una esperanza que no falla, y a edificar un mundo más justo y humano acorde con el proyecto de Dios.

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9
May
2021
Idea que seguramente es una tontería
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Se me ha ocurrido una idea que, seguramente, muchos la considerarán una tontería. De la misma forma que para ser un buen docente, religioso, sacerdote, médico, enfermero, arquitecto, abogado, militar o policía, se necesitan unos estudios, unos años de prueba, un tiempo de experiencia, ¿no se podría pedir unos años de formación a los candidatos a ocupar puestos políticos? Del mismo modo que a los candidatos a policías y, por supuesto, a los candidatos al sacerdocio, se les exige una mínima garantía de moralidad o de buenas costumbres, igualmente se podría “poner a prueba” la moralidad de los candidatos a ser políticos.

Cierto, luego pasa lo que pasa, y lo que pasa, a veces, desmerece de lo que cabría esperar de personas supuestamente formadas, pero lo cierto es que la política debe ser una de las poquísimas profesiones para las que no se exige ninguna formación. La política, a veces, parece una ambición. Debería ser una vocación. Y todas las vocaciones requieren presupuestos formativos y morales.

El evangelio de Lucas cuenta una escena que da mucho que pensar. Jesús, en la entrañable cena de despedida antes de su pasión, tomó el pan y dando gracias lo pasó a sus comensales diciendo: “esto es mi cuerpo, entregado por vosotros”. Uno imagina que aquellas personas tendrían los “ojos en blanco” y estarían embargadas de emoción. No parece que ocurriera eso. Pues el evangelista cuenta que “entre ellos hubo un altercado”, pues discutían sobre cual de ellos era el mayor.

Entonces Jesús dijo unas palabras para que tomemos nota todos, pero sobre todo para que tomen nota los que ocupan algún cargo de responsabilidad dentro y fuera de la Iglesia: “los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores”. Tiene su ironía eso de que, encima que son unos corruptos, se hagan llamar bienhechores. Pero se comprende perfectamente, porque la corrupción no tiene límites. Y ahora vienen las palabras de las que conviene tomar nota, dirigidas directamente a los del grupo de Jesús: entre vosotros, ¡nada de eso!; entre vosotros, el que gobierna, debe servir.

He dicho que deben tomar nota de estas palabras los que están dentro y fuera de la Iglesia. No pretendo poner paños calientes, pero quiero pensar que los que están dentro harán más caso de las palabras de Jesús. Y los que no hagan caso, si están dentro, al menos se quedarán con mala conciencia. Y si se quedan con mala conciencia, a lo mejor algún día hasta se arrepienten.

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5
May
2021
Mayo, mes de María: pretexto y texto
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Al parecer, en Grecia, el mes de mayo estaba dedicado a la diosa Artemisa, diosa de la fecundidad. Algo parecido sucedía en la antigua Roma: el mes de mayo estaba dedicado a la diosa Flora, diosa de la vegetación. Mayo es un mes eminentemente primaveral. En el hemisferio norte empieza la primavera y la naturaleza se muestra fecunda. Por eso también se habla de mayo como mes de las flores.

Todas las ocasiones son buenas para reavivar nuestra fe, a condición de que sepamos distinguir la ocasión de aquello que la ocasión nos sugiere, y no demos importancia a la ocasión sino a la sugerencia. Lo importante no es el pretexto, sino el texto. El pretexto, en nuestro caso, puede ser la primavera. El texto es María. Y puestos a relacionar la fecundidad con María se puede recordar que tampoco, en este caso, lo decisivo es María, sino el bendito fruto de su vientre. No el que María fuera fecunda, sino el resultado de la fecundidad de María. Si las flores de mayo son ocasión de honrar a la Virgen María, ella nos orienta a otra realidad mucho mayor. Por eso es oportuno recordar las palabras que María dijo en Caná a los sirvientes de la boda, referidas a Jesús: “haced lo que él os diga”. Si mayo es pretexto para honrar a María, María es camino seguro para encontrar al único Salvador. Si no terminamos en Jesús no hay cristianismo que valga.

El mejor elogio que puede hacerse de María es calificarla, como hace su parienta Isabel, de “la que ha creído”. Feliz ella porque ha creído en la Palabra del Señor. El Concilio Vaticano II se refirió a ella como “peregrina de la fe”, o sea, como aquella que encuentra su mejor lugar en el seguimiento de Cristo. Y por eso a ella se aplica la bienaventuranza de la fe: felices, sí, verdaderamente felices los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan, como ella lo hacía fielmente. Todo lo demás, comparado con esto, es secundario. Por este motivo Jesús corrige el elogio que una mujer quiere hacerle piropeando a su madre, como todavía hacemos nosotros al decir “viva la madre que te parió”. Jesús replica: no se trata de los pechos que me amamantaron ni del vientre que me llevó, sino de acoger la Palabra de Dios. Y ahí, en la acogida de la Palabra, todos tenemos las mismas oportunidades.

Contemplando la vida de María, totalmente modelada por la Palabra de Dios, también nosotros nos sentimos llamados a entrar en el misterio de la fe, misterio por el que Cristo viene a habitar en nuestra vida. Pues todo cristiano que cree concibe, engendra al Verbo de Dios en sí mismo. La fe es la cuestión fundamental tanto en María como en todos los seguidores de Jesús: ¿me fío o no me fío de Dios? Hasta el punto de que sólo así puede cumplirse la última bienaventuranza de Jesús: “dichosos los que creen, sin haber visto”.

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1
May
2021
Diezmar
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diezmo

En estos tiempos de crisis, supongo que para favorecer a la gente más necesitada, el gobierno de Chile está aprobando leyes que permiten retirar, a los que han cotizado planes de pensiones, antes de que llegue el momento de cobrar, el 10% de lo cotizado.

Ha llegado a mis manos un video, que ha provocado en Chile mucha polémica, difundido por redes sociales, en el que, con fecha del 29 de abril, un pastor, aprovechando la oportunidad de conseguir dinero fresco, recuerda a sus fieles que, si retiran este dinero tienen la obligación de entregar el diez por ciento de lo retirado. Porque, dice literalmente, “Dios no tolera que el pueblo le robe, convirtiéndose en unos verdaderos delincuentes rateros”; por eso “todo cristiano que retire su diez por ciento, tiene que diezmar”. Y cita en apoyo de sus palabras a Malaquias 3,10.

Luego añade que quien no entrega ese diezmo es un ladrón; más aún, sobre él recaerá la maldición de Dios, según Malaquías 3,9: “de maldición estáis malditos, porque me defraudáis a mí vosotros”. A continuación, enumera la lista de las posibles maldiciones: quedarse sin trabajo, perder la casa, familia destruida, y ser contagiado por el covid-19. “Eso es maldición”, dice; y añade que quienes no entreguen el diezmo, a los que califica de “rateros” y “ladrones”, “van a sufrir las consecuencias”.

La gran pregunta es: entregar el diezmo, ¿a quién y para quién? Entregar el dinero para los pobres, libre y voluntariamente, eso sí que es entregar el dinero a Dios. Pero en el video del que les estoy hablando los pobres no aparecen para nada. Lo que aparecen son amenazas. Y se supone que el dinero se entrega al predicador.

Predicar sobre los pecados contra el sexto mandamiento y pedir dinero (no para los pobres, sino para “la Iglesia”, o sea, para uno mismo) son los temas favoritos de quiénes no tienen otra cosa de la que predicar. Y ya que saben tan bien la Biblia, no estaría mal que repasaran lo que dice Mc 12,40, sobre “los que devoran la hacienda de las viudas so pretexto de grandes oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa”. La prueba del algodón de que uno es un mal pastor está en la abundancia de sus predicaciones sobre el sexto mandamiento y en las muchas veces que pide dinero sin rendir cuentas a nadie. En el colmo de la desfachatez, algunos dicen que rinden cuentas a Dios.

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28
Abr
2021
Catalina de Sena: fortaleza y sabiduría
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Fortaleza y sabiduría, dos dones del Espíritu santo, definen la personalidad de Santa Catalina de Sena. A los doce años dio la primera muestra de fortaleza y sabiduría, al oponerse al legítimo deseo de su familia de que contrajera matrimonio, pues ella tenía pensado otro matrimonio más interesante, el matrimonio espiritual con Jesús resucitado.

En sus biografías se dice que la santa no sabía leer. Este dato hay que situarlo en el contexto de su época, pues en el siglo XIV no debían ser muchas las mujeres, ni tampoco los varones, que supieran leer y escribir. Catalina no necesitó saber escribir para dictar unas reflexiones místicas de alto nivel, que le han valido el título de doctora de la Iglesia, como por ejemplo esta: el conocimiento de la bondad de Dios es el espejo que nos da a conocer “la dignidad y la indignidad propias”, a saber, la dignidad de saber que somos imágenes de Dios y la indignidad de saber lo mucho que nos falta para llegar a asemejarnos a él.

Buena muestra de sabiduría y fortaleza fue su atención a los enfermos. Su vocación orante se compaginaba perfectamente con su caridad. Sale a la calle para ocuparse de enfermos con enfermedades contagiosas, que nadie quiere atender y que sufren continua soledad. Su atención a pobres y a enfermos queda bien reflejada en una escena (algo legendaria) que cuenta su confesor y biógrafo Raimundo de Capua, y en la que compara a la santa con San Martín de Tours, que se desprendía de su capa para cubrir a los pobres, y cubriendo a los pobres era consciente de vestir al mismo Cristo. Pues bien, Catalina, a un pobre que le pedía limosna, no teniendo otra cosa que darle, le entregó una cruz de plata que llevaba colgada en el pecho. Por la noche tuvo una visión: Cristo mismo le devolvía la cruz.

Muestra de fortaleza y sabiduría fue el compromiso político y eclesial de Catalina. Una mujer de escasa cultura y mucha sabiduría habla ante las autoridades políticas y ante el mismo Papa, instándoles a cambiar de actitudes, preocupada como estaba por la paz social y por la unidad de la Iglesia. Algo inaudito para una mujer de 25 años, en el siglo XIV. Sería incluso posible hablar de la sensibilidad ecológica de una Catalina amante de la belleza de las flores y de la naturaleza.

En definitiva, Catalina es una mística con los ojos bien abiertos. Su unión con Dios la lleva a cuidar de los necesitados y a recriminar a los poderosos, incluidos los poderosos de la Iglesia, su falta de verdad y de amor. Desde este punto de vista se le podría aplicar el lema de Tomás de Aquino, que la orden de Predicadores, a la que ella perteneció, ha hecho suyo: contemplar y dar a conocer lo contemplado. Cuanto más seria es la oración, mejor es la predicación, más activa es la caridad y más decidido el compromiso profético para denunciar lo inaceptable del poder.

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25
Abr
2021
Política autorreferencial
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autorreferencial

La autorreferencialidad, o sea, el pensar y referirse a uno mismo (“primero yo, después yo, y finalmente yo”), es la permanente tentación del ser humano, que tiene repercusiones en todos los ámbitos. Uno de los ámbitos donde mejor y más se manifiesta la autorreferencialidad es el de la política. Algunos políticos parecen más preocupados por ellos mismos, por el poder y la espectacularidad, que por los proyectos o por el bien de los ciudadanos. El ejemplo más reciente de esta deriva autorreferencial de la política es el debate que el pasado viernes hubo en la cadena SER, entre los candidatos a ocupar la presidencia de la comunidad autónoma de Madrid, que terminó suspendido de mala manera. Algunos, unos con más descaro que otros, sólo hablaban del contrincante y de sí mismos, con modos groseros y poco ejemplares.

Me parece que, en algún sentido, el martirio debería ser asumido por la política. Por ejemplo, en el sentido de no responder a la violencia verbal con violencia. Cuando la violencia verbal se queda sin respuesta no consigue su objetivo. O en el sentido de testimonio. Testimonio de buenos modos, de discrepancia en el aprecio, de diferencia de proyecto sin descalificar el proyecto ajeno. Claro que para eso hay que comenzar por tener proyecto.

En nuestras sociedades hay muchas necesidades que, al menos a nivel global, sólo pueden resolverse con una buena política. Quizás a nivel individual es posible encontrar soluciones cuando uno tiene apoyos familiares. Pero a nivel global necesitamos buena política. La buena política requiere buenos políticos. Eso ha quedado muy claro con la epidemia provocada por el covid-19. Aunque la gestión sea mejorable a nivel nacional, y no digamos a nivel mundial, no cabe duda de que la producción y administración de vacunas sólo es posible desde una adecuada gestión política. Es penoso que en temas tan sensibles, en donde parecería que los acuerdos deben ser fáciles, cada grupo haga propuestas, no complementarias, sino contrarias a las del adversario, no buscando el bien de las personas, sino la descalificación del adversario.

Sin duda la mayoría de las personas que se dedican a la política actúan de buena fe y con buenas intenciones. Desgraciadamente, unos pocos, que hacen mucho ruido, desprestigian tan noble y necesario oficio. Por eso es importante que hagamos oír nuestra voz reclamando una política al servicio del bien común. En los asuntos de este mundo es normal y hasta conveniente que haya distintas posiciones. Y es necesario que estas posiciones puedan contrastarse. Si el contraste de pareceres se hace de forma sosegada entonces se apela a la razón. Si en vez de contraste de pareceres hay descalificación y falta de respeto, llegando a veces al insulto, entonces se apela a la pasión. Y con la pasión no se resuelve nada.

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23
Abr
2021
El amor da el conocimiento verdadero
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Conocer, al menos en el sentido en que la Biblia utiliza este verbo, no es sólo tener buena información. En la Biblia, conocer es tener relaciones íntimas y personales, que suponen una entrega sin reservas: “conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín” (Gen 4,1). Así se comprende la respuesta de María cuando el ángel le anuncia que va a dar a luz un hijo: “¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?” (Lc 1,34). María no ha tenido relaciones conyugales con José, por eso todavía no le “conoce”. ¿Y qué decir del sentido profundo de la frase de Jn 10,14-15, que aparece en el evangelio del cuarto domingo de Pascua: “conozco mis ovejas, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre” y, por eso, “doy mi vida por las ovejas”?

Jesús nos ama con un amor similar al que tiene por el Padre, por tanto, con un amor indescriptible, puro, profundo, incondicional, seguro. El mismo amor que Jesús tiene por el Padre y el Padre por Jesús, es el que tiene por cada uno de los que le siguen. Es imposible describir un amor más grande. Un amor así está siempre dispuesto a dar la vida por el amado. Y, en lo que se refiere a nuestro conocimiento de Jesús resucitado, hay que decir claramente que sólo desde el amor podemos conocerle; y sólo si le amamos, se nos da a conocer: “me daré a conocer al que me ama” (Jn 14,21). Solo el amor da el conocimiento verdadero.

Al texto de Jn 10,15, San Gregorio Magno le saca un partido complementario, pues entiende la caridad de Jesús para con las ovejas como la mejor prueba y manifestación de su amor al Padre: “Dice el Señor: igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, yo doy mi vida por las ovejas. Como si dijera claramente: la prueba de que conozco al Padre y el Padre me conoce a mí está en que entrego mi vida por mis ovejas; es decir: en la caridad con que muero por mis ovejas, pongo de manifiesto mi amor por el Padre”.

En la segunda lectura de la Eucaristía de este domingo también aparece el verbo conocer: el mundo no conoce a los creyentes porque no ha conocido al Padre. En efecto, conocer a los creyentes es saber que son hijos de Dios. Y sólo conociendo al Padre se conoce a los hijos. Por eso, el mundo que no conoce a Dios no está en condiciones de conocer la realidad más profunda y constituyente de los hijos de Dios. Sólo puede conocerlos superficialmente. En el mejor de los casos puede pensar que “esos creyentes, esos que van a la Iglesia, parecen buenas personas”. Pero sólo conociendo la razón profunda de la bondad se conoce bien a la persona bondadosa. Y la razón de la bondad de los creyentes es que han recibido el mismo Espíritu del Amor que los hace hijos de Dios, que es Amor.

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19
Abr
2021
Todo es política, y no toda es buena
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politica

La política es algo muy importante y laudable, si por política entendemos el cuidado de la ciudad y la preocupación por el bienestar de los ciudadanos. Aunque, a veces, no seamos conscientes, todos hacemos política. Porque nuestras acciones tienen repercusiones en los demás, para bien o para mal. Incluso el que dice que no hace política, la está haciendo, porque su “no hacer” también tiene repercusiones y consecuencias. Cierto, la palabra tiene un sentido más estricto cuando se reserva a la labor que hacen los responsables máximos de la organización de las ciudades y de los estados. A estas personas se las denomina “los políticos”.

Toda sociedad necesita organizarse. Y la organización requiere personas responsables que orienten, dirijan y tomen decisiones. Hoy la palabra política está desprestigiada, a causa de los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos. No es menos cierto, como reconoce el Papa (Fratelli tutti, 176) que el mundo no puede funcionar sin política, que no puede haber fraternidad universal y paz social sin una buena política. Eso sí, el Papa lamenta que la política esté supeditada a la economía y que, muchas veces, los políticos se queden en inmediatismos, sobre todo cuando, en vez de pensar en el bien común a largo plazo, se guían por las encuestas de intención de voto.

Desgraciadamente, en nuestro mundo, la política no sólo está supeditada a la economía, sino que para algunos se ha convertido en un negocio o, al menos, en un medio de vida, más que en un servicio al bien común. En plena campaña electoral, en la que se jugaba la presidencia de una comunidad autónoma española, uno de los candidatos prometió que, si ocupaba el cargo, se reduciría el sueldo un 30%. Me informé de cuánto cobra este presidente: más de 150.000 euros. Pienso: “150.000 euros al año, con todos los gastos pagados, no es un mal sueldo, pero bueno, se comprende que algunos tengan una alta remuneración”. Después de tanta ingenuidad me doy cuenta de que los 150.000 euros son mensuales. Ya ni me preocupa si cobra por 12, por 14 o por 15 mensualidades. En todo caso, parece poco presentable.

Algunos políticos no solo han convertido la política en un medio de vida, sino en un camino para obtener privilegios que no les corresponden. Lo que ha ocurrido con algunos alcaldes y otros altos cargos (no me olvido de que también ahí se pueden incluir unos pocos eclesiásticos), “colándose” para vacunarse contra el covid-19, no es muy ejemplar. El político debe no sólo dar ejemplo, sino sacrificarse en bien de los demás. Son pocos los que lo hacen. Comparado con otros abusos, este asunto de la vacuna me parece menor. La corrupción llega a extremos escandalosos cuando está en juego el acumular grandes sumas de dinero por procedimientos ilícitos e inmorales. Porque el dinero nos vuelve locos a todos. Menos mal que, como al final todo se sabe, unos y otros terminan denunciando las corruptelas ajenas.

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16
Abr
2021
Resucitado comiendo pescado: ¡qué raro!
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El evangelio del tercer domingo de Pascua resulta sorprendente y paradójico. Por una parte, los discípulos, ante la presencia de Jesús resucitado, “estaban aterrorizados, llenos de miedo, pues creían ver un espíritu”. Por otra, Jesús les muestra sus manos y sus pies. Extraño espíritu ese que tiene manos y pies. Se comprende, pues, que estuvieran llenos de dudas. Jesús quiere convencer a los discípulos y, por añadidura, a nosotros, de que el Resucitado es el mismo que fue Crucificado. Pero ya no está en las mismas condiciones, pues mientras el crucificado pertenece a este mundo, el resucitado pertenece al mundo de Dios. Y desde el mundo de Dios se aparece a los suyos. De ahí la dificultad de describir su modo de presencia.

Quizás el dato más sorprendente de este evangelio sea la escena de Jesús resucitado comienzo pescado. Resulta extraño que un resucitado se ponga a comer pescado. No parece que en el cielo vayamos a alimentarnos con pescado sino con amor. Una persona celestial (y eso es un resucitado) comiendo pescado, no parece algo muy normal. Pues bien, hablando del pescado que compartió con sus apóstoles Jesús resucitado, dice Tomás de Aquino: “Jesús comió para manifestar que podía, y no por necesidad. La tierra sedienta absorbe el agua de un modo distinto a como la absorbe el sol ardiente: la primera por necesidad, el segundo por potencia”.

Es una comparación muy sugerente la que hace santo Tomás: la tierra reseca necesita el agua y por eso se la traga; el sol no necesita el agua, por eso no la traga, el agua no entra dentro del sol. Igualmente, nuestros cuerpos terrenos necesitan alimento y por eso se lo tragan. Un cuerpo resucitado no necesita ningún alimento, porque ya no está en las condiciones de este mundo. Si por hipótesis lo toma, no es porque lo necesite, sino para manifestar el poder de una vida nueva.

José María Rovira Belloso dice a propósito del comentario de Tomás de Aquino: “decir que Jesús comía por potencia y no por necesidad es una elegante manera de decir que, teológicamente, no nos está permitido interrogarnos sobre las leyes fisiológicas de esta comida. Jesús tiene un cuerpo, un cuerpo glorioso y espiritual, pero no el cuerpo corruptible y renovable de los seres humanos terrenos”.

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14
Abr
2021
La corporalidad de Jesús resucitado y la nuestra
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Los primeros testigos indican reiteradamente que en el Resucitado se encuentran las señales humanas del Crucificado; en el Resucitado, aunque de manera nueva y distinta, se encuentran todos los signos de la corporalidad, pues es aquella corporalidad la que ha entrado en el mundo definitivo de Dios. Las llagas de Cristo resucitado son expresión de su identidad, o sea, pertenecen a su nuevo modo de resucitado. Dicho de otro modo: Jesús, vencedor de la muerte, no abandona lo caduco de su existencia mortal. La debilidad de la carne mortal ha sido asumida en la gloria del cuerpo resucitado. A Jesús y a nosotros, el Padre nos acoge con toda nuestra realidad, purificada y transformada, pero no por eso menos nuestra y menos real.

La corporalidad de Jesús resucitado se prolonga en todos los cuerpos humanos, que deben ser respetados y cuidados, primero porque son imagen de Dios y después porque Dios ama la carne y, por eso, la resucita, como decía Tertuliano. Y si Dios ama la carne, debe ser respetada y cuidada. Dios no puede estar contento cuando se mancilla o se maltrata aquello que ama. Al respecto decía en su Catequesis XVIII Cirilo de Jerusalén: “Todo el que cree en la resurrección, cuida bien de sí mismo; pero el que no cree en ella se entrega a la perdición. El que cree que a su cuerpo le espera la resurrección, respeta este vestido sin mancharlo con fornicaciones; pero quien no cree en ella se entrega a la fornicación y abusa de su cuerpo como si fuera ajeno”.

De la fe en la resurrección de la carne se deduce el respeto que merecen los cuerpos de los demás, o sea, toda vida humana, también la de los ancianos, o la de personas con necesidades especiales. En todas estas carnes hay un halo de eternidad, está la carne de Cristo, la carne de Dios (cf. Mt 25,31 ss.). Todo lo que Dios ha hecho es bueno, muy bueno (Gen 1,31; 1 Tim 4,4). Por eso merece ser respetado, cuidado y conservado.

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