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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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16
Sep
2007
Tienen hijos, pero no comida
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En los márgenes de la selva oriental del Ecuador, selva que se adentra en territorio brasileño, hay una casa humilde y bien cuidada. Allí viven tres hermanas dominicas, una de ellas española, la más veterana. Me habla de su labor apostólica. La comunidad está al frente de varias parroquias, cuidan la catequesis, trabajan en la curia episcopal. La española hace de “madre” de 80 niños necesitados, recogidos en un hogar en la selva. Enfrente del convento hay un comedor para ancianos. Muy ordenado y limpio. Pregunto a la hermana española, cuando me enseña la cocina, si los ancianos son los que se hacen la comida. Me dice que dos cocineras se ocupan de ello. Y añade, refiriéndose a los ancianos: “tienen hijos, pero no tienen comida”. Triste contraste es ese de padres que no pueden (¿no pueden?) ocuparse de sus hijos e hijos que dejan abandonados a sus padres.

La frase de la hermana me hizo pensar. “Tienen hijos”: por tanto los criaron y los alimentaron. Ellos y ellas tuvieron comida para sus hijos. Ahora los hijos no tienen comida para los padres. Siendo la comida importante, posiblemente detrás del “no tienen comida” se esconde un drama peor: no tienen cariño. Los hijos les han dejado tirados.

Posiblemente en España la situación (allí donde se dé, claro) tiene alguna variante: tienen hijos y tienen comida. Pero muchos no tienen cariño. También se sienten abandonados. Eso sí, como tienen comida, o sea, dinero, cuando llega el momento de hacer testamento los hijos acuden como moscas a un panal de rica miel. Allí donde hay comida, los hijos siempre acuden. Movidos por la comida, claro. Ya lo dijo Jesús: me buscáis porque os he dado de comer (Jn 6,26). ¡Qué pena buscar a uno por el pan del cuerpo, por el pan que perece, cuando lo que él pretende es dar el pan del amor, el pan que no perece!

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11
Sep
2007
El reverso de la cruz
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El próximo 14 de septiembre celebramos la fiesta de la exaltación de la cruz. La de Jesús ilumina las nuestras: “El que no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo”. Nunca ha sido fácil cargar con la propia cruz. Pero tampoco es fácil hablar de ella más allá de los tópicos habituales. Si se intenta ir más allá, buscando una comprensión para el hoy y aquí de mi vida, y no digamos el hoy y aquí de la sociedad e incluso de la Iglesia, puede uno acabar crucificado (y nunca mejor dicho).

La cruz tiene dos caras. En determinados círculos creyentes es de buen tono hablar de la cruz “en directo”, haciendo aplicaciones personales que apelan al sacrificio y a la resignada asunción de los males de la vida. Este discurso no suele ser entendido por los no creyentes. En esos mismos círculos no es de buen tono buscar el reverso de la cruz, lo que la cruz no es: no es búsqueda de poder, de influencia, de prestigio; no es utilizar medios de presión; no es condenar ni amenazar. Lo que la cruz no es suele ser entendido por muchos no creyentes. Y hasta se sienten agradablemente sorprendidos por ese discurso de lo que no es. Triste paradoja: la cruz aceptada y la cruz rechazada. Aceptada por unos y no comprendida por otros cuando no molesta. Rechazada por unos y comprendida por otros cuando cuestiona.

En todo caso, más que hablar de la cruz es preferible hablar del Crucificado. Contemplarle nos coloca ante un dilema: ¿con quién estamos, con el crucificado o con los que le crucifican? Dicho de otro modo: ¿estamos con la cruz o con el crucificado? Estar con el Crucificado es estar contra las cruces, contra esas cruces que nos cargamos los unos a los otros, contra tanto sufrimiento provocado. Esta cruz nos invita a tomar partido.

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10
Sep
2007
La frágil condición humana
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Llevamos semanas oyendo las peripecias de la investigación sobre el caso Madeleine, esta niña británica desparecida en Praia da Luz, mientras sus padres cenaban con unos amigos. ¿O acaso desapareció, no durante sino, como sospecha la policía, antes de esa cena en la que cada comensal consumió un promedio de 1,7 litros de vino? Si esa sospecha se confirmase, significaría probablemente que fue la madre quien mató a su hija, es posible que accidentalmente. Y si fue accidentalmente, aunque fuese un accidente producto de un descuido o incluso de un momento de mal humor o de una irritación, ¿no hubiera sido mejor confesarlo desde el primer momento y no montar una campaña de ocultación en la que han recaudado casi dos millones de euros?

Los padres de Madeleine son unos profesionales honrados, valorados como gente amante de la familia por sus amistades. ¿Cómo es posible que haya circunstancias que pueden cambiar a un ser humano de honrado en mentiroso, de veraz en falso, de cariñoso en criminal? ¿El miedo quizás? Esas preguntas me hacen pensar en la fragilidad de la condición humana, en eso que dice la Escritura: el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga (1Co 10,12). Ya constataba Tomás de Aquino que el ser humano no puede estar siempre alerta, que todos nos adormecemos alguna vez. ¿Qué hubiera hecho yo en parecidas circunstancias?, ¿qué hago o haría en otras circunstancias en las que la cobardía, la vergüenza o el temor me pueden? No tengo ganas de condenar, quiero comprender. Y quiero aprender: “primicia de la sabiduría es el temor del Señor”.

Kate McCann y su marido dan pena. Pena por el horrible tormento por el que pasan si son inocentes. Pena si son unos criminales. Pena por la fragilidad de la condición humana. Pena por mi propia debilidad. Danos tu Espíritu, Señor, Espíritu de justicia, fortaleza, verdad, sobriedad…

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6
Sep
2007
Misa en latín... y en valenciano
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El 14 de septiembre entra en vigor la norma por la que se permite utilizar el Misal latino, promulgado por Pío V en 1570, según la reforma establecida en 1962 por Juan XXIII. Es un matiz interesante, pues Juan XXIII corrigió aspectos antisemitas de ese Misal, como la mención a la “pérfidos” judíos el Viernes Santo. No creo que con ello se solucione el problema que ha motivado esta concesión, a saber, la vuelta a Roma de los partidarios de Lefebvre. Este grupo cismático no rechaza sólo la Misa en lengua vernácula, sino la globalidad del Vaticano II. Y en eso no hay vuelta atrás.

Lo interesante del decreto de Benedicto XVI es la razón ofrecida para esta vuelta a la Misa en latín: donde haya un número estable de fieles que lo soliciten el párroco deberá satisfacer su demanda. No es una mala razón. Los sacramentos son para los hombres. La liturgia debe favorecer la participación de los fieles, el encuentro con el Señor, la escucha de la Palabra. Por eso me pregunto: ¿el latín favorece la escucha de la Palabra, favorece de verdad la oración? Para escuchar la Palabra y poder orar se necesita entender lo que se oye y se dice. Precisamente a propósito del hablar en lenguas escribía San Pablo: “en la asamblea prefiero decir cinco palabras con sentido, para instruir a los demás, que diez mil en lenguas” (1Co 14,19). Es de suponer que los fieles que soliciten estas eucaristías entenderán fácilmente el latín. Para ser coherentes la homilía tendrá que ser también en latín.

Puestos a utilizar el estupendo principio de la utilidad de los fieles, ¿por qué no aplicarlo a otros colectivos y situaciones? Por ejemplo, en la diócesis de Valencia hay muchas dificultades para celebrar la Eucaristía en valenciano, a pesar de la demanda real que hay. Y los dominicos tenemos un antiguo rito eucarístico suprimido por el Vaticano II. Si algunos estuvieran interesados en revitalizarlo, ¿lo tendrían fácil? Uno termina por sospechar que eso del latín no hace sino ocultar otro tipo de intereses o desintereses.

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2
Sep
2007
Presupuestos no puestos
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En la América “profunda” (y posiblemente en muchos otros lugares): familias desestructuradas, frecuentes adulterios, niños que se suicidan porque no aguantan los maltratos de los compañeros de su madre biológica, tráfico de drogas, alcoholismo… Eso sí, todo acompañado de muchos rezos, muchas velas, mucha novena, mucha agua milagrosa, algún que otro altar a San Judas Tadeo plagado de exvotos, gente que acude a la vez a la parroquia católica y a la capilla de una de los muchas sectas protestantes, credulidad a raudales…

Cuando no te lo cuentan sino que lo ves, cuando conoces de cerca algunos casos, aunque sea fugazmente, cuando te preguntas qué se puede hacer y no puedes hacer nada porque estás de paso, entonces comprendes la razón de ser de muchos intentos de inculturación del evangelio, comprendes la necesidad de una teología liberadora de tanta esclavitud provocada por la pobreza humana y religiosa, siempre acompañada de pobreza económica. Comprendes también la necesidad de una evangelización, de una pastoral que vaya mucho más allá de una magia sacramentalizadora, una pastoral capilar (como dijo Benedicto XVI), de acompañamiento personal, de creación de pequeños grupos concientizados. Una pastoral que incida, ante todo, en los presupuestos.

¿Qué he de hacer para conseguir vida eterna?, preguntó un rico a Jesús. El final es lo que importa: Sígueme. Pero lo urgente es el primer paso para llegar al final: “ya sabes los mandamientos”, o sea, los derechos y deberes humanos. Lo humano, presupuesto necesario de la gracia, el ser persona presupuesto necesario del ser cristiano. Sin mandamientos, sin respeto a los derechos y cumplimiento de los deberes humanos, no hay posibilidad de seguimiento. Si queremos anunciar el Evangelio allí donde lo humano no está bien estructurado, habrá que comenzar por arreglar lo humano. Arreglando lo humano anularemos, por añadidura, las bases de mucha superstición y credulidad.

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12
Jul
2007
Dejar lo mío
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El próximo domingo los que tengan necesidad de celebrar la Eucaristía, escucharán la parábola del samaritano misericordioso (ver Lc 10, 29-37). Digo “los que tengan necesidad”, porque la Eucaristía, más que una obligación, es una fiesta que los cristianos necesitamos celebrar para encontrarnos todos juntos con Jesucristo y escuchar su palabra de vida.

Martín Luther King, en uno de sus sermones, dice que el sacerdote y el levita de la parábola (esos que pasaron de largo sin atender al judío malherido por unos ladrones), debieron preguntarse: ¿qué me pasará si me acerco a ese pobre hombre? Se me ocurre que esta pregunta podría completarse con otra que, con seguridad ellos no se hicieron y que bien pudo haberse hecho el samaritano: ¿qué le pasará a este herido si yo no me acerco?

¿Qué me pasará?: yo soy el centro de todo. Por tanto que los demás se acerquen a mi. ¿Qué le pasará?: el centro es el otro. Por tanto yo estoy llamado a dejar lo mío y ponerme en camino hacia él. En la parábola parece que el samaritano tiene todo su tiempo para el otro. En el fondo encontrarse con un necesitado es una complicación porque, de una u otra manera, pretende, ni más ni menos, que deje lo mío para ocuparme de él.
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Despedida y agradecimiento: Con este post me despido hasta septiembre. Mañana salgo hacia Ecuador por motivos de trabajo apostólico. Luego me tomaré 20 días de vacaciones. Gracias a los lectores y a los participantes. Un abrazo, y buen verano a todas y todos.

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8
Jul
2007
Fortaleza en la debilidad
8 comentarios

Es bueno ver las fortalezas que puede haber en la debilidad. Algo de eso decía Pablo a los Corintios (2Co 12,9). En la debilidad, en la enfermedad, es cuando hay que intentar sacar todo lo bueno que uno tiene. Y también confiar en que Alguien te sustenta y puede más que tú.

Una de las debilidades de nuestra sociedad es el individualismo. Se ha colado, por así decirlo, hasta en lo más comunitario, como es la familia. Uno ya estaba acostumbrado a ver que cada hijo tiene su propia televisión. Pero lo que no conocía es el nuevo modelo de matrimonio de fin de semana. Ella y él tienen su propio piso y sólo se encuentran para convivir los fines de semana. Cierto, también se dan en nuestras ciudades familias extensas, sobre todo entre los inmigrantes. Son familias extensas sí, pero en una cultura individualista.

Un cristiano no puede renunciar a la experiencia del vivir en común, del darse. La vida cristiana es una eucaristía, una entrega total al otro por amor. Importa, pues, que las familias cristianas busquen el modo de organizarse para vivir los valores de la comunión. Me dicen que hay un 30% de familias españolas que sólo hacen juntos una comida al día, normalmente la cena. Me dicen también que la mujer ha salido de casa, pero que el hombre no ha entrado. ¿Quién educa a los hijos? Se educan por delegación. No me parece una buena educación.

¿Y qué decir de la privatización de la fe? Sin duda es posible hacer una lectura positiva de una fe sin influencias sociales: hay ahí una oportunidad para que la experiencia de fe sea más auténtica y más sólida. Pero eso no puede de ningún modo llevar a una vida cristiana en solitario. Pues no es posible un encuentro con Cristo prescindiendo de los hermanos. Ellos son el camino, el medio, de toda auténtica relación con el Señor.

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1
Jul
2007
Por nosotros y nuestra salvación
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En el Credo confesamos que el Hijo eterno del Padre se encarnó “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”. De modo similar la teología, la catequesis, la homilías, y toda labor pastoral ha de ser “por nosotros y por nuestra salvación”. Importa, pues, preguntar de qué Dios estamos hablando y de qué Dios entiende la gente que hablamos. No sea que al decir Dios haya quien entienda “otra cosa”. El nombre de Dios es como el papel, que al final, lo aguanta todo. ¡Cuántas atrocidades cometidas en su nombre! ¡Cuántos utilizan su nombre como instrumento de poder! ¡Cuántos profesionales de la religión hablan de Dios para los demás sin sentirse ellos mismos afectados!
   
En las parroquias se realizan, favorecen y apoyan muchas actividades. Es bueno que así sea para que los cristianos puedan implicarse en la que más les convenga, en la que mejor se sientan realizados, en la que más pueden aportar, o en la que consideren que se sentirán más cómodos. Pero en cada una conviene aplicar el “por nosotros los hombres”: ¿el diálogo interreligioso nos ayuda a ver lo bueno de las otras religiones y ayuda a los fieles de otras religiones a vernos a nosotros con ojos positivos?, ¿el diálogo ecuménico nos hace más amigos y despierta en nosotros el anhelo de una comunión más profunda con los otros cristianos?, ¿las catequesis, las conferencias o las clases de formación son un adoctrinamiento o ayudan a pensar, a tener criterio propio y una visión más abierta y positiva de las realidades mundanas y eclesiales?, ¿la pertenencia a una cofradía me hace más solidario con los que no son cofrades?, ¿las procesiones, las novenas o las devociones me encierran en mi mismo o me hacen sentirme enviado a los más necesitados?, ¿la predicación anima la fe, conforta la esperanza y estimula la caridad?, ¿cuándo hablamos de la parroquia lo hacemos como si se tratara de algo propio, que nos importa mucho, de un espacio donde encontramos hermanos que son amigos, o hablamos de un lugar donde se prestan una serie de servicios?

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25
Jun
2007
El criterio de lo humano
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Todas las religiones tienen a Dios como común denominador. Pero se trata de un denominador común poco común. Parece que todos buscamos lo mismo. Pero de hecho no nos encontramos todos con lo mismo. Porque no coinciden los caminos para llegar a Dios. Y el camino condiciona los resultados. Así, los conceptos de Dios que tienen las religiones no coinciden, la referencia a lo divino no une. ¿Dios es personal o impersonal? ¿Es el Todo o es el Vacío? ¿Es Uno o es Uni-Trino? ¿Es Señor o es Padre? En este terreno sólo cabe el respeto y la explicación mutua.

Ahora bien, estas comprensiones de lo divino muestran su credibilidad a través de su acción salvífica y liberadora. Tenemos ahí un buen criterio de la verdad de una religión: lo humano, o sea, su capacidad de liberar a las personas y de favorecer su realización. Decía un escritor cristiano del siglo II, Teófilo de Antioquia: “muéstrame tú a tu hombre y yo te mostraré a mi Dios”. Una religión que propone una visión estrecha o limitada del ser humano, o que promueve la utilización de medios perversos y alienantes, es una religión que ha perdido el sentido de su propia misión y el contacto con sus raíces más auténticas.

No es fácil manejar el criterio de lo humano, porque tendemos a confundir naturaleza y cultura, o a identificar lo humano con el modelo social dominante en nuestra área geográfica. Pero es más manejable que el criterio de lo divino, y con él hay menos peligro de errores y de ilusiones. Es menos peligroso juzgar de lo divino a partir de lo humano, que a la inversa. La historia nos ilustra sobre los peligros de partir de lo divino para juzgar la verdad de una religión. Bien conocidos son los daños que se han hecho “en nombre de Dios”. Lo auténticamente humano es precisamente lo que hay de más divino en nosotros.

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20
Jun
2007
El Dios cristiano: Logos y Amor
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Antes y después de su elevación al Pontificado, el Papa ha insistido en que el Dios cristiano es Razón y Amor. El Logos (término griego no fácil de traducir, digamos que significa palabra y razón) entra en la definición del Dios cristiano. Dios como Logos ha creado la razón y al mismo tiempo crea por amor. Así, Dios no es compatible con fundamentalismos, supersticiones y arbitrariedades. El Dios cristiano es también Amor. Con esta característica nos encontramos, decía el Papa en su encíclica, ante una “nueva imagen de Dios”. Nueva, añado yo, o al menos original, en relación a la que ofrecen otras religiones.

Parece muy “razonable” y muy “religioso” decir que Dios es Razón y es Amor. Pero, en el diálogo interreligioso, los cristianos debemos ser conscientes de que, incluso si nuestros interlocutores aceptan estos calificativos como adecuados para Dios, pueden entenderlos en un sentido distinto al nuestro. Hay religiones para las que poner el acento en que Dios es Amor hasta resulta blasfemo. Porque pudiera significar una falta de respeto y una negación de lo que ellos consideran la cualidad determinante de Dios, a saber: Dios es Señor, un señor clemente y misericordioso sin duda, pero Señor al fin y al cabo. Y con el Señor la actitud adecuada no es la cercanía del amor, sino el respeto y la sumisión.

¿Y qué decir sobre la razón? ¿No está siempre adjetivada? Los cristianos no podemos pretender que nuestra concepción de la razón es la común o la única manera razonable de entender los asuntos. Las razones llamadas naturales, en boca cristiana, aunque no seamos del todo conscientes, están en ocasiones marcadas, moduladas, orientadas por convicciones de fe, que los demás no comparten. Ocurre lo mismo en una cultura marcada por el Islam. Posiblemente en una sociedad islámica parezca muy razonable un tipo de matrimonio no coincidente con lo que sobre el matrimonio parece más razonable en sociedades marcadas por el cristianismo.

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