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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

1
Ene
2024
Inteligencia artificial y paz
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inteligenciaartificial

El mensaje del Papa con motivo de la Jornada Mundial de la Paz que, desde hace 57 años, viene celebrándose el uno de enero, tiene como lema: “inteligencia artificial y paz”. Es un documento que reconoce las oportunidades de esta tecnología, pero también advierte de sus límites, y pide que sea puesta al servicio del bien común.

Durante este pontificado se han afrontado asuntos nuevos, que han aparecido con fuerza en estos últimos años, y que tienen consecuencias para la vida, la salud y el bienestar de las personas. Hoy nos enfrentamos con nuevos problemas. Es necesario que seamos conscientes de sus múltiples implicaciones, para orientarlos y conducirlos buscando el bien de la persona. La inteligencia artificial es uno de ellos.

En estos momentos, las máquinas pueden reproducir o imitar las capacidades cognitivas del ser humano, de forma más rápida y precisa; y, al mismo tiempo, orientar nuestras acciones, a base de ofrecer informaciones que nos condicionan, nos influyen y nos emocionan, sin que seamos conscientes de ello, no buscando precisamente nuestro bien, sino el interés del que manipula las máquinas, que es, naturalmente, el que tiene el poder y el dinero. Las máquinas pueden controlar nuestros hábitos mentales con la finalidad de conseguir determinados objetivos políticos o económicos, limitando así el ejercicio consciente de nuestra libertad de elección. Esto, dice el mensaje papal, “crea un serio problema cuando la inteligencia artificial se emplea en campañas de desinformación que difunden noticias falsas y llevan a una creciente desconfianza hacia los medios de comunicación”.

El mensaje no olvida la tragedia de la guerra: “La posibilidad de conducir operaciones militares por medio de sistemas de control remoto ha llevado a una percepción menor de la devastación que estos han causado y de la responsabilidad en su uso, contribuyendo a un acercamiento aún más frío y distante a la inmensa tragedia de la guerra”. En otras palabras: la inteligencia artificial consigue que aquellos que provocan los daños terribles de las guerras sean insensibles al daño causado, puesto que la responsabilidad reside en los cálculos fríos de la máquina.

Eso no impide que el Papa reconozca los efectos positivos de una inteligencia artificial bien utilizada en favor del desarrollo humano. En efecto, “podría introducir importantes innovaciones en la agricultura, la educación y la cultura, un mejoramiento del nivel de vida de enteras naciones y pueblos, el crecimiento de la fraternidad humana y de la amistad social. En definitiva, el modo en que la usamos para incluir a los últimos, es decir, a los hermanos y las hermanas más débiles y necesitados, es la medida que revela nuestra humanidad”.

El mensaje termina con una oración para que “el rápido desarrollo de formas de inteligencia artificial no aumente las ya numerosas desigualdades e injusticias presentes en el mundo, sino que ayude a poner fin a las guerras y los conflictos, y a aliviar tantas formas de sufrimiento que afectan a la familia humana”.

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28
Dic
2023
Balance negativo con esperanza
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arbolsobreverde

Acabar un año puede ser un buen momento para hacer balance y empezar un año puede ser una buena ocasión para hacer proyectos. El balance y los proyectos personales son responsabilidad de cada uno. Pero el balance y los proyectos sociales nos conciernen a todos. El balance de 2023 no es bueno. Hay guerra en distintos lugares del mundo, aunque las dos de las que más habla la prensa, quizás porque nos tocan más de cerca, son la guerra en Ucrania y el conflicto de Israel con el grupo terrorista Hamas. Ambos conflictos, desgraciadamente, tienen repercusiones negativas sobre la población civil, la gente que “no está en guerra”.

Porque al fin y a la postre, ¿quién está en guerra? y, sobre todo, ¿quién fomenta, como dijo el Papa el día de Navidad, ese “viaje sin meta, esa derrota sin vencedores”? Los soldados son los que dan la cara y la vida en la guerra, pero por encima de ellos están los políticos o los jefes de bandas terroristas. Y también aquellos gobiernos que proporcionan dinero y armas a los políticos de los países o grupos en liza. Los últimos responsables son, por una parte, aquellos a los que menos afectan las consecuencias negativas de la guerra y, por otra parte, aquellos que se enriquecen a costa del sufrimiento de los demás.

¿Y además de lamentarse qué se puede hacer? Poco. Pero al menos eso poco hay que hacerlo. Crear opinión pública, mantener la memoria de las catástrofes, porque parece que si no hablamos de ellas, han dejado de existir; desconfiar de la información oficial, que siempre es interesada y casi siempre mentirosa; buscar información veraz, a través de medios independientes, de ONGs de confianza que trabajan sobre el terreno ayudando a heridos y repartiendo alimentos; evitar el lenguaje de los combatientes y de sus aliados; crear un ambiente de paz, de tolerancia y de acogida a nuestro alrededor, porque las guerras no son más que una expresión extrema de la violencia que a todos nos tienta.

Entre tanto caos y desastre también hay signos de esperanza. Ocurre que, con frecuencia, no los sabemos detectar, porque parecen pequeños e ineficaces. Pero son ellos los que sostienen la sociedad. Son como el alma que da vida, aunque no se ve. Hay personas que luchan por la libertad y los derechos humanos, por la paz, la justicia y preservación de la creación; por la defensa de las mujeres, de los niños o de colectivos marginados, malqueridos o incomprendidos; madres que se desviven por sus hijos; personal sanitario y maestros que atienden con cariño a sus pacientes y a sus alumnos; ONGs que salvan vidas, y hasta políticos honrados. En estos gestos pequeños, muchas veces no valorados, queda claro que el amor es más fuerte que la muerte. Queda claro también que, donde menos se espera, el Espíritu Santo, “dador de vida”, está actuando, dando fuerza a los débiles, insuflando vida y suscitando amor.

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24
Dic
2023
Ha aparecido la bondad de Dios
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belenbsilica

En la Misa de nochebuena se lee un texto de la carta a Tito, que comienza con estas palabras: “se ha manifestado la gracia salvadora de Dios, que trae salvación para todos los hombres”. El verbo que la liturgia traduce como “se ha manifestado”, en su tenor más literal, podría traducirse como “ha aparecido”. Este verbo expresa toda la esencia de la Navidad. A lo largo de todo el Antiguo Testamento Dios había hablado por medio de los profetas, y se había manifestado con muchos signos. Pero ahora ha sucedido algo más: Dios ha aparecido, o sea, ha salido de la luz inaccesible en la que él habita y ha venido a nuestra casa, se ha hecho uno de nosotros. Lo que ha aparecido es “la gracia salvadora de Dios”, su misericordia eficaz, “su bondad y su amor a los hombres” (Tt 3,4). Dios es pura bondad. Por eso, cuando Dios se manifiesta lo primero que aparece es un niño pequeño, que es la mejor expresión de la ternura, de la inocencia, de la bondad, del cariño y del amor. Un niño sin el menor asomo de violencia. Por eso el evangelista Lucas dice que en su nacimiento los ángeles entonaban un himno de paz.

Pero el niño pequeño necesita ser cuidado y acogido. En el niño recién nacido se manifiesta la ternura y la necesidad, la bondad y la indigencia. La manifestación que ocurre la noche de Navidad requiere ser acogida. En aquella primera navidad ocurrieron las dos cosas: un niño acogido con amor y un niño que nace en un establo porque no había sitio en la posada: “vino a su casa, y los suyos no le recibieron” (Jn 1,11). Este acontecimiento pasado resulta de una actualidad sorprendente, pues al recordarlo se suscitan muchas preguntas: ¿tenemos sitio para Dios cuando trata de entrar en nosotros?, ¿tenemos tiempo para él?, ¿tiene Dios un lugar en nuestro corazón y en nuestro pensamiento, en nuestros sentimientos y deseos? La pregunta deja de ser poética si pensamos en los emigrantes, en los marginados de nuestra sociedad, en los ancianos y enfermos solitarios, pues en ellos, sobre todo en ellos, se hace presente el Señor de la gloria. ¿Le reconocemos y le acogemos en esas personas?

Y a propósito de este himno de paz que cantaban los ángeles, de estos sonidos melodiosos venidos del cielo, ¿cómo vamos a entonarlo nosotros en medio de tanta guerra, de tanta violencia, de tanta injusticia como hay en nuestro mundo? La gloria de Dios se relaciona con la paz entre los hombres: “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace” (Lc 2,14). Donde hay guerra no se da gloria a Dios, más bien se rinde culto al diablo. Este niño que nace, que manifiesta la bondad y el amor de Dios, nos invita a ser constructores de paz. Nos invita a acogerle, a hacerle sitio en nuestra vida, con todas las consecuencias que eso conlleva.

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22
Dic
2023
Bendecid y no maldigais
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bendecir

En la estela de unas palabras llenas de bondad y misericordia, unas palabras en las que el discípulo de Jesús es exhortado a amar sin condiciones, unas palabras en las que Jesús invita a los suyos a “bendecir a quienes les maldicen” (Lc 6,27), o sea, a no devolver mal por mal, se encuentran estas otras palabras de san Pablo: “bendecid y no maldigáis” (Rm 12,14). A ejemplo de Jesús que “cuando le insultaban no devolvía el insulto” (1 Pe 2,22), al cristiano se le exhorta a no devolver insulto por insulto, sino a responder con una bendición (1 Pe 3,9).

A la luz de estas consideraciones tan evangélicas resulta difícil comprender que el documento del Dicasterio para la doctrina de la fe, en el que se trata de las posibles bendiciones a personas en situación canónica irregular, haya suscitado tanto escándalo. Hay que leerlo despacio. Y, si se quiere criticarlo, no hay que hacerlo a base de prejuicios previos o de consideraciones alejadas del texto, sino a partir de las mismas palabras del texto. Si uno se atiene estrictamente a las palabras del texto no será fácil encontrar alguna que vaya en contra de la doctrina tradicional de la Iglesia.

El documento distingue explícitamente los ritos litúrgicos y sacramentales de otro tipo de bendiciones que tienen su arraigo en la religiosidad popular. Basta pensar en las bendiciones de animales o en las palabras de estímulo y consuelo que alguien pronuncia sobre una persona alejada de Dios. Era costumbre en los mensajes papales dirigidos a dirigentes políticos no creyentes terminar invocando sobre ellos la bendición de la “Providencia” o del “Todopoderoso”. Es una fórmula que no pretende aprobar una política determinada, sino pedir al Señor de la historia que cuide de esa persona y dirija sus pensamientos hacia el bien.

En el documento hay continuas advertencias para que no se confunda la bendición con un sacramento y para que no se la considere una aprobación de lo que no puede ser aprobado, sino más bien una expresión del amor de Dios que nos amó “cuando éramos pecadores” (Rm 5,8). Nos amó no cuando empezamos a ser justos o cuando nos propusimos serlo, sino siendo nosotros aún pecadores. El documento afirma explícitamente que mediante estas bendiciones “no se pretende legitimar nada, sino solo abrir la propia vida a Dios, pedir su ayuda para vivir mejor e invocar también al Espíritu Santo que se vivan con mayor fidelidad los valores del Evangelio”, pues “Dios nunca se aleja del que se acerca a Él”.

El Dicasterio reconoce la complejidad de algunas situaciones que no es posible valorar y juzgar ateniéndose únicamente a la letra de ley, pues hay “situaciones moralmente inaceptables desde un punto de vista objetivo”, en las que la culpabilidad o responsabilidad de las personas “pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva”. Es claro, pues, que no se bendice ninguna situación de pecado, sino a unas personas que tratan de vivir su fe en unas determinadas circunstancias. Vamos, que la vida nunca es blanca o negra del todo, la vida siempre es gris, con distintos tonos de gris, pero gris.

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19
Dic
2023
Jesús nace estando el universo en paz
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navidad2023

La liturgia de la Misa de medianoche del día de Navidad, incluido el evangelio, está plagada de historia, teología y poesía. Historia, porque lo que se celebra es un acontecimiento perfectamente situado en el tiempo. Hoy no hay ningún historiador serio que ponga en duda la existencia de Jesús de Nazaret. Ahora bien, un historiador, en cuanto tal historiador, no puede demostrar que Jesús de Nazaret es el enviado de Dios para salvar a la humanidad. Esta interpretación salvífica de la persona de Jesús es propia de la teología. Es una interpretación posible y justificada, aunque no se impone necesariamente. La investigación histórica queda abierta a la confesión de fe: Jesús es el Cristo de Dios. Con la historia sola no llegamos a la fe, pero sin la historia la fe queda desprovista de fundamento. Lo que dice la historia no demuestra la fe, pero tampoco resulta incoherente con lo que dice la fe.

La teología afirma que, en la humanidad de Jesús, perfectamente detectable con los ojos humanos, se encuentra algo solo detectable con los ojos de la fe, a saber, que en aquella humanidad se encuentra la plenitud de la divinidad. Para expresar estas realidades sublimes muchas veces el mejor lenguaje es el de la poesía. La poesía amplia las fronteras del lenguaje y es un buen modo de expresar lo inefable. Así dice el evangelio de la Misa de nochebuena: “el ángel del Señor se presentó a los pastores y la gloria del Señor los envolvió de claridad. En torno al ángel apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”.

Esta combinación de historia, teología y poesía se encuentra sintetizada en el anuncio o pregón, con el que se inicia la Misa del gallo, conocido como calenda (porque esa es su primera palabra en latín), que antiguamente se cantaba en los monasterios, y todavía hoy en muchas iglesias, y que podemos considerar el último grito del adviento. El texto sitúa el nacimiento de Cristo en relación con toda la historia de la humanidad. Su última referencia histórica dice así: “en el año cuarenta y dos del imperio de Cesar Augusto, estando el universo en paz, Jesucristo nace en Belén de Judá”.

Eso de “estando el universo en paz” es un fuerte deseo más que una realidad. En tiempos de Jesús el orbe de la tierra no estaba en paz ni, mucho menos, lo está ahora. Basta pensar en gobernadores crueles y despóticos como Herodes o Pilato. Los ejemplos de hoy son de sobra conocidos. Pero esta paz del pregón bien podría ser el anuncio de lo que pretende el recién nacido, a saber, que todos los pueblos y personas vivan reconciliados y unidos. Y, en todo caso, es una llamada a cada uno de nosotros, pues sólo si logramos que nuestro universo, nuestro entorno, nuestra realidad, nuestra esfera de influencia viva en paz, Jesús podrá nacer, pues solo nace y crece allí donde el universo está en paz. Y si nace en medio de la guerra es porque allí también hay corazones pacificados y personas que trabajan por la paz.

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15
Dic
2023
Ver, amar, actuar
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veramar

El trinomio “ver, juzgar, actuar” surgió como una metodología pastoral, en el seno de la Juventud Obrera Cristiana (movimiento fundado por el Cardenal Joseph Cardijn en Bélgica), para llevar a la práctica los grandes principios de la doctrina social de la Iglesia y superar la separación entre fe y vida. Esta trilogía fue asumida por Juan XXIII en su encíclica Mater et Magistra: para llevar a la práctica la doctrina social de la Iglesia, decía el Papa, se requiere, en primer lugar, un examen completo del verdadero estado de la situación; segunda, valoración exacta de esta situación a la luz de los principios, y tercera, determinación de lo posible o de lo obligatorio para aplicar los principios de acuerdo con las circunstancias de tiempo y lugar. Son tres fases de un mismo proceso que suelen expresarse con estos tres verbos: ver, juzgar y obrar.

Antes la iglesia solía decir: ver, juzgar y actuar. Creo que el camino hoy sería: ver, amar y actuar. Cierto: juzgar, en el sentido no de condenar, sino de valorar las cosas, es inevitable. Cuando vemos algo que nos llama la atención, espontáneamente hacemos una serie de consideraciones sobre lo que vemos (es bello, es feo, parece bueno, parece falso) y, por tanto, estamos juzgando. Pero cuando estas consideraciones las hacemos sobre una persona, sería bueno que el amor las modulase. Solo desde una simpatía inicial es posible valorar adecuadamente a una persona. Por eso, si juicio hay, este juicio debe estar movido por el amor. De entrada, la tentación es condenar; pero antes conviene preguntarse si no hay elementos desconocidos que, de conocerlos, nos moverían no a condenar, sino a comprender.

El Papa actual, en alguna ocasión, ha puesto en guardia contra la murmuración, o sea, contra la tendencia a hablar de forma desfavorable contra una persona que no está presente. Con eso no ayudamos al ausente ni logramos corregirle. Para corregir hay que tener la honradez de mirarse primero a sí mismo y reconocer los propios defectos y pecados; luego hay que tener el valor de mirar al otro cara a cara, de escucharle primero, de preguntarle después, y si hay que corregirlo hacerlo con palabras de comprensión y de bondad. Es posible que el que murmura diga la verdad (porque si no dice la verdad está calumniando y dañando gratuita y gravemente a otro), pero se la dice a quién no debe, cuando no es oportuno y de malos modos.

En una de sus homilías, el Papa Francisco dijo que hay quién intenta justificar las críticas y maledicencias contra el hermano, diciendo: “se lo merece”. A estas personas el Papa dirigió una invitación precisa: “ve y reza por él. Ve y haz penitencia por ella. Y después, si es necesario, habla a esa persona que puede remediar el problema. Pero no se lo digas a todos”.

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11
Dic
2023
La verdad, según quién la dice
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verdadsegun

Santo Tomás hace suya una frase que atribuye a San Ambrosio: “toda verdad, la diga quién la diga, procede del Espíritu Santo”. La verdad vale por sí misma, la diga quién la diga. Por eso no podemos sacrificarla a intereses personales o a lealtades institucionales. Solo si ponemos la verdad por encima de los intereses particulares es posible mantener un verdadero diálogo, llegar a entenderse y construir una democracia auténtica. Y, sin embargo, a veces uno tiene la impresión de que en nuestros días no importa la verdad, sino la defensa de determinados intereses, aunque estos intereses sean perjudiciales para muchos o se hagan a costa de la verdad. Pero como nadie podría defender como bueno algo que claramente fuera falso, esos intereses mueven a presentar la mentira como si fuera verdad. Y por eso, lo que importa es quién dice o defiende esa supuesta verdad que, en realidad, es una flagrante mentira.

Cuando lo que importa es “quién lo dice” y no “lo que dice”, la verdad queda desvinculada del bien y de la realidad, y pasa a depender del deseo del dictador de turno. O sea, del que tiene el poder para servirse a sí mismo. De modo que la verdad se define en función del interés: verdad es aquello que me interesa que sea verdad. Aparecen así narraciones que buscan justificar comportamientos inmorales, intereses egoístas, abusos de poder o decisiones despóticas. En los parlamentos de las naciones asistimos con demasiada frecuencia a una lucha de “verdades” que niegan o maquillan la realidad de los hechos. La verdad es lo que “los míos” defienden.

La política, que debería estar al servicio del bien común, de la fraternidad social y de la paz universal, se convierte muchas veces en una pura búsqueda del poder. Y, como para conseguir el poder de una forma presentable es necesario tener el mayor número votos, los candidatos prometen cosas que ellos y sus propios votantes saben que no podrán realizar. Estos votantes están dispuestos a aceptar todas las mentiras con tal de que vengan “de los míos”, de los que me resultan más simpáticos y cercanos. El criterio del voto no es la verdad, sino la emoción o el sentimiento, a veces el sentimiento favorable que me produce el destinatario de mi voto o el desagradable que me produce aquel al que no voto. Tomás de Aquino advierte, con toda razón, que los argumentos son válidos “no a causa de la autoridad de quienes lo dicen, sino a causa de la razón de lo dicho”. Pues de lo que se trata no es de saber quién dice las cosas, “sino en qué consiste la verdad de las cosas”.

Antonio Machado dejó esta reflexión: "Tu verdad no, la Verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela". La fuerza de esta sentencia está en el “ven conmigo a buscarla”. Este es el buen camino para encontrar la verdad: escuchar al otro, ir más allá de mis propios pensamientos, de mi pequeño horizonte, de mis intereses inmediatos. Cuando estoy dispuesto a escuchar al otro, cuando estoy en condiciones de dialogar y no de imponer, voy por buen camino hacia la verdad.

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9
Dic
2023
¿Qué hacer si este mundo se va a desintegrar?
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segundoadviento

Las lecturas de este segundo domingo de adviento recalcan el sentido que tienen esos primeros días de adviento: no se trata de mirar al pasado, a algo que aconteció, a alguien que vino, sino de mirar al futuro, a lo que todavía no ha sucedido, al que vendrá. El que vendrá es el Señor glorioso, revestido de poder, para juzgar a los vivos y a los muertos, o sea, para poner a cada uno en su sitio, aunque, sin duda, lo hará con mucho amor, mucha misericordia y muy consciente de nuestra fragilidad. A lo mejor el sitio de cada uno, aunque no lo sepa, es un espacio lleno de amor.

La segunda lectura de este domingo está tomada de la segunda carta del apóstol Pedro. En ella escucharemos algo muy importante: si todo este mundo se va a desintegrar, si este mundo tiene un final, porque es pasajero, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra conducta! Ese no es el discurso que se escucha en el mundo. Lo que se oye por ahí es que, puesto que este mundo se acaba, ¡comamos y bebamos que mañana moriremos! O sea, ¡a vivir que son dos días! Y vivir en este caso significa pasarlo en grande sin pensar en las malas consecuencias que, para uno mismo o para los demás, puede acarrear este “pasarlo en grande”.

La carta de Pedro dice todo lo contrario: puesto que somos peregrinos en este mundo, puesto que este mundo es provisional, no perdamos el tiempo con juergas y borracheras, sino dediquémonos a preparar caminos al Señor que viene a nuestro encuentro. Viene si nosotros vamos hacia él. Porque si el Señor viene, pero nosotros no vamos, no hay encuentro. ¿Y cómo se preparan caminos? La primera lectura del profeta Isaías lo dice por medio de estas imágenes: “que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”. O sea: no aprovecharse del otro, no pisotear ni oprimir al hermano. Y si alguien está arriba o tiene mucho, que se abaje para compartir. Y quién vive desordenada o torcidamente, que ponga orden en su vida.

Preparar el camino al Señor, es también, dice el profeta, consuelo para el pueblo. Porque el consuelo no viene ni de los políticos, ni de los superiores, ni de las estructuras, ni de las leyes. El consuelo viene de Dios. Y Dios viene donde abrimos resquicios a la verdad, la justicia, la paz, el bien, el perdón, la misericordia. Por ahí entra Dios en nuestras vidas, aunque no lo sepamos.

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5
Dic
2023
Alcance ecuménico de la devoción a la Virgen María
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inmaculada2023

Ofrezco algunos datos sobre el amor a María en las Iglesias cristianas no católicas. El capítulo octavo de la Lumen Gentium concluye con una petición de intercesión a María por la unidad de los cristianos y por la unidad de todos los seres humanos. Que ella, desde el cielo interceda ante su Hijo para que todos los pueblos, todos los seres humanos, sean cristianos o no, puedan vivir en paz y concordia en el único Pueblo de Dios. Este texto del último número de la Lumen Gentium comienza así: “este sagrado sínodo experimenta gran alegría y consuelo porque también entre los hermanos separados haya quienes dan el honor debido a la Madre del Señor y Salvador, sobre todo entre los Orientales, que rivalizan en el culto de la siempre Virgen Madre de Dios llenos de fervor y devoción”.

Sin duda los cristianos ortodoxos, los orientales, profesan una gran devoción a la Virgen, igual de grande, si no más, que los católicos occidentales. Pero también en el protestantismo se profesa respeto y devoción a la Virgen. Calvino y Lutero han reconocido a María el título y la prerrogativa de Madre, también en el sentido de madre nuestra y madre de la salvación. En una predicación del día de Navidad, Lutero decía: “esta es la consolación y la desbordante bondad de Dios: que el hombre, cuando cree, pueda gloriarse de un bien tan precioso, que María sea su verdadera madre, Cristo su hermano y Dios su Padre. Si crees así, te sientas verdaderamente en el vientre de la virgen María y eres su niño querido”. Lutero, hasta el final de su vida honró a María, santificó sus fiestas y cantó cada día el magnificat.

Hay muchos textos de Lutero que hablan de María como figura de la Iglesia, madre de Jesús y madre de todos. Lutero hace una lectura libre de algunas figuras del Evangelio relacionadas con María. Por ejemplo, dice que mientras su parienta Isabel representa a la sinagoga, o sea, al judaísmo, a la antigua alianza, María representa al pueblo cristiano surgido después de la sinagoga. Recuerdo la lectura que Lutero hace del evangelio de la fiesta de la presentación del Señor en el templo. Simeón dice que una espada atravesará el alma de María. Lutero se pregunta por qué Simeón se dirige a María y no a José. Esto significa que la Iglesia cristiana se identifica con la Virgen María, y que ella nunca será destruida, aunque sus predicadores y el evangelio sean perseguidos. José morirá, pero María quedará, quedará viuda y por eso una espada atravesará su alma. Así la Iglesia, como María, es una viuda, con el corazón traspasado, con el evangelio perseguido, pero ella durará siempre hasta el final de los tiempos.

María lejos de separar, debería unir a los cristianos en una común veneración, diversa en sus formas, pero concorde en reconocer en ella a la madre de Dios y a la madre de los creyentes.

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1
Dic
2023
Adviento: de nuevo vendrá
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adviento2023

Un año más comenzamos el adviento, ese tiempo litúrgico anterior al tiempo de Navidad, que tiene dos partes claramente diferenciadas. En la primera parte del adviento, la liturgia nos orienta hacia la última y definitiva venida del Señor. En la segunda parte, la liturgia nos prepara a celebrar el misterio de la Encarnación. Hay un artículo del Credo que, aunque se refiera expresamente a la segunda venida, podría recapitular todos los sentidos que tiene el adviento. Después de proclamar la muerte y la resurrección de Jesús, así como su ascensión al cielo, el Credo afirma: “de nuevo vendrá con gloria”. El “de nuevo vendrá” supone que, al menos, ya ha venido una vez, porque si no hubiera sido así no tendría sentido decir “de nuevo”; habría que afirmar solamente que vendrá.

Lo interesante de la precisión “de nuevo” es que permite que en este artículo de fe queden recapituladas tres venidas del Señor. La primera tuvo lugar en el pasado, en Belén, hace más de dos mil años, cuando el Verbo se hizo carne naciendo de la Virgen María. Su última venida tendrá lugar en el futuro, todavía la esperamos; a esta última venida se refiere el artículo del Credo citado, que precisa que esta venida al final de los tiempos será “con gloria”. Eso contrasta con la primera venida que tuvo lugar en la humildad de nuestra carne. Como la última será con gloria quedará claro y patente para todos lo que en su primera venida sólo alcanzaron a comprender unos pocos. De esta última venida se dice además que vendrá “para juzgar a vivos y muertos”. El juicio es un discernimiento que distingue el bien del mal, lo verdadero de lo falso. Pues bien, en esta última venida con gloria y majestad quedará clara la verdad de todas las cosas, quedará patente que sólo el amor conduce a la vida, que sólo la bondad tiene futuro.

¿Y esta tercera venida a la que antes he aludido? Es también una venida en humildad y pobreza, por eso es posible no captarla. Es la permanente venida del Señor a nuestras vidas a través de los muchos signos actuales de su presencia. Por ejemplo, en los sacramentos de la Iglesia. Pero sobre todo en el prójimo hambriento y necesitado, en el anciano pobre y solitario, en el injustamente tratado. Porque allí se hace presente el Señor de la gloria, presente realmente, aunque esta realidad esté escondida en la humildad y la pobreza. Esta es la venida que debería importarnos. Porque si no encontramos al Señor en esta permanente venida, su primera venida habrá sido inútil y su última venida dejará claro que no supimos acogerle. Esta venida presente es la que debería preocuparnos todos los días del adviento y todos los días de nuestra vida. Sin acogerle en el presente, la primera venida no tiene sentido y la última podría ser terrible.

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