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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

10
Feb
2024
Validez de los sacramentos
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El pasado tres de febrero, el Dicasterio para la doctrina de la fe publicó una nota sobre la validez de los sacramentos, porque había recibido algunas consultas (referidas a hechos reales) sobre si era válido el bautismo administrado con palabras distintas de las que manda la Iglesia, reproduciendo literalmente las pronunciadas por Jesús: “haced discípulos de todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19). Al parecer había constancia fehaciente de bautismos administrados con estas otras palabras: “Te bautizo en nombre del Creador”, o “en nombre de tu padre y de tu madre te bautizamos”. Incluso parece que eso ocurrió con alguien que posteriormente fue ordenado sacerdote. Al ser inválido el bautismo, también lo era la ordenación sacerdotal.

Otra observación a propósito de los sacramentos que, en este caso, no ha tenido repercusiones en los fieles católicos, pero nunca está mal saberlo. No basta que el rito prescrito se observe externamente, porque podría darse el caso de la que intención del ministro difiera de la de la Iglesia. Por eso, la Iglesia católica no reconoce la validez del bautismo conferido por los mormones, dado que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son para ellos algo esencialmente diferente a lo que profesa la Iglesia católica. La misma fórmula trinitaria puede pronunciarse con intenciones distintas.

Los sacramentos son una cosa muy seria. Es el modo como hoy llega a nosotros la gracia de Dios, como Jesucristo se hace presente en nuestra vida. Cierto, son signos, pero unos signos muy especiales: son signos que contienen lo que significan. Dicho de otro modo: son signos (porque señalan, orientan a Cristo) e instrumento (porque en ellos se hace presente, de forma sacramental, Cristo mismo; porque en ellos actúa la fuerza del Espíritu). Por eso no puede cambiarse arbitrariamente el signo. Una institución puede cambiar su logotipo, su signo representativo, porque se trata de un signo convencional. No es este el caso de los sacramentos: es un signo sustancial que tiene su origen en Cristo mismo o en los apóstoles.

Los ministros de los sacramentos tenemos una grave responsabilidad. Pero también es necesario que todos los cristianos tengan una buena educación litúrgica y teológica, porque todos somos responsables de la celebración. A veces se presiona al sacerdote para pedirle que haga lo que no puede hacer. Por poner un ejemplo del que he sido testigo: en una boda, los novios no pueden solicitar que se sustituya la lectura del texto bíblico por una poesía o una ficción literaria que a ellos les ha emocionado. El momento y lugar para leer ese texto no es la liturgia sacramental, sino en todo caso el banquete posterior.

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6
Feb
2024
Base teológica de la sinodalidad
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El precedente más inmediato de la sinodalidad podemos encontrarlo en la encíclica Ecclesiam Suam de Pablo VI.   El Papa propone como camino evangelizador el diálogo, y enumera, a modo de círculos concéntricos, los actores de este diálogo de alcance universal: diálogo de la iglesia con todo lo que es humano, diálogo interreligioso, diálogo entre los hermanos separados y, finalmente, diálogo intraeclesial, en el interior de la Iglesia católica, “diálogo doméstico”, decía el Papa. En la constitución Gaudium et Spes del Vaticano II, volvemos a encontrar esos mismos círculos, pero con un cambio de orden. El primer círculo del diálogo se da “en el seno de la Iglesia, reconociendo todas las legítimas diversidades, para abrir con fecundidad siempre creciente el diálogo entre todos los que integran el único Pueblo de Dios, tanto los pastores como los demás fieles”.

Una manera de concretar el diálogo intraeclesial es la sinodalidad. Pablo VI, al inicio de la cuarta sesión del Concilio Vaticano II, instituyó el Sínodo de los Obispos, “una de las herencias más valiosas del Concilio”, según el Papa Francisco. Con él se pretendía y se pretende «prolongar, en la vida y en la misión de la Iglesia», el estilo conciliar, y «fomentar en el pueblo de Dios la apropiación viva de sus enseñanzas». Francisco ha ampliado el método sinodal, apoyándose en la doctrina del sensus fidei: “la totalidad de los fieles que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2,20.27) no puede equivocarse en la fe” (Lumen Gentium, 12).

El sensus fidei impide separar rígidamente una ecclesia docens (Iglesia que enseña y habla) y una ecclesia dicens (Iglesia que escucha y aprende), pues también los fieles tienen un “olfato” para encontrar nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia: “Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de la fe -el sensus fidei-, que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios” (Evangelii Gaudium, 119). Los fieles no son actores pasivos y simples receptores (Cf. Evangelii Gaudium, 120). En un discurso del año 2015, Francisco abogaba por “una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender”, fieles, pastores, obispo de Roma; “uno escucha a los otros, y todos en escucha del Espíritu Santo”. “El camino sinodal comienza escuchando al pueblo, prosigue escuchando a los pastores, y culmina en la escucha del Obispo de Roma”. El pueblo fiel tiene su momento profético, los pastores su momento de discernimiento y el Obispo de Roma tiene la última palabra.

Acabo con una referencia al “primer concilio de la Iglesia”, según Hechos 15. Allí hubo una fuerte discusión sobre un asunto que entonces revestía sumo interés, a saber, si “era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la ley de Moisés”. Después de un serio y largo debate, la asamblea escribió una carta con las conclusiones “que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros”. La pregunta interesante es: ¿quién es este “nosotros”? Según el libro de los Hechos este “nosotros” son: “los apóstoles y presbíteros” y, ¡atención!, “de acuerdo con toda la Iglesia”.

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3
Feb
2024
La sinodalidad: descubriendo el mediterráneo
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En nuestro lenguaje coloquial se habla de “descubrir el mediterráneo” para referirse a una noticia que debería conocerse, pero que se considera una novedad. Algo de eso ha ocurrido con la sinodalidad, término que se ha puesto de moda con el pontificado de Francisco. Y, sin embargo, sino el término, al menos la práctica de la sinodalidad ha sido y es bastante corriente en la Iglesia, aunque haya recibido otras denominaciones y se haya vivido con distintas características, en función de los grupos que la practicaban.

En las órdenes religiosas, los capítulos conventuales, provinciales o generales son momentos importantes de sinodalidad. Cuando se trata del convento, todos sus miembros, y cuando se trata de Provincias, representantes cualificados elegidos por la base, buscan juntos caminos para realizar la misión, y en la reunión hay libertad de palabra, hasta el punto de que, a veces, aparecen posiciones contradictorias, que terminan resolviéndose a base de consensos o, en casos extremos, a base de mayorías. Incluso, en estas reuniones aparecen, a veces, posturas que llaman la atención, que muchas veces son rechazadas, aunque alguna vez son posturas proféticas que con el tiempo van siendo asumidas por todos o por la gran mayoría. Normalmente quién mantiene posturas rompedoras es escuchado y tolerado, sin necesidad de ser descalificado.

Esto que ha ocurrido en las congregaciones y órdenes religiosas ha sido también una práctica habitual de grupos eclesiales. Pues la sinodalidad funciona bien a niveles de pequeño grupo (no sólo en comunidades religiosas, sino también en consejos de pastoral parroquiales o diocesanos, por ejemplo). Cuando se trata de asuntos complejos y novedosos, eso de caminar juntos y de reunirse para discernir no puede hacerse con inmensas asambleas, porque sería prácticamente imposible escuchar a todos o debatir entre todos temas conflictivos o delicados. Por eso, cuando se quiere que participen mayorías amplias, hay que buscar modos de participación primero en grupos pequeños y luego en grupos representativos, con delegados de cada grupo.

Cuando se quiere que “todos, todos, todos” (por emplear una expresión de Francisco se que ha hecho famosa) participen en una decisión sólo puede hacerse a base de votaciones, donde se responde con un “si” o con un “no”. Pero entonces ya no hay debate, ya no hay escucha mutua, ya no hay camino conjunto. Hay líderes que seducen o mienten, para conseguir uno u otro resultado. Eso puede funcionar en democracia política. Pero hay que decir claramente que no puede funcionar en la Iglesia, no solo porque la Iglesia no es una democracia, sino porque en la Iglesia hay siempre una instancia magisterial, asistida por el Espíritu Santo, que tiene una palabra decisiva, cuando se trata de temas delicados o de nuevas aplicaciones o comprensiones del mensaje revelado.

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29
Ene
2024
Aquí estoy Señor, hágase tu voluntad
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El dos de febrero, fiesta de la presentación del Señor, se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, este año con el lema: “Aquí estoy Señor, hágase tu voluntad”. El texto parece sacado del salmo 39, aunque en el Nuevo Testamento se encuentran palabras parecidas puestas en boca de Jesús. Según la carta a los Hebreos (10,7), Jesucristo, lo primero que dice al entrar en el mundo es: “¡He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!”. Estas primeras palabras fueron la norma de su vida: “mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado” (Jn 4,34). Mi alimento, o sea, lo que me da la vida, es cumplir la voluntad del Padre. Propósito que queda ratificado en el momento más difícil de su vida, cuando en el momento de la máxima debilidad física y psicológica, Jesús oraba diciendo: “Padre, aparta de mi esta copa”, para añadir inmediatamente: “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Sorprendentemente, en el momento en que todo parece perdido y no queda ya ninguna esperanza, este ponerse totalmente en manos del Padre, produce el gran milagro. No el de hacer desaparecer la angustia o el peligro, no el de aniquilar a los enemigos que querían matarle, sino el milagro de experimentar el consuelo de Dios, que incluso se hace presente contra toda esperanza: “entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba”. Un ángel, signo de la presencia de Dios. Dios se hizo presente en Jesús, Dios estaba acompañando a Jesús en su sufrimiento y en su dolor. También en momentos así es posible la esperanza, si uno vive convencido de que Dios nunca falla, a pesar de todas las apariencias contrarias.

La vida consagrada, en el seguimiento de Cristo, consiste en ponerse en manos de Dios y en cumplir su voluntad. En realidad, eso no es sólo propio de la vida consagrada, sino de toda vida cristiana. Por eso, quienes han abrazado el estilo de vida consagrada, en sus diferentes modalidades, no deben considerarse superiores a nadie. Su vida y su consagración deben vivirse con mucha humildad. Y si pueden atribuirse como propio algo que en realidad es propio de todo cristiano no es porque ellas y ellos lo viven mejor y con más intensidad, sino porque lo viven como un signo y una señal, que es en realidad invitación a todas y todos los cristianos para cumplir con sus deberes propios. En esta línea dice el Concilio Vaticano II que “la profesión de los consejos evangélicos aparece como un signo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a realizar con decisión las tareas de su vocación cristiana” (Lumen Gentium, 44). Si esta profesión es signo, no es privilegio; en todo caso, es responsabilidad.

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24
Ene
2024
Triple jubileo de Santo Tomás de Aquino
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La espiritualidad de Santo Tomás de Aquino

28 de enero, fiesta de Santo Tomás de Aquino. Durante los años 2023, 2024 y 2025 estamos celebrando el triple jubileo de la canonización, muerte y nacimiento de Santo Tomás de Aquino. El 18 de julio de 2023 se cumplieron 700 años de la canonización del santo; el 7 de marzo de 2024 se celebra el 750 aniversario de su muerte. La fecha de su nacimiento es menos precisa, pero se sabe que fue en 1225, en el castillo de Rocaseca, junto a Aquino, o sea, hace unos 800 años.

Además de los aniversarios que nos afectan personalmente, los hay que tienen importancia social o eclesial. En nuestro caso, recordar a Tomás de Aquino es hacer memoria de una figura que sigue teniendo una influencia beneficiosa en la Iglesia de nuestros días. Tomás de Aquino es un clásico de la teología, pues más allá de sus particularidades históricas, su eficacia se ha hecho universal, al ser capaz de abrirse a otras culturas y de sugerir nuevas realizaciones.

Hay una expresión famosa de Tomás de Aquino, en la que queda claro que estamos ante una persona de profunda fe, consciente también de que la fe debe confesarse públicamente. El creyente es siempre un testigo. La frase: “contemplar para transmitir a otros lo contemplado”. Contemplar, o sea, hablar con Dios, en un contexto de plegaria y de búsqueda de la verdad. Para transmitir lo contemplado: la vida espiritual se convierte en misión. En Tomás de Aquino, la contemplación y el estudio están llenos de preocupación, de inquietud ante las necesidades del mundo. La fe de Tomás es reflexiva y abierta al mismo tiempo.

En este contexto hay que situar la importancia que para nuestro santo tiene el estudio de la teología. Por una parte, el estudio nos permite conocer mejor a Dios. Y como el conocimiento engendra amistad, el estudio nos hace amigos de Dios. En este sentido, el estudio de la teología vale por sí mismo. Por otra parte, el estudio tiene una dimensión misionera: ayuda a proclamar la fe cristiana con mayor convicción, con más pureza, con las palabras adecuadas; ayuda a dialogar con el mundo de la cultura, para así orientar a la cultura y a la ciencia en su más auténtica dimensión de verdad; ayuda a barrer los obstáculos que se alzan contra la fe; y finalmente, gracias al estudio podemos iluminar las distintas realidades y problemas humanos con la luz de la fe.

En su exhortación Evangelii Gaudium (nº 150), el Papa Francisco ha utilizado el axioma tomista (contemplari aliis tradere contemplata) y lo ha comentado de esta manera: “Quien quiera predicar debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y hacerla carne en su existencia concreta. De esta manera, la predicación consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda que es ‘comunicar a otros lo que uno ha contemplado’. Por todo esto, antes de preparar concretamente lo que uno va a decir en la predicación, primero tiene que aceptar ser herido por esa Palabra que herirá a los demás”.

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19
Ene
2024
Orar juntos, signo y causa de comunión
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Del 18 al 25 de enero se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Esta Semana es una ocasión para que los centros y delegaciones ecuménicas organicen celebraciones apropiadas en lugares de culto de las distintas Iglesias, logrando así que los cristianos de las distintas confesiones se reúnan en un mismo lugar para orar juntos por la unidad. Orar juntos no solo es signo de una unidad deseada, sino expresión de una unidad, en cierto modo, ya realizada. Realizada no plenamente, pero sí en lo más esencial que nos une, que es el Señor Jesús como cabeza de todos los cristianos.

Cualquier petición que hagamos a Dios nos compromete a trabajar por aquello que pedimos. Lo que en realidad pedimos es que Dios nos haga sensibles ante tantas necesidades por las que oramos, y nos envíe su Espíritu para que nos dé fuerza para llevar a cabo lo solicitado. Por otra parte, cuando dos o más cristianos oran juntos, además de expresar su fe en Dios, están fomentando la amistad y la unión entre ellos. Porque al dirigirse juntos al mismo Padre, están haciéndolo como hijos suyos, y los hijos son hermanos. No es posible dirigirse al Padre desde la división fraterna, porque si así lo hacemos estamos negando la paternidad. Orar es no solo signo de comunión, sino también causa de comunión. Signo de una comunión existente y causa de una comunión que se quiere profundizar e intensificar.

Esta semana de oración está iluminada por un texto bíblico: la parábola del samaritano misericordioso, provocada por una pregunta que un legista hace a Jesús: ¿qué tengo que hacer para tener en herencia vida eterna? Conviene entender bien la pregunta, pues es la que todos, creyentes y no creyentes, de un modo u otro, nos hacemos. El legista no pregunta qué hay que hacer para ir al cielo, sin qué hay que hacer para ser feliz. Pero como buen israelita, convencido de que Dios es la fuente de todo bien y de toda felicidad, formula la pregunta en términos religiosos: ¿qué hacer para participar de la vida del Eterno, del eternamente feliz y dichoso? ¿Cómo orientar mi vida hacia lo único que nos importa a todos, que es ser felices?

La respuesta de Jesús deja claro que no hay felicidad sin Dios, pero tampoco sin el prójimo, porque ambos son indisociables e inseparables. En una oración por la unidad convendría pensar en los prójimos de los que estamos separados, sobre todo aquellos prójimos con los que resulta más inconcebible estar separado, aquellos que invocan al mismo Padre, comparten la misma fe en Cristo y están ungidos con el sello del Espíritu.

Aunque la semana no lo pretenda directamente, no estaría mal orar por aquellos prójimos que dentro de nuestras propias Iglesias o comunidades cristianas están (o estamos), por el motivo que sea, alejados o separados unos de otros. Vivimos unos tiempos en los que la separación se da a niveles intraeclesiales. Hasta el punto de que los insultos y descalificaciones que nos hacemos unos a otros (y dentro de la Iglesia católica al mismísimo Santo Padre) son expresión no de desacuerdo legítimo, sino de odio y de separación. Una pena.

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14
Ene
2024
El origen ilumina el final
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Desde un punto de vista antropológico y filosófico, el origen de nuestra vida puede ayudarnos a comprender y asumir nuestra muerte. De modo que, desde consideraciones puramente inmanentes, surgiría una pregunta que estaría abierta a una respuesta proveniente de la fe.

¿Cuál es nuestro origen, de dónde venimos, cómo hemos aparecido, quién nos ha dado la vida? Nos hemos encontrado con la vida, no hemos hecho nada para estar vivos. En cierto modo, la vida no es nuestra, no es resultado de nuestro esfuerzo, no somos autores ni dueños absolutos de la vida. Todo lo hemos recibido. Por eso, la vida tiene unos límites que nos condicionan, previos a cualquier esfuerzo o deseo.

Tenemos un cuerpo antes de poseerlo, antes de que podamos decir que es nuestro. Un cuerpo que nos liga y del que no podemos deshacernos. Nos hemos encontrado con el cuerpo. El cuerpo es un don, un regalo. Por tanto, no somos sus dueños, no podemos dominarlo o controlarlo totalmente. Se nos impone. Puede uno rebelarse, pero solo si lo asumimos le damos sentido. El primer acto de nuestra vida es pasivo. Nos hemos recibido. Somos llevados a la vida antes de consentir a ella. Por tanto, somos contingentes, pobres. Pasividad, contingencia, pobreza están en nuestro origen.

A mi me han traído al mundo. No me he puesto yo. Así se comprende que, de la misma forma que me han traído, también me llevarán, me sacarán, porque no soy absoluto, soy donado, contingente. Yo no pongo mi vida, reposo sobre ella. La Vida me da la vida. Nacemos en un mundo que nos preexiste y nos sacan de un mundo que seguirá sin nosotros. La contingencia de nuestro nacimiento nos lleva, sin remedio, a la necesidad de la muerte. Recibimos la vida y debemos someternos a ella. Con la vida recibimos un carácter, que siempre nos condiciona, no podemos deshacernos de él. Podemos asumirlo y así modularlo. El hombre es frágil, siempre confrontado a su miseria. Yo puedo actuar y querer, pero siempre sobre lo recibido, sobre lo que no me he dado a mi mismo.

Por otra parte, si la vida es un don, un regalo que recibimos pasivamente, podemos preguntarnos por la parte activa del don. Hay un poder previo a nosotros que nos pone en la existencia. Es un poder creador, pues tiene capacidad de hacer aparecer lo que antes no existía. De ahí que podamos abrirnos a la esperanza. Este mismo poder que me ha dado la vida y que la sostiene hasta el momento de mi muerte, podría sostenerla más allá de ese momento, pues es un poder que no depende de mi voluntad ni de mis fuerzas. Es un poder independiente de mi, que hace que yo me reciba, pero actúa antes de que yo me reciba. El poder creador, que nos ha sorprendido dándonos la vida, pudiera seguir sorprendiéndonos. Este poder nos abre a la esperanza.

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9
Ene
2024
Mandamientos divinos, derechos humanos
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Cuando rezamos con las palabras que Jesús nos enseñó pedimos a Dios que se haga su voluntad siempre y en todo lugar. El “hágase tu voluntad” no es una fórmula de servilismo o de resignación, sino la expresión del convencimiento de que en la voluntad de Dios está la felicidad del ser humano. Que se haga la voluntad de Dios es lo mejor que le puede ocurrir a nuestra vida. Por eso, el cristiano cuando dice en el padrenuestro “hágase tu voluntad” lo dice convencido de que de Dios sólo puede salir lo bueno, pues Dios todo lo dirige y ordena al bien de los que le aman.

La primera expresión de la voluntad de Dios se encuentra en los diez mandamientos, en esas diez palabras que, por medio de Moisés, Dios dijo a su pueblo. No son disposiciones arbitrarias. Son mandamientos para la vida. “Conserva como un tesoro mis mandatos. Guarda mis mandamientos y vivirás”, se lee en el libro de los Proverbios (7,1-2). Vivirás quiere decir vivirás bien, serás feliz.

Los diez mandamientos, en lo que se refiere a las relaciones con el prójimo, están expresados de forma negativa, pero hay que entenderlos desde su contrapartida enormemente positiva. En el fondo, los mandamientos divinos son la expresión de los derechos humanos. Mi primer derecho, el más fundamental, es el derecho a la vida. Por eso se prohíbe: “no matarás”. Yo tengo derecho a tener los bienes necesarios para vivir. Por eso se manda: “no robarás”. Yo tengo derecho a la verdad. Por eso se manda: no mentir y no dar falso testimonio contra el prójimo.

En los libros del Éxodo, de Levítico y del Deuteronomio encontramos las primeras formulaciones de los diez mandamientos. Jesús, en su diálogo con el rico que le pregunta qué tiene que hacer para conseguir la vida eterna, comienza por recordarle los diez mandamientos del Antiguo Testamento. Ellos son un camino de vida. Nos enseñan la verdadera humanidad del hombre. Están grabados por Dios en el corazón de todo ser humano. Por eso no son sólo una ley divina, unos preceptos religiosos. Son los derechos que tiene todo ser humano y que todos debemos respetar si queremos ser sencillamente humanos.

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5
Ene
2024
De párrocos y parroquias
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La parroquia no es el párroco. La parroquia son todos los feligreses, juntamente con el párroco. El párroco es un miembro más de la parroquia, aunque tiene su papel. El tiene su papel, y los feligreses el suyo. Algunos tienen un oficio parroquial con responsabilidades: catequistas, lectores, ministros extraordinarios de la comunión, cantores, acólitos, miembros del consejo de pastoral y del consejo de economía. Todos son importantes. Y los que no tienen ningún oficio son igualmente importantes, porque si la parroquia es de todos, si falta uno, la parroquia no está completa.

La parroquia no es el párroco. Y la parroquia tampoco es del párroco. La parroquia es de “todos, todos, todos”, como diría el Papa Francisco. Y si es de todos, todos son responsables, todos están llamados a cuidarla y a participar, todos y cada uno tiene una palabra que decir. La parroquia no es del párroco, pero sin duda el párroco tiene el importante papel de moderar los distintos oficios y tareas parroquiales, de estimular la fe, de acoger a los pobres, de presidir la eucaristía.

Y todo eso no como un propietario, como el patrón que manda y los demás obedecen sin rechistar, sino como el primero que sirve. El párroco es un servidor. Y si sirve, y cuando sirve, ocupa de forma eminente el papel de Cristo. “No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad el interés de los demás” (Flp 2,4). Estas palabras valen para todos, pero sobre todo para los que tienen responsabilidades en la Iglesia. Si hacemos eso “tendremos los sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2,5).

La viña es una buena imagen de la Iglesia y, por tanto, una buena imagen de la parroquia. Dice el Concilio Vaticano II (Lumen Gentium, 6) que “el celestial Agricultor plantó la Iglesia como viña escogida. La verdadera vid es Cristo, que comunica vida y fecundidad a los sarmientos, que somos nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia, y sin Él nada podemos hacer”. El mejor lugar donde vamos a encontrarnos con Cristo, vid verdadera que nos comunica a nosotros la vida, es en la Eucaristía, en la que escuchamos su Palabra y le recibimos en comunión. Para eso necesitamos una parroquia y un párroco que nos presida la Eucaristía, nos parta la palabra de Dios y nos reparta la comunión. La Eucaristía es la celebración por excelencia de la comunidad parroquial.

Cada parroquia es como una viña que Dios ha plantado en medio de nuestras ciudades. En ella podemos encontrarnos con la vida que es Cristo. Nosotros somos sus miembros. La parroquia es un lugar de fraternidad, de solidaridad y de acogida, porque el Señor que allí nos espera nos llama a ser hermanas y hermanos, a ser cuidadores los unos de los otros.

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1
Ene
2024
Inteligencia artificial y paz
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El mensaje del Papa con motivo de la Jornada Mundial de la Paz que, desde hace 57 años, viene celebrándose el uno de enero, tiene como lema: “inteligencia artificial y paz”. Es un documento que reconoce las oportunidades de esta tecnología, pero también advierte de sus límites, y pide que sea puesta al servicio del bien común.

Durante este pontificado se han afrontado asuntos nuevos, que han aparecido con fuerza en estos últimos años, y que tienen consecuencias para la vida, la salud y el bienestar de las personas. Hoy nos enfrentamos con nuevos problemas. Es necesario que seamos conscientes de sus múltiples implicaciones, para orientarlos y conducirlos buscando el bien de la persona. La inteligencia artificial es uno de ellos.

En estos momentos, las máquinas pueden reproducir o imitar las capacidades cognitivas del ser humano, de forma más rápida y precisa; y, al mismo tiempo, orientar nuestras acciones, a base de ofrecer informaciones que nos condicionan, nos influyen y nos emocionan, sin que seamos conscientes de ello, no buscando precisamente nuestro bien, sino el interés del que manipula las máquinas, que es, naturalmente, el que tiene el poder y el dinero. Las máquinas pueden controlar nuestros hábitos mentales con la finalidad de conseguir determinados objetivos políticos o económicos, limitando así el ejercicio consciente de nuestra libertad de elección. Esto, dice el mensaje papal, “crea un serio problema cuando la inteligencia artificial se emplea en campañas de desinformación que difunden noticias falsas y llevan a una creciente desconfianza hacia los medios de comunicación”.

El mensaje no olvida la tragedia de la guerra: “La posibilidad de conducir operaciones militares por medio de sistemas de control remoto ha llevado a una percepción menor de la devastación que estos han causado y de la responsabilidad en su uso, contribuyendo a un acercamiento aún más frío y distante a la inmensa tragedia de la guerra”. En otras palabras: la inteligencia artificial consigue que aquellos que provocan los daños terribles de las guerras sean insensibles al daño causado, puesto que la responsabilidad reside en los cálculos fríos de la máquina.

Eso no impide que el Papa reconozca los efectos positivos de una inteligencia artificial bien utilizada en favor del desarrollo humano. En efecto, “podría introducir importantes innovaciones en la agricultura, la educación y la cultura, un mejoramiento del nivel de vida de enteras naciones y pueblos, el crecimiento de la fraternidad humana y de la amistad social. En definitiva, el modo en que la usamos para incluir a los últimos, es decir, a los hermanos y las hermanas más débiles y necesitados, es la medida que revela nuestra humanidad”.

El mensaje termina con una oración para que “el rápido desarrollo de formas de inteligencia artificial no aumente las ya numerosas desigualdades e injusticias presentes en el mundo, sino que ayude a poner fin a las guerras y los conflictos, y a aliviar tantas formas de sufrimiento que afectan a la familia humana”.

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