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Sep2024Poder de la esperanza sobre la tristeza
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Sep
En las páginas finales de la meditación que, en los últimos días de su vida, en la cárcel, y a la espera de ser ajusticiado, escribió fray Jerónimo Savonarola, se encuentra un combate imaginario entre dos poderosos ejércitos, uno capitaneado por la Tristeza y otro por la Esperanza.
Sintiéndose abandonado por sus amigos y acosado por sus enemigos, escribe: “Todo lo que veo, todo lo que oigo son los pendones de la tristeza… Igual que a los enfermos de fiebre todo lo dulce les parece amargo, así a mí todo se me convierte en dolor y tristeza”. Y pregunta: “¿quién me librará de las manos de este enemigo sacrílego?, ¿quién será mi protector?, ¿quién me auxiliará?, ¿a dónde voy a ir?, ¿cómo me podré escapar?”. Y responde: “Ya sé lo que tengo que hacer: me volveré a lo invisible y lo traeré a luchar contra lo visible. ¿Quién será el caudillo de tan excelso y temible ejercito? La Esperanza, que es invisible; la Esperanza vendrá a luchar contra la tristeza y la derrotará. ¿Quién puede permanecer en pie contra la Esperanza? Llamaré, pues, a la Esperanza, vendrá enseguida y yo no seré defraudado… Oh admirable poder de la Esperanza, cuyo rostro no ha podido soportar la Tristeza. Con ella viene mi consuelo. La Tristeza clama y grita con todo su ejército. Aunque me ataque el mundo y se alcen enemigos míos, nada temo, porque en Ti, Señor, he esperado, porque Tú eres mi esperanza y en lo más alto has puesto tu refugio. Yo he entrado ya en él; la Esperanza me ha metido en él”.
Y añade, con una gran profundidad teológica: “Este es -dice la Esperanza-, el altísimo refugio de Dios, ¡oh hombre!, abre los ojos y mira: sólo Dios existe, sólo Él es el piélago infinito de la sustancia. Las demás cosas son como si no fueran, pues todas dependen de Él y si Él no las sostuviera en el ser, volverían inmediatamente a la nada… Piensa en la sabiduría del que lo gobierna todo, en la tranquilidad del que lo ve todo, a cuyos ojos todas las cosas están desnudas y abiertas. Este es el único que puede librarte, El sólo puede consolarte, El solo salvarte. No confíes en los hijos de los hombres; en ellos no hay salvación. Piensa en la bondad de Dios, considera su amor; ¿no es amante de los hombres el que por los hombres se hizo hombre y fue crucificado por los pecadores? Él es tu padre, el que te creó, te redimió y siempre te hizo bien. ¿Puede el Padre abandonar a su hijo?...
¡Oh virtud de la Esperanza! ¡Cómo te prodigas! Está derramada la gracia en tus labios, altísimo refugio del Señor, al cual no puede llegar la tristeza. Yo lo he sabido y lo he entendido y por ello he puesto mi esperanza en Ti, Señor. Aunque el peso de mis pecados me oprime duramente, no sé desesperar, ya que tu Bondad me incita tan benignamente a la esperanza. No seré confundido para siempre; puedo ser confundido en el tiempo, pero no en la eternidad; la esperanza me ha llevado a tu altísimo refugio, no me ha enseñado a esperar cosas temporales, sino eternas, porque la esperanza es del reino de lo invisible, y las cosas que se ven son temporales y las que no se ven eternas”.