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Jul2016Razón y sentidos no explican toda la realidad
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Jul
La razón es lo más valioso que tiene el ser humano. Pero la razón, a veces, es pretenciosa. Por ejemplo, cuando califica de infantil, cuando no de irracional, todo discurso que desemboca en lo religioso. Ya un gran matemático como Pascal hizo notar la insuficiencia del orden puramente racional. Hay que tener en cuenta, además, que lo religioso posee su ló¬gica interna. El que la racionalidad de lo religioso no coincida con la lógica de la ra¬zón analítica o instrumental no significa que en la religión no estén presentes otros tipos de razón, como la simbólica, la utópica, la vital, la hermenéutica, la narrativa, la dialéctica o la cordial. Cierto, tal como reconoce el Catecismo de la Iglesia Católica, “en el sentido de las pruebas propias de las ciencias naturales”, no podemos probar ni desprobar la existencia de Dios. Pero tam¬poco podemos dar cuenta de la verdad última de las proposiciones científicas. Desde el momento en que los enunciados empíricos basan su validez en el principio de inducción, su verdad es sólo probable, jamás absoluta. De modo que, mientras no se demuestre su falsedad , la validez de las conclusiones científicas depende de la confianza que en ellas depositemos.
Por otra parte, una razón puramente “científica”, que se queda en el plano de las causas físicas, no es capaz de explicar toda la realidad. Las explicaciones teológicas no se contraponen a las naturales. Suponerlo es pasar por alto el hecho de que existen múltiples estratos de comprensión o explicación. Todo lo que podemos experimentar admite una pluralidad de niveles explicativos; y las diversas explicaciones no compiten entre sí. Por ejemplo, una explicación de este post es que alguien ha utilizado el teclado de un ordenador y se ha servido de un programa informático. Otra explicación es que el blogger pretende comunicar ciertas ideas. Y aún cabe una tercera explicación: el director de la página web ha pedido al blogger que redacte estas ideas. Todo estos estratos ni compiten entre sí, ni son contradictorios; todos ellos explican la página que el lector está leyendo. No tiene sentido argumentar que la página se explica mejor atendiendo solamente al programa informático y al técnico que lo ha hecho posible, que a la intención del autor del artículo. Ni tampoco tiene sentido afirmar que la página existe por la petición del director de la página antes que a causa del deseo del autor del texto de compartir sus ideas.
Igualmente hay que decir: que la existencia humana tenga causas naturales, que la teoría de la evolución explica perfectamente; o que la psicología y la neurología ofrezcan una razonable explicación de los deseos humanos, no impide que la teología pueda dar también una explicación en la que Dios aparece como la causa última de la vida y de la esperanza humana. La realidad es muy compleja y no podemos reducirla a una sola de sus perspectivas. En otras palabras: la razón científica, técnica e instrumental no es la única medida de la razonabilidad, del sentido y de la esperanza. Hay además otras formas de inteligencia y de saber que no son inferiores en hondura a la razón científica.
El dinero es sucio. Recuerdo que un empleado de banca me decía: el dinero huele mal. Añadía, para que quedase claro lo que quería decir: huele físicamente mal. Y cuanto más se acumula, como en las cajas fuertes de los bancos, más y peor debe oler. En este caso, lo físico es reflejo de algo mucho más serio: ante el dinero parece que todos perdemos la cabeza; el dinero, en demasiadas ocasiones, corrompe a los que lo ambicionan. Y cuando alguien acumula dinero, resulta sospechoso de haberlo obtenido por medios poco confesables. No es extraño que Jesús advirtiera que uno de los grandes peligros de sus seguidores era el amor al dinero: no podéis servir a Dios y al dinero. El dinero es incompatible con el reino de Dios. Pues el dinero nos hace egoístas y el reino de Dios nos hace desprendidos.
Es práctica habitual para invitar a leer un artículo entresacar una frase llamativa que se pone como titular. A veces el titular refleja bastante bien la temática de la que trata el artículo, pero otras veces quedarse solo con el titular no es hacer justicia al pensamiento matizado expuesto en el artículo. Quedarse con una frase sacada de contexto no es garantía de conocer a un autor ni de resumir adecuadamente su pensamiento. Pongo un ejemplo personal: en un post de este blog, titulado “encuentros y desencuentros”, indicaba que Jesús nos invita al encuentro, a la buena relación con los demás. Por tanto, un cristiano debe evitar, en la medida de lo posible, todo aquello que le aleja de los demás. En el campo teológico y doctrinal, esto se traduce en la necesidad de evitar malentendidos y, en positivo, de ofrecer explicaciones que favorezcan la comunión, sin que esto implique desvirtuar la propia posición.
Respondo a una pregunta muy directa que me han planteado: ¿hay belleza en la vida consagrada? Aunque hay tantos gustos como personas, la belleza tiene algunos criterios objetivos: bello es lo armónico, lo proporcionado, lo sugerente, lo que despierta nuevos horizontes. La belleza es algo propio del objeto que se reconoce como bello, pero también depende de la apreciación que de ese objeto haga el sujeto. Por eso se dice que hay personas que están más capacitadas o que son más sensibles ante determinadas obras de arte. Se necesita una cierta sensibilidad y preparación para apreciar un poema, una pieza musical, una pintura.
La paz es efecto de la justicia, decía San Agustín. Y en el salmo 84 se afirma que la justicia y la paz se besan. Sin unos mínimos de justicia lo que aparece es el resentimiento y el odio. Por eso, los caminos de la paz pasan por un trabajo serio a favor de la justicia y de la dignidad de todos los ciudadanos. Ahora bien, no hay nada más alejado de la justicia que la venganza. Por eso la justicia debe traducirse en misericordia y perdón. Una justicia que no tiende hacia el amor resulta inhumana. La justicia sola no es suficiente para el logro de una auténtica humanidad ”si no se le permite a esa forma más profunda que es el amor plasmar la vida humana en sus diversas dimensiones” (Juan Pablo II).
Los hechos son los hechos. Gustarán o no gustarán, pero el gusto o disgusto no cambia los datos. Por eso, cualquier interpretación u opinión mínimamente seria no puede basarse en datos falsos o distorsionados. He conocido noticias de primera mano, y luego he leído informaciones o comentarios que las falsificaban totalmente, con la mala intención de hacer daño. Otras veces, como el caso que ahora voy a contar, se ofrecen datos inexactos probablemente porque no se han contrastado con la fuente adecuada.
La vida cristiana está hecha de encuentros. En primer lugar, encuentro con el Señor Jesús. Con este encuentro, y no con decisiones éticas o consideraciones doctrinales, se comienza a ser cristiano. En segundo lugar, encuentro con los hermanos. Cuando uno se ha encontrado con Jesucristo, necesariamente se sigue el encuentro con los hermanos, entre otras cosas porque el modo como Cristo resucitado se hace hoy presente en el mundo es por medio de los hermanos: cada vez que dos o tres se reúnen en su nombre, allí él se hace presente. Estos encuentros son mucho más que meras coincidencias en un lugar. Encuentro significa relación profunda, compartir la vida, con todo lo que conlleva, compartir los bienes espirituales y también los materiales.
La caridad, o el amor cristiano, sin dejar de lado las ayudas eficaces y urgentes que requieren tantos hermanos nuestros, debe también comprenderles y acompañarles en su sufrimiento. Para que la caridad alcance su plenitud con una persona necesitada no basta con llenar la boca que tiene hambre; también hay que escuchar la boca que habla.
En la última semana de julio se celebrarán en Cracovia las XXI Jornadas mundiales de la juventud. Es de esperar que sean muchos los jóvenes que se reúnan con Francisco para reafirmar su fe cristiana. Estas Jornadas están encuadradas, como no podía ser de otra manera, dentro del “año santo de la misericordia”. Sin duda, el Papa hará una llamada apremiante para que, en estos tiempos tan convulsos, los jóvenes cristianos sean instrumentos de misericordia hacia todos los prójimos.