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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

4
Jul
2016

Desacuerdo no es desencuentro

2 comentarios

Es práctica habitual para invitar a leer un artículo entresacar una frase llamativa que se pone como titular. A veces el titular refleja bastante bien la temática de la que trata el artículo, pero otras veces quedarse solo con el titular no es hacer justicia al pensamiento matizado expuesto en el artículo. Quedarse con una frase sacada de contexto no es garantía de conocer a un autor ni de resumir adecuadamente su pensamiento. Pongo un ejemplo personal: en un post de este blog, titulado “encuentros y desencuentros”, indicaba que Jesús nos invita al encuentro, a la buena relación con los demás. Por tanto, un cristiano debe evitar, en la medida de lo posible, todo aquello que le aleja de los demás. En el campo teológico y doctrinal, esto se traduce en la necesidad de evitar malentendidos y, en positivo, de ofrecer explicaciones que favorezcan la comunión, sin que esto implique desvirtuar la propia posición.

Pues bien, en Twitter se colgó una frase de este artículo que resultaba provocadora. Decía así: “si las doctrinas son motivo de desencuentro, entonces no vienen del Espíritu de Dios”. Una persona, (desconozco si había leído el artículo), comentó: “¿A qué os referís con la doctrina? ¿A las encíclicas de los Papas, por ejemplo? Pues vamos buenos”. Una primera explicación: desacuerdo no es desencuentro. Se puede estar en desacuerdo con una explicación teológica y eso no tiene porqué conducir a ningún desencuentro, al menos un desencuentro personal, que son los verdaderos desencuentros. Podemos estar muy unidos, y convivir pacíficamente, no solo con personas que tienen distintos gustos, sino incluso con personas que no comparten cuestiones esenciales, como es el caso de la convivencia entre creyentes y no creyentes o creyentes de distintas religiones.

Por otra parte, reconozco que la palabra “doctrina” es susceptible de ser mal interpretada. Seguramente la persona que reaccionó al twit lo tomó por la parte que más “quemaba”. Pero la palabra doctrina no tiene que identificarse con la confesión de fe. Es más bien una explicación de algún artículo de fe. Ahora bien, pueden darse distintas explicaciones sobre la misma fe. Y esas explicaciones no tienen porqué conducir a ninguna separación fraterna. A este respecto es bueno distinguir entre mensaje (de fe) y doctrina (que explica el mensaje). Juan XIII hizo otra distinción que puede enlazar con esta que yo hago: una cosa es el depósito de la fe y otra el modo de expresarla.

Las explicaciones doctrinales son tanto más buenas cuanto menos polémica o separación crean. De modo que, cuando alguien no está de acuerdo con ellas puede, al menos, reconocer, primero, que tienen elementos buenos; y después, que en aquello que no se considera adecuada, la exposición está hecha de tal manera que merece ser discutida, no desde la oposición o el desencuentro, sino con simpatía y fraternidad.

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feliciano lópez robles
4 de julio de 2016 a las 20:19

Partimos de que no siempre es posible llegar a un acuerdo en las relaciones humanas, sobre todo entre partidos políticos.- El desacuerdo se prodiga con mucha frecuencia, ya que todos queremos alcanzar el beneficio de nuestro propio planteamiento.- Esto no siempre entra en los cálculos de la otra persona, por lo que deriva en un mal entendimiento.- Visto así, hay que decir, no tiene porqué haber desencuentro en las relaciones, pero las explicaciones dadas o el modo de entenderlas no siempre parten de un mismo nivel de fe.- En la negociación del acuerdo aparece en muchas ocasiones el desencuentro entre las personas, porque no vamos preparados para facilitar las cosas, más bien todo lo contrario.- El desencuentro cierra la vía de negociación y no siempre favorece.-

Juanjo
4 de julio de 2016 a las 20:24

El tema de los títulos, en artículos, libros, post, etc... puede ser muy debatido (y hasta muy divertido). Entiendo que deban ser, en ocasiones provocativos, como atractivo "gancho" que incite a su lectura. Y en ocasiones hasta el título puede ser una frase de contenido totalmente contrario a lo que se desea exponer, y que luego se va matizando. (con el consiguiente riesgo que uno sea juzgado de antemano). Ahí está la genialidad de cada autor.
Pero ese no es el problema de fondo. Quizá es la falta de equidad, de formación, o de capacidad crítica lo que creo que hace que prolifere la existencia de inquisidores que andan buscando con una lupa una frase que no acaba de sonar bien. Y entonces ya... nada vale.

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