Jul
Desacuerdo no es desencuentro
2 comentariosEs práctica habitual para invitar a leer un artículo entresacar una frase llamativa que se pone como titular. A veces el titular refleja bastante bien la temática de la que trata el artículo, pero otras veces quedarse solo con el titular no es hacer justicia al pensamiento matizado expuesto en el artículo. Quedarse con una frase sacada de contexto no es garantía de conocer a un autor ni de resumir adecuadamente su pensamiento. Pongo un ejemplo personal: en un post de este blog, titulado “encuentros y desencuentros”, indicaba que Jesús nos invita al encuentro, a la buena relación con los demás. Por tanto, un cristiano debe evitar, en la medida de lo posible, todo aquello que le aleja de los demás. En el campo teológico y doctrinal, esto se traduce en la necesidad de evitar malentendidos y, en positivo, de ofrecer explicaciones que favorezcan la comunión, sin que esto implique desvirtuar la propia posición.
Pues bien, en Twitter se colgó una frase de este artículo que resultaba provocadora. Decía así: “si las doctrinas son motivo de desencuentro, entonces no vienen del Espíritu de Dios”. Una persona, (desconozco si había leído el artículo), comentó: “¿A qué os referís con la doctrina? ¿A las encíclicas de los Papas, por ejemplo? Pues vamos buenos”. Una primera explicación: desacuerdo no es desencuentro. Se puede estar en desacuerdo con una explicación teológica y eso no tiene porqué conducir a ningún desencuentro, al menos un desencuentro personal, que son los verdaderos desencuentros. Podemos estar muy unidos, y convivir pacíficamente, no solo con personas que tienen distintos gustos, sino incluso con personas que no comparten cuestiones esenciales, como es el caso de la convivencia entre creyentes y no creyentes o creyentes de distintas religiones.
Por otra parte, reconozco que la palabra “doctrina” es susceptible de ser mal interpretada. Seguramente la persona que reaccionó al twit lo tomó por la parte que más “quemaba”. Pero la palabra doctrina no tiene que identificarse con la confesión de fe. Es más bien una explicación de algún artículo de fe. Ahora bien, pueden darse distintas explicaciones sobre la misma fe. Y esas explicaciones no tienen porqué conducir a ninguna separación fraterna. A este respecto es bueno distinguir entre mensaje (de fe) y doctrina (que explica el mensaje). Juan XIII hizo otra distinción que puede enlazar con esta que yo hago: una cosa es el depósito de la fe y otra el modo de expresarla.
Las explicaciones doctrinales son tanto más buenas cuanto menos polémica o separación crean. De modo que, cuando alguien no está de acuerdo con ellas puede, al menos, reconocer, primero, que tienen elementos buenos; y después, que en aquello que no se considera adecuada, la exposición está hecha de tal manera que merece ser discutida, no desde la oposición o el desencuentro, sino con simpatía y fraternidad.