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Jul2013Todo es política, con algún pero
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Jul
En un post anterior hemos hablado de la importancia de mostrar la incidencia mundana de la fe. Dicho de otro modo: la fe cristiana tiene una relevancia social y es necesario traducirla en una toma de posición política. No se trata de invitar a los cristianos a afiliarse a ningún partido. Mucho menos se trata de que la Iglesia se constituya en aval de ninguna política concreta o de utilizar sus principios morales como argumento deslegitimador de la política. Pero sí se trata de notar que la fe cristiana contribuye al perfeccionamiento de la realidad social y a la defensa de la dignidad humana.
Lo que suscita problema es el hecho de que antes de cualquier posición y cualquier acción concreta, el cristiano y la Iglesia se encuentra ya en un campo de referencias sociales y políticas. Esto significa que cualquier toma de postura de la Iglesia como institución puede considerarse y, de hecho, se considera una toma de posición política. Por tanto, se hace necesaria una reflexión sobre las implicaciones políticas de todos sus enunciados. Si política es tomar decisiones que buscan ordenar rectamente lo social, entonces la política es necesaria, y toda postura sobre las realidades sociales y humanas puede considerarse política. Pero a la Iglesia no le toca dirimir entre dos soluciones distintas e incluso contrarias, mientras estas soluciones sean respetuosas con la dignidad humana (a propósito de la mayor o menor descentralización del Estado, por poner un ejemplo que se entiende fácilmente).
Ahora bien, lo política y lo social se encuentran con lo humano, no lo constituyen. La política tiene un dato previo: el ser humano que ya está ahí antes de que ella intervengan. La persona posee un valor más allá de la dimensión de lo social y su dignidad debe defenderse frente a toda invasión totalitaria de la política. La política no es el horizonte más amplio de la realidad. Existen alienaciones que la política no puede resolver, pues vienen dadas con la finitud del hombre y no pueden ser eliminadas por los hombres. La política puede prevenir las consecuencias de un temporal, pero los temporales causan efectos catastróficos incluso allí donde la técnica ha puesto lo mejor de sí misma. No sólo causan daños evitables en Haití, sino también en un lugar como Japón, donde parecía que todo estaba previsto y programado. ¿Quién soluciona el dolor de aquellos que han perdido a sus seres queridos, o la inseguridad psicológica que produce el verse afectado por una desgracia? ¿Quién responde a la necesidad de sentido que hay en todo ser humano? La fe cristiana no sólo tiene incidencia social, tiene también palabras de esperanza, gracia y salvación.
La luz de la fe, expresión que se encuentra en Tomás de Aquino, es el título que ha escogido el Papa Francisco para su primera encíclica. Esta encíclica está en estrecha continuidad con las otras dos grandes encíclicas de Benedicto XVI dedicadas a la vida teologal: Deus caritas est y Spe salvi. La fe, la esperanza y la caridad son las tres actitudes que unen al cristiano con Dios en este mundo. Ellas, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 1812) “se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino”. En la encíclica, este “origen, motivo y objeto” teologal, se expresa así referido a la fe: "La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro".
“Cada vez que oigo decir que Dios es Padre, me pongo enfermo”. Eso dice un adolescente, hijo de padres divorciados, que vive con su madre y ha tenido una relación muy negativa con su padre. Me lo cuenta su madre, creyente, y me pregunta qué hacer para explicar al hijo eso que dice la fe: Dios es Padre. Cuando me plantean esos casos, soy consciente de que no hay palabras que pueden remediar los fracasos más dolorosos de la vida. Hay bastantes hijos de matrimonios arruinados que no asumen fácilmente su situación. Y el cónyuge que se ha quedado con los hijos no lo tiene fácil: ¿cómo ser madre y no ser esposa?, ¿cómo ser padre sin ser esposo?, ¿cómo un niño puede asumir la relación filial hacia sus padres? En cierto modo, el niño debe hacer duelo por uno de sus progenitores, aunque esté vivo.
