Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor


Filtrando por: 2025 quitar filtro

14
Feb
2025
¿En quién confiamos?
6 comentarios

domingosextoc

En Jesús los cristianos hemos visto un Dios seguro, un Dios en el que se puede confiar. Toda la vida de Jesús es manifestación de un Dios así. En la resurrección de Cristo los cristianos tenemos el motivo fundamental de nuestra esperanza y de nuestra fe en un Dios que es fiel a su criatura hasta el final, hasta la muerte y más allá de la muerte. Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe no vale nada (segunda lectura del próximo domingo). Pero si Dios le ha resucitado de entre los muertos, entonces ese Dios se acredita como Dios de la vida que no puede estar sin sus hijos muy amados. La resurrección es un asunto de amor, un Dios que ama hasta tal punto que no quiere estar sin sus amados.

El Evangelio del sexto domingo del tiempo ordinario es también una llamada a la confianza en Dios. Las bienaventuranzas evangélicas no están ahí sólo ni principalmente para consolarnos frente a las injusticias y desgracias de este mundo. No son una llamada a la resignación. Las bienaventuranzas son una bendición, una ocasión para hablar bien de Dios que incluso en la aflicción se muestra poderoso, acompañando y sosteniendo a los suyos. En ellas Cristo nos declara felices y se congratula con nosotros porque él sabe muy bien como nos mira el Padre celestial. El motivo de la felicidad no es la pobreza, sino el lugar que ocupamos en el corazón del Padre.

Las bienaventuranzas no nos evaden de los problemas de este mundo. Al contrario, nos comprometen a trabajar por un mundo más justo y humano. Son muy realistas. En todo lugar y tiempo, en la Palestina de Jesús y en nuestro mundo, hay pobres, hambrientos y perseguidos. Un cristiano no vive el espíritu de estas bienaventuranzas si no se solidariza con ellos, imitando así al Padre celestial. Con una solidaridad real, efectiva y afectiva. Dios no quiere el sufrimiento, pero ama a los que sufren. Nosotros, hijos de Dios llamados a identificarnos con su Hijo Jesús, estamos invitados a tener esos sentimientos divinos.

En la versión de Lucas las bienaventuranzas van acompañadas de una serie de maldiciones. Se trata de una seria advertencia para aquellos que buscan la felicidad en el poder, el prestigio o la ambición. También ahí Jesús es muy realista y nos plantea a todos una pregunta decisiva: ¿en qué o en quién confías? ¿Dónde pones tu corazón? No se puede vivir con un corazón dividido. No se puede buscar el poder y a la vez querer ser solidario con el débil. No se puede confiar a la vez en Dios y en el dinero. No pueden construirse armas de guerra con el falso propósito de defender la paz.

El evangelio de hoy, con ese contrapunto tan desconcertante a las bienaventuranzas, rompe con esas pretensiones nuestras (a veces incluso inconscientes) de compatibilizar lo incompatible: el afán de dinero y la solidaridad, la búsqueda de poder y la cercanía a los hermanos, el ser cristiano y el miedo a proclamar que lo somos. En suma, no es posible vivir como un impío y gozarse en la ley del Señor (salmo responsorial) Ya lo dice la sabiduría popular: no se puede poner una vela a Dios y otra al diablo.

Ir al artículo

11
Feb
2025
Agua amenazante y fecunda
3 comentarios

aguafecund

El fuego, para los hombres de la antigüedad, representaba una fuerza saludable, fuente de luz y de calor, pero también un poder de destrucción y de muerte. Igualmente, el agua presenta el doble aspecto de manantial de vida y ayuda para la sed, por un lado, y de algo amenazador y fatal por otro. Para darse cuenta del papel ambiguo que tiene el agua, basta recordar el contraste entre el potencial destructivo de las lluvias que cayeron en Valencia y en otros lugares de España a final de octubre y principio de noviembre, y las aguas pacíficas, saludables, motivo de diversión y alegría de muchos lugares vacacionales.

En la mayoría de las religiones, y en concreto en la religión judía y cristiana, el agua (al igual que el fuego) es lugar de las manifestaciones divinas, pero otras veces también es sede o vehículo de los poderes infernales. Así, por ejemplo, la Biblia comienza hablando de un espíritu divino que aleteaba por encima de las aguas (Gen 1,2), las aguas del caos y del desorden sobre las que el espíritu crea orden y belleza. En el Nuevo Testamento vemos a Jesús calmando las olas de un mar embravecido que amenazaba con tragarse a los atemorizados discípulos (Mt 8,23-27).

A esta agua, símbolo de muerte, se refiere San Pablo para explicar que el bautismo es un sumergirse con Cristo en las aguas de la muerte para resucitar a una vida nueva (Rm 6, 2 ss). Unidos a Cristo es posible vencer a todos los poderes de muerte y destrucción. El pecado, o sea, vivir alejados de la voluntad de Dios, es la síntesis de todos los males. Pero unidos a Cristo podemos vencer al pecado. Y esta victoria viene significada por el bautismo.

Pero el agua tiene también un carácter eminentemente positivo. Así Jesús habla de un agua viva que salta hasta la vida eterna, refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él (Jn 7,37-39). Este sentido positivo del agua también se encuentra en el simbolismo bautismal. El agua en la que se sumerge el catecúmeno no es tanto signo de limpieza, cuanto de fecundidad: unidos a Cristo, agua viva, nuestra tierra reseca puede dar frutos de vida eterna, se convierte en una vida fecunda.

Este doble simbolismo negativo y positivo del agua nos permite entender el bautismo como la transformación de un agua en otra, del agua mortal en agua fecundante. Dicho de otro modo, como un abandono del pecado, pasando por las aguas de la muerte, para vivir una vida nueva, vida que Cristo hace posible: bebiendo el agua que él nos da, jamás tendremos sed y además viviremos, ya en este mundo, la vida de Dios, la vida eterna (cf Jn 4,14). O sea, nuestra vida tendrá sentido y será fecunda en buenas obras.

Ir al artículo

6
Feb
2025
Inteligencia artificial e inteligencia humana
5 comentarios

inteligenciaart

Dos dicasterios de la Santa Sede, el de “Doctrina de la fe” y el de “Cultura y Educación”, han publicado una nota conjunta sobre la relación entre inteligencia artificial e inteligencia humana (en adelante: IA). La nota pretende considerar las implicaciones antropológicas y éticas de la IA, con el fin de garantizar que sus aplicaciones se dirijan a promover el progreso humano y el bien común. Mi consejo es que quienes estén interesados en el tema, lean despacio el documento vaticano.

Además de reconocer las ventajas que puede tener la IA en el campo de la sanidad, por ejemplo, y también de advertir sobre sus peligros, como la manipulación de informaciones o su uso perverso para la guerra, lo interesante de la nota es que ofrece claves para distinguir el concepto de inteligencia en referencia a la IA y al ser humano. La IA es capaz de realizar tareas mucho más rápidamente e incluso con mayor precisión que la inteligencia humana, pero no tiene en cuenta la experiencia humana en toda su amplitud, que no se agota en lo mensurable o en lo lógico-matemático, sino que abarca emociones, simpatías, sentido estético, moral y religioso, poesía y amor. Más aún, el ser humano, en todas sus búsquedas y en todos sus amores siempre busca a Dios, aunque no sea del todo consciente de ello.

Dado que la IA no posee la riqueza de la corporeidad, la relacionalidad y la apertura del corazón humano a la verdad y al bien, sus capacidades, aunque parezcan infinitas, son incomparables con las capacidades humanas de captar la realidad. Se puede aprender tanto de una enfermedad, como de un abrazo de reconciliación e incluso de una simple puesta de sol. Tantas cosas que experimentamos como seres humanos nos abren nuevos horizontes y nos ofrecen la posibilidad de alcanzar una nueva sabiduría. Ningún dispositivo, que sólo funciona con datos, puede estar a la altura de estas y otras tantas experiencias presentes en nuestras vidas.

Establecer una equivalencia demasiado fuerte entre la inteligencia humana y la IA conlleva el riesgo de sucumbir a una visión funcionalista, según la cual las personas son evaluadas en función de las tareas que pueden realizar. Sin embargo, el valor de una persona no depende de la posesión de capacidades singulares, logros cognitivos y tecnológicos o éxito individual, sino de su dignidad intrínseca basada en haber sido creada a imagen de Dios. Por lo tanto, dicha dignidad permanece intacta más allá de toda circunstancia, incluso en aquellos que son incapaces de ejercer sus capacidades, ya sea un feto, una persona en estado de inconsciencia o un anciano que sufre.

A la luz de esto, como observa el Papa Francisco, el uso mismo de la palabra “inteligencia” en referencia a la IA “es engañoso” y corre el riesgo de descuidar lo más valioso de la persona humana. Desde esta perspectiva, la IA no debe verse como una forma artificial de la inteligencia, sino como uno de sus productos.

Ir al artículo

3
Feb
2025
Mala política afecta a personas vulnerables
3 comentarios

rejas

Todas las decisiones políticas tienen repercusiones sobre los ciudadanos. Y hay repercusiones que atentan claramente contra el bien de las personas, al menos de algunas personas. Y normalmente esas personas a las que afectan negativamente las malas decisiones políticas suelen ser las más vulnerables. A los políticos, el bien de los ciudadanos no les suele importar mucho. Lo que de verdad les importa es mantenerse en el poder. Las decisiones que toman están orientadas a este mantenimiento. ¿Dónde encontrar un buen político?

El presidente de una poderosa nación ha tomado una serie de decisiones que han afectado para mal a personas vulnerables. Eso de enviar a un penal, o campo de concentración (¿o cómo hay que calificarlo?) a inmigrantes, considerándolos delincuentes, es una clara muestra de mala política y de nula compasión. Ha habido una pastora protestante que ha recibido elogios de muchas personas e instituciones cristianas y, por supuesto, católicas, porque tuvo la valentía de denunciar delante del personaje sus malas prácticas anunciadas. Quizás sus electores están de acuerdo con esas prácticas. Pero ni en este ni en muchos otros casos el criterio de la mayoría es el bueno. A veces, es el peor.

Apelar a la religión para justificar determinadas políticas no es necesariamente un error. Porque la fe en Dios es determinante de todo lo que hace un buen creyente, también de sus tomas de posición políticas. Cierto, a veces en política uno no hace lo que quiere, sino lo que puede. Y cuando se trata de elegir a un político, el criterio no es exactamente el mal menor, sino el bien posible. Pero lo menos que puede exigirse de un político es un poco de dignidad, un mínimo respeto a las personas.

Malos políticos hay en todas partes, buenos en pocas. Pero, al menos, ya que no son buenos del todo, que sean medianamente buenos y no pésimamente malos, que no envíen a jóvenes a la guerra, a pobres al basurero, y a quienes no les aplauden a la cárcel. El poder es peligroso, muy peligroso. En todos los terrenos, el eclesiástico incluido. Porque cuando se utiliza mal, puede conducir a lo peor. Uno de los males del poder es pensar más en el propio provecho o el propio prestigio que en el bien de las personas; o también pensar más en las instituciones, sobre todo en las económicas, que en las personas. Dicho con palabras de la última encíclica de Francisco: “una mentalidad dominante considera normal o racional lo que no es más que egoísmo e indiferencia”. En fin, ¡qué Dios nos coja confesados! (frase coloquial para denotar que lo que se aproxima es extremadamente grave o peligroso).

Ir al artículo

30
Ene
2025
Peregrinos, sembradores de esperanza
3 comentarios

cartujaburgos

El dos de febrero se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. El lema de la Jornada casi coincide con el del año jubilar que estamos celebrando: “peregrinos, sembradores de esperanza”. Peregrinos porque buscamos una meta, con la esperanza de encontrarnos con el Señor al final de la peregrinación. Y puesto que somos peregrinos de esperanza es lógico que por el camino vayamos sembrando esperanza.

Cuando hablamos de Vida Consagrada conviene dejar claro que todos los cristianos somos personas consagradas, pues el bautismo nos une con Cristo y nos hace hijas e hijos de Dios. Pero, en la Iglesia, el calificativo de “vida consagrada” designa una peculiar o especial consagración, no por mejor, sino por distinta, porque tiene algunos rasgos característicos, fundamentalmente la promesa o el voto de virginidad, aunque en algunas modalidades de vida consagrada se añadan dos votos más, el de pobreza y el de obediencia. Esta distinción es importante porque la vida consagrada puede vivirse según distintas modalidades: monjes, monjas, religiosos, institutos seculares, eremitas y vírgenes consagradas. Una consagrada en un instituto secular hace voto de virginidad, pero no es monja, ni es religiosa. Las vírgenes consagradas y los eremitas hacen voto de virginidad, pero no de obediencia a un superior eclesiástico, porque no viven en comunidad.

Una buena pregunta para las personas que viven una peculiar consagración en la Iglesia podría ser: ¿somos de verdad sembradores de esperanza? Lo de sembradores es el matiz del lema de la jornada de la vida consagrada comparado con el lema del año jubilar, que solo habla de peregrinos de esperanza. A los consagrados se nos invita a ser algo más que peregrinos, se nos llama a ser sembradores. En realidad, eso es también propio de todo cristiano, pero el lema de la jornada nos recuerda esta dimensión de la vida cristiana. Seremos sembradores de esperanza en la medida en que vivamos entregados al servicio de los demás y en la medida en que no ocultemos lo que somos.

Hay millones de cristianos que intervienen en el mundo, sin que en su actuación cuenten para algo los valores evangélicos y, por supuesto, al margen de la Iglesia. Los cristianos que viven su fe con convicción, su fe como determinante de toda su vida, y además actúan dentro de la Iglesia, afirmándolo explícitamente, son una pequeña grey. Es de suponer que las personas consagradas estamos en esa pequeña grey. Nosotros, con nuestra vida, hacemos profesión pública de fe en medio de un mundo hostil a los valores evangélicos, un mundo acomodado a metas materialistas, sin sensibilidad ante los valores trascendentes, un mundo paganizado, un mundo que quizás en otros tiempos fue cristiano. Hoy es post-cristiano.

Estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe en este mundo de hoy, con sus dificultades, sus carencias y también sus valores. Este es el mundo que Cristo ha amado y por el cual murió.

Ir al artículo

26
Ene
2025
Tomás de Aquino: fijar la mirada en Dios
4 comentarios

TomásAquino2025

Después de celebrar en 2023 y 2024 los 700 años de su canonización y el 750 aniversario de su muerte, la Orden dominicana y toda la Iglesia celebrará, en 2025, el 800 aniversario del nacimiento del posiblemente más conocido y citado teólogo de todos los tiempos. Recordar a Tomás de Aquino es hacer memoria de una figura que sigue teniendo una influencia beneficiosa en la Iglesia de nuestros días. Tomás de Aquino es un clásico de la teología, pues más allá de sus particularidades históricas, su eficacia se ha hecho universal, al ser capaz de abrirse a otras culturas y de sugerir nuevas realizaciones.

Santo Tomás ha dejado ha dejado de ser patrimonio de la Orden dominicana, para convertirse en “doctor común o universal de toda la Iglesia”, ya que “la Iglesia ha hecho suya su doctrina” (Pío XI), pues en ella “reconoce la expresión particularmente elevada, completa y fiel de su Magisterio y del sensus fidei de todo el pueblo de Dios”. Esta afirmación de Pablo VI es probablemente el mejor elogio que pueda hacerse de un teólogo. Elogio tanto más significativo cuanto que santo Tomás no fue precisamente un teólogo conservador y sumiso, sino un teólogo libre, abierto al diálogo con las mejores aportaciones científicas y culturales de su tiempo. Si Tomás de Aquino es el doctor común de la Iglesia católica, eso significa que es un bien de todos y que pertenece a todos.

Recordar a Santo Tomás de Aquino es una buena ocasión para responder a una pregunta que muchos se hacen: ¿para qué sirve la teología?, pregunta que se plantea incluso entre personas creyentes. Hay quien la considera un “montaje cultural” alejado de la “verdadera vida”. Sin embargo, se trata de una tarea eclesial imprescindible, absolutamente necesaria. La teología es la fe vivida en una reflexión humana. Ayuda al creyente a comprender y valorar mas inteligentemente el misterio de Dios, a hablar con coherencia del Dios del que dan testimonio las Escrituras, pero también a situarse frente a las dificultades y problemas que plantea a la fe la cultura ambiental.

El buen creyente busca eso que Santo Tomás de Aquino decía de sí mismo, citando a San Hilario, a saber, que su lengua y todos sus sentidos hablen de Dios. La teología es la mejor ayuda para ello. Pero la lengua y los sentidos hablan de aquello que conocen y hablan bien de aquello que aman. Por eso, en la base de toda teología hay una experiencia de amor. Para Tomás de Aquino la teología es una forma de sabiduría, o sea, de saborear, de gustar a Aquel en el que fijamos nuestra mirada y nuestra mente, y así descubrir su rostro y el embrujo de su presencia. Por eso el teólogo, como era Tomás, es un hombre de oración profunda y permanente, sumergido en un clima de contemplación y de contacto con Dios.

Ir al artículo

22
Ene
2025
¿Cuál es la voluntad de Dios aquí y ahora?
8 comentarios

voluntaddios

Hace tiempo que una amable lectora, comentando unos de mis breves artículos, preguntaba por los criterios para discernir la voluntad de Dios a través de los acontecimientos. Lo primero que conviene aclarar es que somos nosotros los que discernimos la voluntad de Dios. Por eso la decisión que tomamos es nuestra. Los asuntos concretos y puntuales son cosa nuestra, aunque sea el evangelio el que inspira nuestra toma de posición. El evangelio no dice, por ejemplo, a qué partido hay que votar o qué presidente o superior hay que elegir. Lo que dice el evangelio es que vote o elija buscando el bien de la sociedad o de la comunidad.

Dios en este mundo se nos hace presente a través de mediaciones. En ellas descubrimos su voluntad. Pero las mediaciones nunca son claras del todo. Están lastradas de una ambigüedad ineliminable. Jesús, mediador entre Dios y los seres humanos, también estaba marcado por esta ambigüedad constitutiva de toda mediación. De otro modo nunca hubiera sido rechazado. Si pudo serlo, fue porque lo humano siempre puede interpretarse de modos muy diversos. Según unos, en Jesús actuaba el poder de Dios. Según otro, el poder de Satanás. En el terreno de lo humano, y más aún en el de lo religioso, lo que a unos les parece muy claro, a otros les parece oscuro.

Tomás de Aquino se planteó la pregunta de cuál es la voluntad de Dios en el aquí y el ahora. La respuesta puede resultar sorprendente «No lo sé», dice el santo. Citemos sus palabras exactas: «Podemos saber de una manera general cuál es el objeto querido por Dios, pues sabemos que todo lo que Dios quiere, lo quiere en cuanto bien. Por eso, todo el que quiere alguna cosa por este mismo motivo tiene una cierta conformidad con la voluntad divina en cuanto al motivo de querer. Pero, en particular, ignoramos lo que Dios quiere, y en este aspecto no estamos obligados a conformar nuestra voluntad con la de Dios».

Cuando buscamos el bien y pretendemos hacer lo que consideramos que es bueno (para los demás y para uno mismo), actuamos en conformidad con la voluntad de Dios, que siempre quiere lo bueno. Pero en concreto y en particular no sabemos lo que Dios quiere. No sabemos qué decisión tomaría Dios ante dos o tres caminos distintos que parecen todos buenos (se lo parecen a uno mismo; o uno parece bueno a un individuo y otro a un segundo individuo). Así se explica que en la búsqueda de lo bueno (lo bueno es formalmente la voluntad de Dios) puedan darse soluciones materialmente distintas o incluso opuestas cuando se trata de concretar eso bueno.

En este sentido el Concilio Vaticano II reconocía que una misma concepción cristiana de la vida puede conducir a adoptar soluciones divergentes. La razón de la divergencia no puede estar en la concepción cristiana a la vida, sino en la distinta lectura de los acontecimientos. Eso sí, cuando todos buscamos el bien, aunque a veces las soluciones que ofrecemos para resolver un problema concreto sean distintas, esta distinción no puede enemistarnos, tiene que ser un motivo para continuar el diálogo y para buscar consensos. Porque el bien fundamental es el buen entendimiento y la buena relación entre las personas.

Ir al artículo

18
Ene
2025
Cristianos unidos en la misma confesión de fe
2 comentarios

Semanaoracion2025

Como todos los años, desde el 18 al 25 de enero se celebra, en el hemisferio norte, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Como no podía ser de otra forma, los recursos para esta semana de oración han sido preparados de manera conjunta por el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, de la Santa Sede, y la comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de la Iglesias.

El lema de este año son las palabras de Jesús: “¿Crees esto?” (Jn 11,26). Se trata de la pregunta que Jesús hizo a Marta antes de resucitar a Lázaro. Y ¿qué es lo que debe creer Marta? Que Jesús es “la resurrección” y que el que cree en él “no morirá jamás”. Esta fe que Jesús propone a Marta podemos relacionarla con un dato importante que celebraremos este año y que los organizadores de la semana de oración han tenido en la mente, a saber, la celebración del 1.700 aniversario del Primer concilio ecuménico, celebrado en Nicea. Se trata de una oportunidad única para celebrar y reflexionar sobre nuestra fe común. Porque si Jesucristo es “la resurrección” es porque es el Hijo de Dios, el que posee la vida en plenitud. Esto es lo que los Padres del Concilio de Nicea proclamaron, en contra de la herejía arriana, a saber: que el Hijo de Dios es “engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre”.

Engendrado, sí, pero no como son generadas las criaturas, sino como es concebido el pensamiento por la mente, de tal modo que mente y pensamiento son simultáneos e inseparables. Por eso decimos que el Hijo es la Palabra de Dios, no como una palabra que una vez pronunciada se desvanece, sino como una Palabra concebida interiormente, que siempre permanece. Se trata, por tanto, de una Palabra no creada, porque existe desde siempre. Y es de la misma naturaleza que Dios e igual a Dios. Así comienza el evangelio de san Juan: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”.

Otra feliz coincidencia que está relacionada con el Concilio de Nicea: allí se determinó el modo de fijar la fecha de la Pascua. Debido a los avatares de la historia, esta fecha hoy no se determina de la misma manera en la Iglesia Católica Romana y en las Iglesias de Oriente. Pues bien, en 2025, la fecha de Pascua coincide el mismo día para todos los cristianos.

Esta semana de oración tiene que ser un estímulo para seguir caminando hacia la unidad. Y en todo caso, para olvidarnos de viejas disputas teológicas y alegrarnos de aquello que nos une, para reconocer que podemos confesar la misma fe, aunque a veces la expliquemos y comprendamos desde distintas teologías. Y para dar juntos testimonio de Jesucristo ante un mundo que, aunque no lo sepa, está hambriento de salvación, esa salvación que sólo Cristo puede darnos al revelarnos el rostro misericordioso de Dios.

Ir al artículo

15
Ene
2025
Dios crea desde sí mismo
3 comentarios

Creadesdesimismo

Bien pensado, Dios no puede crear “de la nada”, sino desde sí mismo, porque fuera de él no hay nada. El ocupa todo el espacio del ser. De modo que, al crear, Dios cede, se retira, deja espacio para que otros sean, y sean con todas las consecuencias, la primera de ellas la independencia. La retirada de Dios funda la libertad humana. Es lo propio del amor: ceder para que el otro sea.

Más aún, si Dios crea por amor, hace sólo lo que le agrada, no aquello que no tiene más remedio que hacer. Ninguna circunstancia, ninguna realidad previa es condicionante de su actuación. Obra con soberana libertad. El ser humano es una maravilla a los ojos de Dios, porque al crearlo, Dios ha hecho lo que le gustaba. Una verdadera obra de arte, en definitiva. Esa es la palabra griega que utiliza Ef 2,10 para decir lo que es el ser humano: un “poiema” de Dios, una obra de arte divina. Estamos relacionados con Dios como una pintura con el pintor, una pieza de cerámica con el ceramista, un libro con su autor. Esto indica una relación muy estrecha y muy posi­tiva.

Dios al crear al ser humano hizo su mejor obra de arte. Y, como le ocurre a todo artista cuando hace una obra maestra, debió quedarse sorprendido, maravi­llado, admirado. Nosotros somos un deleite, un placer para Dios (cf. Prov 8,31). Cuando él nos mira se llena de alegría, se sorprende agradablemente al ver esa estu­penda maravilla salida de sus manos. Esa mirada positiva de Dios sobre cada uno de nosotros, debería ayudarnos a vernos a nosotros mismos con esa mirada, sobre todo en los momentos difíciles y complicados. Yo no puedo hundirme bajo el peso de mis fracasos cuando sé que Dios me mira de esa manera y me ve como la mejor de sus maravillas.

Más aún, esa mirada positiva de Dios sobre cada uno de nosotros, nos invita a mirar a todo ser humano con la misma mirada con que Dios lo mira. En la base del ateísmo está la idea de que se basta el hombre solo, de que Dios es una hipótesis no necesaria para explicar la realidad, o peor aún, la idea de que Dios es un obstáculo para el pleno desarrollo de la persona. Por eso, si queremos ser libres hemos de matar a Dios. Pero la idea creyente de Dios como Amor nos invita a pensar que Dios solo busca nuestro bien y nuestra felicidad, porque su amor es incondicional. Incondicional, no busca quitarnos nada, busca darnos solo y todo lo bueno. Por eso, si queremos comportarnos como imágenes de este Dios, también debemos nosotros buscar el bien de los demás y trabajar por su felicidad.

Ir al artículo

12
Ene
2025
Dios crea por amor
5 comentarios

Dioscreaporamor

¿Cuál es el motivo de la creación? Preguntar por un motivo supone una intencionalidad. Y la intencionalidad supone un ser con capacidad de pensamiento y decisión. Siempre es posible responder diciendo que la creación no tiene ningún motivo. El universo y el ser humano están ahí por puro azar, por casualidad, de la misma forma que podrían no haber estado. Es una extraña respuesta porque todo tiene una causa, una razón de ser. Pero aún si fuera el azar la razón de todo lo existente, una vez que las cosas son, conviene que nos preguntemos qué queremos hacer con lo que hay: ¿cuidarlo para que dure y viva bien, o abusar de ello y destruirlo? Sin duda, en este mundo hay gente para todo: al lado de mucha gente indiferente, que se limita a dejar pasar el tiempo, hay agentes de vida y agentes de muerte. El mal y la muerte hacen mucho ruido, se notan demasiado. El bien es más humilde y sencillo, pero más necesario, absolutamente necesario, porque sin la fuerza del bien todo desaparecería. Incluso si el mal puede seguir operando, es porque hay un bien escondido y superior que lo sostiene. La vida es ese bien escondido que sostiene a las vidas que hacen daño.

A la luz de la fe en Dios es posible dar una respuesta al motivo de la creación. Sobre todo, a la luz de la fe en el Dios que Jesucristo revela. Porque ese Dios es “Amor”. Y a la luz del amor todo cobra nuevo sentido. Leyendo la primera página de la Biblia se diría que Dios crea un universo bueno, bello y fecundo para que pueda existir un ser hecho a imagen y semejanza de Dios y pueda disfrutar de ese universo. La primera página de la Biblia es un poema de amor, un canto a la bondad de Dios que crea al ser humano como varón y mujer para que sea, ni más ni menos, que semejante a Él, el eternamente feliz y dichoso.

El comienzo del cuarto evangelio podría ser una buena relectura de esta obra creadora de la que habla el libro del Génesis. Según este evangelio Dios crea por medio de la Palabra, las cosas existen porque Dios dice una palabra poderosa sobre ellas. Y esta Palabra es una palabra de amor, porque es reflejo de un Dios que es Amor. Si Dios es Amor, y sólo amor, sin ningún asomo de no amor, se comprende que quiera compartir el amor, y no ocupar solo el espacio del ser, pues el amor es difusivo, tiende por naturaleza a comunicarse.

Si Dios se decide a crear no es porque le falte o necesite algo. En virtud de su absoluta plenitud, Dios no puede buscar algo. Si crea lo hace de forma total­mente desinteresada y por pura bondad. Y como el amor es determi­nante de todo lo que Dios hace, cuando crea a un ser distinto de él, sólo puede ha­cerlo por amor. No por casua­lidad, ni por necesidad, sino porque quiere. La teología ha repetido hasta la saciedad que Dios crea de la nada, “ex nihilo”. Me pregunto si no es ya hora de completar esta afirmación con una más fundamental y primera: Dios crea “ex amore”, por amor y desde el amor, tal como indica el Concilio Vaticano II, en un texto poco citado (Gau­dium et Spes, 2). (Continuará)

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Logo dominicos dominicos