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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

1
Jul
2022

Vender armas, eso sí que es un negocio

3 comentarios
armas

Cuando en Estados Unidos una persona entra en un colegio o en una iglesia y dispara indiscriminadamente sobre niños y profesores o sobre los fieles que rezan, vuelve a ponerse sobre el tapete el asunto de la venta de armas. Venta de armas a todos los niveles. Pues la facilidad que hay en Estados Unidos para que cualquier persona mayor de edad pueda comprar armas de fuego, no debe hacernos olvidar el negocio que supone la venta de armas a niveles amplios y globales, siendo los gobiernos los principales vendedores y compradores. Se trata del negocio más lucrativo del mundo, seguido por el tráfico de drogas y la prostitución. La lista de los vendedores la encabezan Estados Unidos, Rusia y China, pero no conviene olvidar que, entre los diez primeros fabricantes del mundo se encuentra España.

Si el negocio de armas es lucrativo, es lógico que haya negociantes. Y para que el negocio continúe hay que gastar las armas vendidas para que así sea necesario comprar otras nuevas. O fabricar armas más poderosas, que dejen obsoletas a las antiguas, para así incitar a comprar los últimos modelos. Las armas se gastan, sobre todo, en las guerras. Así se comprende que la guerra es necesaria para que el negocio continúe. La cumbre de la OTAN en Madrid ha solicitado incrementar los gastos en lo que eufemísticamente llaman defensa, o sea en comprar más armas. España se ha comprometido a duplicar sus gatos en defensa.

El dinero que se gasta en armas se podría emplear en otras cosas, no sé si más rentables, pero sí más necesarias, como por ejemplo para fertilizar muchas de las zonas más estériles del planeta y solucionar así el problema del hambre en el mundo. De paso, a lo mejor también se solucionaba la presión migratoria que, en gran parte, se debe precisamente a la guerra y al hambre.

Hoy, que se protesta por tantas cosas, que se hacen tantas llamadas, que aparecen tan­tos reclamos; hoy, que hay organizaciones para todo, ¿no sería bueno que entre las personas de buena voluntad fuésemos creando un ambiente para reducir a sus mínimos niveles el comercio de armas? A sus mínimos niveles quiere decir algo así: de la misma manera que los Estados, algunos al menos, persiguen el tráfico de drogas, y para esto se requiere una cierta fuerza, también los Estados deberían disponer de la mínima fuerza necesaria para erradicar la fabrica­ción y el tráfico de armas. Pues es claro que, si los Estados dejan de fabricar armamento y venderlo, otros lo harán. El deber de los Estados es impedirlo. Para impedirlo deben empezar por dejar de ser ellos mismos los primeros fabricantes y vendedores.

Conclusión no sé si realista o pesimista: soy consciente de que mis dos últimos párrafos son un sueño. Y los sueños, sueños son.

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Hormias
1 de julio de 2022 a las 12:42

El Evangelio de hoy.. En el Antiguo Testamento.... Nos habla de la doble vida....

Hormias
1 de julio de 2022 a las 12:51

Igual ocurre.. Con los... Qué venden armas y la palabra paz no se les cae d
...
esu boca

Juanjo
1 de julio de 2022 a las 17:21

No puedo estar más de acuerdo con esta postal. La fácil es armarse y preparase para un posible conflicto bélico. Lo difícil, pero más práctico sería tratar de entablar diálogos tendentes al desarme progresivo, equilibrado, basado en la confianza con todas las medidas y comprobaciones que fuesen necesarias, comprometiendo ese dinero en progreso y desarrollo.
No deberíamos olvidar los cristianos la profecía de Isaías; “De las espadas forjarán arados y de sus lanzas podaderas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra”. Estamos a invitados y obligados a convertir las armas de destrucción en armas para la vida.

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