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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

3
Oct
2012

Por la fe

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No es fácil tener una fe fuerte, cimentada y madura. Pero poco a poco se puede ir consiguiendo y, a medida que se consigue, podemos experimentar que nuestra vida cambia y el corazón se llena de alegría. El capítulo 11 de la carta a los hebreos comienza diciendo que la fe es una garantía de lo que esperamos y una convicción de lo que no vemos. Dos palabras que indican lo bien fundamentada que está la fe. Si la fe garantiza lo que esperamos, o sea, la vida eterna, entonces el futuro, a pesar de las muchas decepciones del presente, no es para el creyente incierto ni angustioso. Y si la fe prueba lo que no vemos, entonces el creyente puede ir más allá de lo palpable y disponible, para apoyarse con seguridad en el Dios que no vemos, pero que nos acompaña en nuestro caminar.

La carta a los hebreos, enumerando una serie de figuras de la historia de la salvación, muestra como todos ellos “por la fe” fueron capaces de vencer al mundo, a pesar de las dificultades, persecuciones, burlas y pruebas que tuvieron que soportar. Estaban firmemente arraigados, comprometidos con Dios. Esta misma expresión que utiliza la carta a los hebreos, la utiliza Benedicto XVI en su convocatoria del “año de la fe” y la aplica a otras figuras, que pueden y deben ser un estímulo para nosotros. Por la fe María acogió la Palabra de Dios; por la fe los Apóstoles lo dejaron todo para seguir al Maestro; por la fe fueron por el mundo entero, sin temor alguno, anunciado que Cristo había resucitado; por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio; por la fe, mujeres y varones han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la pobreza, la obediencia y la castidad.

Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones a favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos. Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida, han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristiano: en la familia, el trabajo, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban. También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia. Hoy el mundo necesita más que nunca un testimonio creíble de nuestra fe.

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