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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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22
Feb
2016
Cuerpo y sangre de María
4 comentarios

Tuve la oportunidad de participar en un Congreso (en una ciudad americana) con un marcado talante ecuménico. Uno de los participantes fue un Obispo ortodoxo que recalcó con fuerza que no podía comprenderse a Cristo sin María. Efectivamente, si el Hijo de Dios no nace de una mujer (Gal 4,4) se vacía de contenido la verdad de la Encarnación. Desde esta perspectiva el Obispo ortodoxo afirmaba que María era el criterio de la verdad o falsedad de la fe cristiana, pues allí donde estaba Cristo estaba María, hasta el punto de que en el sacramento de la Eucaristía los fieles recibían también el cuerpo y la sangre de María. Al llegar a este punto confieso que me quedé perplejo.

A mi modo de ver lo que separa a la Iglesia católica romana de la Iglesia ortodoxa no es la fe, sino la teología. Ahora bien, la comprensión teológica de los misterios de la fe influye en la vivencia de la fe. Por eso, lo que decía el representante de la ortodoxia sólo puede sustentarse en una peculiar (no sé si también insuficiente) teología de los sacramentos. A propósito de esta relación entre el cuerpo y la sangre de Cristo con el cuerpo y la sangre de María me gustaría hacer dos reflexiones. Una, cuando se habla de “cuerpo y sangre” presentes en el sacramento eucarístico no se pueden entender como si fueran dos realidades separables, por una parte el cuerpo y por otra la sangre. Pues en cada una de las especies sacramentales se contiene la totalidad de Cristo. “Cuerpo y sangre” es un binomio que indica totalidad, como suele ocurrir con otro tipo de binomios. Para designar a todos los seres humanos se habla de altos y bajos, hombres y mujeres, blancos y negros.

En la eucaristía, cuerpo y sangre no puedan tomarse de forma independiente precisamente porque no son realidades materiales, sino sacramentales. El pan y el vino son materiales. Pero la presencia de Cristo en el pan y el vino eucarísticos es una presencia en virtud del Espíritu Santo, que hace a Cristo presente en la apariencia del pan y del vino. Por eso, la teología distingue la realidad invisible (con los ojos corporales) contenida en el sacramento, de la materia (visible) que hace posible el sacramento. La realidad contenida es Cristo resucitado; la materia es el pan y el vino. Un sacramento es una materia de este mundo, que por una parte significa, señala, una realidad divina; y, por otra, realiza aquello que significa, o sea, en la materia (elemento accidental) se hace realmente presente Cristo (elemento sustancial), con una presencia sacramental. Por eso se habla de transustanciación. De modo que al manipular el sacramento no dañamos su sustancia, aunque sí realizamos una ofensa y una profanación, porque destrozamos una materia en la que Dios se hace presente.

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20
Feb
2016
Viejos artículos que perviven
4 comentarios

Me refiero, como comprenderán los lectores, a mis viejos post. Desde que empecé este blog, en noviembre del año 2006, he publicado, con el presente, mil ciento dos artículos. Todos breves, ninguno supera los tres mil caracteres. Algunos de estos viejos post siguen teniendo entradas. Me ha llamado la atención que, en estos últimos días, uno de julio del año 2009, titulado “la amiga especial de Juan Pablo II” haya tenido bastantes entradas. Ya ven ustedes, el asunto de las amistades femeninas del Papa polaco era conocido desde hace tiempo. Pero hay informaciones que, de vez en cuando, rebotan en los medios y parecen nuevas. Ha sido el caso de esta amistad del Papa con una filósofa casada.

Durante un tiempo, uno de mis artículos, de febrero del año 2010, siguió manteniendo las entradas hasta bien entrado el año 2011. En el título aparecía la palabra “sexo” y eso siempre despierta mucha curiosidad, sobre todo si el que escribe sobre el tema es un clérigo. Desde hace varios meses, compruebo que cada día tiene varias entradas un post sobre el bautismo, pero tengo la impresión que no es el bautismo como tal lo que las fomenta, sino estas tres palabras: sacerdote, profeta y rey. Sobre todo en el mundo americano hay interés por este tema, como lo manifiestan las entradas al post. Ya que me decido a ofrecer enlaces, voy a dar uno sobre el monte Tabor y la transfiguración, por la relación que tiene con el segundo domingo de cuaresma.

Son ejemplos de cómo algunos escritos tienen influencia más allá del momento en que se publican. Alguna vez he pensado, en vez de ofrecer un texto nuevo, presentar como “nuevo” un viejo post o, lo que sería más honrado, recordar alguno antiguo mediante un enlace. No me decido a hacerlo porque todavía me siento con fuerzas, tiempo e inspiración para producir nuevos textos, aunque, como es inevitable, alguna vez repita ideas ya expuestas. Por ahora, y mientras no me censuren, que supongo que no ocurrirá, voy a seguir con mi costumbre de ofrecer, cada tres o cuatro días, alguna “migaja” de teología o algún comentario de tema eclesial actual. Si despierta el interés de los lectores de esta página de dominicos o de otras páginas que los reproducen, por una parte pensaré que he aprovechado bien el tiempo, por otra me sentiré halagado y, lo más importante, daré gracias a Dios por las amigas, amigos y lectores que me siguen. Gracias a vosotras y vosotros por vuestra atención, vuestro interés, vuestras observaciones y vuestros comentarios.

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17
Feb
2016
Clérigos: ¿pocos o mal empleados?
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Eso de que son pocos los frailes, monjas y presbíteros es una cantinela que vengo oyendo desde hace cincuenta años. A veces pienso que sobran (me gustaría ser bien entendido), cuando veo la acumulación de clero en zonas determinadas o veo que hay presbíteros que se dedican a tares muy laudables, pero no directamente ministeriales. También pienso que sobran cuando veo que utilizan mucho tiempo en tareas que pueden y deben hacer los seglares. Los seglares o las monjas no son el recurso al que acudir para la catequesis, la formación, la animación de grupos, la visita a los enfermos, la atención a novios, el cuidado de la liturgia, y muchas cosas más. Son tareas que les corresponden directamente. En este sentido, una verdadera promoción del laicado, bien preparado, bien valorado y bien remunerado, solucionaría algunos problemas.

Necesitamos presbíteros y religiosos bien preparados, con una buena formación teológica, con ganas de ser pastores cercanos a las personas, con ilusión por buscar nuevos caminos, con capacidad de adaptación a nuevas necesidades, comprensivos con los alejados o los que se encuentran en situaciones irregulares. Pero sobre todo necesitamos comunidades cristianas adultas, capaces de vivir su fe cristiana y de organizarse por sí mismas. Esas comunidades, si están bien afincadas en Jesucristo, necesitarán de alguien que presida la Eucaristía. Como lo necesitarán, lo buscarán. Y si no lo encuentran, ellas mismas se plantearán quién de ellos puede prestar ese servicio a la comunidad. Y a ese le presentarán al Obispo y le rogarán que le imponga las manos. De hecho, eso es lo que teóricamente ocurre cuando el Obispo ordena un presbítero: se lo presenta el pueblo de Dios y, por eso, el pueblo de Dios es preguntado por la dignidad del candidato.

El presbítero no es un funcionario; es un animador de la fe y un coordinador de las distintas tareas eclesiales, aunque también haya en la parroquia otros animadores y coordinadores. Su labor no es administrativa aunque, a veces, tenga que firmar algún documento. El presbítero es el primer responsable de que las Eucaristías sean participadas, que es mucho más que “decir” y “oír” Misa. La Iglesia no necesita funcionarios, sino servidores del Pueblo de Dios; pastores cuya tarea principal es el anuncio de la buena noticia de Jesucristo y la implantación de su Reino. De este anuncio y de esta implantación se seguirá necesariamente una vida sacramental. Pero la inversa no es necesariamente verdad: de la sacramentalización no se sigue por arte de magia la evangelización. Por eso, sí, necesitamos presbíteros. Pero necesitamos comunidades cristianas convencidas, convincentes, misioneras, auténticas.

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14
Feb
2016
Francisco y Kiril: misma fe, distinta teología
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Que el Papa Francisco y el Patriarca Kiril de todas las Rusias hayan podido encontrarse en La Habana es, por sí mismo, un gesto ecuménico de gran valor. Este gesto ha sido reforzado por la valiente declaración conjunta, en la que hacen un llamamiento a la paz entre los pueblos y a la paz entre las religiones; han condenado todo terrorismo y, sobre todo, cualquier uso del nombre de Dios, que es un nombre de paz, para justificar la violencia.

Pero lo firmado por Kiril y Francisco es también una declaración que abre pasos y caminos hacia la plena unidad de católicos y ortodoxos, para que se cumpla así el deseo de Cristo y los cristianos podamos ser un mejor testimonio “para que el mundo crea”. Hay dos asuntos que me parece que impulsan en esta dirección. El primero y más importante es el reconocimiento de que las dos Iglesias, la católica y la ortodoxa, tienen la misma fe. Francisco y Kiril confiesan que la causa de la separación es la debilidad y la pecaminosidad humanas. Pero dicen con toda claridad que lo que en realidad separa a una y otra Iglesia no es la fe, sino “la comprensión y la explicación de la fe”, o sea, la teología. Este reconocimiento es un dato fundamental, que debe abrir puertas hacia la unidad e impulsar el diálogo y los encuentros entre las dos Iglesias.

El segundo asunto de alcance ecuménico de la declaración es consecuencia del mutuo reconocimiento de la misma fe. Los ortodoxos y los católicos no somos competidores, sino hermanos. Por tanto, al cumplir el mandato del Señor de anunciar el Evangelio a todas la gentes, los predicadores de la Iglesia católica no deben hacerlo a los fieles ortodoxos, ni los predicadores ortodoxos deben dirigirse a los católicos. Unos y otros deben dirigirse a los no cristianos. La cita bíblica que acompaña esta advertencia es pertinente: el Apóstol Pablo es un buen ejemplo de que estamos llamados “a anunciar el evangelio allí donde el nombre de Cristo no es aún conocido, para no construir sobre cimientos ya puestos por otros” (Rm 15,20). En este contexto, el Obispo de Roma y el Patriarca de Moscú reconocen que algunas “uniones” de Iglesias ortodoxas con la Sede de Roma, ocurridas en el pasado, no han sido una buena manera de restaurar la unidad cristiana.

Lo ocurrido en La Habana es un primer paso. Si buscamos de verdad la unidad habrá que dar otros. Pero para dar otros, era necesario dar el primero. La unidad se construye caminando juntos. Y hay muchas cosas que podemos hacer juntos. Respetar los unos la misión de los otros, colaborar en acciones caritativas y en la defensa de la paz, buscar modos conjuntos de anunciar el Evangelio pueden ser pasos realistas, que nos conduzcan, para decirlo con las mismas palabras de Francisco y Kiril, “a la obtención de la unidad mandada por Dios”.

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13
Feb
2016
El diablo tiene poder y lo reparte entre sus amigos
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Cada vez que leo el evangelio del primer domingo de cuaresma, correspondiente al ciclo C, no puedo evitar dejar de fijarme en esta propuesta que le hace el diablo a Jesús: “te daré todo el poder y la gloria de los reinos del mundo, porque a mí me ha sido entregada, y yo la doy a quién quiero. Si te arrodillas delante de mi todo será tuyo”. Ya sé que no pueden hacerse lecturas literalistas ni de éste ni de otros textos bíblicos, porque corremos el peligro de caer en fundamentalismos. Pero, a primera vista, se diría que el diablo está diciendo: el poder es mío y yo se lo doy a mis amigos. Conclusión fácil e inmediata: los que tienen poder lo han recibido del diablo porque son amigos suyos. A la vista del uso del poder que hacen algunos se diría que, efectivamente, son buenos amigos del diablo.

El término autoridad sitúa los aspectos buenos del poder. En realidad, todos tenemos poder, un poder recibido de Dios. La libertad, principal reflejo de la imagen de Dios con la que todos hemos sigo agraciados, es el poder de dirigir y controlar nuestra vida. Lo malo de la libertad es cuando pretende controlar las vidas de los demás. El poder mundano corre el riesgo de corromper a quién lo ejerce y de oprimir a los demás. Lo que necesitamos son líderes con autoridad, o sea, personas que den ejemplo con su vida de aquello que piden a los demás; personas que buscan ante todo el bien común, que utilizan sus capacidades para el servicio común, pensando sobre todo en los más necesitados. Jesús tenía mucha autoridad, pero no tenía ningún poder. Si hubiera tenido poder, nunca lo hubieran crucificado. El que tenía poder era quién mandó martirizarle: “fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato”. Un gobernador corrupto, un tirano sin escrúpulos, que era una buena encarnación de eso que dice el diablo: yo reparto el poder entre mis amigos.

En España aquellos a quienes se les ha encomendado que formen gobierno siguen sin entenderse. Gobierno: otra palabra interesante, que se asemeja más a la autoridad que al poder. Gobierna el que coordina y equilibra los distintos intereses, el que organiza los recursos para que lleguen a todos los ciudadanos, el que no se aprovecha del cargo para su propio beneficio, el que no utiliza el puesto para exhibiciones de mal gusto, el que cuida de que los niños sean bien educados y los enfermos bien atendidos, el que no hace demagogia fácil, sino buenas infraestructuras para comodidad de todos. Eso es gobernar. Por eso, es importantísimo que el poder que necesitan los que gobiernan esté repartido y, sobre todo, esté controlado. Así se explica que en los estados democráticos haya una división de poderes. Por lo que se ve, en España, el poder judicial funciona de forma independiente. Demos gracias a Dios.

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9
Feb
2016
Padres con corazón materno
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En este año jubilar de la misericordia la cuaresma comienza con un gesto significativo: el envío, por el Papa Francisco, más de mil “Misioneros de la Misericordia” a todo el mundo. Es un gesto, evidentemente, porque cualquier presbítero debe, durante este año y siempre, ser un padre con entrañas maternales (como el de la parábola del “hijo pródigo), padre acogedor, que transmite paz y misericordia. A veces, los signos son necesarios para recordar lo que todos deberíamos saber, pero que, desgraciadamente, muchas veces olvidamos.

En un encuentro previo al envío que el Papa ha tenido con algunos de estos “misioneros” les ha ofrecido sabios consejos para que ejerzan bien su ministerio. He aquí una de las perlas del discurso papal: "Os recomiendo entender no sólo el lenguaje de la palabra, sino también el de los gestos. Si alguien va a ti es que quiere decirte algo... A veces no conseguirá decirlo, pero tú lo entiendes...Lo dice así, con el gesto de acercarse". Cierto, al confesionario va todo tipo de gente. El confesor se encuentra con personas que han realizado actos muy graves, y no saben cómo decirlo; también se encuentra con personas escrupulosas y avergonzadas de sí mismas, porque siempre caen en los mismos pecados. Es importante que todos se sientan comprendidos y acogidos. También es importante no quedarse en la ley ni magnificar determinados hechos que, a veces, no han sido cometidos con mala intención.

Conozco el caso de un presbítero, buena persona, fallecido hace años, que pasó muchas horas en el confesionario. Al final de su vida estaba triste porque pensaba lo mal que lo iba a pasar si Nuestro Señor le juzgaba con los mismos criterios con que él había juzgado a algunos de sus penitentes. El evangelio tiene una palabra que viene bien aquí recordar: la medida que uséis, la usarán con vosotros. Todos hemos sido duros alguna vez. Ser consciente del propio pecado es la mejor disposición para comprender los pecados ajenos. La carta a los Hebreos dice de Jesús mismo que puede compadecerse de nuestras flaquezas porque él ha experimentado la tentación y la debilidad.

Una última cosa: hay varios modos de celebrar el sacramento de la reconciliación. No estaría mal, en este año jubilar, recordar que la celebración comunitaria de la penitencia con confesión y absolución individual, expresa más claramente el carácter eclesial del sacramento y, además, en este modo de celebrar queda más manifiesto que todos los sacramentos deben estar precedidos por la escucha atenta de la “Palabra de Dios”. No hay sacramento sin Palabra. Esto vale también para el rito de la confesión individual. También este modo tiene que integrar la lectura bíblica y dejar claro su carácter eclesial.

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6
Feb
2016
Que hablen, que se encuentren
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Hablar siempre es bueno, aunque sea para discrepar. La discrepancia puede ser un punto de partida para encontrar algún terreno en el que sea posible entenderse. El Presidente de la Conferencia Episcopal española ha pedido a los políticos que se encuentren, que hablen, que busquen una salida a la actual situación de nuestro país. Estoy seguro que este deseo es compartido por muchos españoles. Probablemente una de las causas de que hayamos llegado a esta situación tan políticamente fragmentada haya sido el desencanto de los ciudadanos ante la corrupción que anidaba en políticos de todos los colores. Que la corrupción esté repartida no disminuye la indignación que uno siente ante la responsabilidad de aquellos a los que había votado. Al contrario, se supone que si les votó fue porque confiaba en que lo harían bien. Por esto la decepción es mayor. Cerrar los ojos y consolarse diciendo que “todos son iguales” no contribuye a resolver el problema. Ni es excusa para seguir votando a políticos corruptos. Si son corruptos no pueden ser “de los nuestros”.

Ya sé que las situaciones no son comparables. Pero resulta esperanzador que el Papa de Roma y el Patriarca de Moscú, después de años de distanciamiento y desencuentro, se reúnan en La Habana. El Gobierno cubano se apunta un tanto diplomático. Cierto, el éxito de un gobierno no está en estos logros diplomáticos, sino en otros que hacen que el pueblo sea más feliz, más próspero y más libre. Pero ahora se trata del encuentro entre el Papa y el Patriarca. Si sirve para ayudar a los cristianos perseguidos, habrá servido para mucho. De nuevo aquí se trata de buscar el modo de superar un lamentable desencuentro: el que ocurre entre las milicias islámicas y los cristianos.

La historia de la humanidad es una historia de desencuentros. Y además, entre hermanos, porque todos somos hermanos. Comenzaron con Caín y Abel. Pero también es una historia de esperanza en la superación de las diferencias, para que ya no haya “judío ni griego, bárbaro ni escita, esclavo ni libre”. Los desencuentros producen mucho sufrimiento y, a veces, matan. De ahí que toda apelación, en España y fuera de España, al diálogo y al encuentro, sea siempre bienvenida: que hablen, que se encuentren, aunque sea para decirse lo mucho que tienen que reprocharse. Pero que hablen y se encuentren. Que se miren a los ojos, que vean que el rostro del otro es idéntico al suyo. Y por eso no conviene destrozarlo.

Me gustaría que este primer encuentro entre el Patriarca Cirilo y el Papa Francisco tenga continuidad. Ojalá sea una profecía y un estímulo a todos los niveles. Una profecía de que, a pesar de las diferencias, es posible encontrar puntos de encuentro. Lo que nos une es más que lo que nos separa. Y también me gustaría que aquellos políticos que solo bloquean, encuentren la adecuada respuesta por parte de los electores.

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3
Feb
2016
El ser humano, obra de arte divina
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Si Dios crea por amor (como decíamos en un post reciente), hace sólo lo que le agrada, no aquello que no tiene más remedio que hacer. Ninguna circunstancia, ninguna realidad previa es condicionante de su actuación. Obra con soberana libertad. El ser humano es una maravilla a los ojos de Dios, porque al crearlo, Dios ha hecho lo que le gustaba. Una verdadera obra de arte, en definitiva. Esa es la palabra griega que utiliza Ef 2,10 para decir lo que es el ser humano: un “poiema” de Dios, una obra de arte divina. Estamos relacionados con Dios como una pintura con el pintor, una pieza de cerámica con el ceramista, un libro con su autor. Esto indica una relación muy estrecha y muy positiva.

Dios al crear al ser humano hizo su mejor obra de arte. Y, como le ocurre a todo artista cuando hace una obra maestra, debió quedarse sorprendido, maravillado, admirado. Nosotros somos un deleite, un placer para Dios (cf. Prov 8,31). Cuando él nos mira se llena de alegría, se sorprende agradablemente al ver esa estupenda maravilla salida de sus manos. Esa mirada positiva de Dios sobre cada uno de nosotros, debería ayudarnos a vernos a nosotros mismos con la misma mirada de Dios, sobre todo en los momentos difíciles y complicados. Yo no puedo hundirme bajo el peso de mis fracasos cuando sé que Dios me mira de esa manera y me ve como la mejor de sus maravillas.

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31
Ene
2016
El "año" acaba. La vida consagrada sigue
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El año dedicado a la vida consagrada ha sido una ocasión para que, en la Iglesia, cobremos conciencia de la importancia de este estilo de vida, con diversas variantes y modos de realizarse: monjas y monjes contemplativos, eremitas, congregaciones que socorren a personas necesitadas, Órdenes religiosas con diversidad de carismas, institutos seculares, sociedades de vida apostólica, etc. La sola enumeración de estos distintos modos de vivir la entrega consciente, pública y de por vida al Señor Jesús, manifiesta la riqueza de la vida consagrada, las múltiples virtualidades del Evangelio y las muchas urgencias que implica la construcción del Reino de Dios. Y también manifiesta que ha habido, hay y habrá mujeres y varones que se han dejado seducir por el Evangelio hasta el punto de querer dedicarle su vida entera.

Para los directamente implicados, el año de la vida consagrada no ha sido un motivo de autoalabanza, ni una ocasión para recordar glorias pasadas, sino una oportunidad más de agradecer al Señor su vocación y de mirar al futuro con esperanza. El dos de febrero finaliza el año dedicado a la vida consagrada, y lo hace dentro del marco del Jubileo de la Misericordia. La vida consagrada está llamada a ser profecía de un amor que no tiene límites y se manifiesta con más realce allí donde hay necesidad, hambre, pobreza, enfermedad.

Una de las muchas cosas que los consagrados tenemos que agradecer a Francisco es su valoración pública y explícita de este modo de vida evangélica y eclesial. No hay que olvidar que el Papa es jesuita y, por tanto, pertenece a una de las Órdenes religiosas con más solera y raigambre en la Iglesia. Quizás su "ser religioso” explique la finura en el discernimiento, la valentía en denunciar la injusticia, sus críticas a la autorreferencialidad eclesial, su capacidad de cercanía con la gente, su saber estar y saber acoger.

Clausurar el año de la vida consagrada es una oportunidad para dar gracias a Dios por tantas mujeres y varones que han escogido este modo de vida. Son gente débil, pero tienen muchas fortalezas. A veces se equivocan y hasta pecan, pero también hacen mucho bien. Tienen una historia gloriosa que contar, pero sobre todo quieren vivir hoy con fidelidad al Evangelio. Es justo, pues, dar gracias a Dios, que sigue llamando al seguimiento de Cristo a través de tantos carismas enriquecedores. Y dar también gracias a la Iglesia que acoge y promueve estas formas de vida en su seno. El “año de la vida consagrada” termina. Pero la vida consagrada sigue, atenta a los impulsos del Espíritu y a los signos de los tiempos, que la llaman a una continúa renovación y a una permanente fidelidad.

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29
Ene
2016
La reciprocidad es importante, y la libertad aún más
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Dos hechos recientes, muy distintos, me han hecho pensar. El primero ha sido el gesto del estado italiano de ocultar determinadas esculturas para que el presidente de Irán y su séquito se sintieran más cómodos durante su estancia en Roma. El segundo es la noticia de que tres monjas mercedarias del convento de Santiago de Compostela estarían allí retenidas contra su voluntad. Esta segunda noticia ha sido posteriormente matizada y, en parte, desmentida. Comparto una reflexión, que va más allá de los hechos y no se ciñe a ellos, aunque haya sido por ellos provocada.

Me parece muy bien que, ante la visita de un huésped, el anfitrión haga todo lo posible para que se sienta a gusto y su visita resulte cómoda, incluso si detrás de este deseo de quedar bien hay intereses por parte del anfitrión, como es el caso de los contratos que Italia iba a firmar con Irán. Ahora bien, en estos asuntos en los que subyace un choque de culturas y, a veces, un choque de religiones, es importante que la recíproca sea siempre verdad. Solo esforzándonos en la reciprocidad y buscando tender siempre a ella, pueden desenterrarse para siempre los peligros de violencia entre las religiones. La reciprocidad construye una paz duradera y plena. El criterio de la reciprocidad tiene múltiples aplicaciones: en los matrimonios interreligiosos, en las presidencias de los coloquios, en la oraciones comunes, en la construcción de templos, en la búsqueda de ayudas estatales, en apoyar al otro en aquello mismo que me gustaría que él me apoyara a mi.

En asuntos religiosos la reciprocidad es importante cuando se trata de dialogar con el distinto. Pero cuando se trata de asuntos que conciernen a la situación de uno dentro de la propia religión, la libertad es un principio fundamental. Porque sin ella no hay religión que pueda vivirse en la verdad. Hay una diferencia fundamental entre una cárcel y un convento clausura. En la cárcel, los que están allí quieren abandonarla cuanto antes, pero no pueden hacerlo; han ido allí contra su voluntad, y están allí retenidos mediante la fuerza. En los conventos llamados de clausura, los y las que están allí pueden abandonarlo cuando quieran; ocurre que no quieren abandonarlo, precisamente porque están allí libremente.

La puerta de los conventos debe estar siempre abierta. Un buen signo de esta apertura sería que cada uno de los residentes tuviera llave de la puerta que da a la calle. La clausura está al servicio de la vida. Pero la vida es libre. Las puertas cerradas son siempre una mala señal. Y tanto en la cárcel como en los conventos, la sensación de puertas cerradas o de sentirse permanentemente vigilados, en muchos casos, perturba la mente y destruye a las personas.

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