Jun
El Tabor, una pintura que rompe esquemas
3 comentariosEl monte Tabor no aparece en los Evangelios. Pero una antigua tradición sitúa en este monte, que está enfrente del Monte Carmelo, la transfiguración de Jesús. Es posible que, según lo que se pretenda buscar en el relato de la transfiguración, no se encuentre ni en este monte ni en ningún otro. El texto que hoy tenemos es una anticipación a la vida pública de Jesús de una realidad que los discípulos sólo comprendieron perfectamente después de Pascua, a saber, que la cruz es un acontecimiento glorioso, que no conduce a la muerte, sino a la vida.
Me gustó una de las pinturas que hay en la Iglesia del monte Tabor. En el más llamativo de los frescos, en el que centra inmediatamente la mirada, se interpreta la transfiguración como una clave de toda la vida de Jesús. Su vida entera se va transfigurando, adquiriendo una nueva figura, para nuestra salvación. Esta transfiguración comienza en la Encarnación cuando la Palabra se hace carne (primera parte del fresco); también Jesús se transfigura cuando se hace Eucaristía (2ª pintura); se transfigura en cordero para quitar el pecado del mundo (3º pintura); y su obra transfiguradora culmina en la resurrección (4º parte del fresco), cuando Jesús adquiere su definitiva figura.
Al salir de la Iglesia, me di cuenta de que encima de este fresco hay otro más reducido y alejado al que, de entrada, no le había prestado atención. En este mural está lo que me había imaginado que encontraría antes de entrar: tres apóstoles, y las figuras de Moisés y Elías, rodeando a un Cristo elevado del suelo. Vamos, lo de siempre, pero mal comprendido. Miré fugazmente esta pintura y volví la mirada al fresco de abajo, al que rompe esquemas, al que probablemente acierta y nos invita a transformar nuestra vida, a salir de nosotros mismos para identificarnos con la figura de Cristo.