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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

21
Mar
2021

Humildad no es humillación

3 comentarios
cruzflorescolgantes

Hay palabras que, aunque designan realidades distintas, a veces resultan intercambiables y su sentido depende del contexto en el que se utilizan. Así ocurre, por ejemplo, con estas tres: humildad, humillación, modestia. Entender la diferencia que hay entre ellas puede ayudar a comprender mejor esa virtud tan cristiana como es la humildad.

La humildad no es el gusto de humillarse. Es el reconocimiento de la propia realidad a la luz de Dios. A esta luz hay que reconocer nuestra pequeñez, nuestra pobreza y, si se quiere, nuestra nada. “Yo no soy nada por mi mismo, no puedo nada por mi mismo, sino solamente en la medida en que estoy, no solo sostenido, sino promovido en el ser por Aquel que es todo y que todo lo puede” (Gabriel Marcel). Así entendida la humildad es una categoría religiosa, y en eso se diferencia de la modestia. Esta última puede ser una actitud natural o profana, mientras que la humildad está relacionada con lo sagrado. Sin duda, en el terreno profano es posible calificar de humilde a una persona modesta, por ejemplo, a un científico consciente de los límites de su conocimiento.

La humildad se sitúa en otro orden: es un modo de ser. El científico, una vez que ha tomado todas las precauciones necesarias, puede mostrarse seguro y categórico con los resultados de su investigación. Pero la humildad no tiene nada que ver con las precauciones que se toman para no equivocarse. La humildad no tiene que ver con el error, sino con el reconocimiento de que soy criatura finita y, por tanto, que por mi mismo no puedo llegar a saberlo todo, a tenerlo todo, a ser dueño absoluto de mi vida. Eso es algo distinto a la humillación. Esta es siempre degradante, por ejemplo, cuando un gobernante cruel me impone castigos injustos e inmerecidos, o cuando alguien abusa de mi. Y si la humillación me la inflijo yo mismo entonces puede ser algo patológico.

En este sentido el canto del Magnificat, aunque a veces no se traduce adecuadamente, habla de la humildad de María, de su pequeñez, de su conciencia de que Dios es el que la hace grande. Y al mismo tiempo habla de cómo Dios derriba del trono a los poderosos, que suelen ser causa de mucha humillación. Como dice un salmo, refiriéndose precisamente a los humillados, “el Señor levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre”. Porque Dios ama a los humildes y defiende a los humillados.

Un cristiano, ante las personas humilladas o sojuzgadas por los dictadores de nuestro mundo (sean del tipo que sean), no debe predicar humildad a los humillados, sino trabajar por su dignidad y su liberación. Y si predica humildad a los humillados (puesto que la humildad es una actitud ante Dios que debe vivirse en toda circunstancia de la vida), debe dejar claro que la humildad no se confunde con la humillación.

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Marcela Díaz
31 de mayo de 2022 a las 20:21

Perfecto y maravilloso , muchas gracias hermano es siempre muy majestuoso su catequesis imperdible que DIOS y la Virgen lo Bendiga y Proteja Siempre de todos los peligros de este mundo Amén Alabado sea Jesucristo y él Dulce Nombre de María derrame los efectos de la gracia de sus llamas de Amor sobre toda la humanidad Salve Reina Salve María!!!
Quien como Dios? Nadie es como Dios y después de Dios? Nadie Como MARÍA!!!

Norma
31 de mayo de 2022 a las 22:29

en todo caso la persona humilde no debería sentirse humillada aunque se le predique cosas ofensivas,pues ha de tener caridad,siempre deberíamos tratarnos con amor,paciencia

Valero
1 de junio de 2022 a las 08:45

La fe es de los humildes: "El que no se haga como un niño, no puede entrar en el reino de los cielos". El mundo impone la idea de que el hombre ha de madurar y construirse a si mismo y ser autosuficiente y libre, pero curiosamente es cada vez más esclavo de sus miedos y busca escapar de él en el dinero, el sexo, los afectos, el prestigio, cualquier cosa que llene ese vacío que deja en el ser humano, la ausencia de Dios. Me siento llamado a glorificar a Dios con mi forma de vivir y de amar, para el mundo pueda creer que Jesucristo está resucitado, lo cual sólo es posible desde la humildad: "Hágase en mí según tu palabra"

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