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Sep2007El reverso de la cruz
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2007Sep
El próximo 14 de septiembre celebramos la fiesta de la exaltación de la cruz. La de Jesús ilumina las nuestras: “El que no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo”. Nunca ha sido fácil cargar con la propia cruz. Pero tampoco es fácil hablar de ella más allá de los tópicos habituales. Si se intenta ir más allá, buscando una comprensión para el hoy y aquí de mi vida, y no digamos el hoy y aquí de la sociedad e incluso de la Iglesia, puede uno acabar crucificado (y nunca mejor dicho).
La cruz tiene dos caras. En determinados círculos creyentes es de buen tono hablar de la cruz “en directo”, haciendo aplicaciones personales que apelan al sacrificio y a la resignada asunción de los males de la vida. Este discurso no suele ser entendido por los no creyentes. En esos mismos círculos no es de buen tono buscar el reverso de la cruz, lo que la cruz no es: no es búsqueda de poder, de influencia, de prestigio; no es utilizar medios de presión; no es condenar ni amenazar. Lo que la cruz no es suele ser entendido por muchos no creyentes. Y hasta se sienten agradablemente sorprendidos por ese discurso de lo que no es. Triste paradoja: la cruz aceptada y la cruz rechazada. Aceptada por unos y no comprendida por otros cuando no molesta. Rechazada por unos y comprendida por otros cuando cuestiona.
En todo caso, más que hablar de la cruz es preferible hablar del Crucificado. Contemplarle nos coloca ante un dilema: ¿con quién estamos, con el crucificado o con los que le crucifican? Dicho de otro modo: ¿estamos con la cruz o con el crucificado? Estar con el Crucificado es estar contra las cruces, contra esas cruces que nos cargamos los unos a los otros, contra tanto sufrimiento provocado. Esta cruz nos invita a tomar partido.
La cruz tiene dos caras. En determinados círculos creyentes es de buen tono hablar de la cruz “en directo”, haciendo aplicaciones personales que apelan al sacrificio y a la resignada asunción de los males de la vida. Este discurso no suele ser entendido por los no creyentes. En esos mismos círculos no es de buen tono buscar el reverso de la cruz, lo que la cruz no es: no es búsqueda de poder, de influencia, de prestigio; no es utilizar medios de presión; no es condenar ni amenazar. Lo que la cruz no es suele ser entendido por muchos no creyentes. Y hasta se sienten agradablemente sorprendidos por ese discurso de lo que no es. Triste paradoja: la cruz aceptada y la cruz rechazada. Aceptada por unos y no comprendida por otros cuando no molesta. Rechazada por unos y comprendida por otros cuando cuestiona.
En todo caso, más que hablar de la cruz es preferible hablar del Crucificado. Contemplarle nos coloca ante un dilema: ¿con quién estamos, con el crucificado o con los que le crucifican? Dicho de otro modo: ¿estamos con la cruz o con el crucificado? Estar con el Crucificado es estar contra las cruces, contra esas cruces que nos cargamos los unos a los otros, contra tanto sufrimiento provocado. Esta cruz nos invita a tomar partido.