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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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20
Nov
2024
¿Reino que no es de este mundo? ¡Depende!
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reino2024

Terminamos el año litúrgico con la fiesta de Cristo rey. En la liturgia de este próximo domingo leeremos una composición plagada de teología en forma de diálogo entre Pilato, el cruel y todopoderoso gobernador, y Jesús. El diálogo comienza con una pregunta de Pilato, que busca dejar claro quién es el que tiene el poder, porque el poder no acepta competidores. Por eso pregunta a Jesús: “¿eres tú el rey de los judíos?”. Jesús responde aclarando el sentido de su realeza: “mi reino no es de este mundo”. Su reino es incomparable con el de Pilato, está en otro nivel, en otra dimensión. No está fundamentado en el poder, sino en el servicio, el perdón y el amor.

Y, sin embargo, este reino que no es de este mundo, tiene mucho que ver con este mundo. Para empezar, es una instancia crítica con los modos como se ejerce el poder en este mundo. Los que gobiernan y reinan en las naciones, dice Jesús, las oprimen, y para colmo de ironía se hacen llamar bienhechores. En el reino de Jesús no han opresión. El que quiera ser el primero, dice Jesús, que se haga el servidor de todos. Los primeros en el reino de Jesús son los que sirven, no los que lucen presidencias inútiles. Si bien no hay ningún reino de la tierra comparable con el que Jesús anuncia, sí es posible en este mundo vivir según el programa del reino de Dios.

En segundo lugar, este reino que no es de este mundo es una llamada a hacer de este mundo una imagen del reino de Dios y a anticipar ya, en la vida y en la sociedad, aquellos rasgos que se parecen al reino que Dios prepara para todos los que le aman. En esta línea, resulta significativo el modo como comienzan las parábolas con las que Jesús explica lo que es el reino: “el reino de los cielos se parece a”. Cuando uno escucha las parábolas, conviene estar muy atento a lo que viene después del “se parece a”. Porque resulta que el reino se parece a situaciones que pueden hacerse realidad en nuestro mundo. Situaciones que, sin duda, rompen, con los modos habituales de actuar, pero son perfectamente posibles.

El Reino es semejante a un banquete en el que todas las personas, sobre todo los pobres, son acogidos; a un pastor que se ocupa y preocupa más de una oveja perdida de que noventa y nueve seguras; a un padre que acoge, sin pedir explicaciones, al hijo que ha malgastado su herencia; a un marginado que deja sus ocupaciones para ocuparse de un herido y pagar sus gastos de hospitalización; al propietario de un campo que ofrece generosamente un abundante sueldo a quién no se lo ha ganado. Lo interesante de tales parábolas es que no nos reenvían a un mundo distinto del presente, sino a una nueva posibilidad de vida en el aquí y el ahora. Una posibilidad real de ver y vivir la vida de un modo distinto al habitual.

Las parábolas del reino plantean directamente una pregunta a quién las escucha: ¿voy a entrar en este mundo nuevo -que no está en el más allá, sino en el más acá- que en ellas se descubre? ¿Voy a aceptar la lógica de la gracia y la misericordia, realizando en mi vida el cambio radical que proponen las parábolas o voy a retornar a mi vida de todos los días, ignorando ese reto? Si acepto la lógica de las parábolas y la reproduzco en mi vida, entonces Jesús es verdaderamente mi rey.

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16
Nov
2024
Destinados para dar fruto
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fruto

Una vez muerto y resucitado Jesús, los discípulos recordaron, sin duda, esta palabra de Jesús: “os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca” (Jn 15,16). No conviene olvidar que los frutos que estamos llamados a dar los discípulos de Jesús no pueden medirse según los criterios del mundo. Cuando aplicamos los criterios del mundo para medir el resultado de la tarea evangelizadora, surgen preguntas en donde importan los números: ¿cuántos novicios tiene la congregación?, ¿cuántos jóvenes se han confirmado en la parroquia?, ¿cuántas parejas se han casado sacramentalmente?, ¿cuántas personas han participado en la peregrinación? Las anteriores preguntas no son malas, pero no son las importantes. Si queremos aplicar el criterio de los números habría que cambiar las preguntas: ¿cuántos pobres han sido atendidos por los servicios parroquiales?, ¿a cuantos inmigrantes hemos acogido?, ¿cuántas personas han muerto de frio o de hambre o tragadas por el mar, porque no hemos querido mirar allí donde miraba Jesús? Solo después de plantearnos estas segundas preguntas tendrá sentido echar una ojeada a las primeras.

Humanamente hablando los cristianos anunciamos una tontería para la gente inteligente y una locura para la gente religiosa (cf. 1 Cor 1,23). No debemos sorprendernos, si en vez de adhesiones provocamos grandes burlas. O si en vez de conversiones provocamos persecuciones. Burlas y persecuciones que no deben hacer tambalear la esperanza cristiana, pues como ha recordado Francisco, “la esperanza no defrauda” (Rm 5,5), pues está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor de Dios. Pero la esperanza no es lo mismo que el optimismo, no es garantía de éxito. Es la convicción de que algo tiene sentido, independientemente de cómo salga. Por eso nos mantiene a flote a pesar de todo y es capaz de inspirar nuestras buenas acciones. La esperanza nos da fuerzas para vivir y para volver a intentar algo una y otra vez, aunque las condiciones sean desesperadas. Trabajamos por algo porque es bueno, y no solo porque tengamos un éxito garantizado.

Las discípulas y discípulos de Jesús estamos llamados a dar fruto. Para dar fruto hay que sembrar. Esa es nuestra tarea. El crecimiento ya no depende de nosotros. Como decimos en cada eucaristía el pan es fruto del trabajo de los hombres, pero antes es fruto de la tierra. Y es Dios quién hace fructificar la tierra. A veces lo sembrado crece lentamente, porque el tiempo de Dios no es el de los hombres. A lo mejor no vemos resultados, no vemos crecer. Uno es el sembrador y otro el segador (Jn 4,37). Nosotros somos sembradores, Dios es el que conoce “el tiempo de la siega” (Mt 13,30). No sabemos cuándo aparecerá el fruto, cuánto tiempo necesitará la semilla para crecer. Lo importante no es el resultado, que además no depende de nosotros, sino de Dios. Lo nuestro es abrir caminos, empezar procesos (y ahí está la gran labor del Papa Francisco para la Iglesia de los próximos años). Por eso no importa si somos pocos. Importa que seamos fieles y auténticos. Los cristianos estamos llamados a vivir y anunciar el Evangelio con nuestras mejores disposiciones, sin cansarnos nunca de hacer el bien. Si así lo hacemos, seguro que daremos mucho fruto.

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12
Nov
2024
Alberto Magno, amor a la ciencia y a María
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Alberto2024

El dominico Alberto Magno, cuya fiesta se celebra el 15 de noviembre, como todos los grandes personajes de la historia, tiene muchas facetas. Me gustaría fijarme en una, pues Alberto es uno más de esa larga lista de mujeres y varones que han sabido integrar en su vida la pasión por la ciencia y la fe cristiana. Alberto es considerado el patrono de los científicos. Desde su juventud se interesó por la naturaleza, los árboles, las plantas, las piedras y los animales de todas las especies. Su deporte favorito fue la caza y, entre sus obras más importantes, se ha encontrado un tratado de halconería. Es considerado el descubridor del arsénico, que describe detalladamente.

Su espíritu no rechaza ninguna verdad, cualquiera que fuese su origen. El conjunto de sus escritos relativos a las ciencias naturales, es uno de los más importantes de la edad media. Las referencias a las cosas de la naturaleza son frecuentes en sus escritos teológicos. En su tiempo, Aristóteles comenzaba a ser conocido, aunque la Iglesia había condenado su doctrina. Eso no impidió que muchos valorasen el acopio de conocimientos nuevos que aportaba la lectura de las obras de Aristóteles. El mérito de Alberto Magno y de su discípulo Tomás de Aquino fue “cristianizar” este acopio de conocimientos y doctrinas. Supieron dialogar con la nueva cultura y valorar lo que de bueno tenía para explicar mejor la fe cristiana. Alberto y Tomás distinguieron netamente las ciencias de la teología. Alberto dejo claro que si se trataba de conocer bien las ciencias naturales era a Aristóteles a quién había que acudir y no a san Agustín. Pero si se trataba de explicar la fe el maestro no era Aristóteles, sino Agustín.

Por otra parte, este hombre ciencia era un gran amante de la Virgen María. Comentando el texto del evangelio de Lucas: “el nombre de la virgen era María”, esribe: “El nombre de la Virgen puede interpretarse de cuatro maneras distintas: como luz, estrella, amargura del mar y como Señora, que es lo que significa en la lengua siria. Luz porque nos ilumina en nuestras dudas; estrella polar porque nos guía en nuestras travesías; amargura del mar, porque ella combate los atractivos del mundo; Señora, porque nos protege en la adversidad. Ella es, pues, la que ilumina nuestras tinieblas, esclarece el flujo y reflujo de nuestras tentaciones como una estrella pacífica sobre este inmenso mar del mundo; como la amargura del mar, transforma en muy desagradables los deleites peligrosos; calma y suaviza nuestras adversidades, porque es nuestra Señora”.

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9
Nov
2024
Dana, flores y ratas
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danaokupas

Tres noticias relacionadas con la gota fría que ha asolado muchos pueblos de Valencia. La primera la escuché en un noticiario de televisión, que se abría con el grito desesperado de una mujer que decía que su pueblo se había convertido en una ciudad sin ley, porque los rateros (ratero quizás venga de rata) no sólo entraban en los comercios, sino en las casas particulares. Luego escuché otra noticia sobre el mismo tema: en este pueblo, grupos de ciudadanos se habían organizado para patrullar durante la noche y tratar de evitar esos incidentes. Finalmente, en un grupo de oración al que acudí, uno de los asistentes contó lo siguiente: una mujer mayor había salido de su domicilio, en uno de los pueblos inundados, para conseguir comida y agua. A la vuelta encontró su casa con okupas. Por lo que he sabido después, no es el único caso. Las desgracias sacan lo mejor y lo peor del ser humano.

Donde hay escombros y deshechos, además de ratas, también aparecen flores. Las flores, lo mejor en esta dana ha sido la inmensa solidaridad de mucha gente de Valencia y de fuera de Valencia, que han venido para ayudar o han enviado alimentos, bienes y dinero. En casi todos los colegios de Valencia, los colegiales se han reunido, bien para rezar, bien para realizar algún acto significativo en solidaridad con los afectados. En muchos lugares de la ciudad se encuentran puestos de recogida de alimentos, medicinas, ropa, pañales, y otros bienes. Aunque ahora las necesidades empiezan a ser otras: muebles y electrodomésticos (cocinas, frigoríficos, lavavajillas).  Las donaciones a Caritas han sido muchas. El arzobispo ha acudido a todos los lugares afectados que ha podido. La flor más bella, que merece mucho cuidado: esas personas que todo lo han perdido y, en su desesperanza, luchan por esperar contra toda esperanza. A pesar de su cansancio, sus nervios y sus crispaciones que, a estas alturas, empiezan a aparecer.

A veces los malos comportamientos son resultado de alguna necesidad. Pero es necesario que aprendamos a solicitar ayuda sin perjudicar a los demás. Lo mejor y lo peor de lo humano es consecuencia directa de lo más maravilloso que tiene: la libertad. He ahí el mejor reflejo de la imagen de Dios y la mejor manifestación de nuestra dignidad inalienable. Somos libres, dueños de nosotros mismos. Pero libres no para el mal, sino para el bien. La libertad se realiza en el bien, aunque puede utilizarse mal. Por eso, la libertad conlleva responsabilidad. Debemos responder de nuestros actos. Las respuestas nos retratan como personas dignas o como personas contradictorias, que no responden a su dignidad inalienable. Cierto, ni siquiera el asesino pierde su dignidad innata, pero quienes se comportan indignamente viven en la contradicción, no pueden ser felices porque la incoherencia les acompaña.

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6
Nov
2024
Documento sinodal: Iglesia más participativa
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documentosinodal

Los que esperaban que el Sínodo propusiera algunas cuestiones novedosas y delicadas, por ejemplo, el sacerdocio de la mujer, la ordenación de varones casados o la bendición de parejas del mismo sexo, se habrán sentido un poco decepcionados. Aunque el Sínodo ha dicho que el tema del diaconado femenino es una cuestión abierta y ha indicado que es necesario que las mujeres ocupen más puestos de liderazgo en la Iglesia.

El Sínodo ha hecho algo mejor que entrar en cuestiones concretas que podrían haber causado división en el mundo católico. Hay un elemento transversal que recorre todo el documento final: la necesidad de poner a toda la Iglesia, diócesis y parroquias, en estado de sinodalidad, o sea, de escucha, diálogo, fraternidad y encuentro. Pues la sinodalidad es también una forma de gobierno eclesial. Cierto, ya hay muchas instancias sinodales: consejos episcopales, presbiterales, de pastoral y económicos. El Sínodo apuesta claramente por reforzar, y transformar si es necesario, estas instancias ya existentes y por crear otras nuevas. No para cargarnos con más, sino para que la sinodalidad funcione. Hasta el punto de que pide que se amplíe la representatividad de estas instancias y no sean puramente consultivas, sino que puedan ser decisorias, al menos en algunos puntos.

El documento final abre la sinodalidad más allá de las fronteras eclesiales, sugiriendo que en las instancias sinodales participen representantes de otras Iglesias cristianas, de otras religiones e incluso personas ajenas a la Iglesia; y también personas en los márgenes de la Iglesia. Y llega a pedir la realización de un sínodo ecuménico. Es bueno dialogar con todos, escuchar a todos, tener en cuenta a todos. Porque el diálogo es una forma de encuentro y de unión, en el terreno ecuménico, interreligioso y con las personas de buena voluntad.

Sin olvidar que el ejercicio de la sinodalidad no prescinde del ministerio del Obispo de Roma, ni del ministerio episcopal. Sinodalidad es unir, escuchar a todos, conjugar todas las instancias necesarias y propias de la Iglesia, de modo que la sinodalidad articula de manera sinfónica las dimensiones comunitarias (“todos”), colegial (“algunos”) y personal (“uno”) de cada una de las Iglesias y de la Iglesia toda. Esta articulación entre todos, algunos y uno, debería encontrar formas concretas de realización en el Sínodo de los Obispos, que debería convocarse con más frecuencia y contar con participación de laicos.

Practicado con humildad, el estilo sinodal puede hacer de la Iglesia una voz profética en el mundo de hoy, plagado de desigualdades, formas de gobierno autocráticas y dictatoriales, con un modelo de mercado que no tiene en cuenta la vulnerabilidad de las personas y el cuidado de la creación. Un mundo en el que prima el individualismo y no la solidaridad.

En el documento aparecen muchos asuntos que necesitan renovación, que habrá que hacer vida, y abordar con espíritu sinodal: formación de catequistas y de aspirantes al sacerdocio (y en esa formación es necesaria la presencia femenina), ecumenismo, los pobres, abusos de autoridad sobre personas vulnerables, una liturgia mas participada, acompañamiento en África a matrimonios polígamos, la familia como ejercicio de sinodalidad, unidad en la diversidad, conversación en el Espíritu, vida consagrada, nuncios y oficiales de la curia romana (muchos son Obispos sin diócesis, pero ¿es necesario que sean Obispos?).

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3
Nov
2024
Dana en Valencia, cinco días después
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Cinco días después de la tragedia de la Dana en Valencia, uno no sabe muy bien qué balance hacer. Quizás no se trate de balances, sino de seguir ayudando. Lo más triste: las personas que fallecieron. Quedan los vivos, y bastantes lo están pasando muy mal. Cierto, la ola de solidaridad ha sido inmensa. Espontáneamente, muchas personas, sobre todo jóvenes, a veces con una escoba, han acudido a los lugares más castigados para ayudar. Otras muchas se organizaron para recoger alimentos y ropa. También muchos han ayudado económicamente, enviando sus donativos a Caritas. La gente ha sido y es maravillosa. Siempre hay excepciones: los grupos de bandas que asaltaron comercios e incluso buscaron en Iglesias objetos para llevarse.

El ejército, la policía merecen nuestro agradecimiento. No sé si los políticos merecen ser aplaudidos. Lo que han hecho bien, lo han hecho cumpliendo con su deber. Pero me temo que incluso en lo que han hecho bien han pensado en sus beneficios electorales tanto o más que en ayudar a la gente. En muchos pueblos se han quejado de que las ayudas estatales y autonómicas han llegado tarde. Los alcaldes de estas poblaciones se han manifestado al respecto con mucha claridad. Es de esperar que las ayudas económicas que los gobiernos del Estado y de la autonomía ha prometido para restaurar edificios y carreteras lleguen pronto. Aquí no se trata de colgarse medallas, sino de ayudar a la gente.

Las gota fría han tenido consecuencias indirectas, pero reales, en muchas personas que no han sufrido directamente el acoso del agua: no funciona el metro ni las conexiones ferroviarias, tanto de cercanías, como de alta velocidad, con el consiguiente perjuicio para muchas personas que necesitan desplazarse por motivos familiares o de trabajo. La distribución de alimentos y de bienes en lugares alejados de Valencia también se ha visto afectada, porque los camiones que los transportaban no han podido recogerlos en almacenes que se encontraba en lugares afectados.

Importa una cosa: la solidaridad. Por eso, es de elogiar la decisión que ha tomado la diócesis de Valencia de destinar el importe íntegro de la colecta del día de la Iglesia diocesana (9 y 10 de noviembre) a las víctimas del temporal. La Dana ha demostrado que hay gente buena, gente con corazón, gente maravillosa. No sé si ha demostrado que tenemos buenos políticos. Todavía están a tiempo de enmendar sus enfrentamientos y sus ambiciones. Los abucheos que el domingo, día 3, recibieron en Paiporta el Presidente del Gobierno y el Rey son la prueba patente del descontento de los ciudadanos. Es posible que los gobernantes hagan todo lo que pueden, pero algunas personas no lo perciben así. Por cierto, el lunes, 28 de octubre, el Rey, adelantándose a la ministra de defensa, decidió enviar a 100 soldados de su guardia para ayudar, y preguntó si podían hospedarse en el seminario diocesano. Allí están.

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1
Nov
2024
Resurrección de la carne. De la carne, sí
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resurreccióncarne2024

“Creo en la resurrección de la carne”. Con estas palabras termina el llamado Símbolo de los Apóstoles, la profesión de fe cristiana. Hablar de resurrección de los muertos o de la carne parece cosa de locos. Los doctos filósofos que escucharon a Pablo en Atenas le oyeron hablar gustosamente del Dios creador que no habita en santuarios fabricados por hombres, pero cuando se puso a hablar de resurrección de la carne su burlaron de él y no quisieron seguir escuchando. Incluso entre los mismos cristianos de cultura griega la doctrina de la resurrección encontró muchas dificultades para vencer sus prejuicios naturales (ver, por ejemplo, 1 Cor 15,12). Si el Apóstol hubiera hablado de inmortalidad del alma seguramente no habría suscitado tanto escándalo en Atenas.

La Iglesia, ya desde sus primeros momentos, insistió en la resurrección de la carne, a veces con fórmulas que habrá que explicar, pero manteniendo la sustancia y la verdad de lo que implican: los muertos resucitan “con sus cuerpos”, “en esta carne con la que ahora vivimos”, “con sus propios cuerpos, los que ahora poseen” (esta última fórmula es del cuarto Concilio de Letrán). Estas expresiones quieren indicar que es el mismo ser humano de la existencia terrena quien resucita, con todas sus dimensiones, incluida la corporal. Oyendo lo que se oye, a veces uno tiene la impresión de que muchos piensan que el cristianismo promete a sus fieles ir al cielo con su alma, para vivir allí eternamente, liberados del cuerpo.

La carne es frágil y corruptible, envejece: “toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba” (Is 40,6-7). Sin embargo, por medio de ella se expresan las necesidades humanas más sencillas: el hambre, la sed, el calor, el sueño, la ternura. Y, aunque durante esta vida la fragilidad de la carne nos hace sufrir, ella forma parte de la condición humana. Pues bien, la sensibilidad y vulnerabilidad de nuestra carne está incluida en la promesa de la resurrección, pues ellas son dimensiones esenciales de nuestra humanidad. Están destinadas a la salvación.

La carne, el cuerpo muchas veces humillado, violentado, abusado, deshonrado, cargado de vergüenza o de culpabilidad, es una dimensión de lo humano que necesita ser salvada. Una salvación que no incluyera todas las dimensiones de lo humano, no sería salvación de lo humano. Bien pensado, resulta muy sorprendente que el Verbo se haya hecho carne (Jn 1,14), pues se diría que no hay nada más alejado que el Verbo de Dios y la carne humana. Pues bien, el Verbo de Dios ha sido maltratado y crucificado en su carne, que es la nuestra. Y ha resucitado al tercer día con esta carne nuestra. Con su resurrección ha entrado en una dimensión definitiva, llena de claridad, transparencia y hospitalidad. La resurrección de Cristo Jesús es la garantía de la resurrección de nuestra carne. Una carne transfigurada, en la que ya no será posible el engaño; carne gloriosa y, por eso, totalmente entregada al amor.

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31
Oct
2024
Valencia: dana mortal e inmensa solidaridad
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danavalencia

Poco a poco vamos cobrando conciencia de la tragedia que ha supuesto la dana o gota fría que cayó sobre la provincia de Valencia los pasados días 29 y 30. Los destrozos materiales son incontables, decenas de coches amontonados en las calles de algunos pueblos, bastantes templos han quedado completamente inservibles; en Picanya el agua llegó hasta la bóveda de la Iglesia. Lo más importante es el sufrimiento de las personas, los desaparecidos y los muertos, que se acercan a los 200, muchos de ellos niños pequeños.

Y, como siempre, alguna nota negativa para que así resalten las positivas: una banda se ha dedicado a aprovechar el caos para robar en algunas iglesias. Lo positivo: ha habido mucha ayuda entre personas, mucha solidaridad, protección civil ha actuado con eficacia, la Cruz Roja y otras instituciones de ayuda han trabajado bien. El gobierno autonómico y el nacional han prometido recursos económicos para los afectados (esperamos que cumplan y lo hagan rápido).

La comunidad judía y las Iglesias protestantes se han solidarizado con las víctimas. Dígase lo mismo de la Iglesia católica. Desde Caritas diocesana destacan la inmensa solidaridad de personas, instituciones, empresas, asociaciones, que han ofrecido a Caritas de Valencia su aportación económica o su colaboración. Por supuesto, Caritas nacional y las otras Caritas diocesanas han manifestado su deseo de ayudar, así como algunas internacionales, la suiza, la alemana y hasta la siria. El Papa y muchos obispos españoles han enviado mensajes al Arzobispo de Valencia. La diócesis ha organizado actos religiosos (una Eucaristía y un rosario) para rezar por los difuntos.

Hoy un alumno de la Facultad de Teología, puesto que se han suspendido las clases, vino desde Paiporta a pie a Valencia (8,5 Km.) para comprar comida, y llevarla caminando a su pueblo, porque los coches no pueden circular por algunas carreteras y en algunos pueblos escasea el agua y la comida, además de no tener electricidad.

Algunos recuerdan que el agua caída supera la que cayó durante el desbordamiento del Turia en 1957, que, por cierto, provocó que se efectuara una obra faraónica, desviando el cauce del río desde el centro de la ciudad de Valencia a sus afueras. Asusta pensar que hubiera pasado si el cauce siguiera dentro de la ciudad.

Mucha gente de España y de fuera de España me ha enviado mensajes a través del whatsapp, impresionados por la tragedia y preguntando si un servidor o las personas cercanas a mi estaban afectadas. No estamos heridos, he respondido, pero estamos afectados o deberíamos estarlo, porque el dolor del hermano debemos asumirlo como propio para así ayudar con más eficacia. Compasión es padecer con el otro, ponerse en la piel del otro.

Gracias a Dios, la Iglesia, desde el primer momento, puso todos sus medios a disposición de las personas más necesitadas. Las vidas perdidas son irrecuperables. Sin duda, han sido acogidas por la misericordia de Dios. Quedan las necesidades de los vivos. Esas personas a las que ha llegado ayuda urgente, pero lo han perdido todo, seguramente seguirán necesitando ayuda cuando ya nos hayamos olvidado del desastre. Conviene comenzar por lo de hoy sin olvidar lo que puede pasar mañana. Conviene comenzar por lo de cerca, sin olvidar lo de lejos.

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29
Oct
2024
Todos los santos, fiesta de plenitud
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La fiesta de todos los santos es la última de las grandes solemnidades del ciclo santoral. Puede ser calificada de fiesta de plenitud porque canta la gloria de los que ya triunfaron y se prolonga al día siguiente para recordar a los que no han alcanzado todavía la corona de la gloria. Plenitud de la Iglesia que triunfa, que ha llegado a la meta; de la Iglesia que es purificada, pero está ya segura de alcanzar la meta; y de la Iglesia que milita y vive en la esperanza de llegar un día a la meta.

Fiesta de plenitud que llena nuestras almas de nostalgia y de esperanza. Porque los que todavía estamos en camino hacia la gloria, los que estamos sostenidos por la esperanza que no falla, somos también “santos”, o sea, amados de Dios y hermanos de Cristo. La santidad es lo propio de todo cristiano, como dejó muy claro el Concilio Vaticano II. La santidad puede vivirse en todos los estados y condiciones de la vida: en la soltería, en el matrimonio, en la viudedad, en la vida consagrada, en el ministerio sacerdotal. En este terreno no hay preferencias, no hay caminos mejores que otros. Todos estamos llamados a la perfección de la santidad y a la plenitud de la caridad.

Los cristianos somos peregrinos. Buscamos una patria mejor que las que tenemos en esta tierra. Porque todas las patrias terrenas son imperfectas, en ninguna logramos la felicidad total. Nuestra patria es el cielo, esa es nuestra morada permanente y el término de nuestra peregrinación. Hemos nacido para cosas grandes. Somos súbditos de un rey que nunca muere y que se comporta con nosotros amorosamente haciéndonos partícipes de su inmortalidad. Los cristianos vivimos con esperanza, no la pequeña esperanza de las cosas perecederas, sino la gran esperanza, la que espera más allá de la muerte, que tiene su fundamento no en nuestras fuerzas, sino en el poder y la misericordia de Dios. Pues como muy bien dice Byung-Chul Han “el pensamiento de la esperanza no se rige por la muerte, sino por el nacimiento”, por el nuevo y definitivo nacimiento.

Esa esperanza no podemos vivirla en solitario. El sujeto de la esperanza, de toda esperanza, y más aún de la esperanza cristiana, es un nosotros, pues la esperanza no aísla a las personas, sino que las vincula y reconcilia. Por eso, en la Eucaristía, cuando llega el momento de recordar a los difuntos, la Iglesia ora por todos, todos, todos, porque espera que todos lleguen al descanso de Dios. Primero nombra a “nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección” (ahí tenemos a los hermanos en la fe, que han muerto como cristianos), y luego “a todos los que han muerto en tu misericordia” (pues ahí están todos, porque la misericordia de Dios no tiene límites, ya que si tuviera límites Dios dejaría de ser Amor para convertirse en “amor selectivo”). Dice Benedicto XVI: “nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo así es realmente esperanza también para mí” (Spe salvi, 48).

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26
Oct
2024
Carta de Francisco para un mundo sin corazón
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corazonjesus2024

“Dilexit nos” (Rm 8,27), nos amó, con estas palabras comienza la última encíclica de Francisco. Quién nos amó hasta más no poder, sin condiciones de ningún tipo, es el Dios que, en Jesucristo, nos manifiesta su gran amor. Saber que Cristo nos ama es lo más grande y fundamental que ha podido ocurrir en nuestras vidas. El corazón de Jesús es un excelente símbolo de este amor.

El Papa reflexiona sobre el corazón, ese núcleo de cada ser humano, su centro más íntimo donde se alberga lo más verdadero y personal, la sede del amor, esa dimensión que nos permite ser nosotros mismos en el encuentro con el otro, espacio que no puede ser controlado por ningún algoritmo, porque la inteligencia artificial puede llegar muy lejos, pero no llega a lo esencial de cada persona: “En el tiempo de la inteligencia artificial no podemos olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor”, pues “amando la persona sabe por qué y para qué vive”.

Cuando vemos en el corazón de Jesús el gran amor con que nos amó y el gran amor que Jesús desea recibir de cada uno de nosotros, estamos refiriéndonos a la totalidad de la persona de Cristo y no a un órgano especial. Cuando el corazón es expresión del amor que se da y del amor que cada uno necesita, también en la persona de Cristo, deja de ser una víscera, para expresar la totalidad de la persona, con todos sus sentimientos y toda su realidad. Por eso, el Papa advierte contra las malas representaciones del corazón de Jesús que se quedan en lo biológico. La imagen del corazón de Jesús debe formar parte de una imagen de Jesucristo.

Otra advertencia del Papa: la devoción al corazón de Jesús no tiene que conducir a una espiritualidad dolorista, que da primacía al sacrificio, sino a una espiritualidad del amor. En el corazón de Jesús podemos sentir su deseo de relacionarse con cada uno de nosotros como un amigo con su amigo, con una cercanía e intimidad grande: “el Señor sabe la bella ciencia de las caricias”. La ofrenda que Cristo desea es la de nuestro amor; la confianza es la mejor ofrenda al corazón de Cristo. Pues la confianza nos conduce al amor.

La encíclica hace una síntesis de la doctrina de santos y autores, Papas, monjes y monjas, que directa o indirectamente, ya desde los comienzos del cristianismo hasta nuestros días, han favorecido y fomentado la devoción al Corazón de Jesús. Termina con una serie de consideraciones sobre como el amor al Corazón de Jesús debe prolongarse en el amor a los hermanos. Cada uno de nosotros podemos y debemos ser canales de gracia para los demás. Esta es la verdadera reparación pedida por el Corazón de Jesús.

Nuestra sociedad debe recuperar lo más importante y necesario: el corazón. En una sociedad sin corazón, rota, insolidaria, consumista, en la que muchas personas sufren injustamente, en la que la guerra está muy presente, es urgente permitir al amor infinito del Señor difundirse sin obstáculos. Los cristianos debemos ser los canales que difunden ese amor y encontrar en cada persona, sobre todo en cada persona herida, al corazón de Jesús que reclama nuestro amor.

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