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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

18
Dic
2024

Sin fe en la Encarnación no hay fe cristiana

2 comentarios
feencarnación

Si quitamos la fe en la encarnación, o sea, si no creemos que el Verbo de Dios asume una naturaleza humana, destruimos totalmente la fe cristiana. Así se expresa Sto. Tomás de Aquino. La encarnación es la clave de nuestra fe y lo que la diferencia de cualquier otra concepción religiosa. Ahí está la maravilla de la fe cristiana, lo que la hace única, distinta, insuperable. La encarnación es la máxima cercanía de Dios a una criatura humana y, en consecuencia, la máxima cercanía de Dios a toda la humanidad. Porque no hay mayor cercanía posible entre dos seres que el hacerse uno con el otro.

Esto que entre los seres humanos solo es posible tendencial y afectivamente, y que encuentra en el matrimonio una buena realización, a saber, ser dos en una sola carne (pero dos que siguen siendo dos, aún estando unidos) en el caso de la unión de Dios con la criatura humana se ha hecho totalmente real en la persona de Jesús: una persona que asume dos naturalezas, una naturaleza que le es propia desde siempre y que es imposible que deje (la divina) y una naturaleza asumida libremente por amor, tan propia como la anterior. En la persona de Jesús las dos naturalezas están unidas inseparablemente en una única persona.

La Encarnación es la expresión insuperable del amor de Dios a la criatura humana: “tanto amó Dios al mundo”, dice el cuarto evangelio, “que le entregó a su Hijo”. Tanto amó, o sea, no es posible amar más. Porque Dios ama con todo su amor, y su amor es divino, infinito. Cualquier comparación se queda corta para expresar un amor como este: “porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá, dice Yahvé que tiene compasión de ti” (Is 54,10). Y como amó tanto se entregó a sí mismo. La máxima prueba del amor no es dar cosas, es darse uno mismo. Y Dios se da al unirse con la humanidad.

Lo original de la fe cristiana no es tanto la búsqueda de Dios por parte de la criatura humana, sino la búsqueda del hombre por parte de Dios. Dios mismo se propone salir al encuentro de cada persona. El acto supremo de esta búsqueda divina es la Encarnación del Hijo, que entra en la historia y revela la intimidad de Dios en términos y conceptos humanos.

El misterio de la Encarnación, expresión máxima del amor de Dios al ser humano, nos hace tomar conciencia de la imposibilidad de ser odiados o rechazados. Porque si Dios odiara o rechazara lo humano, se odiaría y rechazaría a sí mismo. Se podría aplicar a esta relación entre Dios y lo humano lo que dice la carta a los efesios (5,28-29) sobre la relación entre el marido y la esposa: si la esposa es carne del esposo, odiar a la esposa es odiar a su propia carne, odiarse a sí mismo. En el caso de Dios, cualquier brizna de odio no puede ser divina, porque en Jesucristo se nos ha revelado que Dios es Amor sin ningún asomo de no amor.

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Vicente Vilarroig
24 de diciembre de 2024 a las 19:02

Ya sé que la Encarnación de Jesús es un misterio; pero puestos a reflexionar no sé cómo la naturaleza divina de Jesús "penetró", "asumió" a la naturaleza humana, fundiéndose en la persona de Cristo. Dicho llanamente: Jesús tenía el cuerpo y alma(espíritu) como cualquier hombre y en el momento de la fecundación de la Virgen la naturaleza divina se unió a la humana en la persona de Cristo. No sé si esta reflexión es herética, pero Martín, aunque es un misterio me gustaría que "explicaras" la unión de las dos naturalezas en la persona del Hijo de Dios.

Martín Gelabert
25 de diciembre de 2024 a las 09:56

Para Vicente Vilarroig: como tú bien dices, la Encarnación es un misterio, el misterio central del cristianismo. Pero es posible encontrar alguna analogía para explicarlo. La que más me convence es la de la propia persona humana que, bien pensado también tiene dos naturalezas: la naturaleza carnal, somática y otra psíquica, espiritual, mental. Dos naturalezas en una persona, sin mezcla ni confusión, sin que la una anule a la otra. Y aunque la dimensión psíquica de lo humano no queda anulada por la dimensión somática, en parte la condiciona y la limita. Lo mismo ocurre con la naturaleza humana de Jesús que, sin anularla, de algún modo condicionaba su naturaleza divina: por eso Jesús pudo morir y morir de verdad. Crecer en edad, sabiduría y gracia. Feliz Navidad.

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