Dic
Unidos por la fe, no por el voto
4 comentariosA propósito de un post (ya antiguo) en el que planteaba si un católico podía o debía votar o no a un determinado partido, un buen amigo se mostró de acuerdo en la necesidad de ofrecer criterios a la hora de votar, pero nunca señalar nombres, y añadió: “para que estemos unidos en la misma fe, con independencia del partido al que votemos”. Me parece una reflexión acertada: lo que une a los cristianos, y a los católicos, es la misma fe en Jesucristo, muerto y resucitado, no el mismo voto político. El voto de los cristianos y de los católicos está dirigido a distintos partidos, entre otras cosas porque ningún partido puede identificarse con el Evangelio. Ninguno puede pretender que su programa es un fiel reflejo de las enseñanzas de la Iglesia, porque, además, las enseñanzas de la Iglesia, en muchas cuestiones, no son uniformes y, entre los católicos, hay libertad de pensamiento, de opinión y de acción en asuntos incluso muy serios. Como dice el Vaticano II una misma concepción cristiana de la vida puede conducir a opciones diferentes y a soluciones divergentes sobre un mismo problema.
Esto de estar unidos por la fe va mucho más allá de la posibilidad de pensar de forma diferente en cuestiones políticas o económicas. Dentro de la Iglesia hay muchos modos de vivir la fe. Nos une la fe, no los modos de vivirla. Las distintas Congregaciones religiosas y los distintos grupos cristianos son un buen ejemplo de que la “única fe” puede vivirse de distintos modos. Ninguna de estas Congregaciones o grupos puede pretender tener la exclusiva de lo que es ser católico, ni puede pretender que los demás realizan de forma menor que la suya el ser católico. Como muy bien ha dicho el Papa en la Evangelii Gaudium, “una verdadera novedad suscitada por el Espíritu no necesita arrojar sombras sobre otras espiritualidades y dones para afirmarse a sí misma”. Uno es tanto más auténtico y está tanto más convencido de lo suyo, cuanto con mejores ojos mira a los demás y sabe valorarles en su justa medida. Porque, en el Cuerpo de Cristo, lo que le ocurre a un miembro distinto del mío es también cosa mía.