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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

13
Nov
2016

Transmitir el consuelo de Dios

1 comentarios

“Dios Padre, que nos ha amado tanto, y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente”. Así se expresa el apóstol Pablo dirigiéndose a los tesalonicenses. El Padre del cielo nos ama como no se puede amar más, y es eso es para nosotros un motivo de gran consuelo y de gran esperanza. Efectivamente, unidos a Dios no hay penas ni aflicciones, él nos devuelve la alegría cada vez que la perdemos, porque él solo quiere que seamos felices. Este consuelo de Dios es un efecto de su misericordia: Dios tiene un corazón sensible ante nuestras miserias, pobrezas, debilidades y necesidades. Un corazón apasionado que le hace sufrir con nuestros sufrimientos y alegrarse con nuestras alegrías. Por eso su amor es motivo de gran consuelo.

Ahora que vamos a concluir el año jubilar de la misericordia, es bueno recordar que todos estamos llamados a reproducir en nuestras vidas este corazón misericordioso de Dios, que en Jesús encontró su mejor realización humana. Un cristiano está invitado a tener un corazón como el de Jesús. Algunas personas son para nosotros un estímulo para acoger esta invitación. Pensemos, por ejemplo, en el estímulo que supone Domingo de Guzmán (por referirme a alguien que puede unir el jubileo de la misericordia, que acaba, con el jubileo por los 800 años de la Orden de Predicadores que continúa). Ya “desde su infancia, según dicen sus biógrafos, creció en él la compasión, de modo que, concentraba en sí mismo las miserias de los demás, hasta el punto de que no podía contemplar aflicción alguna sin participar de ella”. Al contemplar la miseria ajena, él se unía a la miseria contemplada. Y participaba de ella, o sea, la compartía, y así la aliviaba.

Para Domingo la misericordia no era solo un sentimiento. Se traducía en ayuda concreta, en gestos solidarios. Cuando una gran hambre sobrevino en Palencia, Domingo terminó entregando a los pobres todas sus pertenencias. No entregó lo que le sobraba, sino lo que necesitaba. En este contexto se sitúa el famoso episodio de un Domingo que vende sus libros, las pieles muertas (porque de pieles de cordero estaban hechos los libros), para que los hermanos en carne viva pudieran comer. ¿Saben ustedes lo que valía un buen libro en tiempos de Santo Domingo? Más o menos el precio de una vivienda de la época. Si hubiera que traducir este gesto en términos actuales, habría que hablar de alguien que vende su piso para dar el dinero a los que arriesgan su vida en las barcazas que cruzan el mar Mediterráneo.

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feliciano lópez robles
14 de noviembre de 2016 a las 18:07


El gesto de santo Domingo es imitable, pero no causa envidia entre los cristianos del siglo XXI.- No todos estamos preparados para llevar a cabo acciones de ese tipo, aunque todos estemos llamados a poder hacerlo.- Ser compasivos y misericordiosos es una función humana muy hermosa y muy grande, pero nos cuesta, no estamos sensibilizados para encarnar la figura de Jesús.- Hoy nos presenta un hermoso y bello gesto de misericordia: "Jesús, hijo de David, ten compasión de mí", gritaba el ciego al borde del camino; "¿Qué quieres que haga por ti?", le dice Jesús; "Señor, que recobre la vista".- Jesús, ejerció la compasión y la misericordia en favor del ciego del camino.- Para ser sensibles al sufrimiento del hermano, necesitamos abrir nuestro corazón al pobre, al necesitado, al humillado, al anciano y al niño que necesitan calor humano, y debemos hacerlo ya, sin esperar a que nos lo digan.- Consolar al que lo necesita, ¡son tantas personas las que necesitan ser consoladas!, es un gesto humano que tiene su raíz en el amor infinito del Padre, a eso estamos llamados todos los cristianos.-

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