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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

7
Dic
2020

Toda santa es María

6 comentarios
virgensanisidoro

La fiesta de la Inmaculada nos invita a fijar nuestra mirada en la madre de Jesús. Más que entrar en la controvertida historia del dogma de la Inmaculada Concepción, interesa ofrecer una explicación teológica que ayude a vivir la fe con mayor convicción.

La concepción de Jesús parece que necesita, ya desde sus inicios, una cuna apropiada, coherente con su ser de Dios. Dado que la gestación no es sólo biológica o fisiológica, sino también cultural (pues el niño en el vientre materno oye la música, las palabras, siente las caricias, el humor, la alegría de la madre, y no sólo el humo del tabaco) parece necesaria una santidad excepcional en la mujer que concibe al Hijo de Dios. De hecho, antes de la proclamación del dogma de la Inmaculada, los teólogos estaban de acuerdo en que María fue santificada en el seno materno “con tal abundancia de gracia que ya quedó inmune desde aquel momento a todo pecado, no sólo mortal, sino incluso venial” (dicho con palabras de Tomás de Aquino).

El dogma afirma que María entró en la existencia como un ser humano redimido. Redimida antes de que ella se apropiara de la redención o fuese capaz de realizar una acción meritoria. Ahora bien, durante su vida posterior tuvo que responder libre y conscientemente a la gracia recibida. Se puede comparar el caso de María con el de los niños bautizados. Una vez bautizado, el niño está objetivamente redimido, pero sólo al madurar podrá asimilar personalmente el misterio de la redención. María pasó por un proceso semejante de desarrollo, aunque sin la intervención del pecado ni de sus efectos pecaminosos. Eso no significa que no sufriera tentaciones; significa que recibió una gracia que le permitió resistir a las fuerzas del mal con las que, inevitablemente, se encontró a la largo de su vida.

Dios ha dado a María una sobreabundancia de vida religiosa, una plenitud de caridad única. Este es el lado positivo de la doctrina de Pío IX sobre la Inmaculada, que concluye con un dogma formulado en términos negativos. El amor de Dios otorgado a María en su concepción, se convirtió en amor acogido cuando despertó la conciencia de María. Dios hizo que la atmósfera de pecado que, inevitablemente, envolvió a María, no encontrase en ella la menor complacencia. Sin duda, el medio familiar en el que ella creció era piadoso y santo y favoreció su crecimiento espiritual. Pero, tarde o temprano, se encontró en presencia del pecado y sus tentaciones, como también le ocurrió a su Hijo. Entonces la fuerza de su amor por Dios le preservó de toda complicidad, por pequeña que fuese. El torrente que puede derribar una casa construida sobre arena no pudo con una casa construida sobre roca.

Lo ocurrido con María, toda santa, toda de Dios, es un signo que indica a los cristianos cuál es nuestro objetivo: ser santos e inmaculados delante de Dios por el amor (Ef 1,4). Este es el camino que conduce a la vida eterna.

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Loreto
7 de diciembre de 2020 a las 19:26

Amén

Hormias
7 de diciembre de 2020 a las 19:57

Extraordinario articulo fray Martín

Baldomero López, laico dominico
9 de diciembre de 2020 a las 11:45

Deseo, fray Martín, que me expliques algunas dudas que tengo sobre la concepción inmaculada de María (la Inmaculada, la Purísima).

1. Este dogma dice que María fue concebida sin «pecado originario», no que fuera virgen, casta o pura, como parece ser la creencia más común y extendida.

2. Hoy nadie defiende lo del «pecado originario», porque es más que dudoso científicamente que el origen de la humanidad esté en una sola pareja. Más bien, es la teoría de la poligénesis la que tiene más apoyos entre los científicos. Con lo cual, lo del «pecado originario», es mejor olvidarlo.

3. Admitiendo la existencia de «pecado originario»-que, para más inri- se transmite por vía genética-, surge de inmediato la siguiente pregunta: si María -y, por supuesto Jesús- estuvieron exentos de la «raíz originaria» de todos los contravalores inherentes a la naturaleza del ser humano, entonces ellos dos fueron buenos por naturaleza, de tal modo, que no podían ser malos, porque, como digo, no tenían la raíz de la maldad humana. Entonces, ¿qué mérito tuvieron siendo buenos, si no podían ser malos? En segundo lugar -y es lo más importante-, es imposible que, siendo como eran, puedan servir de ejemplo para ningún ser humano, puesto que nuestra naturaleza está a medio hacer y, por tanto, los contravalores -es decir, el mal- son un constitutivo de ella.

4. ¿Cuándo vais a dejar los teólogos de reducir la naturaleza humana -la persona- a las dimensiones éticas o morales y a las religiosas exclusivamente? El ser humano, además de vitalidades morales y religiosas, tiene, con tanta propiedad como estas, las vitalidades o dimensiones biopsíquicas, cognitivas, económicas, estéticas, lúdicas y sociopolíticas. ¿También María y Jesús estuvieron exentos de la «raíz originaria» de los contravalores que se producen en estas dimensiones referidas?

Martín Gelabert
9 de diciembre de 2020 a las 13:26

Dos o tres apostillas a lo que dice Baldomero López, al que agradezco su participación. Y las hago porque él me interpela personalmente:
1.- El dogma de la Inmaculada Concepción y la virginidad de María son dos aspectos distintos. Estoy de acuerdo en que muchos creyentes los confunden.
2.- El dogma del pecado original hoy se explica desde nuevos presupuestos exegéticos, antropológicos y hasta paleontológicos. No quiero hacer publicidad, pero hay un libro mío publicado en Verbo Divino que se titula: "La astuta serpiente. Origen y transmisión del pecado". Solo por si puede interesar.
3.- Hoy ya no se puede afirmar que el pecado original se transmite por vía sexual. Esta afirmación proviene de san Agustín, pero desde el Concilio de Trento es inaceptable.
4.- Una buena antropología teológica exige tener en cuanta todas las dimensiones de la persona.

Maria
9 de diciembre de 2020 a las 17:22

No puede ser más claro, hermoso, convincente, su explicación del dogma de la Inmaculada. Mi gratitud, Fr. Martín. Y las palabras de Sto. Tomás para mi definitivas, ahora entiendo la vieja polémica sobre este tema.o

Mayor Thompson
19 de diciembre de 2020 a las 08:36

Gracias fray Martín por. Su. Blog u

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