Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

20
Sep
2014

¿Iglesia jerárquica o sinodal?

6 comentarios

Aprovechando la próxima reunión del Sínodo de los Obispos, me gustaría, por un momento, dejar de lado los contenidos de lo que el Sínodo va a tratar, para apelar a la conveniencia de una Iglesia sinodal a todos los niveles, una Iglesia en la que haya estructuras que permitan la participación de todos los creyentes en las decisiones que les conciernen. Precisamente, la palabra “sínodo” expresa la idea de caminar juntos, buscar en común, compartir experiencias, escucharnos con simpatía unos a otros, saber ver en la opinión ajena una misma búsqueda de caminos evangélicos, aunque quizás expresados desde otras necesidades y otras experiencias. Una Iglesia sinodal sería así expresión concreta de fraternidad. La sinodalidad en la Iglesia no hay que confundirla con la democracia política, aunque en algunas ocasiones también la sinodalidad se exprese democráticamente.

No hay que confundir sinodalidad y democracia porque la sinodalidad no es exactamente la búsqueda de mayorías que deciden e imponen su opinión sobre el resto, sino la búsqueda de consensos, la capacidad de escucharnos unos a otros, para que, en el momento de decidir podamos hacerlo no buscando solo el propio interés, sino también el interés de los demás. En las comunidades de Jesús todos deben sentirse contentos y a gusto, porque son comunidades fraternas. Los hermanos no votan para ver quién tiene mayoría; tampoco votan para que uno mande sobre los demás. Los hermanos se escuchan, se respetan, se valoran. Y toman decisiones buscando el bien de todos, tratando de integrar todos los puntos de vista en la decisión común, sin que nadie se sienta marginado con la decisión tomada.

Por otra parte, cuando hay que tomar una decisión sobre algún asunto o sobre personas, sobre responsables de la comunidad, la sinodalidad se expresa democráticamente. Espontáneamente muchos piensan que la Iglesia es esencialmente jerárquica, en la que se establece un orden de superioridad o de subordinación entre personas. Incluso algunos conciben esa jerarquía de modo militar, con una escala de mando: hay un jefe supremo (el Papa), que nombra a los jefes subalternos de segundo nivel (los Obispos), y estos jefes de segundo nivel nombran a los últimos jefes menores departamentales (los párrocos).

Concebir así la Iglesia es un error fatal. Porque en ella se parte de la común dignidad e igualdad de todos sus miembros, hechos hijos de Dios, hermanos de Cristo y templos del Espíritu por el bautismo. Si en la Iglesia hay funciones y ministerios, estos se conciben, no a la manera mundana (como bien advirtió Jesús: los jefes de las naciones funcionan con unos criterios; los vuestros son muy distintos), sino desde el servicio mutuo: el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro servidor. En la Iglesia hay muchos ministerios, sin duda. No olvidemos que ministro quiere decir “menor”, o sea, servidor.

Posterior Anterior


Hay 6 comentarios, comparte el tuyo

En caso de duda, puede consultar las normas sobre comentarios.

Aviso: los comentarios no se publican en el momento. Para evitar abusos, los comentarios sólo son publicados cuando lo autorizan los administradores. Por este motivo, tu comentario puede tardar algún tiempo en aparecer.

Cancelar repuesta


José María Valderas
21 de septiembre de 2014 a las 12:10

Leído de corrido tu texto, Martín, no deja claras algunas verdades que los castizos llamarían de a puño. Esa fratría universal por la que pareces abogar no excluye responsabilidades exclusivas y propias del estado. Los obispos representan, y son, la plenitud del sacerdocio. Lo que significa la plenitud del magisterio (profestismo bautismal). Y cada obispo por ´sí mismo no posee la capacidad doctrinal que se le concede al Colegio Episcopal. Ni éste adquiere su expresión máxima si no es comunión con el Papa. El magisterio va unido a esa subordinación. Por supuesto que entre vosotros el primero sea el último y, a imagen del que profirió lo anterior, sus seguidores hemos venido a servir.

No es una democracia al uso, en efecto. Y se podría avanzar hacia ella en muchos aspectos; por ejemplo, en la elección de los obispos e incluso en la elección del Papa. Mas en su faceta sacerdotal sólo algunos pueden perdonar los pecados, confirmar en la fe o consagrar, y en su faceta magisterial establecer la doctrina profesada. Entiendo que el modelo de fratría con subordinación se nos ofrece paradigmáticamente en el testimonio de los Hechos sobre el primer Concilio de Jerusalén. Pedro es el que toma la palabra y habla con autoridad. No me cabe la menor duda de que entre los oyentes había intérpretes de la Ley mucho más avezados y preparados. Es la diferencia entre una fratría y una Ekklesia.

Fausto Franco
21 de septiembre de 2014 a las 13:41

Felicito sinceramente al P. Gilabert. Lo que usted dice es una exigencia evangélica de primer orden. Es algo esencial. En segundo plano, vendrán los matices. Me parece que hasta en el lenguaje deberíamos ser más consecuentes. Hablar de "Jerarquía=poder sagrado" me resulta chocante y veo ahí una contradicción. El "poder" que no es servicio se convierte en un desastre; y mucho más peligroso cuando se sacraliza y se presenta como "poder sagrado", ¡Qué pena! ¿Tan difícil resulta leer el Evangelio con sencillez y descubrir que Jesús no ha venido a establecer poderes sino a ofrecer "servicio"?

Eduardo Chafer
21 de septiembre de 2014 a las 15:39

No sois vosotros los que me habéis elegido a Mí, soy Yo el que os he elegido y os he puesto para que vayáis. Moises, fue enviado, San Juan fue enviado,Jesús es el enviado del Padre, apostol significa enviado,los apostoles imponen las maños y envían, todo sacerdote o profeta es enviado, (el rey ungido), Evangelio es anuncio que no oyen si no hay enviados.La Iglesia es a la vez inseparablemente jerárquica y carismática, y el munus implica tanto el servicio como la autoridad que en ningún caso se recibe sino de arriba.Son los que tienen el oficio los que han de discernir, recabando los consejos que puedan y deban.Pero que la voluntad de las llamadas bases sea algún tipo de condicionante para el que ha de anunciar el Evangelio me parece que no es coherente.En ningún sitio hay tanta variedad de espiritualidad, apostolados, santidad y riqueza doctrinal como en la Iglesia católica y nos vendría muy bien pensar más en lo que cada uno puede hacer por el Evangelio que lo que nos parece a nosotros que tendríán que hacer los demás.

Pascual
21 de septiembre de 2014 a las 16:12

¡Bravo! Y ¿hacia donde camina Francisco? Pero es que camina en esa dirección en todos los órdenes. Me parece que no es su propósito renovar la Ley sino, por consenso sinodal, el método. Estoy convencido que con Francisco no veremos anatemas ni santos oficios sino una mesa redonda muy, pero que muy grande,donde vamos a ver sentados en sinodal fratría a mucha gente muy dispar, gente muy pegada a la letra de la tradición y gente muy en vanguardia apostólica. Y veremos más aún: esa gente se va a respetar mutuamente porque estarán unidos en el Evangelio y en la tradición más renovada de las iglesias de todo el mundo. Demos tiempo al tiempo. Es que ya, a pesar de los alarmismos, ya se está dando el fenómeno.

Francisco Abad
22 de septiembre de 2014 a las 13:54

Querido Martín, "de ilusión también se vive", aunque sea defraudante.
Mientras exista la jerarquía que existe, con su modo de pensar (ser servidos y no servir) dominante y no dialogante, poca auténtica renovación existirá en la Iglesia. Que tus palabras sean eficaces y lleguen al corazón de los que, por ahora, están al frente de comunidades dentro de la Iglesia. Un abrazo.

Anònim
23 de septiembre de 2014 a las 16:15

La ilusión es el motor del liderazgo, cuando arranca ese motor, se pone en funcionamiento unos mecanismos que impulsan y afectan a tu círculo más cercano y poco a poco es como una onda expansiva que va calando a toda la sociedad, el anhelo es un elemento muy bueno para transformar las expectativas y sacar adelante los proyectos que tenemos. Gracias P. Martín por regalarnos esta reflexión, no me extraña que salga columnista en “religión digital”.

Logo dominicos dominicos