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Dios todo lo sostiene por el Espíritu
5 comentariosEl Padre Creador, el Dios trascendente, que llama a todo a través de Cristo hacia la salvación, se hace presente de forma permanente en todo lo creado por medio del Espíritu, sosteniéndolo todo desde dentro. Dios no sólo interviene en el origen del ser y de la vida, sino que está presente en todo lo que es y vive, y gracias a esta presencia las cosas se mantienen en el ser. Un himno de la liturgia de la Iglesia se hace eco de esta presencia de Dios que acompaña y sustenta su obra, al calificarlo de “vigor de los sonoros ríos de la vida”, y al cantar que “no hay brisa, si no alientas, monte, si no estás dentro”.
El Dios cristiano no es solamente el Otro que está frente a nosotros, el Otro distinto, sino también el que está dentro de nosotros, en nosotros y con nosotros. Dios, sin mezclarse con lo creado ni reducirse a lo creado, sostiene desde dentro lo creado y allí se hace presente. Es necesario pensar la relación de Dios con el ser humano, no como la de Alguien que está frente a mi, sino como mi constitutivo más profundo.
Este modo de presencia permite comprender que la responsabilidad final del cosmos está en manos del hombre. Dios ni reemplaza la actividad humana, ni manipula la actividad de la naturaleza. El no es un “tapa-agujeros” que suple nuestra desidia o nuestra indolencia, o corrige los errores de la evolución. Su misión consiste en hacernos a nosotros creadores. Como afirmó hace ya muchos años F. Temple, Dios no hace las cosas, hace que las cosas se hagan a si mismas. Dios hace que el mundo evolucione a través de complejos procesos de auto organización que actúan en todo el universo. Dios hace que nosotros hagamos, hace que el ser humano sea adulto y responsable de este universo y de su historia.
Dios no está a nuestro lado trabajando en el mundo. Si estuviera a nuestro lado podría hacer él las cosas y ahorrarnos el trabajo. Dios está dentro de nosotros. No nos reemplaza, sino que actúa a través de nosotros. Lo expresa muy bien Is 49,5: “Él es la fuerza de mi fuerza”. El creyente sabe que sin Dios no puede hacer nada. Pero sin el hombre, tampoco Dios puede hacer nada.