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Cuerpo y alma
10 comentariosTodavía se escucha en boca de predicadores y catequistas un discurso dualista que supone que algo de tipo espiritual, distinto del cuerpo, llamado alma, es lo que constituye esencialmente a la persona, porque, por una parte, esta realidad llamada alma puede existir independiente del cuerpo (y así ocurriría supuestamente en el lapso de tiempo que hay entre la muerte y la resurrección del cuerpo) y, por otra, cada alma habría sido creada directamente por Dios. No habría entonces ningún problema en aceptar que el cuerpo fuera el resultado de la evolución desde del mundo animal. Al respecto conviene dejar claras algunas cosas:
1) la persona no es una entidad física a la que se le ha añadido un alma, una mente o un espíritu, sino una unidad psicosomática dotada de facultades físicas, mentales y espirituales; lo físico y lo mental son dos modalidades del mismo evento psicosomático;
2) por tanto, “cuerpo” no es algo distinto y menos opuesto a “alma”, sino una dimensión del ser humano que le permite relacionarse con el mundo y con los otros seres humanos;
3) hay una permanencia del mismo yo humano a través de los sucesivos cambios físico-químico-biológicos de la materia corporal;
4) el hombre goza de una dignidad superior a toda otra realidad mundana, pues tiene capacidad de sostener un diálogo con Dios. En este sentido se puede decir que tiene un algo, un “alma” que lo hace distinto del resto de las criaturas;
5) en la creación del ser humano la intervención de Dios no hay que plantearla como si Dios interviniera en algún momento de forma más especial que en otros; el ser humano es resultado de la evolución en todas las dimensiones físicas y mentales de su ser;
6) los padres son, en cada nacimiento, los mediadores y transmisores de la “imagen de Dios” en cada ser humano;
7) según la fe católica, con la aparición del hombre aparece un ser que tiene una especial relación con Dios, un ser que se sitúa de forma distinta a todos los otros seres en relación a Dios, una única criatura a la que Dios ama por sí misma. Y esto es una novedad radical que ningún estadio evolutivo justifica. Es un acto gratuito que se sitúa en un plano distinto al de la biología o la evolución. Y además determina todo el ser del hombre, otorgándole una dimensión divina, aunque no sea analizable científicamente.