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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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28
Jul
2013
Francisco, todo parece nuevo
3 comentarios

Con las ventanas del papamóvil abiertas de par en par, los gestos (abrazar a toxicómanos, por ejemplo) y palabras del Papa Francisco en Brasil han sido sorprendentes. Y una vez más han gustado a la mayoría de los creyentes y a muchos no creyentes. Hay también quienes con su silencio, con su modo de interpretar lo que el Papa dice, con su modo de subrayar o de apostillar, expresan, de forma más o menos solapada, disgusto, malestar o desacuerdo. Lo sorprendente es que algunas de esas personas que tienen sus reservas, se consideren “más papistas que el Papa”, para decirlo con una expresión coloquial que todos entienden. Es muy fácil ser papista cuando el Papa está de acuerdo conmigo.

 

Me parece que la mayoría, por no decir todas las cosas que Francisco proclama: necesidad de Obispos menos serios, de monjas que no sean solteronas, de clérigos más coherentes y cercanos a la gente, ser callejero de la fe en las favelas y en las villas miseria, afirmar que la Iglesia tiene que cambiar, animar a los jóvenes que protestan contra la corrupción, defender la dignidad de la persona, decir que desperdiciar alimentos es robar o que toda la moral se resume en las bienaventuranzas, que hay que acoger a madres solteras cuando piden bautizar al hijo, que un estado laico contribuye a la convivencia entre las religiones, y todo lo que ustedes quieran, todas estas cosas, digo, no son del todo nuevas. Pero sí suenan a nuevo en los oídos de la gente, hasta el punto de que en la mayoría suscitan esperanza, aunque causen preocupación en los instalados.

 

Sí a esto añadimos lo que dicen que vendrá y que el Papa mismo impulsa, como la canonización de Monseñor Romero, entonces la esperanza y la preocupación se incrementan. Porque la cuestión no es que la canonización de Monseñor Romero venga acompañada de otras canonizaciones. Lo significativo no son esas otras canonizaciones, porque el Papa no va a romper con la herencia recibida. Lo significativo es el impulso a una canonización que es todo un símbolo de cercanía al pueblo sencillo. Lo que hay que destacar no son los inevitables compromisos con el pasado, sino las puertas que se abren, para que así cada uno pueda escoger la santa o el santo de su devoción. Por eso, sin decir nada nuevo, este Papa hace que todo parezca nuevo. Esperemos que después de Brasil, la reforma de la Curia y los nombramientos episcopales sigan sonando a música nueva.

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25
Jul
2013
Todo es política, con algún pero
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En un post anterior hemos hablado de la importancia de mostrar la incidencia mundana de la fe. Dicho de otro modo: la fe cristiana tiene una relevancia social y es necesario traducirla en una toma de posición política. No se trata de invitar a los cristianos a afiliarse a ningún partido. Mucho menos se trata de que la Iglesia se constituya en aval de ninguna política concreta o de utilizar sus principios morales como argumento deslegitimador de la política. Pero sí se trata de notar que la fe cristiana contribuye al perfeccionamiento de la realidad social y a la defensa de la dignidad humana.

Lo que suscita problema es el hecho de que antes de cualquier posición y cualquier acción concreta, el cristiano y la Iglesia se encuentra ya en un campo de referencias sociales y políticas. Esto significa que cualquier toma de postura de la Iglesia como institución puede considerarse y, de hecho, se considera una toma de posición política. Por tanto, se hace necesaria una reflexión sobre las implicaciones políticas de todos sus enunciados. Si política es tomar decisiones que buscan ordenar rectamente lo social, entonces la política es necesaria, y toda postura sobre las realidades sociales y humanas puede considerarse política. Pero a la Iglesia no le toca dirimir entre dos soluciones distintas e incluso contrarias, mientras estas soluciones sean respetuosas con la dignidad humana (a propósito de la mayor o menor descentralización del Estado, por poner un ejemplo que se entiende fácilmente).

Ahora bien, lo política y lo social se encuentran con lo humano, no lo constituyen. La política tiene un dato previo: el ser humano que ya está ahí antes de que ella intervengan. La persona posee un valor más allá de la dimensión de lo social y su dignidad debe defenderse frente a toda invasión totalitaria de la política. La política no es el horizonte más amplio de la realidad. Existen alienaciones que la política no puede resolver, pues vienen dadas con la finitud del hombre y no pueden ser eliminadas por los hombres. La política puede prevenir las consecuencias de un temporal, pero los temporales causan efectos catastróficos incluso allí donde la técnica ha puesto lo mejor de sí misma. No sólo causan daños evitables en Haití, sino también en un lugar como Japón, donde parecía que todo estaba previsto y programado. ¿Quién soluciona el dolor de aquellos que han perdido a sus seres queridos, o la inseguridad psicológica que produce el verse afectado por una desgracia? ¿Quién responde a la necesidad de sentido que hay en todo ser humano? La fe cristiana no sólo tiene incidencia social, tiene también palabras de esperanza, gracia y salvación.

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21
Jul
2013
Palabras con carga ideológica
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En materia religiosa, algunos cambios en las palabras, que deberían ser inocentes, no lo son por la carga ideológica que algunos le añaden. A veces no hace falta ni siquiera cambiar de palabra, basta con cambiar el tono con que se pronuncia. Decir, por ejemplo, que hay que rezar mucho por el Papa Francisco, añadiendo además que él mismo ha pedido que recemos por él, puede ser algo bueno y necesario. Pero esta petición, según cómo se haga, puede presuponer un desacuerdo con su modo de hablar y actuar: sí, recemos mucho por el Papa, porque es necesario que rectifique cuanto antes sus gestos, palabras y actuaciones.

Las últimas ediciones de la Biblia latinoamericana han vuelto a la versión antigua del Padrenuestro, más acorde con los textos originales, reemplazando el texto litúrgico de “perdona nuestras ofensas”, por el “perdona nuestras deudas”. En los catecismos y liturgias anteriores y posteriores al Vaticano II, se pedía con toda normalidad el perdón de las “deudas”. Pero en América latina, algunos empezaron a preguntarse si era legítimo o no devolver la deuda de sus países a Estados Unidos. ¿Es legítimo que los gobernantes devuelvan una deuda cuando esta devolución acarrea la muerte de miles y miles de niños? A veces, lo legítimo es no devolver la deuda. Para evitar mayores problemas, las Iglesias latinoamericanas reemplazaron “deudas” por “ofensas”. Posteriormente la Iglesia española adoptó esta traducción, en aras de la unificación de los textos litúrgicos.

Un último ejemplo: En la última edición argentina del Misal romano (año 2009), con el “imprimatur” del Arzobispo Jorge Mario Bergoglio, utilizada también en Chile, se reemplaza el “por todos los hombres” de las palabras de la liturgia eucarística, durante la consagración del vino, por un “por muchos”. Ningún problema. Lo triste sería que algunos hicieran problema dónde no lo hay. El “muchos” bíblico es equivalente a “todos”. Si en la plaza de una pequeña ciudad se concentran todos sus habitantes, decimos que allí hay mucha gente. La carga ideológica estaría en querer ver en el “muchos” una restricción a la acción salvífica de Dios, algo así como si Dios no amase a todos y no quisiera la salvación de todos, sino solo de los buenos. Quienes actúan con ese componente ideológico no se dan cuenta que en realidad, la lógica de esta ideología restrictiva debería llevar a decir, de uno u otro modo, que son pocos los que se salvarán y, por tanto, que Cristo no murió ni por todos, ni por muchos, sino sólo por pocos.

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18
Jul
2013
Salvación en el cielo y en la tierra
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La fe cristiana no es la afirmación de realidades invisibles colocadas en el más allá, sino una fe salvífica. La fe es la condición de la salvación del ser humano y su mundo: “con la boca se confiesa para conseguir la salvación” (Rm 10,10). Ahora bien, ¿qué es la salvación? ¿Será acaso una situación supramundana, alejada de la realidad e incluso opuesta a ella? Cuando la Escritura habla de salvación utiliza una serie de conceptos que tienen que ver con la vida, la salud, el bienestar, la alegría. Parte de experiencias y situaciones negativas en las que se revela el lado más terrible de la existencia: enfermedad, peligro de muerte, esclavitud, guerra. Forzado por esta necesidad, el hombre se dirige a Dios, buscando en él una salida a sus acuciantes problemas, para conseguir, a partir de ahí, una existencia plena, gozosa y auténtica.

No es posible, por tanto, separar las realidades humanas y mundanas de las realidades salvíficas, del mismo modo que no es posible separar al Dios creador del Dios salvador. Si decimos que la salvación no tiene relación con nuestra realidad mundana, estamos negando la universalidad de la redención. Si no tenemos indicios de salvación en el aquí y ahora de la historia, difícilmente podremos tenerlos para un más allá hipotético. Estos indicios de una salvación para todos en el ahora aparecen en el anuncio del Reino de Dios para los pobres. Ahí, en la lucha por un mundo más justo y solidario, tenemos un primer indicio de la salvación que Dios quiere para todos y de la acción de su Espíritu que mueve a trabajar por un mundo mejor, sin víctimas y con las menos lágrimas posibles.

Tengo la impresión de que, quizás como reacción frente a una reducción del cristianismo a mera solidaridad humana, nos encontramos hoy con nuevos intentos de “espiritualizar” la fe cristiana; dicho de otro modo: de colocarla en un plano supra mundano, más allá de los conflictos humanos. De rebote estas posturas, al apelar a que la salvación viene “de arriba”, buscan defender la necesidad de más autoridad, por no decir autoritarismo, en la Iglesia. Pero si la Iglesia es incapaz de comunicarse con la sociedad se convierte en una secta, que vive junto al mundo, pero al margen del mundo. Su mensaje de salvación aparece entonces como un consuelo ineficaz, al no ser capaz de iluminar las realidades en las que viven, luchan, sufren y gozan los hombres. Presentar un Dios sin referencia al mundo, equivale a entender un mundo sin referencia a Dios. Por eso es importante que los cristianos seamos capaces de señalar la incidencia mundana de la fe. No se trata de que el mundo sea criterio de comprensión de la fe; se trata de tener claro que el mundo es la referencia ineludible de toda comprensión cristiana de la salvación.

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6
Jul
2013
La fe hace ver
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La luz de la fe, expresión que se encuentra en Tomás de Aquino, es el título que ha escogido el Papa Francisco para su primera encíclica. Esta encíclica está en estrecha continuidad con las otras dos grandes encíclicas de Benedicto XVI dedicadas a la vida teologal: Deus caritas est y Spe salvi. La fe, la esperanza y la caridad son las tres actitudes que unen al cristiano con Dios en este mundo. Ellas, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 1812) “se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino”. En la encíclica, este “origen, motivo y objeto” teologal, se expresa así referido a la fe: "La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro".

La mano de Benedicto XVI aparece a lo largo del texto, no sólo por las referencias a los grandes autores de los que Joseph Ratzinger ha bebido (San Agustín por ejemplo) o de otros autores modernos del ámbito germánico que conoce bien (F. Nietzsche ya citado en Deus caritas est vuelve a aparecer ahora), sino por el modo como trata algunos temas con los que Ratzinger como teólogo y Benedicto XVI, como Papa, se ha mostrado sensible. Estoy pensando en las relaciones entre fe y verdad, y fe y razón. La fe sin verdad no salva, la fe no es un sentimiento hermoso. Recuperar la relación de la fe con la verdad, dice la encíclica, es hoy más necesario que nunca, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos. En la cultura contemporánea parece que no hay más verdad que la científica o la tecnológica y se minusvaloran aquellas verdades que dan sentido a la existencia. Por otra parte, es importante mostrar que la fe y la razón se refuerzan mutuamente. La fe despierta el sentido crítico y abre la mirada del científico a la riqueza inagotable de la realidad.

Hago notar dos de los muchos temas relacionados con la fe que trata la encíclica: la fe contribuye a la construcción de la ciudad terrena, la fe ilumina y da sentido al sufrimiento humano; la fe es una luz para vivir en sociedad y la fe conforta en el sufrimiento. Pero, por encima de todo, lo que hay que subrayar son las decisivas consideraciones cristológicas: la fe nos une con Cristo, al interiorizar a Cristo en nosotros. Como dice san Pablo: por la fe habita Cristo en nuestros corazones, ¡es Cristo quién vive en mí!

Esta presentación de la Lumen fidei, escrita como crónica de urgencia, quiere ser una invitación a su lectura reposada. En una sociedad en la que muchos consideran que el acto de fe es algo oscuro, inseguro e infantil, la encíclica subraya la certeza y la luminosidad que emanan de la fe cristiana, así como el hecho de que prescindir de la fe no es ganar en autenticidad y grandeza, sino perder parte de la integridad humana.

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2
Jul
2013
Oír que Dios es Padre y ponerse enfermo
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“Cada vez que oigo decir que Dios es Padre, me pongo enfermo”. Eso dice un adolescente, hijo de padres divorciados, que vive con su madre y ha tenido una relación muy negativa con su padre. Me lo cuenta su madre, creyente, y me pregunta qué hacer para explicar al hijo eso que dice la fe: Dios es Padre. Cuando me plantean esos casos, soy consciente de que no hay palabras que pueden remediar los fracasos más dolorosos de la vida. Hay bastantes hijos de matrimonios arruinados que no asumen fácilmente su situación. Y el cónyuge que se ha quedado con los hijos no lo tiene fácil: ¿cómo ser madre y no ser esposa?, ¿cómo ser padre sin ser esposo?, ¿cómo un niño puede asumir la relación filial hacia sus padres? En cierto modo, el niño debe hacer duelo por uno de sus progenitores, aunque esté vivo.
 

Las relaciones interpersonales, incluso las más constitutivas de la existencia, están amenazadas por el mal. Por este motivo, todas nuestras relaciones familiares necesitan salvación. Nuestra persona individual no puede ser salvada sin que se salven nuestras relaciones familiares. Nuestra salvación, por la participación en la muerte y en la resurrección de Cristo, es también una salvación familiar en la familia trinitaria de Dios. Las diferentes formas de mal, que pueden afectar a nuestras relaciones familiares, no deben impedirnos considerar que la familia es la mejor imagen de un Dios, que es comunión de personas. Nosotros nos hacemos una idea de Dios como Padre a partir de nuestra experiencia del padre; y nuestra idea trinitaria de Dios debe mucho a nuestra experiencia familiar. Pero estas experiencias, la paterna y la familiar, son imperfectas, están amenazadas por el mal. Por eso, debemos eliminar de nuestra idea de Dios todas las formas de imperfección humana y elevar hasta el infinito todo lo bueno que hay en nuestro corazón.
 

El sufrimiento que experimentamos en nuestras relaciones familiares (rupturas entre esposos, malas relaciones de padres con hijos, enemistades entre hermanos) es un signo de nuestra necesidad de ser liberados de todos estos sufrimientos más allá de la muerte. Para los creyentes en Cristo, todo sufrimiento es un signo de esperanza, esperanza de salvación para todos los que sufren.

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28
Jun
2013
Dios crea por puro placer
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La creación es un acto libre y gratuito de Dios. Eso no significa que sea sin motivo. Todo tiene una razón. ¿Cuál es el motivo de la creación? El Dios de Aristóteles es un Motor inmóvil que nada necesita; es un acto puro que se basta a sí mismo. Es el primer principio del mundo, pero no necesita establecer relación alguna con lo creado. El Dios de Aristóteles sólo se quiere a sí mismo. El Dios de la Biblia es un ser personal, que quiere establecer relaciones de Alianza con el ser humano. Hay una historia que cuentan los rabinos judíos para explicar el motivo de la creación: Dios existe desde siempre; “desde siempre” es un tiempo muy largo. No es extraño que comenzase a aburrirse. No quería estar solo. Un día se dijo: “hagamos al ser humano a nuestra imagen” y así tendremos alguien con el que hablar. Como Dios ocupaba todo el espacio, se concentró, y en el espacio que dejó vacío, colocó al hombre.

Esta historia, este midrash judío, ha inspirado a un autor francés no muy conocido, Joseph Duponchelle, otra historia con impronta cristiana: Dios existía desde siempre, pero el tiempo no pasaba para él. No se aburría porque “en Dios” hay una fiesta permanente. Los que están “en Dios” y, por tanto, son Dios, tenían entre ellos, desde siempre, una agradable conversación. Llegó un día en que se dijeron: entre nosotros estamos muy bien, pero podríamos compartir nuestra felicidad con otros, para que también pudieran dialogar entre ellos. Hagamos un “entre ellos” que se parezca a nosotros, para que también puedan hablar unos con otros, hagamos al ser humano a nuestra imagen; y lo hicieron varón y mujer. Y para que la semejanza con los que están “en Dios” fuera completa, dijeron al varón y a la mujer: creced y multiplicaos, no os quedéis encerrados entre dos, sed plurales, varios. Y el hombre y la mujer tuvieron hijos, hubo un tercero en el amor.

Estas dos historias son dos explicaciones del motivo de la creación. Según la primera historia se diría que a Dios le falta algo. Según la segunda, Dios lo tiene todo; si crea no es porque necesite algo, sino porque desborda de alegría, de bondad y de placer. Querer “al otro” como mi complemento no es quererlo por y para mí, sino por él. Dios nos quiere por nosotros mismos, no por y para algo. El ser humano es la única criatura amada por sí misma, sin referencia a nada más. Hay ahí un camino para nuestros amores. ¿Queremos al otro de verdad por sí mismo? En Dios el amor es puro, entre los hombres el amor necesita purificarse cada día. El abrir el amor “entre dos” a un tercero evita que el otro sea solo un reflejo de mi mismo, evita que al amar al otro me ame a mi mismo, que ame al otro por amor a mi mismo.

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23
Jun
2013
Creer en los milagros de forma coherente
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Hay creyentes que interpretan algunos acontecimientos poco corrientes y llamativos como milagros operados por Dios. Creer en los milagros es un modo de creer en Dios y de comprender que está con nosotros e interviene en la historia. Pero que Dios está con nosotros en todo momento debería ser obvio para cualquier creyente, puesto que es nuestro creador trascendente y permanente. Desde este punto de vista no hay nada más admirable. Cosa distinta es concebir a Dios como el que unas veces deja que las cosas sigan su curso natural y otras veces cambia el curso natural de los acontecimientos.

Afirmar que hay milagros supone situarse en una determinada actitud. Según como vivamos psicológicamente nuestra conciencia religiosa, diremos que hay milagros, aunque para el matemático o el físico, no los haya. Pero la buena pregunta es si quienes creen en los milagros son coherentes consigo mismos y con su propia fe en Dios. Por una parte, podemos afirmar que son coherentes en la medida en que expresan su fe en Dios, confesando que obra favorablemente en sus vidas y en su historia. En tal caso, podrían profundizar su fe admirando la bondad de Dios no sólo en un hecho que para ellos fue excepcional, sino también en todos los instantes de su vida y en la vida de las otras personas, momentos que son también dones maravillosos de Dios.

Hay un modo incoherente con la propia fe de creer en los milagros. Es el de aquellos que, al considerar un acontecimiento como milagro divino, suscitan (explícita o implícitamente) la pregunta de por qué Dios no obra de forma favorable con otras personas, especialmente con las que están en situación de extrema necesidad. ¿Acaso Dios solo manifiesta su bondad en ambientes religiosos y permanece silencioso ante el grito de los niños torturados en campos de concentración? Creer que Dios manifiesta mejor su bondad en determinados acontecimientos, equivale a decir que en otros no se manifiesta igual de bondadoso. Concebir así el milagro provoca la acusación de que Dios es injusto y partidario. No se puede creer coherentemente en el amor de Dios, permanente, universal y siempre fiel, si solo somos sensibles a sus manifestaciones en algunos hechos que nos sorprenden. ¿Cómo se puede creer en un amor universal si sólo lo reconocemos en favores particulares y selectivos?

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20
Jun
2013
Veraneo solidario
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Una cosa es el verano y otra el veraneo. Veranear es pasar el verano en un lugar distinto del que habitualmente se reside, pero no por motivos de trabajo, sino buscando alejarse precisamente del trabajo. El verano es igual para todos. El veraneo es cosa de privilegiados. Y más en estos tiempos en que la crisis impide a muchos viajar o residir fuera de su casa, aunque tengan un tiempo libre de trabajo, precisamente porque su trabajo está peor remunerado.

Todos necesitamos descansar. Pero en estos tiempos, los que tenemos trabajo y derecho a un tiempo de vacaciones, y posibilidades de disfrutarlas con una cierta holgura, convendría que fuésemos conscientes de que bastantes personas no tienen trabajo y lo están pasando mal. No para quedarnos sin el merecido y necesario descanso, sino para vivirlo con moderación, sin lujos innecesarios, sin viajes costosos. Incluso sería bueno plantearse si el posible ahorro de la moderación no convendría emplearlo de forma solidaria. De este modo el verano sería para vivir. Para vivir los que descansamos y para vivir los receptores de nuestra solidaridad.

En los sindicatos españoles se está hablando de “huelga solidaria”. La idea es: si no haces huelga, reparte un kilo de comida entre los necesitados. Es una extraña huelga, pero es un modo de ser solidarios. En línea similar podríamos hablar de veraneo solidario. No te quedes sin vacaciones, pero emplea ese tiempo en vivir y ayudar a vivir. Activa tu imaginación solidaria. Por ejemplo, hay jóvenes que dedican su tiempo de vacaciones a tareas misionales o a ayudar a personas necesitadas. En esta ayuda ellos dan vida y encuentran vida. Porque el que da amor, en el mismo hecho de darlo, recibe amor.

Yo no pretendo que nadie que tenga posibilidad de tomarse un tiempo de descanso y vacaciones deje de hacerlo. Más aún, mucha gente trabaja durante el verano para poder vivir durante el invierno. Bastantes personas que trabajan en la hostelería tienen contratos temporales. En este sentido hay que favorecer el turismo, porque el trabajo de unas personas y, por tanto, su vida, depende de los viajes y el ocio de otras. Este asunto del veraneo tiene muchas aristas. Una de ellas es que hay gente que vive de la buena vida que otros se pueden permitir.

Los evangelios cuentan que Jesús, en ocasiones, se sentía cansado. Y necesitaba descansar. Incluso dejan entrever que había una casa en la que Jesús era muy bien acogido, por sus amigos Lázaro, Marta y María. Allí debía sentirse tranquilo, relajado, cuidado y mimado. Allí tenía ese lugar que todos necesitamos, ese lugar al que se puede ir sin avisar, porque siempre eres esperado y bien venido. Ese lugar puede ser un signo del domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en el descanso de Dios, ese cielo en el que Dios nos espera a todos para ofrecernos las mejores vacaciones, el veraneo sin fin, la fiesta de la fraternidad, donde el amor del Padre y el amor entre los hermanos será la fuente de vida siempre renovada.

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16
Jun
2013
El Papa y la vida religiosa
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Lo que han dicho que el Papa dijo en su encuentro del 6 de junio con las religiosas y religiosos de la Conferencia Latinoamericana (CLAR), no tiene desperdicio. En vista de la sorpresa que han causado las palabras puestas en su boca, la Secretaria de la CLAR se ha visto obligada a aclarar que lo publicado no responde exactamente a lo que el Papa dijo, sino que solo refleja “el sentido general”. Me basta con que reproduzca “el sentido general”. Porque hace unos meses hubiera sido inconcebible que se pusieran en boca de un Papa unas palabras, más o menos parecidas a estas, dirigidas a las religiosas y religiosos: es posible que reciban una carta de la Congregación de la Fe, pero no se preocupen y sigan adelante. Abran puertas, hagan algo ahí donde la vida clama. Prefiero una Iglesia que se equivoca por hacer algo que una que se enferma por quedarse encerrada.

Este Papa ha logrado introducir aire fresco en la Iglesia. El aire fresco no gusta a todos. La oposición silenciosa funciona. En las palabras que reproducen “el sentido general” de lo que el Papa dijo, importa tanto la forma como el fondo. La forma es llana y directa. El fondo pudiera ser que el servicio a la evangelización y el compromiso a favor de los desamparados debe pasar por encima de cualquier crítica, incluidas las que provengan de la propia institución eclesial.

Algunos se complacen en criticar a la vida religiosa. Usan criterios numéricos como prueba de lo mal que está. Se parecen a esos curas que, cuando ven que hay poca gente en Misa, riñen a los presentes a cuenta de los ausentes, cuando lo que tendrían que hacer es animar, sostener y valorar a los asistentes. Una respuesta a los criterios numéricos es decir que en la vida religiosa vale más la calidad que la cantidad. Respuesta buena pero insuficiente. En cada época los distintos carismas y servicios eclesiales se reparten de forma distinta. Las instituciones nacen, crecen, cambian, se adaptan y algunas desaparecen. Es ley de vida. No podemos pasarnos la vida lamentando lo que hubiéramos podido hacer si nuestras congregaciones hubieran estado en manos de los que se han ido o de los que no han venido. Lo que debemos hacer es apoyarnos, sostenernos y preguntarnos con realismo lo que podemos hacer, en nuestra situación actual, para servir al Reino de Dios con todas nuestras fuerzas.

Hay que agradecer al Papa Francisco su valoración positiva de la vida religiosa y sus palabras alentadoras. Los que nunca hacen nada, nunca se equivocan. Los que trabajan, a veces aciertan y otras no. Hoy y siempre, y probablemente más antes que ahora, ha habido religiosas y religiosos que no han estado a la altura de su vocación. ¿Qué hacer en estos casos? Habrá que discernir, porque no todos los casos son iguales. Pero, al menos en algunos, puede servir esta palabra mesiánica: “el pábilo (=mecha de una vela) vacilante no lo apagará”.

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