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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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15
Nov
2009
Noticia sin histeria no es noticia
6 comentarios

La Iglesia tiene vocación y obligación de hacerse oír. Tiene que hablar alto y claro, buscando los mejores modos para hacerse entender. Hay quien dice que, al estar tan rodeados de nada, una noticia sin histeria no es noticia. ¿Habrá que recurrir a la histeria para hacerse oír? Recurso peligroso. Puede provocar efectos hilarantes, contrarios a los deseados o, al menos, puede no producir el efecto deseado.

Cualquier católico sabe sobradamente que lo legal no coincide necesariamente con lo moral. No es menos cierto que no todo lo moralmente rechazable debe ser penalizado. Se comprende así que el legislador (sea cual sea su ideología o creencia) debe tener en cuenta las situaciones sociales a la hora de legislar. Puede ocurrir incluso que, en ocasiones, legisle sin estar en todo de acuerdo con lo que la ley implica. Para evitar males mayores, evidentemente. Eso sí, teniendo claro cuál es el mal mayor que se evita. La pregunta, por tanto, es: los diputados católicos que votan leyes no del todo coherentes con la moral católica, ¿tienen claro el mal que pretenden evitar? Conviene entonces que lo expliquen con mucha pedagogía. Un posible ejemplo puede ser la explicación del Presidente Obama ante el Papa, tras la cual no resultó condenado. Ya lo hice notar en un post anterior.

No cabe duda de que la Iglesia debe denunciar los males de nuestra sociedad, como hacían los profetas que, a veces, hasta resultaban hirientes con los que les escuchaban. Pero esa denuncia era efectiva porque el auditorio del profeta se identificaba con la visión del mundo que latía bajo la profecía. Cuando este no es el caso, es más eficaz el género sapiencial, que no significa género inocuo, sino un modo de hacer pensar, ofreciendo buenas razones y presentando positivamente experiencias de contraste. El sabio se pregunta cómo cuestionar sin condenar y cómo proponer sin imponer. Así queda más claro a unos y otros que el evangelio es gracia libremente acogida y que la moral evangélica es consecuencia ineludible del seguimiento de Cristo.

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13
Nov
2009
Contrición y atrición
2 comentarios

Hace unos días recibí un correo en el que un buen amigo me solicitaba que, entre otras, respondiera a esta pregunta: ¿Es posible hacer un acto de contrición perfecta?

He aquí mi respuesta: No es posible hacer un acto de contrición perfecta. Tomás de Aquino dice que la caridad (o sea, el amor con el que amamos a Dios) en este mundo es imperfecta. Se perfeccionará en la Patria, en el cielo. En línea con esta tesis de Santo Tomás yo diría que, en este mundo, nunca acabamos de arrepentirnos del todo de nuestras malas acciones, siempre buscamos alguna explicación, dar una razón, un motivo de lo que hicimos. De ahí que clásicamente se distinguía un doble dolor de los pecados: el de contrición y el de atrición. Este último era considerado un dolor imperfecto, un arrepentimiento insuficiente, pero se consideraba suficiente para recibir el sacramento de la penitencia. Dicho de otro modo: la absolución suplía lo que de imperfección había en el arrepentimiento, suplía la falta de un “dolor perfecto” por los pecados. La Iglesia es sabia, conoce nuestra debilidad, por eso nos tranquiliza con fórmulas de este tipo, que podríamos traducir así: Dios nos ama a pesar de todo, nos comprende más de lo que nos comprendemos nosotros, nos quiere siempre y en toda circunstancia.

Vuelvo a la idea de Tomás de Aquino sobre la imperfección de nuestro amor a Dios en este mundo. Es un pensamiento que resulta a la vez consolador y estimulante. Consolador porque así evitamos falsos perfeccionismos que solo crean decepción al no lograrse nunca; y también escrúpulos innecesarios. Y estimulante, porque se evitan falsas satisfacciones y paradas. Con el amor a Dios no se acaba nunca. Siempre es posible ir a más.

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10
Nov
2009
Lo de los anglicanos abre puertas
2 comentarios

Con fecha del 4 de noviembre se ha publicado la Constitución Apostólica que instituye Ordinariatos personales para los anglicanos que desean estar en plena comunión con la Iglesia católico-romana, junto con unas normas complementarias. Se trata de dos documentos hechos con amplitud de miras que suscitan preguntas sobre el futuro. Muchas veces lo que comienza siendo una excepción, va ampliándose poco a poco y termina siendo norma común. En el caso de las puertas abiertas por esos documentos es posible que los pasos sean lentos, pero lentos y todo, no hay que descartar nada.

Un aspecto que no gustará a los afectados: aquellos fieles y sacerdotes que antes de entrar en la comunión anglicana pertenecieron a la Iglesia católica, no pueden ser admitidos como fieles de los nuevos Ordinariatos personales y, menos aún, ejercer el sacerdocio. Pero hay otros aspectos muy positivos. Uno importante es que, donde se erija un Ordinariato, la colaboración entre ambos cleros, el de la diócesis territorial y el del Ordinariato, será lo normal; igualmente será normal la formación conjunta de los seminaristas; y por supuesto la colaboración de los fieles en las diferentes actividades eclesiales.

Hay previsiones que puede abrir nuevos cauces: 1) aunque lo habitual es que solo se ordene de presbíteros a varones célibes, el Ordinario podrá solicitar al Romano Pontífice que se admitan varones casados según criterios objetivos que, si bien aprobados por la Santa Sede, los determinará el propio Ordinario. 2) los consejos presbiterales del Ordinariato, cuando haya que proveer de Obispo, tienen derecho de presentar una terna a la Santa Sede. Eso antes ocurría en algunas diócesis y poco a poco se suprimió; el que ahora se prevea para estos Ordinariatos puede resultar un paso para que se restablezca en otras diócesis. 3) Es interesante que, aunque un Obispo anglicano casado no puede ser ordenado obispo católico, sí puede ser nombrado Ordinario, lo que en la práctica viene a ser lo mismo. Estos Ordinarios, casados o célibes, forman parte de la Conferencia Episcopal. 4) Un detalle menor, pero significativo: aquellos obispos anglicanos que no sean ordenados obispos católicos (por estar casados) podrán usar sin problema las insignias episcopales.

Nuevos tiempos, aires nuevos, puertas que se abren.

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9
Nov
2009
Jóvenes anestesiados
3 comentarios

Me han enviado, bajo el título “la eutanasia y los jóvenes”, el texto que reproduzco: Anoche mi mamá y yo estábamos sentados en la sala hablando de las muchas cosas de la vida... entre otras... estábamos hablando del tema de vivir/morir. Le dije: 'Mamá, nunca me dejes vivir en estado vegetativo, dependiendo de máquinas y líquidos de una botella. Si me ves en ese estado, desenchufa los artefactos que me mantienen vivo. PREFIERO MORIR'. ¡¡Entonces, mi mamá se levantó con cara de admiración...Y me desenchufó el televisor, el DVD, el cable, Internet, el PC , el mp3/4, la PlayS , la Nintendo DS, el teléfono fijo, me quitó el móvil, el ipod y me tiró todas las cervezas!!! ¡La madre que la parió!...  ¡¡¡¡CASI ME MUERO!!!!

El texto resulta gracioso y quiere ser expresión de una tendencia social, a saber, que bastantes de nuestros jóvenes solo piensan en divertirse; mas aún, son jóvenes que no soportan la soledad y necesitan sucedáneos de ruido y compañía porque son incapaces de mantener relaciones serias y estables, o de escuchar palabras que hagan pensar. El ruido y los aparatos electrónicos ofrecen la falsa sensación de compañía, incluso de intimidad. Son aparatos anestesiantes que no remedían el problema de fondo: el vacío profundo de muchos de nuestros jóvenes, por falta de compromisos serios y de amor verdadero; por decirlo con palabras bíblicas, lo suyo es una soledad poblada de aullidos.

Pero leer el texto como un alegato contra la eutanasia me parece fuera de lugar pues, bien pensado, no cumple su propósito. En primer lugar porque las cosas serias, como la vida y la muerte, si bien pueden tratarse con un poco de humor, no pueden tratarse desde la ironía y el desenfado. Y además, porque no se pueden comparar churras con merinas. Una cosa es el “casi me muero” del niño mal criado cuando le quitan su teléfono móvil, y otra el “prefiero morir” del que no se ve en condiciones de vivir su enfermedad. Precisamente porque me tomo la vida en serio, no me gusta banalizar esos temas.

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7
Nov
2009
Paliza por motivos religiosos
3 comentarios

¿Paliza con aborto por un triste y maldito motivo religioso?. Eso parece, pero no está claro. En un pueblo de Ciudad Real, una mujer musulmana acompañaba a su hijo al colegio. Pero no llevaba el velo puesto. Una pareja (varón y mujer) de musulmanes, que también iban con su hijo al colegio, al verla sin velo, le dieron una paliza y, como consecuencia, la mujer perdió un bebé que esperaba. Eso dice la Guardia Civil. La víctima tiene miedo y prefiere callar. Hay quien dice que, en el origen de todo, no está el asunto del velo, sino una discusión entre las dos mujeres. Importa que se aclaren los hechos para que si, en nombre de Alá, se ha cometido un delito, se aplique con todo rigor la justicia de los hombres de bien.

En nombre de todos los dioses se han cometido las mayores aberraciones. Pero es indignante que hoy ocurran salvajadas apelando a creencias religiosas. Y que siempre sean las mujeres las víctimas de esta religiosidad blasfema. Por suerte para nosotros, Dios no es como los hombres. A veces pienso y me gustaría que las personas religiosas pensasen: ¿y si Dios me tratase a mi como yo trato a los demás en su nombre? En ocasiones sería para echarse a temblar. Conozco el caso de un sacerdote, buena persona, que en el confesionario trataba a los penitentes con cierto rigor. Al final de sus días entró en una terrible depresión, pues pensaba lo mal que lo iba a pasar si, cuando se presentase en su presencia, Dios le trataba como había tratado él a sus penitentes. ¡Al menos este hombre era coherente, tenía conciencia y temor de Dios! 

Hay un principio previo a toda religión, aunque también sea un principio muy religioso: no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti. Es un principio exigente, porque si a ti te hacen lo que no quieres que te hagan, precisamente porque no quieres que te lo hagan, tú no debes hacerlo a los demás. En el caso que ha motivado mi reflexión, la familia de la víctima dice que está dispuesta a perdonar. Si se trata de perdón, esperemos que sea sincero y no producto del miedo.

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6
Nov
2009
El templo está dentro de uno mismo
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Una persona cercana, trabajadora y madre de familia, me envía una reflexión personal que me agrada transcribir (con permiso de la autora) para todos mis lectores:

"El amor es una experiencia  que todo ser humano debería poder vivir, sentir. Muchísimas veces no expresamos amor, se nos olvida amar, estamos llenos de prisas, siempre pensando en lo que hay que hacer o nos queda por hacer, en vez de disfrutar de la vida, maravillarnos de la vida y escuchar con el corazón.  Estamos cayendo en una rutina de la que no sabemos salir, una rutina  que se convierte en un sin sentido. Cada día, a mi misma, me resulta muy difícil encontrar sentido a mi vida, nos olvidamos de lo esencial, escuchar, expresar, dar amor. No es fácil, nada fácil ser, actuar y ser desde y con el corazón.

Nada conocemos de Dios, nada sabemos de Dios y sólo a través del amor puede uno sentirlo, rozarlo un poquitín. Todos sentimos amor pero nos olvidamos de darlo, expresarlo, sentirlo y vivirlo día a día. Saber amar, sentir amor es lo que al final importa, lo único que nos llena y lo que más desea y necesita el ser humano, la humanidad; y muchísimas es lo que menos hacemos. Cuando hay amor, cuando se siente amor, casi no hacen falta explicaciones ni razones, lo que se siente puede llegar a ser tan inmenso que ya no dudas ni preguntas. Sientes, amas. El alma se siente enamorada, en una infinita calma y se es capaz de sentir, de mirar la vida con ilusión, con asombro, con ojos de niño.

Todos tenemos dentro de nosotros mismos ese  rincón íntimo que nos acerca y nos descubre a Dios, lo difícil es entrar en él, permanecer en él y creer. Y casi diría que es algo natural, innato en el hombre el ansia de Dios. El templo está dentro de uno mismo. Pero no es fácil, nada fácil".

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3
Nov
2009
La ciencia no salva, solo salva el amor
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Aunque el diálogo entre religión y ciencia puede ser beneficioso para ambas partes, y aunque no pueda hacerse hoy teología al margen y menos en contra de los datos de la ciencia, no hay que olvidar que no es la ciencia lo que salva al ser humano. El ser humano es salvado por el amor. Esto es válido incluso en el ámbito puramente intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento que da nuevo sentido a su existencia. Pero muy pronto se da cuenta de que el amor que se le ha dado, por sí solo, no soluciona el problema de su vida. Es un amor frágil. Puede ser destruido por la muerte. El ser humano necesita un amor incondicionado. Si existe el amor absoluto, con su certeza absoluta, entonces suceda lo que suceda, estamos salvados. Esto es lo que se ha manifestado en Jesucristo: un Dios que no es lejana causa primera del mundo, sino presencia viva y cercana para todos los que lo acogen.

Más aún, el creyente está convencido de que el mundo, en última instancia, no está gobernado por las leyes de la materia, sino por un Dios personal. Si conocemos a Dios y él a nosotros, entonces ya no somos esclavos del universo y de sus leyes; somos libres. El cielo no está vacío. La vida no es el simple producto de las leyes y de la causalidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor.

La ciencia nos proporciona un mapa del lugar en el que estamos, de dónde venimos y adónde podríamos ir. Pero las amenazas no vienen de la ciencia, sino de quienes pretenden erigirse en sus dueños. Por eso es importante recordar que quien lleva el timón de este barco, que es el mundo, no son las fuerzas del mercado, los ejércitos, el gran imperio norteamericano o la pura casualidad. Quién lleva el timón es Dios.

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1
Nov
2009
Ríos que han de cruzar el mar
3 comentarios

Jorge Manrique acuñó la idea de que “nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir”. Si el mar, como parece insinuar el texto del poeta, es imagen del caos y de la muerte, entonces no es eso lo que sostiene la fe cristiana. Según esta fe nuestras vidas no abocan en el mar sino que lo cruzan para llegar al verdadero hogar. Hay que atravesar el mar para ganar la otra orilla. Los que sucumben en sus aguas son los que no creen que el hogar está al otro lado, los que piensan que aquí acaba todo, tal como dice Jorge Manrique: “allí van los señoríos / derechos a se acabar / y consumir; / allí los ríos caudales, / allí los otros medianos / y más chicos”.

Para la fe cristiana el mar no es el lugar donde el río de la vida se acaba y se consume, sino el espacio que hay que cruzar para llegar a la Tierra Prometida. La carta a los Hebreos califica a los creyentes de peregrinos y huéspedes sobre la tierra, pues buscan una patria mejor. Eso tiene una consecuencia, pues si esperamos una patria mejor no resulta lógico aferrarse a patriotismos mundanos. Para el creyente, en busca de una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios, las ciudades de este mundo son lugares de paso.

Prefiero comparar la vida con una barca más que con un río. Una barca que debe atravesar el mar para llegar a esta nueva tierra en la que nuestras vidas serán transfiguradas. Cuenta la Biblia que los israelitas fueron capaces de cruzar el mar sin mojarse, de vivir sin dejarse ahogar por las cosas materiales; los egipcios, en cambio, sucumbieron a su propia abundancia y a su inmenso poder. A veces nos pasa a nosotros: podemos morir de éxito o aplastados por el peso de lo que nos sobra. Por eso, para que la travesía de esta barca que es la vida sea factible, es preciso soltar lastre, pues con exceso de carga la barca se hunde.

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30
Oct
2009
Pornografía y religión
19 comentarios

Se están levantando voces que lamentan y denuncian los enlaces a páginas de pornografía explícita y dura que se encuentran en la web “Religión Digital”. Distintas personas amigas me han hecho llegar estos enlaces, que por respeto a nuestros lectores no voy a poner en este blog. La verdad es que he dudado mucho sobre si entrar en ese “trapo”. Porque, ¿qué voy a decir? ¿Qué los dominicos somos muy buenos porque no nos vendemos a nadie y tenemos nuestra página en la que no es posible encontrar marranadas así? ¿Digo lo malos que son esos señores integristas que denuncian todo lo imaginable, que se creen más papistas que el Papa (por tanto ya no son papistas, pero ese es otro tema) y que de paso colaboran en la difusión de pornografía? Pero claro, si digo lo anterior, ¿por qué no lamentar que en esta web haya de todo, no solo páginas integristas, sino páginas firmadas por clérigos, monjas y algún obispo a los que sin duda les ha pillado de sorpresa esta situación?

La Iglesia y los cristianos debemos estar presentes en los medios de comunicación. Eso tiene servidumbres inevitables. Porque los medios no los controlamos nosotros. En cualquier periódico en el que se publique un artículo religioso, se encuentran anuncios de contactos sexuales. Si mis noticias son buenas resulta que “Público” (el periódico que dicen está a la izquierda del “El País”, que según algunos ya es estar a la izquierda) es el único diario que no admite páginas de contactos. ¡Quien lo diría! Quedan las hojas parroquiales y algunas revistas controladas por las diócesis o las congregaciones religiosas. Pero, aparte de que la misma Iglesia invita a los pensadores cristianos a hacerse presentes en los medios “seculares”, en la mayoría de los medios eclesiásticos no se permite hablar a las voces críticas, y solo tienen cabida los aplausos; si dentro del sistema solo caben los palmeros, entonces las voces críticas buscan acomodo en lugares externos al sistema. Cuando a uno que está dentro no se le permite expresarse dentro, lógicamente se expresa donde le dejan.

En fin, se trata de un asunto con muchas vertientes. Vuelvo con la primera, con la que ha provocado este articulillo. Para notar que todavía quedan sitios “no eclesiásticos” donde poder publicar artículos religiosos con libertad, y en los que no hay enlaces indeseables.

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29
Oct
2009
El pecado conduce a la muerte
2 comentarios

Quisiera volver sobre lo fundamental del mito de Caín, a saber, el fratricidio. Para comprenderlo en todo su dramatismo conviene recordar que, según el relato bíblico, la de Abel es la primera muerte de la historia. Sin embargo la lógica del relato conduce a pensar que quién debería haber muerto en primer lugar es Adán, puesto que Dios le había amenazado con la muerte si comía del árbol de la ciencia del bien y del mal. Adán comió, Eva comió y siguieron vivos. Se diría que la serpiente tenía razón cuando les dijo: “de ninguna manera moriréis” (si coméis del árbol).

Aquí se juega con un doble sentido del término “muerte”: la muerte como final de la existencia; y la muerte como separación de Dios. La muerte que produce el pecado es de tipo religioso: la ruptura con Dios. El pecado no conduce al hombre a la tumba. Más bien destruye la relación con Dios y con los demás y le destruye a él, porque la persona se construye en la relación. Su más trágica consecuencia se manifiesta con toda crueldad en el asesinato de Abel a manos de Caín. La primera muerte de la humanidad no es una muerte natural, es un homicidio y un fratricidio, puesto que todos somos hermanos. El primero que muere no es Adán por haber infringido el mandato de Dios, sino Abel, un inocente.

La primera experiencia de muerte no la produjo la desobediencia al Dios que no vemos, sino el odio al hermano que vemos. Como esto no entra en el proyecto original de Dios, puede decirse con toda verdad que el pecado conduce a la muerte. A la muerte física del hermano y a la muerte espiritual del homicida. Las amenazas de muerte vienen de mano del hermano. Y el asesinato puedo recibirlo del hermano asesino o de la ignorancia voluntaria del que se lava las manos, y también se pregunta hipócritamente si es el guardián de su hermano.

Desgraciadamente la historia de Caín sigue siendo actual, en forma de rupturas de todo tipo: ambiciones, violencia, economías que perjudican a los débiles, guerras cuyo objetivo es conseguir riquezas ajenas, o de “bonos de muerte”, el último invento de la banca, en el que está explícito el deseo de muerte del titular del seguro.

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