7
Dic2009Inmaculada, por lo menos una
9 comentarios
Dic
Resulta estimulante hacer una lectura del dogma de la Inmaculada Concepción de María a la luz de una nueva comprensión de la transmisión del pecado original. Pues el pecado original no se transmite como si fuera una especie de ADN. El seno de María era genéticamente igual con o sin pecado original. No podía “manchar” a Jesús. El verdadero influjo de unos sobre otros es de tipo cultural y espiritual. Así como la gracia de Cristo no se transmite físicamente, tampoco se transmite así la influencia del pecado. Por otra parte, nuestra humanidad tiene no solo influencias pecaminosas, sino sobre todo influencias positivas, divinas, gracias a Cristo. La humanidad no solo vive una historia de pecado, sino una historia de salvación. María sería el modelo acabado de una humanidad capaz de dar una respuesta positiva al amor de Dios y, en este sentido, la cúspide de una humanidad que se trasciende a sí misma por gracia de Dios.
En María se realiza la más alta posibilidad humana: acoger a Dios. Se convierte así en modelo de creyente. Ella es la que pone todo su ser al servicio de una vida divina que no le pertenece. María estaba preparada “de entrada” para esta acogida, a la que todos podemos acceder por el bautismo. Si esta historia no es solo historia de perdición, sino sobre todo historia de salvación, es lógico que en ella haya modelos de la perfecta realización de esta historia salvífica que Dios quiere hacer con cada ser humano. María es uno de estos modelos, no necesariamente el único.
Los que piensen que esta comprensión desvaloriza a María, porque supuestamente así dejaría de ser privilegiada, tienen una estrecha comprensión de lo que son los privilegios de Dios y un pobre concepto del amor de María a sus hermanos los hombres. La gracia de Dios no solo no empequeñece cuando se universaliza, sino que entonces adquiere su verdadero carácter de gracia: un regalo no deja de ser menos regalo porque sean muchos sus beneficiarios. Y la Virgen no está celosa de ninguno de sus dones; al contrario, se alegra de que muchos puedan compartirlos.