Abr
Visión positiva del bautismo
4 comentariosEl título es válido para el bautismo y para toda la vida cristiana en general. A veces tendemos, sin pensarlo mucho, a ver las cosas desde el punto de vista de lo negativo. Por ejemplo, cuando insistimos en lo que no hay que hacer, en lo que está mal. O también cuando presentamos nuestra relación con Dios en términos de deber. Es claro que hay muchas cosas que no debemos hacer, ni como humanos ni como cristianos. Pero quizás sea mejor poner el acento en lo que conviene hacer, en lo que es bueno para nosotros y para los demás. Y si esto queda claro, también resultará claro que lo opuesto al bien, no es lo propio de una persona de bien, de un amante del bien.
Dígase lo mismo a propósito de los deberes. En realidad, cuando situamos nuestra relación con Dios y con los demás, en la perspectiva del amor, el deber no es tal deber, sino una consecuencia del amor. Por ejemplo: un cristiano no tiene la obligación de ir a Misa o de rezar. Un cristiano necesita celebrar la Eucaristía, necesita orar, necesita un tiempo para escuchar la Palabra de Dios, bendecirle, alabarle y darle gracias. No es un deber, es una necesidad.
Ahora que, en la Pascua, nos disponemos a renovar las promesas bautismales, parece oportuno ofrecer una visión positiva del bautismo. No tanto como un quitar, cuanto como un dar. Los grandes símbolos bautismales son el agua, la luz y el aceite. A veces nos hemos quedado solo con el agua y la hemos presentado en su dimensión negativa: como si su papel fuera el de limpiar una mancha. En perspectiva positiva habría que decir: más que un signo de limpieza, el agua es un signo de fecundidad. El que no ha conocido a Dios, el que no se ha encontrado con Dios es como una tierra reseca e infecunda, que no puede dar fruto. Cuando recibe el agua del Espíritu Santo, entonces esta tierra empieza a ser fecunda, a dar frutos de vida y amor.
Lo mismo la luz. Más que fijarse en la oscuridad hay que insistir en lo positivo del iluminar. Las tinieblas no desaparecen cuando se las critica, sino cuando se enciende una pequeña cerilla. Con tanta crítica a lo que otros supuestamente hacen mal, nos olvidamos muchas veces de encender nuestra pequeña luz. Por su parte, el aceite está ahí para facilitar las cosas, para quitar rigidez a los músculos agarrotados. Por eso se unge al bautizado: para posibilitar una relación fluida con Dios y con los hermanos.
En este tiempo de cuaresma sería bueno buscar el lado positivo de la vida cristiana, empezando por los tres elementos medicinales que la Iglesia propone para vivirla: el ayuno y la limosna, más que momentos de privación, son oportunidades para compartir, para caer en la cuenta de que muchos no tienen con qué comer. Y la oración es la ocasión para caer en cuenta de lo mucho que necesitamos de Dios.