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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
Mar
2015

Tomad mi cuerpo

10 comentarios

Una noche alguien dijo a sus mejores amigos: “tomad, esto es mi cuerpo”. No dijo: mi espíritu; no dijo: mi alma. Dijo: mi cuerpo. Años después vinieron los ritos, las ceremonias, las procesiones, las adoraciones. Vinieron también las profanaciones y las reparaciones. Vino la poesía: “que la lengua humana cante este misterio” (Tomás de Aquino); “¡Oh cosa maravillosa! Convite y quien convida es una cosa” (Cervantes); “amor de ti nos quema, blanco cuerpo” (Unamuno). Vino la teología. Y alguna muy buena y muy profunda, como la de Tomás de Aquino: “No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales”.

Pero, ¿antes? Para que algo tan serio como “tomad, esto es mi cuerpo”, pueda decirse y entenderse, es necesario que haya un “antes”. Si lo que uno quiere darme es su amor, entonces lo mejor que puede darme es su cuerpo, su vida toda entera. Darse a sí mismo. El que dijo “tomad mi cuerpo”, estuvo dando su cuerpo a lo largo de toda su vida: al acercarse a leprosos, prostitutas, malqueridos, pobres y marginados. Y al final, entregó su cuerpo a sus enemigos, en un supremo acto de amor: “Padres, perdónales”.

¿Cómo nos da hoy su cuerpo? En tantos sin nombre que no pueden entrar en nuestro mundo rico, porque hay vallas, policías y fronteras que impiden el paso; en los enfermos de sida o de ébola; en los olvidados, marginados y despreciados. Pero también nos da su cuerpo en los hermanos y en los amigos, porque nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los amigos. Allí donde alguien da amor, allí recibe el cuerpo del amor.

¡Dame tu cuerpo, Señor! Porque no soy un ángel. Y porque estoy hambriento y necesitado de amor. Pero dámelo para que lo cuide y lo respete. Que comprenda, Señor, que hay más amor en el dar que en el recibir. Porque dando es como recibo, cuidando es como me cuido, respetando es como me respeto. Amando recibo amor, pues amor saca amor (Teresa de Jesús).

Sólo el antes da sentido al después. Pero hay que tener cuidado para no equivocarse con “el después”. Sólo si “el después” nos lleva al “antes” y nos hace actualizar el “antes”, sólo entonces “el después” dejará de ser bagatela rechazable para convertirse en luz que ilumina.

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Anónimo
29 de marzo de 2015 a las 20:53

Algo hemos ido perdiendo por el camino cuando en vez de dar la vida por los otros, como otros Cristos, alguien focaliza de tal forma su propio objetivo vital, que al comprobar la imposibilidad de conseguirlo, elige desaparecer sin importarle los efectos colaterales- pérdidas de vidas humanas- que su acción provoca. Una sociedad donde prima los sueños del ego, donde no se aceptan los limites de lo humano.
¿ Cómo ser compasivo cuando la educación exige ser competitivos ?

“ Por el amor de Dios, abre la maldita puerta” . Último grito de un comandante de vuelo antes de morir junto al resto del pasaje . Ni por Dios.

Necesitamos retomar la inteligencia compasiva- como Cristo nos amó- en los sistemas educativos, como objetivo de excelencia. La colaboración en vez de la competitividad. Dar la vida por los hermanos, en vez de arrebatársela. O seguiremos estremeciéndonos ante barbaries de seres "aparentemente normales". Desalmados sin compasión.

Con Él morimos para resucitar con Él.

En solidaridad y oración por todas las víctimas de la violencia

Gracias P. Martín

Un pecador
29 de marzo de 2015 a las 22:27

Perdónenme ustedes, los que se sientan ofendidos, pero entendiendo y compartiendo lo que es "aceptar el cuerpo de Jesús" uno se indigna cuando parece que lo único (o más importante) que tiene valor es lo externo, la manera "pía y santa de comulgar". La posición física que se adopta y la "purísima limpieza interior" que haga a uno dígnísimo de merecer tan "Santo" banquete. Hoy peco, y voy a pecar porque no acepto a quienes se empeñan en hacer creer que la única forma "santa" de comulgar es exigiendo que se ponga un reclinatorio en cada templo. ¡Que los hay! Metáfora de su comprensión de Jesús.

Antonio Saavedra
30 de marzo de 2015 a las 01:19

La fórmula de entrega que se indica debió ser en la realidad mucho más intensa y fuerte; al no existir en el idioma de Jesús (arameo)la dicotomía cuerpo-alma, lo que dijo realmente debió ser "tomad y comed, esto soy yo". Me figuro la impresión de los apóstoles, y yo creo que sentiría algo parecido si al impartir la hostia el sacerdote directamente me dijera: "Toma y cómeme, soy yo, Jesús el Cristo".
Claro que entonces habría que cambiar la fórmula con el vino en cuanto a la sangre, "parte" de Cristo completo en que se transforma; y tb eliminar el bebed todos de él, cuando ese todos se reduce al oficiante u oficiantes.
P.S.: No creo que Jesús se preocupara por la migas que cayeran del pan fraccionado,...como ahora ocurre un tanto enfermizamente.

fr. Pepe E. op
30 de marzo de 2015 a las 22:23


Jesús se rompe por la fuerza de su amor. Pero esto hay que afirmarlo no como una metáfora, sino como una realidad.Me van a romper,pero ya me rompo Yo primero.
Podemos acudir a la cruz,con un buen recipientes,para apropiarnos de una buena cantidad de vida sin necesidad de acercarnos con las manos juntas y la cabeza torcida.

Juan
31 de marzo de 2015 a las 23:05

Jesús había sorprendido a sus discípulos en otra ocasión con un "lenguaje duro" (Pan de vida): "si no coméis mi carne y bebéis mi sangre".. Nos dice Juan que muchos de sus discípulos abandonaron a Jesús..Pedro exclama: "sólo Tu tienes palabras de vida eterna"..En la Última Cena los discípulos reciben con tremenda alegría la respuesta de Jesús a aquellas crudas palabras del capítulo sexto de Juan. Alegrémonos con Pedro en este gran misterio de nuestra fe, y participemos del gran banquete de pan y vino, cuerpo y sangre del Señor. Gracias, fray Martín, por tu antes y después, al que adjunto mi comentario.

JOSE MATUTE
2 de abril de 2015 a las 17:55

EL SENOR VINO POR LOS POBRES, LOS PECADORES, LAS PROSTITUTAS, LOS ENFERMOS DEL ALMA Y DE ESPIRITU Y A ELLOS SE LES NIEGA EL AMOR DEL SENOR, PORQUE NO PUEDEN PARTICIPAR EN EL BANQUETE, PORQUE ESTAN IMPUROS, NO PUEDEN COMULGAR PARA QUE EL SENOR LOS SANE Y LES DE NUEVA VIDA. DONDE ESTA EL AMOR EN NUESTRA IGLESIA EN DONDE LOS PRIVILEGIADOS SON LOS BUENOS. PARTICIPEMOS TODOS EN EL BANQUETE TERRENAL COMO VERDADEROS HIJOS DE DIOS, TODOS UNIDOS EN LA MISMA FE. Y LA ALEGRIA DE SERLO.

Franz Wieser
4 de abril de 2015 a las 20:01

Léase en el contexto Juan capítulo 6, lo que dijo Jesús sobre "comer su carne (su cuerpo): "El espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (v 63).
O sea: "Tomen y comen esto es mi cuerpo", significa: Comulguen conmigo en darse a los demás como alimento. Puesto que "el hombre no vive solamente de pan...".

M. Victoria Gòmez Ruiz
16 de junio de 2017 a las 23:54

No puedo sacarme de la cabeza que esa invitación de Jesús "Tomad mi Cuerpo ... " no tiene segundas intenciones, quiero decir que significa exactamente lo que dice ... ES UNA ENTREGA DE SÍ MISMO ... ¿Y para qué ... ? SE ENTREGA POR AMOR PARA LIBRARNOS DEL MAL ...
Y aquí llego al nudo del asunto: el mal existe, de verdad, está entre nosotros ... Hace mucho daño ... tortura, destroza y asesina ... He tenido hace poco una terrible experiencia sobre este asunto .... que me ha abierto los ojos y me ha hecho pensar en la enormidad del AMOR CON QUE SE NOS ENTREGA JESUS .....TAN NECESARIAMENTE INFINITO COMO PARA "ELIMINAR EL MAL DEL MUNDO"

Vicente
20 de junio de 2019 a las 10:24

Lo que hacéis a uno de estos mis hermanos más pobres me lo hacéis a mí......

Valero
11 de abril de 2022 a las 18:41

El otro es Cristo. Comer su cuerpo es aceptar que su sustancia me transforme en él, y esto inevitablemente ha de llevarme a amar en la dimensión de Cristo. No niego que siento la tentación de asustarme ante esta propuesta de amor, porque soy barro y mi primer impulso es mirar antes por mi que por mi hermano, pero tengo la esperanza de que a fuerza de comer ese pan que se me ofrece, termine yo transformado en ese Cristo que me llama y que me ama de forma tan absoluta.

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