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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

23
Abr
2016

Matrimonio y virginidad

4 comentarios

La exhortación apostólica Amoris Laetitia trata fundamentalmente del amor en la familia. Pero como en la vida cristiana todo está relacionado, no es de extrañar que el documento del Papa se pregunte por la relación que hay entre virginidad y matrimonio, ya que la virginidad es una forma de amar. Se trata de dos carismas, dos dones del Espíritu Santo, dos modos de seguir a Cristo y dos vocaciones o llamadas de Dios. Si ambos estados, el celibato en la vida consagrada y el matrimonio, tienen el mismo origen en Dios, no solo no pueden oponerse, sino ni siquiera rivalizar.

Desde esta luz se comprende la advertencia que hace el Papa a propósito del texto de 1Cor 7,32, en el que parece que San Pablo recomienda la virginidad. San Pablo la recomendaba porque esperaba un pronto retorno de Jesucristo y quería que todos se concentrasen en la evangelización. Sin embargo, dejaba claro que era una opinión personal ya que, sobre esto, no había ningún precepto del Señor (1Cor 7,25). Por eso reconocía el valor de las diferentes llamadas: “cada cual tiene de Dios su gracia particular” (1Cor 7,7), por tanto “que cada cual viva como le ha llamado Dios” (1Cor 7,17). Hecha esta aclaración, afirma el Papa: “los distintos estados de vida se complementan, de tal manera que uno puede ser más perfecto en algún sentido y otro puede serlo desde otro punto de vista”. Hubo algún autor medieval que decía que el matrimonio podía considerarse superior a los demás sacramentos porque simboliza algo tan grande como la unión de Cristo con la Iglesia o la unión de la naturaleza divina con la humana.

La virginidad es un reflejo de la plenitud del cielo donde “ni los hombres se casarán ni las mujeres tomarán esposo” (Mt 22,30). Tiene el valor simbólico del amor que no necesita poseer al otro, y refleja así la libertad del Reino de los Cielos. Es una invitación a los esposos para que vivan su amor conyugal en la perspectiva del amor definitivo a Cristo, como un camino común hacia la plenitud del Reino. Por su parte, el amor de los esposos tiene otros valores simbólicos: es un peculiar reflejo de la Trinidad, unidad plena en la cual existe también la distinción. Es también un signo cristológico, porque manifiesta la cercanía de Dios que comparte la vida del ser humano uniéndose totalmente a él. Mientras la virginidad es un signo escatológico de Cristo resucitado, el matrimonio es un signo del Cristo terreno que aceptó unirse a nosotros.

Quienes han sido llamados a la virginidad pueden encontrar en algunos matrimonios un signo inquebrantable de la fidelidad de Dios a su Alianza. Porque hay personas que mantienen su fidelidad cuando su cónyuge ya no resulta físicamente agradable o no responde a sus necesidades. Una mujer puede cuidar a su esposo enfermo, y mantener su “sí” hasta la muerte. Y así se convierte en una invitación a las personas célibes para que vivan su entrega por el Reino con mayor generosidad y disponibilidad.

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JMValderas
23 de abril de 2016 a las 18:51

No juzgaría yo la moral de san Pablo por las circunstancias. Una moral de situación, a la postre, se vista como se vista. Si afirmamos que las recomendaciones éticas de san Pablo se debían a su creencia en un segunda venida innmediata de Cristo, estamos despojando el valor moral objetivo de las acciones. A mi parecer, el apremio que tanto repite san Pablo en ese capítulo de la Primera de los Corintios, se refiere más bien a la cualidad del cristiano: siempre dispuesto a presentarse ante el Señor, libre de cargas, en plena coherencia con el vigilad porque no sabéis el día ni la hora. No hubiera hecho esta apostilla si no viviéramos en unos momentos de especial confusión a la que, en mi modesta opinión, la exhortación ha contribuido a agravar. Las recomendaciones paulinas no son esclavas del momento. Son permanentes. Venga el Señor ahora o lo haga cuando cese la energía solar y la vida deje de subsistir.

Vicente
7 de marzo de 2020 a las 19:14

Estimado profesor. Muchas veces te superas a ti mismo. Es difícil. Un saludo

Marcela Díaz
1 de febrero de 2023 a las 22:47

Gloria a Ti Señor Jesús.
Muchas gracias hermano Martín abrazos fraternos llenos de Bendiciones Felicitaciones felicidades saludos desde Córdoba Argentina.
También la castidad en el vaso de la viudez es un signo de Cristo Resucitado.

Valero
3 de febrero de 2023 a las 09:31

Martín tiene toda la razón cuando afirma que el matrimonio es un signo de la fidelidad inquebrantable de Dios a su amorosa alianza con su pueblo. Mi matrimonio pasó por momentos de gran sufrimiento pero el Señor, que es fiel, lo renovó de sus cenizas de manera que ahora más que nunca y aun en medio de nuestra fragilidad, mi esposa y yo nos amamos con un amor nuevo y entregado en el que la ternura y el bien del otro, es lo que nos mueve cada día a dar gracias a Dios por su fidelidad.

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