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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

28
Mar
2017

La emigración ya no es pacífica

2 comentarios
viñeta

Hoy muchas personas se ven obligadas a dejar su tierra, bien porque en su tierra no hay pan, o porque no hay libertad. En suma, porque en la tierra en la que están no se puede vivir: hay guerra, hambre, opresión, catástrofes. Y esta gente que deja su tierra no es bien recibida en casi ningún otro lugar. La emigración ha dejado de ser pacífica. Los cristianos también miramos a los inmigrantes con recelo. Ya no vemos en la emigración un signo de las llamadas de Dios, el signo de un Dios que nos invita a todos a dejar la tierra para ir a otra tierra. Una viñeta de Agustín de la Torre lo expresa con realismo y crueldad. Un grupo de emigrantes están frente a las vallas de alambre que les impedirán entrar en Europa, y se dicen ingenuamente unos a otros: “tenemos mucha suerte, porque vamos a llegar a países cristianos, en el año de la misericordia”. El año de la misericordia ha sido el año en el que mayor número de personas han encontrado en el mar mediterráneo su propia tumba.

No cabe duda de que lo anterior es ideología, o sea, un conjunto de ideas que deberían encontrarse en todo ser humano y, por supuesto, en todo religioso, que tenga un mínimo de dignidad. Cierto, con las ideologías no se arreglan los problemas. Pero ellas orientan hacia un tipo de soluciones. Las soluciones tienen que ser políticas, o sea, ser reguladas por los responsables del bien de la sociedad. Lo malo es que hoy prevalece la ideología contraria, que nos conduce a adoptar políticas inhumanas y egoístas. La ideología que hoy prevalece es la del “no tuísmo” (non-tuism es una expresión del economista británico Philip H. Wicksteed que he aprendido de Bernardo Pérez Andreo). No tuísmo es el egoísmo. Tuísmo sería el amor al prójimo. Pero el no tuísmo es más que egoísmo: es negación del otro. El otro ha dejado de importar.

Esto va contra la naturaleza y contra la imagen de Dios con la que está marcado constitutivamente el ser humano. Porque lo natural  y lo normal es amar, acoger, respetar. Lo normal es que si tú tienes comida y el otro no tiene, repartas tu comida con el otro. Pero la ideología predominante dice que es preferible que la comida que a ti te sobra se pudra antes de repartirla con el necesitado. Y así nos va. Y ahí está la raíz del terrorismo, de las guerras, de las enemistades entre los pueblos, de las desconfianzas mutuas. Esta ideología del “no tuísmo” termina siendo no solo la negación del otro, sino un peligro de muerte para el que la práctica. Si no nos alejamos de ella vamos hacia el abismo.

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felicianolopezrobles
30 de marzo de 2017 a las 12:13

Muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que no podemos hacer nada, nuestra persona no es influyente en gobiernos o altas esferas.- Y, no podemos olvidar que, está en nuestras manos, la labor de caridad más hermosa, que descansa precisamente en las pequeñas cosas de cada día.- Ahí, si que aparece un campo inmenso donde ejercer nuestra actividad cristiana, el amar a los demás como a nosotros mismos.- Acoger al emigrante, al pobre, al desechado y abandonado; al huérfano y a la viuda, al que vive solo y necesita nuestra compañía, nuestras cosas; compartir parte de nuestro tiempo, hacer que brille la luz sobre quienes viven en la sombra y en la tristeza.- Ocuparse del necesitado es labor que compete a toda persona de buena voluntad, por supuesto a todo cristiano que se precie.-

Fr. Ronald Andrade OP
30 de marzo de 2017 a las 18:31

La emigración es ciertamente un tema muy complejo que necesita un gran discernimiento. Como todo cristiano estoy de acuerdo con la inclusión, la aceptación, la igualdad y el respeto al emigrante. No quiero ser antagónico, pero, escuchando al Card. Bishop Barron (EEUU) pareciera que hay una nueva corriente de pensamiento dentro de la Iglesia con respecto al tema señalado. La novedad radica en que ninguno de los valores antes mencionados (inclusión, aceptación, respeto, igualdad) son superiores al principal valor de la comunidad cristiana: EL AMOR. Este amor (tuísmo) es el eje transversal para los demás valores. En efecto, el amor es inclusión, aceptación, igualdad, pero no siempre. Para ilustrar este pensamiento podemos poner el caso de un director técnico de fútbol que tiene que elegir a su 11 ideal para el partido. En este ejemplo, hay quienes se sentirán excluidos o relegados por no jugar, pero obviamente prima el bien común del equipo, y no se podrá incluir a todos en la cancha. Aquí el director técnico no es injusto solo actúa con amor para con todos los que forman el equipo reconociendo las habilidades de uno y de otro para intentar ganar. El mismo Cristo incluye a todos pero se ven excluidos los que practican el "no tuísmo". Es así como el amor en la sociedad incluye, pero al mismo tiempo puede excluir, aunque parezca difícil de creer. Lo que se debe buscar siempre es el bien común.

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