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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

14
Jul
2015
Dios respeta como nadie nos respeta
4 comentarios

Desde posturas ateas se suele afirmar que si Dios existiera la libertad humana quedaría comprometida. También desde posturas creyentes se afirma que Dios nos pedirá cuentas de todo lo que hacemos, porque nada escapa a su mirada. Son modos de concebir a Dios como si fuera el rival del ser humano, o como si Dios no respetase nuestra intimidad y coartase nuestra libertad. Pero mirando a Jesús nos encontramos con un Dios muy distinto. Se trata de un Dios que ha creado al ser humano a su imagen y semejanza. Y esta imagen encuentra su mejor realización en el hecho de que el ser humano es libre, no sólo en el sentido de que puede elegir entre hacer una u otra cosa, sino en el sentido fuerte de que puede decidir sobre sí mismo, porque es dueño de su vida. Esto es lo que nos permite decir que en las manos de cada persona está su salvación o su condenación.

Cierto, desde el punto de vista creyente, el ser humano depende de Dios, ha salido de Dios y todo lo que tiene se lo debe a Dios. Pero Dios se lo ha regalado sin condiciones. Una vez aparecida a la existencia, la criatura conduce su vida según sus propios criterios. Dios puede aconsejarle, y siempre le aconseja que busque el bien y que sea feliz, pero nunca le obliga. Por eso, el ser humano puede desobedecerle y hasta puede enfrentarse al que le ha dado la vida. Cristo crucificado es la prueba evidente de que los seres humanos somos libres para rechazar a Dios.

Dios nos respeta como nadie nos respeta. Respeta incluso el que vayamos a la perdición. No porque quiera que nos perdamos, sino porque nos quiere libres. Si nos hizo libres y a su imagen fue porque, entre todas las criaturas, buscaba una capaz de acogerle y de responder a su amor. Pero la libertad tiene una contrapartida inevitable: la posibilidad de utilizarla mal. Nuestra vida es como un cheque en blanco que Dios nos da, para que lo rellenemos nosotros; Dios siempre mantiene su firma. La única manera que Dios tendría para evitar un mal uso de la libertad sería quitarnos la libertad. Pero dejaríamos de ser humanos y no podría darse el amor. Un robot siempre hace lo que quiere su amo. Pero un robot no puede dar amor. Un persona sin libertad es una contradicción, es un robot.

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9
Jul
2015
Dios no explica el mal pero implica
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Karl Marx hablaba de la religión como “opio del pueblo”. En una de mis lecturas me encontré con la expresión “eutanasia del cristianismo”, para referirse al uso que, en ocasiones, se hace de la religión y, más en concreto, del cristianismo, como falso consuelo frente a la desgracia. Decir, por ejemplo, que los sufrimientos son “una prueba que Dios nos envía”, quizás resulte consolador en algún caso. Pero en muchos otros puede conducir a la rebeldía contra un Dios que se complace en el sufrimiento. Cosa distinta es que a Dios se le pueda encontrar en las pruebas. Pero Dios no se da a conocer mediante las pruebas. Cierto, el sufrimiento es consustancial a nuestra finitud. No somos dioses. Somos seres limitados. El reconocimiento de que no somos dioses, puede ayudar a fijar nuestra mirada en el Dios verdadero.

Ante el mal hay pocas respuestas. Más aún, la búsqueda de respuestas puede ser un modo de justificarlo. Mirando a Jesús tampoco encontramos respuestas. Ante el mal solo cabe la rebelión, el desacuerdo y la lucha. La parábola del juicio final de Mt 25 se refiere a personas que han sufrido mucho, por culpa del hambre, de la injusticia, de la persecución, de la enfermedad o de la falta de cobijo. La parábola descubre el secreto escondido en esas personas. Cuando las encontramos, es Dios mismo quien sale a nuestro encuentro y reclama nuestra respuesta. Pero el “conmigo lo hicisteis”, no explica ni el sufrimiento ni sus causas, aunque subraya que Dios está en el sufrimiento y que siempre se le ha de buscar junto a las víctimas. El Dios cristiano no explica nada, pero implica.

No conviene acostumbrarse ante la desgracia ajena. A veces jugamos con las palabras para atenuar la brutalidad de los hechos: ya no hay ciegos, sino invidentes; ni sordos, sino oyentes con dificultades; ni inválidos, sino discapacitados. Este modo de hablar me parece legítimo si con ello pretendemos “integrar” en una vida lo más normal posible a las víctimas del sufrimiento y no reducirlas a su dificultad. Pero esto no puede ser una manera de negar la realidad. Cuando uno se acostumbra a la desgracia, deja de indignarse. Y si metemos a Dios en nuestro discurso sobre la desgracia, que sea para implicarnos más en nuestra solidaridad con las víctimas.

Una última reflexión, precisamente sobre Dios y el sufrimiento. A veces, hablando de “hacer teología después de Auschwitz” se ha llegado a hablar de un Dios débil e impotente. Pero entonces, ¿no estamos también anulando la fuente de la esperanza? Más que de impotencia de Dios habría que hablar de vulnerabilidad, pero dejando claro que un Dios vulnerable puede desarmar al mal. Este Dios es poderoso. Un Dios que solo se compadece, deja la última palabra al mal. ¿Qué esperanza le quedaría al ser humano si lo único que hiciera Dios fuera unir su sufrimiento al del humano?

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5
Jul
2015
Santa Bárbara o la importancia de una espada
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Santa Bárbara, una mártir representada blandiendo una espada. Una contradicción, a no ser que se trate de la espada de la fe, que es la Palabra de Dios. Pero sospecho que no es eso lo que la mayoría de las personas entienden cuando ven una imagen de santa Bárbara. ¿Por qué la asociamos con los truenos, cómo ha llegado a ser la patrona de la artillería, de esas armas preparadas para la guerra? ¿Y si, al menos parte de las respuestas estuvieran en Cuba?

 

Entre los santeros de Cuba, santa Bárbara se identifica con uno de los principales dioses africanos. El sincretismo está muy presente en las capas populares de Cuba y de otros países latinoamericanos. Se trata de la mezcla en mayor o menor escala de las deidades africanas y los santos católicos. Los negros transportados de África como esclavos tuvieron que ingeniárselas para dar culto a sus dioses, mal vistos y prohibidos. Lo hicieron a través de los santos católicos de su amos. Al principio, el negro no confundía su dios con el santo. Con el correr del tiempo, la confusión se dio y apareció el actual sincretismo.

 

Pues bien, los negros yorubas, al buscar una imagen que se asemejara al orisha (=dios) Chongó, señor del fuego, del trueno, de la virilidad y de las guerras, escogieron a santa Bárbara, no por haber dado su sangre por Cristo, sino por la espada que portaba, signo guerrero. La santa además facilitaba la identificación con el dios de la virilidad, pues según la leyenda el Chongó se viste de mujer. Se comprende así que entre los fieles que cada cuatro de diciembre acuden a venerar la imagen de la santa, se suscite la pregunta de si “santa Bárbara este año viene como hombre o como mujer”.

 

Tenemos un problema pastoral con la religiosidad popular, sobre todo en sus formas sincretistas, pero también con el patronazgo que determinadas instituciones o colectivos (el Ejército por ejemplo) buscan en los santos. Es necesario purificar algunas manifestaciones religiosas. Pero también necesitamos encontrar caminos evangelizadores ante las formas sincretistas de religiosidad. Sincretismo es mestizaje, apertura y mezcla. La mezcla de ritos y creencias puede darse en diferente proporción. Evangelizar este mundo significa, desde el respeto, el conocimiento y la comprensión, aumentar la proporción del contenido cristiano, tender puentes, ver qué elementos del sincretismo son aprovechables y evangelizables.

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1
Jul
2015
No a los dualismos
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El Papa Francisco, en su reciente encíclica, advierte contra los dualismos que han desvirtuado la fe cristiana y han conducido a un desprecio del cuerpo y de las cosas de este mundo. Estos dualismos, denuncia el Papa, llegaron a tener una importante influencia en algunos pensadores cristianos y desfiguraron el Evangelio.

Es posible que algunos cristianos se pregunten si el Magisterio debe entrar en el terreno de la ecología o incluso que se pregunten qué tiene que ver el ser humano con las catástrofes naturales. Al día siguiente de salir la encíclica una persona, creyente sincera, me preguntaba, sin ningún asomo de crítica ni trasfondo ideológico, qué culpa podía tener el ser humano en los terremotos, tsunamis e inundaciones. Cierto, las catástrofes naturales son tan antiguas como la tierra. Es posible que estas catástrofes estén relacionadas con la evolución y el ciclo de la vida. Por ejemplo, las placas tectónicas, causantes de los terremotos, juegan un papel preponderante en la regulación de la temperatura terrestre, contribuyendo al reciclaje de gases con efecto invernadero como el dióxido de carbono por medio de la renovación permanente de los fondos oceánicos.

Me interesa subrayar que, si bien es cierto que hay acontecimientos que escapan al control del ser humano, no es menos cierto que sus efectos mortíferos tienen mucho que ver con la acción humana. Y estos efectos negativos siempre recaen en los más pobres y desvalidos. ¿Por qué un terremoto produce miles de muertos en algunos lugares de la tierra, mientras que otro terremoto de intensidad semejante sólo produce algunos daños materiales (y en el peor de los casos unos cuantos heridos y algún muerto) en el Japón? Hay medios para prevenir efectos indeseados. Pero estos medios sólo están al alcance de los adinerados. Hay lugares y modos de construir más seguros que otros. Los pobres se ven obligados a utilizar malos modos y malos lugares.

La encíclica del Papa se incluye de lleno dentro del magisterio social de la Iglesia. Sin duda, el Papa ha tocado un tema que sus predecesores no habían desarrollado con tanta intensidad. No hay que olvidar que el Magisterio y la teología tienen que estar atentos a los signos de los tiempos. Su labor no es repetitiva, pues el Evangelio se aplica a circunstancias siempre nuevas y debe ofrecer luz en situaciones inéditas. Como bien ha sabido notar Francisco “el cristianismo, manteniéndose fiel a su identidad y al tesoro de la verdad que recibió de Jesucristo, siempre se repiensa y se reexpresa en el diálogo con las nuevas situaciones históricas, dejando brotar así su eterna novedad”.

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27
Jun
2015
Experiencia de Dios ¡en los ateos!
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Con toda brillantez ha defendido Antonio Praena su tesis doctoral. Tesis llena de contenido, con mucho trabajo previo, y con algunas perlas. Por ejemplo esta: Tomás de Aquino reconoce en quién dice “Dios” una cierta, aunque remota experiencia de Dios. Conclusión inmediata: el ateo, si habla de Dios para negarle, ya le está nombrando, está hablando de Dios, aunque sea para decir que no existe. Luego tiene alguna experiencia de Dios. ¿Cuál puede ser esta experiencia? Para empezar, muchos ateos tienen la experiencia de lo que Dios “no es”. Y en este sentido se acercan a una experiencia propia de los místicos cristianos, expresada de este modo por la teología de santo Tomás: de Dios sabemos mejor “lo que no es” que lo que es. Lo que es lo sabemos muy imperfectamente.

Pero hay más. A veces, los ateos tienen razón cuando dicen lo que no es Dios. Desgraciadamente, en ocasiones hemos sido los propios creyentes los que hemos provocado esta reacción atea de decir: “eso no, eso no puede ser”, porque nosotros equivocadamente hemos dicho “eso sí que es Dios”. Pudiera ocurrir que esos creyentes que dicen que “eso es Dios” cuando en realidad no lo es, no fueran del todo culpables. La misma Escritura ofrece imágenes violentas de Dios que, a la luz de Cristo, no son aceptables. Pero ahí están. Y si las tomamos en su literalidad, sin la necesaria critica y el necesario discernimiento que merecen los textos religiosos, podemos inducir a los no creyentes por caminos equivocados y alejarlos de Dios a causa de nuestra falsa presentación.

De ahí un principio tomista que puede ayudar a la mutua comprensión y al mutuo diálogo entre creyentes y no creyentes, entre cristianos y creyentes de otras religiones: cuando hablamos de Dios nunca alcanzamos a decir “lo que Dios es”; nuestro lenguaje siempre es imperfecto, insuficiente, porque es humano (incluido el lenguaje de la Escritura). Esto nos conduce a la necesaria humildad a la hora de hablar de Dios. Y al reconocimiento de que por muy bien que hablemos de él, precisamente porque hablamos de forma imperfecta e incompleta, es posible que no logremos convencer. De ahí que solo podemos proponer y explicar. Y escuchar las dificultades que el otro tiene para así explicarnos mejor. De este modo, las dificultades del increyente ayudan a profundizar la fe, a mejorar sus expresiones, a purificarla y a desempolvarla de lo inauténtico.

La tesis tiene 465 páginas y no trata de los ateos; es un estudio sobre unas cuestiones de Tomás de Aquino. Lo que acabo de escribir, que es solo responsabilidad mía, es un modo de felicitar a Antonio Praena y de alegrarme con él.

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23
Jun
2015
Vida y espiritualidad ecológicas
2 comentarios

La encíclica del Papa Francisco termina con un canto a la esperanza. El Papa confía en el ser humano y en su capacidad de conversión y de mejora, pues “no hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos”.

A veces, ante los graves desafíos que se plantean a nuestras sociedades, y a la vista de la inoperancia y hasta la corrupción de los políticos, de aquellos que deberían tomar iniciativas e impulsar soluciones, las personas adoptamos actitudes pasivas y nos desanimamos. A lo sumo, nos quedamos en una queja impotente. Pero el Papa, al final de su encíclica, propone una serie de actitudes humanas y cristianas que cada uno de nosotros estamos en condiciones de adoptar. Estas actitudes contribuyen decisivamente a la protección de la naturaleza y a una mejor calidad de vida, aunque a veces no seamos conscientes y no veamos resultados inmediatos.

Es necesario cambiar nuestros hábitos consumistas. “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir”, escribe el Papa. De ahí la necesidad urgente de una educación ecológica y de cobrar conciencia de nuestra responsabilidad como consumidores: cuando dejamos de adquirir ciertos productos, obligamos a modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental. Hay que educar a nuestros jóvenes para que asimilen que el consumismo no da la felicidad. Hay que evitar el uso de plásticos y de papel, reducir el consumo del agua, separar los residuos, cocinar solo lo que se puede comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar el transporte público. La familia es el lugar para cultivar los primeros hábitos del amor y del cuidado de la vida.

Y para los cristianos una espiritualidad ecológica. Una denuncia: “tenemos que reconocer, dice el Papa, que algunos cristianos comprometidos y orantes, bajo una excusa de realismo y pragmatismo, suelen burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente”. Un recordatorio: la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo, ni de la naturaleza, ni de las realidades de este mundo. Una propuesta: la espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco; no apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos con lo que no poseemos. Una referencia a Jesús: cuando habla de los pájaros y dice que ninguno de ellos está olvidado ante Dios, ¿seremos capaces de maltratarlos o de hacerles daño?

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19
Jun
2015
Encíclica que avala predicciones catastróficas
4 comentarios

“Las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones”. Es difícil sintetizar en pocas palabras la encíclica del Papa Francisco sobre “el cuidado de la casa común”, que es esta hermosa tierra que Dios nos ha regalado. Las que acabo de citar sirven para darse cuenta de cuál es su orientación. Se trata de un grito de alarma, de una llamada profética que, como todas las buenas profecías no busca destruir sino construir, no busca condenar sino convertir, no busca alarmar sino mejorar.

Esta encíclica no gustará a todos. No gustará a los que niegan el calentamiento global, a las grandes petroleras, al sector del carbono y de la minería, y a los políticos que les protegen. Tampoco gustará a los bancos, las instituciones que más se han enriquecido con la crisis financiera de 2007-2008. Pero quizás esta sea una prueba más de la oportunidad y necesidad de la encíclica. A veces el valor de una denuncia o de una propuesta se mide por la oposición y el rechazo que suscita.

La encíclica es una defensa del medio ambiente. Pero es sobre todo una defensa de la humanidad. Especialmente de los más pobres, de los que más sufren las consecuencias de este crecimiento desmesurado, de esta explotación indiscriminada de los recursos. Esta defensa requiere un cambio del paradigma tecnoeconómico, consumista y de rentabilidad inmediata, por otro de diálogo, colaboración y solidaridad.

Una clave: Todo está relacionado, los distintos componentes del planeta, las especies vivas. Esta relación alcanza dimensiones personales cuando se trata de la relación del ser humano con Dios, de los seres humanos entre sí y de los seres humanos con el conjunto de la naturaleza. La clave del universo es la comunión, porque Dios es comunión. Pero esta comunión hay que entenderla en sentido fuerte. No es una mera relación desde fuera. Es una interpenetración, en el sentido de que nos pertenecemos mutuamente; por eso dependemos unos de otros.

Un principio tomista dice que el conocimiento de la fe presupone el conocimiento natural. La encíclica es una buena aplicación de este principio. El Papa ha tenido bien en cuenta los datos más seguros y fehacientes de la ciencia que, en los últimos decenios, han llevado a la conclusión de que “esto no puede seguir así”, porque si sigue así nos quedaremos sin casa. Y si nos quedamos sin casa, no tendremos dónde vivir.

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17
Jun
2015
Dios presente en el riesgo del amor
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El predicador hablaba de san José. Y lo hacía bien. Decía que una de las cosas más admirables en José era la conjunción entre duda y amor; explicaba cómo la fe le ayudó primero a vivir con la duda y luego a superarla. José, al ver el embarazo de María se tuvo que hacer muchas preguntas, pero el gran amor que le profesaba le invitó a no hacerle daño; por eso pensaba “despedirla en secreto”, sin armar escándalo, sin señalarla. Añadió el predicador: menos mal que el ángel del Señor acudió en su ayuda y le reveló el secreto del embarazo. Una vez conocido el secreto, José se mantiene al lado de María. Entonces el predicador dijo algo que me hizo pensar: “me pregunto por qué el ángel no se apareció antes a José, por ejemplo en el momento de la Anunciación”. Así, pensaba el predicador, se hubieran evitado todas las dudas, pues la cosa hubiera quedado clara desde el principio.

El ángel no se apareció antes a José (dejemos ahora de lado los modos de la aparición) porque Dios no hace magia. En la Biblia, la aparición de un ángel es un modo de expresar la presencia de Dios en la vida de alguien. Pero Dios no se hace presente de forma espectacular. Dios habla a través de los acontecimientos de la historia. Por eso el ángel no podía “aparecerse” a José antes de que se enterase del acontecimiento, puesto que le hablaba a través del acontecimiento. Cuando José se dio cuenta de que María estaba embarazada, lo lógico, si la amaba y confiaba en ella, fue que le preguntase lo que había ocurrido. Probablemente fue un diálogo difícil. Ninguno de los dos debía comprender gran cosa. Pero se fiaban el uno del otro. En este diálogo José y María cobraron conciencia del misterio que les envolvía. Y en este cobrar conciencia estaba hablando Dios. Fiándose de María (que probablemente debía entender que con ella estaba ocurriendo algo muy extraño), José se arriesgó, precisamente porque la amaba. A través del riesgo del amor, Dios se le hizo presente.

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13
Jun
2015
Cafarnaúm, donde está la casa
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Jesús, “dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm a orillas del lago” (Mt 4,13). A partir de este momento, Jesús comenzó a proclamar la cercanía del Reino de Dios (Mt 4,17). En Cafarnaúm estaba la casa de Pedro donde, al parecer, vivía Jesús, junto con algunos de sus discípulos. No es su familia carnal, pero es donde lo recibieron, y donde la ciudad entera se reunía para que Jesús curase a los enfermos (Mc 4,33). Estas curaciones empezaron por la suegra de Pedro. Es bueno empezar por los de casa. A veces olvidamos, precisamente, a los que tenemos más cerca.

Como en el caso de Nazaret, Gabriel Napole se pregunta por la significación de Cafarnaúm para nuestro seguimiento de Jesús. Y responde diciendo: de cara a nuestro seguimiento de Jesús, lo que descubrimos en Cafarnaúm es “el significado de la comunidad eclesial… Aquella en la cual nos unen los lazos de la fe y no los de la sangre. Los lazos de la sangre, Jesús los dejó en Nazaret… Los nuevos lazos de Jesús en Cafarnaúm son el fruto del compromiso por el reino… Los que acogen el anuncio del reino y se vinculan con él, esos pasan a ser ahora su familia, su comunidad: Pedro, sus discípulos y sus discípulas, que acuden una y otra vez a escuchar su enseñanza, allí en la casa”

Es interesante notar que Cafarnaúm es el lugar dónde Jesús se queda un tiempo, enseñando en la Sinagoga a la gente. Aunque a sus discípulos les enseñaba “en la casa” que, en su grupo, el primero es el que sirve: “si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,33-35). Desde Cafarnaúm, Jesús sale a las aldeas cercanas, porque tiene una misión que cumplir. La casa, la Iglesia, es el lugar donde se escucha la Palabra, pero hay que salir fuera para proclamarla. Y, si es necesario, hay que regresar luego a la casa, a la Iglesia, para experimentar la fraternidad y volver a nutrirse de la Palabra de Jesús. La casa es el lugar privilegiado de la formación de los discípulos. Pero el ancho mundo es el espacio donde los discípulos son enviados a predicar.

Finalmente, Cafarnaúm es el lugar en el que Jesús realizó muchos signos y milagros, pero la gente no le creyó (Mt 11,23-24). Siendo su casa y su base apostólica no parece haber recibido toda la acogida esperada. Tenemos ahí una seria advertencia para nuestro seguimiento de Cristo. No todos los que escuchan la Palabra y han vivido la fraternidad, se mantienen fieles al Señor. También dentro de la Iglesia es posible ser infiel. Cafarnaúm es una llamada a revisar la calidad de nuestro seguimiento.

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9
Jun
2015
Nazaret o vivir el seguimiento en lo cotidiano
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¿Es posible, a partir de la geografía, hacer espiritualidad? Eso es lo que hizo, en unos Ejercicios, predicados pocos días antes de su muerte, Gabriel Marcelo Napole. Por ejemplo: ¿qué podemos aprender de Nazaret, ese pequeño pueblo en el que Jesús vivió la mayor parte de su vida? En los tiempos bíblicos era un pueblo desconocido e insignificante. En los pequeños pueblos de entonces, las casas no tenían puertas y, menos, cerraduras, sino cortinas. Nazaret era un pueblo muy vulnerable. Jesús era conocido como “el nazareno”. Algo que probablemente no era, de entrada, ningún elogio, pues de Nazaret se decía que no podía salir nada bueno.

En Nazaret, Jesús no hizo cosas extraordinarias, como quisieran hacernos creer los evangelios apócrifos. Nazaret era un lugar dónde todos se conocían y, a lo mejor por eso, no se fiaban demasiado unos de otros. Los de su pueblo, dice Mc 6,3, “se escandalizaban” de Jesús. Y, sin embargo, fue allí, en las costumbres y en la vida diaria de este lugar, donde Jesús descubrió la presencia de Dios: allí el niño crecía en edad, en sabiduría y en experiencia de Dios. Nazaret es el tiempo del crecimiento y de la maduración. De ahí la pertinencia de la pregunta de fray Gabriel Napole: ¿qué evoca Nazaret para nuestro seguimiento de Jesús?

Nazaret evoca el día a día del seguimiento. En el seguimiento de Cristo los acontecimientos extraordinarios son poquitos. Llega un momento en que la vida cristiana parece muy rutinaria. Nazaret evoca el seguimiento de Jesús en lo cotidiano y ordinario de la vida. Nazaret es la escuela en la que se aprende a descubrir la presencia de Dios en la vida “tal como es”, en el trabajo de la gente y en los rostros de los que están a nuestro lado. El ruido de la calle puede ser tan eco de Dios como el silencio de un monasterio. En el lugar donde nos toca vivir es dónde el Señor nos ama y nos invita a descubrirle.

Pero también es una alerta contra la rutina. Cada día hay que renovar el seguimiento. Por eso Nazaret es el lugar de la perseverancia, de decir cada día un nuevo sí al Señor. En lo cotidiano hay momentos favorables y momentos de crisis. Pero lo cotidiano es la oportunidad para mirar hacia adelante. Después de cada noche viene un amanecer. No todo se acaba en el hoy, no todo se explica con el presente. Nazaret puede ser un lugar de esperanza, desde donde otear un futuro mejor.

Nazaret evoca también la comunión dentro de la diversidad. En un pueblo pequeño la gente es tan distinta como en una gran ciudad, pero la vulnerabilidad del pueblo nos hace cobrar conciencia de la necesidad que tenemos unos de otros. Un pueblo pequeño se lleva entre todos, y los problemas de uno afectan a los otros. Dos debilidades se hacen fuertes cuando se apoyan mutuamente. Dos soledades que se unen crean comunión. En el seguimiento de Cristo nos hacemos vulnerables, no porque seamos débiles, sino porque nos abrimos los unos a los otros. Es la vulnerabilidad del amor.

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