Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

1
Oct
2015
¿Guerra sagrada? ¿Y eso qué es?
3 comentarios

Acabo de leer la noticia en Religión Digital: A propósito de los bombardeos que este pasado miércoles Rusia ha lanzado contra el Estado Islámico en Siria, el portavoz de la Iglesia ortodoxa rusa los ha respaldado con estas palabras: “la lucha contra el terrorismo es una lucha sagrada, y hoy nuestro país se ha convertido quizá en la fuerza más activa del mundo que lo combate”.

A este respecto, conviene distinguir dos planos, el político y el religioso. Se puede estar o no de acuerdo con la oportunidad política de bombardear a un grupo terrorista. Personalmente estoy convencido de que uno de los peores males de nuestra época es el terrorismo organizado. ¿Cómo combatir esta lacra? Las atrocidades cometidas por este autodenominado Estado Islámico son inaceptables desde todos los puntos de vista. Más aún, son odiosas. De hecho, muchos musulmanes, a lo largo del mundo, han condenado a este Estado Islámico. Pero si se toma la decisión de bombardear hay que tener mucho cuidado de no hacerlo en amplias zonas en donde además de terroristas puede haber civiles inocentes.

Cosa distinta es calificar estos bombardeos de “guerra sagrada”. ¿Qué quiere decir “sagrada”? ¿En nombre de Dios? El nombre de Dios es el que a veces utilizan los terroristas. Lo utilizan “en vano”. Y no hay nada peor que utilizar el nombre de Dios en vano. En su nombre no se puede justificar ninguna guerra. Cierto, Santo Tomás justificó teóricamente la guerra si se cumplían determinadas condiciones que hacían de ella una “guerra justa”. Pero Santo Tomás no conocía las consecuencias y el alcance de las modernas armas de guerra. Su mundo no era el nuestro. Y, por tanto, lo que dice el santo de Aquino hay que situarlo históricamente.

Por otra parte, el moderno Magisterio de la Iglesia, a partir del Vaticano II, y cada vez con más fuerza, ha ido en la línea de buscar una prohibición absoluta de toda guerra. En cualquier caso, me parece a mi que la tesis de Tomás de Aquino se formularía mejor como defensa ante injustas agresiones. Si el portavoz de la Iglesia ortodoxa hubiera calificado el ataque ruso de defensa ante una agresión injusta me hubiera escandalizado menos que su calificativo de lucha o guerra sagrada.

Una cosa más: la medida posiblemente más efectiva contra el terrorismo es la no venta de armas. Desgraciadamente el comercio de armas sigue boyante, por parte de unos y de otros. Los fusiles que les vendemos sirven para matarnos. Lo malo es que mi frase no es exacta: los fusiles que les venden los políticos y economistas que comercian con la sangre son los que sirven para derramar sangre inocente. Luego vienen los escándalos farisaicos y las preguntas sobre cómo acabar con eso. Con más armas, y así el comercio sigue creciendo. Lamentable.

Ir al artículo

29
Sep
2015
La envidia
3 comentarios

La culpa del mal y de la muerte es la envidia del diablo. Así se expresa el libro de la Sabiduría (2,24), interpretando el texto del Génesis sobre el primer pecado de la humanidad. La última raíz del pecado, según este texto, no estaría en la desobediencia del ser humano, sino en la envidia del diablo que habría movido al ser humano a desobedecer a Dios.

Envidioso es el que mira al otro como un rival. En la medida en que yo solo pienso en mi mismo, me encierro en mi mismo y me busco a mi mismo, en esta medida me incapacito para encontrar al otro como otro. Los otros solo existen en la medida en que me sirven, en la medida en que puedo utilizarlos para mi propio provecho. Como esto nunca es así, porque los otros existen por sí mismos y para sí mismos, el envidioso ve rivales por todas partes y está continuamente pensando que lo que los otros tienen debería tenerlo él. El envidioso entiende la vida en términos de posesión y no en términos de don. Lo triste es que la posesión no llega nunca. Pues como dice la carta de Santiago (4,2) “envidiáis algo y no podéis alcanzarlo”. Y al no conseguirlo, el envidioso vive permanentemente defraudado.

Al afirmar que el pecado entró en el mundo por envidia del diablo, el libro de la Sabiduría ofrece una interpretación del mito del Génesis. Allí, la serpiente tentadora no se contenta con decir a la pareja humana: “seréis como dioses”. Lo que hay detrás de esta afirmación es: “Dios tiene miedo de que seáis como él”. El tentador presenta a Dios como el rival del ser humano. El origen del pecado está ahí, en considerar a Dios como un rival y no como el dador de toda vida. Si es un rival, es mi enemigo. Lo mejor que puedo hacer es alejarme de él.

Los evangelistas cuentan que Pilato era bien consciente de la inocencia de Jesús: “yo no encuentro en este hombre culpa alguna” (Lc 23,4.14). Pero añaden que Pilato también era consciente de que los sumos sacerdotes habían entregado a Jesús “por envidia” (Mc 15,10). Consideraban a Jesús como un rival. Pues su presencia abolía el privilegio que ellos se arrogaban de ser los intermediarios entre Dios y su pueblo. La envidia no es solo causa de enemistades entre los humanos. Hay algo peor: puede provocar el más terrible de los malentendidos, el de pensar que Dios es nuestro rival.

Ir al artículo

25
Sep
2015
Un Papa que defiende la vida en todas sus dimensiones
3 comentarios

La vida hay que defenderla en su totalidad y en todas sus dimensiones. Eso ha dicho el Papa Francisco en su histórico discurso en el Congreso de los Estados Unidos. Un discurso interrumpido frecuentemente por los aplausos de los asistentes. Aunque, precisamente en el momento de los aplausos, quedaba claro que entre los asistentes había división de opiniones. Cuando el Papa habló de la defensa de la vida humana en todas las etapas de su desarrollo los aplausos fueron cerrados y prácticamente unánimes. Pero cuando el Papa hizo una de las aplicaciones de este principio, a saber la necesidad de abolir la pena de muerte, puesto que cada vida es sagrada y está dotada de una dignidad inalienable, entonces los aplausos no fueron tantos ni tan intensos. Lo que ocurrió en el Congreso de los Estados Unidos es un reflejo de lo que ocurre en muchos sectores sociales y católicos cuando el Papa se pronuncia: dicen estar de acuerdo con el principio, pero no con todas las consecuencias. Es la actitud farisaica del que, en el fondo, tampoco está de acuerdo con el principio. Hace tiempo que yo mismo escribí que la Iglesia se cargará tanto más de razón en la defensa de la vida del no nacido si esta defensa va precedida y acompañada –con mayor fuerza si cabe- de la defensa de las vidas de los nacidos.

Ante las Naciones Unidas el Papa ha vuelto a insistir en la defensa de la vida. Y esta vez ha sacado otra consecuencia importante: la necesidad de abolir las armas nucleares y de luchar contra el tráfico de drogas y de armas; también contra el comercio de órganos y tejidos humanos, la explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, así como contra el terrorismo y crimen internacional organizado. Esta defensa de la vida, en muchas ocasiones, requiere de la medicina de la misericordia, otra de las insistencias del Papa. Hay sectores católicos, que solo están de acuerdo con el principio de la misericordia, pero no con su alcance universal. Por eso dicen: misericordia según y cómo. La misericordia es una traducción adecuada del amor evangélico. Y el amor evangélico es incondicional y universal, tanto que alcanza incluso al enemigo. Son significativas las palabras que al respecto dijo Francisco en Cuba: “dónde hay misericordia está el Espíritu de Jesús, dónde hay rigidez están solamente sus ministros”. Ay, ay, ay: a ver si va a resultar que dónde están los ministros no está el Espíritu de Jesús.

No me resisto a terminar este post sin citar las palabras que Francisco dijo a propósito de unas mujeres que trabajan a favor de la vida, aunque a veces se han sentido incomprendidas incluso por la propia institución. Me refiero a las monjas de los Estados Unidos: “qué sería de la Iglesia sin ustedes, mujeres fuertes en primera línea del Evangelio. Les quiero mucho”. Una persona cercana me ha enviado este breve comentario a tales palabras: “la profecía primero denostada y luego alabada”.

Ir al artículo

24
Sep
2015
Junípero Serra: siempre adelante
3 comentarios

Aproximadamente a las 23.15 hora española del miércoles, 23 de septiembre, el Papa Francisco pronunció la solemne fórmula por la que inscribía al mallorquín de Petra, el franciscano Junípero Serra, en el catálogo de los santos. Fray Junípero se convierte así en el segundo santo mallorquín después de Santa Catalina Thomàs. En este caso, el Papa ha prescindido de una condición para canonizar al nuevo santo, que muchos consideran importante, pero que, en realidad, no lo es, a saber, un segundo milagro. Pues el verdadero milagro, la auténtica maravilla de fray Junípero fue su espíritu evangélico que le impulsó a recorrer los siete mil kilómetros que separan Petra de Méjico y de California. La Misa de canonización ha tenido algunos detalles significativos: la primera lectura ha sido realizada en una de las lenguas nativas de América; la segunda ha sido leída magníficamente en inglés por una mujer con síndrome de down. Quizás no hibiera estado de más utilizar en algún momento la lengua nativa del santo (en la que, por cierto, hizo su profesión como religioso). Un buen grupo de paisanos de Junípero, encabezados por el Alcalde de Petra y por el Obispo de Mallorca, estaban presentes en la ceremonia.

La homilía del Papa ha sido breve, como debe ser toda buena homilía. En ella se han hecho presentes dos temas muy queridos por el Papa: la alegría del evangelio y la misericordia. Tras recordar que fray Junípero defendió a los indígenas contra los abusos de los colonizadores, abusos que hoy continúan, el Papa glosó las palabras de Jesús que envía a predicar el evangelio "a todas las gentes". En este "todos", dijo, estamos también nosotros. Predicar a todos el abrazo misericordioso del Padre, que calma las heridas y restaura el corazón, teniendo bien presente la realidad de cada una de las personas, su realidad de pobreza, de sufrimiento, de dolor o de sin sentido.

Una vez más el Papa invitó a la Iglesia a salir de sus enclaustramientos: el Pueblo de Dios no debe temer al error, debe temer al encierro, a aferrarse a sus propias seguridades. Somos hijos de la audacia misionera de tantos que prefirieron no encerrarse en las estructuras que nos dan tranquilidad, mientras afuera hay una multitud hambrienta. Junípero Serra fue uno de estos varones audaces. Tuvo un lema que plasmó su vida: "siempre adelante". Esta fue la forma que Junípero encontró para vivir la alegría del evangelio. Siempre adelante porque el Señor espera, porque el hermano espera. Nosotros, en la estela de este gran santo, también estamos invitados a ir siempre adelante, a salir de nuestras comodidades e inercias, para encontrar la alegría del evangelio, una alegría que se experimenta cuando nos damos a los demás y les brindamos misericordia.

Ir al artículo

20
Sep
2015
Dependencia constituyente
5 comentarios

Una de las primeras afirmaciones del Credo de la fe cristiana es que Dios es creador de todo lo que existe. Esta acción divina hay que entenderla no de forma puntual, sino permanente. Dios está siempre presente en la creación y, por tanto, en la vida humana, que es frágil por naturaleza, sosteniéndola siempre en el ser. Esta presencia no manipula la realidad ni la libertad humana. Al contrario, la hace posible. Dios da a las criaturas su autonomía, su consistencia y, por tanto, su dignidad de ser causa; ellas participan en el acto creador, porque Dios hace que las cosas hagan. La acción creadora es una sinergia (una acción conjunta de Dios y de las creaturas).

En su encíclica Laudato si’, el Papa Francisco cita, a este respecto, un texto de Tomás de Aquino: el Creador “está presente en lo más íntimo de cada cosa sin condicionar la autonomía de su criatura, y esto también da lugar a la legítima autonomía de las realidades terrenas. Esta presencia divina que asegura la permanencia y el desarrollo de cada ser, es la continuación de la acción creadora. El Espíritu de Dios llenó el universo con virtualidades que permiten que del seno mismo de las cosas pueda brotar siempre algo nuevo. La naturaleza no es otra cosa sino la razón de cierto arte, concretamente el arte divino, inscrito en las cosas, por el cual las cosas mismas se mueven hacia un fin determinado. Como si el maestro constructor de barcos pudiera otorgar a la madera que pudiera moverse a sí misma para tomar la forma del barco”.

A veces, se asocia la creación a la dependencia. A este respecto, conviene aclarar que hay dos tipos de dependencias. Unas de las que es necesario liberarse: las que impiden mi crecimiento o dificultan la salud, y también las dependencias afectivas, económicas y políticas. Pero la dependencia que proviene del acto creador es muy distinta de las dependencias opresoras. La dependencia del Creador es constitutiva de mi ser y hace posible mi autonomía. La experiencia humana nos ofrece un modelo de dependencia positiva, cuando la relación con otra persona es fuente de felicidad y de vida. La acción permanentemente creadora de Dios nos constituye en sujetos libres y autónomos. No a base de intervenciones, sino por medio de una presencia continua. Dios acompaña y suscita el movimiento de todos los seres vivos hacia su propia realización.

Ir al artículo

16
Sep
2015
Nuestros miedos y nuestra fe
7 comentarios

¿De qué tenemos miedo? De perder el dinero. ¿De quién tenemos miedo? Del distinto. ¿Quizás del inmigrante, del forastero, del pobre, del que vive su sexualidad de otra manera, del que vota al partido que yo no voto, del nacionalista, del creyente de otra religión, del que tiene un determinado color de piel? En distintas ocasiones los evangelios de Marcos y Mateo parecen oponer la fe al miedo. Otras veces parecen identificar el miedo con la cobardía. Jesús recrimina a sus discípulos que tienen miedo porque son hombres de poca fe. En otras ocasiones les dice que son cobardes, porque tienen poca fe. A veces, a quién le pide auxilio le dice: no temas, basta que tengas fe. Se diría que el miedo va asociado a la falta de fe y a la cobardía.

A mi entender hay dos tipos de miedo. Tenemos miedo cuando pensamos que podemos perder algo que nos resulta muy atractivo. Por ejemplo: tenemos miedo de que nos quiten nuestro dinero. O tenemos miedo de perder el trabajo. O de que alguien nos haga daño. En estos casos el miedo va asociado a la pérdida de bienes efímeros o temporales, aunque sean bienes que apreciamos mucho. Hay otro tipo de miedo, propio de los creyentes. Tenemos miedo de que se rían de nosotros o de resultar ridículos si damos testimonio de Jesucristo. En estos casos somos cobardes porque no nos atrevemos a confesar abiertamente nuestra fe. Una pregunta un poco ingenua: ¿qué tipo de miedo es el que hay cuando no queremos acoger al forastero o el inmigrante? ¿Quizás un poco de cada uno, miedo a perder comodidad y miedo a las consecuencias que conlleva la fe cristiana?

El miedo de perder el dinero no es el miedo del que habla Jesús. Aunque en algún sentido tiene que ver con la fe en Jesús: el miedo a perder el dinero demuestra lo apegados que estamos a él. Como no se puede servir a Dios y al dinero, el miedo a perder el dinero demuestra lo poco que servimos a Dios. Por el contrario, el miedo del que se acobarda cuando hay que dar testimonio de Jesucristo está directamente relacionado con la falta de fe. De lo que el creyente debería tener más miedo es de perder a Dios, de no confiar en Dios o de alejarse de él.

Cuando tenemos miedo de perder nuestro dinero, estamos solos con nuestro miedo. Cuando tenemos miedo de comprometernos con el Evangelio, este miedo desaparece si caemos en la cuenta de que Jesús está con nosotros en la tormenta, de que Jesús nos acompaña en nuestras tribulaciones. Y esta conciencia de la presencia de Jesús hace que el miedo desaparezca. Hay miedos que nos dejan solos con nosotros mismos. Hay miedos que desaparecen cuando nos sabemos acompañados del Señor. Porque su compañía es fuente de confianza y de fe. Ya no hay miedo cuando hay fe.

Ir al artículo

11
Sep
2015
Ser cristiano: afirmar una cosa y la contraria
6 comentarios

“Uno que afirma contrarios, uno que dice una cosa con el corazón y la contraria con la cabeza”: así se definía a sí mismo Miguel de Unamuno. A este propósito le gustaba recordar aquellas palabras del Evangelio: “Señor, creo; ayuda a mi incredulidad”. ¿Cómo es posible que si uno cree pida ayuda para salir de la incredulidad? El Evangelio está lleno de paradojas, como la vida. Porque en la vida coexisten muchas tendencias. Y algunas parecen incompatibles. La contradicción fundamental a la que se refiere Unamuno es la que se da entre su razón, que se ve como obligada a afirmar que la muerte es el final de todo, y lo que él llama su corazón, que no se resigna a esta verdad afirmada por la cabeza. Unamuno se pregunta: ¿es solo verdadero lo racional? ¿Sólo la razón empírica o analítica es criterio de verdad? ¿Estas son las únicas razones que existen?

De alguna manera la contradicción está instalada en la doctrina y en la fe cristiana. En muchos aspectos el cristianismo es paradójico. Paradoja no es sólo lo contrario a la opinión común. Es también un modo de expresarse que envuelve una contradicción, pero más allá de la contradicción se está diciendo algo válido, real o verosímil. Por ejemplo, cuando yo digo: “este hombre es tan pobre que sólo tiene dinero”. El dinero, en nuestra sociedad, es definitorio de la riqueza. Pero en el ejemplo propuesto quiero decir que estamos ante un hombre que, por mucho dinero que tenga, es humanamente una persona a la que nadie quiere y, en este sentido, no tiene nada valioso.

Escuché a un colega teólogo que había leído algo así: “los cristianos afirman una cosa y la contraria. Y por eso son cuerdos”. En efecto, en muchas ocasiones las afirmaciones unilaterales conducen al fanatismo. Yo, como cristiano, afirmo que la Iglesia es santa y pecadora. Y considero que quién afirma sólo una de estas dos verdades corre el peligro de convertirse en un fundamentalista, en un intransigente. Encontramos puestas en boca de Jesús afirmaciones que se dirían contradictorias: el que pierde su vida, ese la gana; los primeros serán los últimos y los últimos los primeros; para dar fruto hay que morir; dichosos los que lloran; vended vuestro bienes, quedaos sin nada, y tendréis un tesoro. Recuerdo también este texto de Teresa de Jesús: “vivo sin vivir en mi”.

Nicolás de Cusa definió a Dios como la coincidentia oppositorum, el que concilia los opuestos, el que resuelve todas las contradicciones. ¿Y si fuera verdad? ¿Y si ese fuera el camino para la paz en la tierra (la coexistencia de lo distinto) y la salvación en el cielo (la coexistencia transformada en comunión)?

Ir al artículo

7
Sep
2015
Cuando libertad y necesidad coinciden
3 comentarios

Cuando libertad y necesidad coinciden es cuando hay verdadera libertad. Es importante comprender esta paradoja si queremos entender la relación entre gracia y libertad. Relación entre gracia y libertad es lo mismo que relación entre Dios y el ser humano. No se trata de dos realidades que puedan sumarse o restarse. Entendidas así, lo que le quitamos a uno se lo tenemos que dar al otro. Se trata de que la gracia hace posible la libertad. Por eso, cuanto más se deja uno invadir por la gracia y el amor divinos, más libre y más sí mismo es.

Libertad no es exactamente libre albedrío, o sea, posibilidad de elegir entre distintas cosas. Cuando puedo plantearme optar entre diversos caminos, eso solo demuestra la poca importancia de tales caminos. Pues el que ha encontrado el camino importante, el único importante, el único que hace feliz, no se plantea elegir otra cosa. Elige el único camino, pero lo elige libremente. Necesidad y libertad coinciden. Cuando estás locamente enamorado, eliges libremente, pero eliges sólo a uno. No hay elección entre dos, no te planteas buscar a otro, tu opción es el amado o la amada.

Los santos, en el cielo, no pueden elegir el mal. Y, sin embargo, son libres. “Si solo es libre el que puede elegir entre el bien y el mal, entonces Dios no es libre, pues no puede querer el mal” (San Agustín). Cuando uno ha elegido el bien, ya no quiere elegir otra cosa, cualquier otra hipótesis le parece imposible. Y sin embargo es libre, porque se adhiere al bien con toda su voluntad. En Dios, su libertad es su amor subsistente. Esta será la libertad del hombre cuando vea a Dios. Por eso, la esencia de la libertad consiste en dejarse mover por la gracia.

El objetivo de la libertad es la liberación, es decir, la realización plena del ser humano, de forma que cuando uno ha encontrado su camino, se siente definitivamente liberado y al mismo tiempo necesitado de seguirlo, y cualquier otra propuesta le parece inútil y la rechaza libremente, aunque se presente como apetecible: “en el orden intelectual, el contenido de la libertad es la verdad, es ella la que nos hace libres” (Kierkegaard). Y en el orden moral, el contenido de la libertad es el bien; el bien que nos llena, nos satisface y nos hace felices.

Ir al artículo

2
Sep
2015
Un Papa que, por ahora, abre ventanas
7 comentarios

Ha sido portada de casi todos los periódicos. Ha sido la gran noticia de los portales religiosos. A unos y otros ha sorprendido la autorización del Papa Francisco para que durante el “año de la misericordia” todos los sacerdotes puedan absolver el, para los creyentes, pecado de aborto. Digo para los creyentes, porque solo para ellos tiene sentido el concepto de pecado, como un acto que no responde, en parte o totalmente, a los criterios del Dios revelado en Jesucristo. Cierto, según la norma eclesial, absolver el pecado de aborto está reservado al Obispo, aunque también hay otros confesores que pueden absolverlo habitualmente, porque tienen “bula” para ello. La autorización de Francisco tiene precedentes: durante los días en que se celebraron en Madrid las Jornadas Mundiales de la Juventud, el Arzobispo Rouco Varela concedió a los presbíteros una autorización semejante.

Más que los hechos en sí, lo que sorprende en Francisco son los acentos y los enfoques. Los acentos: con este Papa ha quedado muy claro que hay muchos modos de matar: el cerrar una frontera, las estructuras económicas o el comercio de armas matan cada día, y pueden ser pecados tan graves o incluso más que el del aborto (depende de las circunstancias). Cuando se tienen en cuenta todos los modos, entonces uno resulta más creíble en su denuncia que cuando solo se denuncia una modalidad. Los enfoques: hay situaciones muy difíciles de arreglar, porque las personas que las sufren se ven superadas por las circunstancias. Así enfocó el Papa en la Evangelii Gaudium el tema del aborto, buscando comprender la angustia de la mujer. Y así está enfocando otros temas sobre moral sexual o matrimonial. Comprender no es aprobar, mucho menos alentar. Pero sí es no añadir sufrimiento a sufrimiento. Comprender es “ponerse en la piel del otro”, preguntarse qué haría yo en su situación. Comprender es no juzgar “desde fuera”.

En cuestiones de moral o de pastoral vale lo que se dice en medicina: no hay enfermedades, sino enfermos. Es necesario mantener los principios, pero las respuestas son individuales. Algunos desearían que este Papa abriera puertas. No digo que en algunos terrenos no sea posible, pues a veces hemos confundido el dogma con la teología, hemos ahogado la libertad evangélica o hemos leído la Escritura desde presupuestos que le son ajenos. Por ahora tengo la impresión de que solo se abren ventanas y se favorecen los debates.

Ir al artículo

29
Ago
2015
Cuando avanzar es retroceder
6 comentarios

Hay unos versos de Joan Alcover que, a mi modo de ver, expresan la paradoja que comporta toda experiencia y todo conocimiento de Dios. El poeta dice que el contemplativo, antes de subir a la montaña, “debe recorrer palmo a palmo toda la tierra que desde la cima dominará”. Y entonces ocurrirá algo sorprendente, pues “No per això s’esvairà el misteri, / del fons de tota cosa inseparable; / si avança la claror, l’ombra recula, / com més va reculant, més imponenta” (= No por ello se desvanecerá el misterio, / inseparable del fondo de toda cosa; / si avanza la luz, la sombra retrocede, / cuanto más retrocede, más imponente).

Se diría que recorrer palmo a palmo una realidad y, además, contemplarla desde la perspectiva de la altura, debe conducir a un conocimiento amplio, profundo, completo. Y, sin embargo, hay algunas realidades que, por mucho que las conozcamos, siempre resultan misteriosas. Más aún, cuanto más las conocemos, más misteriosas resultan. La cuestión, según el poeta, no es que la sombra retrocede cuando avanza la luz, sino que cuanto más luz hay, la sombra resulta más imponente. O sea, cuando parece que avanzamos porque las cosas se van clarificando, entonces es cuando las conocemos menos y resultan más misteriosas.

Esa paradoja se realiza plenamente en el caso de la experiencia y del conocimiento de Dios. Cuanto más avanzamos en el conocimiento de Dios, cuanto más nos acercamos a Dios, cuando parece que le conocemos mejor, entonces más cuenta nos damos de que Dios es un misterio. Acercarnos a Dios es darse cuenta de lo lejos que de él estamos. Por eso, cuanto más cerca parece que estamos de Dios, más conscientes somos de la infinita lejanía que nos separa de él.

Esa es también la experiencia del justo. Precisamente el justo es el que confiesa sus pecados. Por eso, cuanto más avanza uno en el camino espiritual, más consciente es de lo mucho que le falta para identificarse con Dios. De ahí que, aparentemente, avanzar en el conocimiento y en la experiencia de Dios es retroceder. Cuanto más y mejor le conocemos, más cuenta nos damos de lo lejos que estamos: “la búsqueda de Dios, lo hace cada vez más incomprensible” (San Agustín). Avanzar es retroceder. Cobrar conciencia de la santidad de Dios es al mismo tiempo darse cuenta de lo mucho que nos falta para llegar a él. Se diría que aquí se cumple, aplicada a la situación del creyente, esta frase de Juan Bautista sobre Jesús: “es preciso que él crezca y que yo disminuya”.

Y, sin embargo, esta conciencia de la lejanía de Dios, no es una conciencia de separación, sino de unión. De la misma forma que la conciencia de lo poco que sabemos de él, una conciencia que se agudiza a medida que parece que sabemos más, no es la conciencia de una ignorancia absoluta, sino la conciencia de una “docta” ignorancia. Sabemos que no sabemos. Y así es como sabemos. El que se cree que sabe, no sabe nada. En los terrenos de la fe, el que lo tiene todo claro, hace tiempo que dejó de creer.

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Logo dominicos dominicos